Un periodista en la JMJ´Colonia 2005 (9):
Claves para un diálogo ineludible
 

Escrito por Jesús de la Heras Muela - Enviado especial y director de la Revista ECCLESIA   


Apuntes para una esperanzadora jornada ecuménica

Sábado, 20 de agosto de 2005

         La mañana de ayer, viernes 19 de agosto de 2005, pasará a los anales del ministerio apostólico petrino de Benedicto XVI como una jornada de intenso compromiso ecuménico y de marcado carácter interconfesional.

El encuentro del Papa con representantes de otras iglesias y confesiones cristianas de Alemania y su visita a la sinagoga de Colonia eran dos citas bien queridas por el Pontífice y bien esperadas por la entera opinión pública. El ministerio petrino de Benedicto XVI está priorizado además, desde sus albores, por él mismo por un decidido objetivo de la búsqueda de la unidad de los cristianos. Por otro lado, estos dos encuentros del Papa en Colonia, fuera de la agenda de la JMJ, tuvieron también su texto y su contexto en la gran concentración juvenil que vive estos días la ciudad del Rhin.

         Ciudad del Rhin que hoy se desplaza a Marienfield para la vigilia de oración del Papa con los jóvenes al atardecer y para la eucaristía de mañana en la clausura de esta JMJ´Colonia 2005, que sigue recibiendo peregrinos. Mañana seremos un millón de personas y ojalá que la lluvia, que esta noche ha regado Colonia, haga una tregua. Se lo merecen los jóvenes, que habrán de pasar noche en un lugar a las afueras de Colonia. Se lo merecen los trabajadores de la gran estructura de 2.500 metros cuadrados y 60 toneladas de peso, que cubrirá el altar, puesto a doce metros de altura. La vigilia y la noche serán además iluminadas por 1.600 fluorescentes, amén de las velas y del corazón encendidos de los muchachos. La JMJ´Colonia 2005 llama a su fin, un final, como siempre en las JMJ, en clave de apoteosis y cargada de esperanza.

Diálogo es intercambio de dones

         "El mandamiento del Señor, pero también la hora presente impone continuar de modo convencido el diálogo a todos los niveles de la vida de la Iglesia. Obviamente, éste debe desarrollarse y realizarse, con paciencia y perseverancia, con plena fidelidad al dictamen de la conciencia. No se puede mantener un diálogo a costa de la verdad; el diálogo tiene que desarrollarse en la caridad y en la verdad". Son palabras de Benedicto XVI en su encuentro de ayer en la sede del arzobispado de Colonia con los representantes de otras Iglesias y confesiones cristianas. Son palabras que señalan y perfilan los criterios y las claves para un diálogo ineludible en pro de la unidad de los cristianos.

         Se trata además de continuar con un diálogo, auspiciado también por los anteriores Papas Pablo VI y Juan Pablo II, y que ya ha dado frutos: el reconocimiento de un mismo bautismo, la declaración conjunta de Augsburgo sobre la doctrina de la justificación del año 1999 o las tomas de posiciones comunes en asuntos relativos a la defensa de la vida y la promoción de la justicia y de la paz.

         Pocos mejor que el Papa alemán, que el Papa Ratzinger, saben lo que es la separación de los cristianos. Pocas personas mejor que él para atender el significado de la reforma y ruptura luterana, nacida aquí, en Alemania. Pocas personas mejor que él para entender que la separación y la división de los cristianos es "una situación penosa". De ahí, que desde el primer momento de su servicio petrino, el Papa Ratzinger manifestara desde el primer momento de calzar las sandalias del Pescador que la recuperación, "plena y visible", de la unidad de los cristianos es una prioridad insoslayable.

         Esta unidad, "plena y visible", no significa, sin embargo, "uniformidad en todas las expresiones de la teología y la espiritualidad, en las formas litúrgicas y en la disciplina". Como a continuación afirmara el Papa Ratzinger se trata de "unidad en la multiplicidad y multiplicidad en la unidad. La plena unidad y la verdadera catolicidad van juntas. Una condición necesaria para que esta coexistencia tenga lugar es que el compromiso por la unidad se purifique y se renueve constantemente, crezca y madure".

         Y aquí el diálogo, que es más que un intercambio de ideas, un intercambio de dones, en el que las Iglesias y las Comunidades eclesiales pueden poner a disposición su propio tesoro, como escribió Juan Pablo II en la encíclica "Ut unum sint" de 1995, ha de desempeñar su papel cada vez apremiante e importante. Se trata asimismo de un diálogo llegado a fondo "en un contexto de espiritualidad sincera y coherente" ya que no se puede lograr esta ansiada e imperiosa unidad por nosotros mismos, con nuestras solas fuerzas. Es don del Espíritu. Con la ayuda de lo Alto, llegarán las soluciones prácticas para las diversas cuestiones abiertas y la unidad llegará cuando Dios quiera. Se trata de recorrer con ánimo, esfuerzo y esperanza este camino. "Os invito -señaló el Papa- a recorrer conmigo este camino".

Vivir según el evangelio

         De ahí la importancia del llamado ecumenismo espiritual, que pasa por la oración, la conversión y la santidad de vida. Y como hermosa y nueva definición al ecumenismo, Benedicto XVI afirmó que "también se podría decir que la mejor forma de ecumenismo consiste en vivir según el Evangelio".

         Y es que no habrá quién dude que si todos los cristianos, viviéramos según el evangelio la unidad sería plena y visible. Vivir el evangelio: ni más ni menos. (Jesús de las Heras Muela – ECCLESIA Digital)