Un periodista en la JMJ´Colonia 2005 (6):
La fiesta de la nueva evangelización
 

Viernes, 19 de agosto de 2005

 

         Vengo de una fiesta. Vengo de una fiesta de cerca de siete horas de duración. Vengo de una fiesta juvenil. Vengo de una fiesta popular, bulliciosa, calurosa y cálida, alegre, multicolor, divertida, sentida y creyente. Vengo de una fiesta de Iglesia. Vengo de una fiesta de la fe cristiana. Vengo de una fiesta, sobre todo, de la nueva evangelización.

 

         Y vengo con el corazón rebosante de gozo y de esperanza. ¿Quién habrá dicho, pues, quién podrá pensar que ser cristiano es cosa de pocos, de tristes, de mayores y de aburridos? ¡Qué lastima que no vengan a una JMJ! Saldrían inmediatamente de su error y comprobarían que ser cristiano es alegría. Que se puede ser, a la vez, cristiano, moderno y joven. Seguro.

 

 

"Haz que de aquí brote la esperanza"

 

         Cuando hace ya más de una década el Papa Juan Pablo II llamó a toda la Iglesia a la tarea de una nueva evangelización, precisó que sus características formales debían ser el nuevo ardor, los nuevos métodos y el impulso en la acción pastoral eclesial. Sin duda, que una avanzadilla -bien luminosa, bien fecunda y hasta bien numerosa- de esta nueva evangelización han sido desde entonces las JMJ. La evangelización se sirve en ellas en el lenguaje de los jóvenes de hoy: con sus músicas, sus ritmos, sus bailes, sus sentimientos, sus sensibilidades, en definitiva, mediante la utilización de sus lenguajes y de su cultura -evangelio que debe ser inculturado- de colorido, canción, sonrisa y sentimiento.

 

         Por eso, y como afirmara en esta fiesta, a la que aludo y que después comentaré, el arzobispo de Santiago de Compostela y presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, monseñor Julián Barrio Barrio, "desde aquí -desde esta fiesta de la nueva evangelización- florece y rebrota la esperanza", en cita adaptada a un diálogo entre Dante y Beatriz.

 

 

El polideportivo de la fe cristiana

 

         La fiesta de la que vengo comenzaba a las diez de la mañana de este viernes 19 de agosto de 2005. Era en un polideportivo a las afueras de Bonn. Su nombre es Hardbergahalle. Quizás nunca en este polideportivo ha habido una concentración religiosa como la de hoy. Ya he escrito en anteriores crónicas que las JMJ son como un olimpiada, como unos juegos olímpicos de la fe y del cristianismo.

 

         La capacidad del polideportivo, en su cancha principal, es de unas cinco mil personas. La fiesta de hoy tenía sabor español y constaba de tres actos. Entre las diez y las trece horas era el tiempo para la catequesis y la celebración eucarística; entre las 13 y las 14 horas, el almuerzo en los jardines de los alrededores del polideportivo; y entre las 14 y las 16,30 horas, el encuentro de unos siete mil jóvenes españoles en la JMJ´Colonia 2005 con sus obispos y un festival de canción, palabra, animación y fiesta.

 

 

"Sigue la estrella"

 

         Toda esta jornada festiva tenía como lema la frase "Sigue la estrella" y miles de estrellas de madera de olivo de Belén, labrada por palestinos católicos del país de Jesús, fueron repartidas en el final de la jornada en gesto festivo, creyente, militante y misionero.

 

         Las catequesis matinales son uno de los quicios de las JMJ desde su creación. Normalmente hay tres catequesis en las mañanas del miércoles, jueves y viernes de la semana de la JMJ, cuya temática es su semana. Hoy correspondía contemplar el final de la historia de los Magos: "Y volvieron por otro camino". Un obispo, designado por el Pontificio Consejo para los Laicos, el dicasterio vaticano organizador de las JMJ, es el encargado de la catequesis, que suele prolongarse por espacio de unos noventa minutos. La catequesis consta de dos partes: la exposición o predicación catequética del obispo y un coloquio a tenor de las preguntas de los participantes. Sigue una pausa y entre las doce y las trece se celebraba la Eucaristía.

 

         Así ha sido en todas las catequesis de hoy y de estos días en Colonia, Bonn y Dusserldorf -las tres sedes de esta JMJ-. Así es, así ha sido en la convocatoria de este gran encuentro de esta mañana. La predicación del mensaje cristiano, la catequesis, es de este modo uno de los grandes componentes de las JMJ.

 

         Junto a la predicación o catequesis propiamente dicha, este acto se prologa por una animación musical, litúrgica y religiosa, que se confía a distintas diócesis de los grupos que han de asistir a la catequesis. En este caso, era un grupo de jóvenes de Cuenca quienes han desarrollado -y espléndidamente, por cierto- esta animación, que ha contado también con un hermoso testimonio de una joven de 18 años. Junto a los jóvenes conquenses, había jóvenes, en la catequesis que contamos, de Coria-Cáceres, Madrid, Canarias, Huesca, Teruel, Sigüenza-Guadalajara, Toledo, Oviedo...

 

         Por otro lado, durante todo este tiempo, los sacerdotes se distribuyen por los ángulos y espacios más libres y confidenciales del recinto donde tiene lugar la catequesis y administran sin cesar el sacramento de la confesión. Repito no sólo como testigo sino también como confesor en esta mañana y en otras ocasiones: en las catequesis y actos de las JMJ se administra sin cesar el sacramento del perdón y de la misericordia de Dios. Es la estrella de la gracia y de la reconciliación.

 

 

"Cristo lo pide todo porque lo da todo"

 

         En la catequesis de esta mañana en el Hardbarghalle de Bonn el predicador, el catequista era el arzobispo de Toledo y primado de España, monseñor Antonio Cañizares Llovera. Antes de su ordenación episcopal, monseñor Cañizares, había sido profesor de Teología Catequética y en su catequesis de hoy dio buenas muestras de ello. Tres fases apuntó en su libreta de apuntes este periodista. Son las siguientes: "En la escuela de Jesús, que es la Iglesia, aprendemos realmente a ser hombres". La segunda reiteraba una máxima del evangelio de San Juan: "La verdad os hará libres" y Don Antonio remarcó y enfatizó la frase. "Sólo la verdad os hará libres. No será la libertad, pues, quien os hará verdaderos. Sólo, sólo la verdad, que es Jesucristo, os hará libres". La tercera frase era cita y glosa de la homilía del comienzo del ministerio apostólico petrino de Benedicto XVI: "Cristo lo pide todo porque lo da todo".

 

         Tras la predicación vino media hora de diálogo con preguntas como cómo ser santos, sobre el tema de la predicación -"Y volvieron por otro camino"- y algunas otras inquietudes más puntuales de los muchachos y muchachas allí presentes. Tras otra media hora de pausa, llegó el tiempo para la Eucaristía, que presidió el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio Mª Rouco Varela, acompañado por el arzobispo de Toledo y sus dos obispos auxiliares, los obispos de Tarazona, Huesca y Jaca, Albacete, Teruel y dos de los obispos auxiliares de Madrid. La homilía del cardenal Rouco fue breve, sencilla, directa y coloquial.

 

         En el ofertorio la religiosa de la Consolación, la ya célebre cantautora chilena Hermana Glenda, interpretó y oró con su bellísimo "Si nada es imposible para ti", coreado en el estribillo por los cientos de jóvenes presentes en la celebración.

 

 

"Cada vez somos más... Ya estamos todos"

 

         Tras el almuerzo, el almuerzo del peregrino -hoy una menestra de verduras con pasta y arroz, una botella de agua y una manzana- llegó el momento más esperado del día para los jóvenes españoles: su encuentro festivo con sus pastores, con sus obispos. Era además la primera vez que este encuentro podía celebrarse en una JMJ. En Colonia y sus subsedes habrá estos días unos cincuenta mil españoles. Lógicamente todos ellos no cabían en el citado polideportivo de Bonn. Acudieron a la cita unos siete mil: seis mil en el interior del recinto deportivo y otro millar en sus puertas. La megafonía exterior les permitía seguir el acto, que fue una fiesta, la fiesta de la nueva evangelización.

 

         El encuentro, la fiesta se vertebró alternando la palabra, la canción, el testimonio, los aplausos, vítores y coreos - "¡Se nota se siente, Jesús está presente!", "Mi vida por Cristo", "Juan Pablo II, te quiere todo el mundo" "Benedicto, Benedicto, Benedicto", "Esta es la juventud del Papa" o "¡Viva España!" eran algunos de ellos- y el rito de la bendición y entrega de la estrella. Esa estrella que ahora han de seguir nuestros jóvenes, esa estrella que ahora ha de seguir nuestra Iglesia.

 

         En el turno de la palabra se sucedieron los obispos Ricardo Blázquez, prelado de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE); José Ángel Sáiz Meneses, obispo de Terrasa y responsable del Departamento de Juventud de la CEE; Julián Barrio Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela y presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar; y los cardenales Carlos Amigo Vallejo y Antonio Mª Rouco Varela, arzobispos respectivos de Sevilla y de Madrid.

 

 

"Cristo cuenta contigo"

 

         Monseñor Blázquez presentó el sentido del acto y de esta JMJ, agradeció "el mismo aplauso", en fervor, cariño e intensidad, con que los jóvenes respondieron a sus citas a los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, se congratuló con que en las JMJ se percibe y se viva la Iglesia mucho más de cerca y con una mirada mucho más esperanzada, recordó a que Jesús se le encuentra siempre junto a su madre María y llamó a la fidelidad a seguir la estrella en la vocación y en la misión de cada uno.

 

         Monseñor Sáiz Meneses, el joven obispo de los jóvenes españoles, dirigió unas palabras llenas de aliento, expresó que encuentros como éstos demuestran que son muchos más de lo que parecen los seguidores jóvenes de Jesús y pidió a los muchachos mantener siempre la unidad y la comunión eclesial entre los pastores de la Iglesia y la juventud. "Los jóvenes cristianos debéis ser siempre los mejores en todo -afirmó- y debéis también formaros religiosamente para saber dar respuesta de vuestra fe a un mundo tan descreído". El obispo Sáiz recordó aquella consigna de Cursillos de Cristiandad: "Cristo cuenta contigo" e interpeló a los jóvenes a si ellos contaban con Jesús. Ya pueden imaginarse los lectores de esta crónica la respuesta multitudinaria, entusiasta y ferviente de los jóvenes...

 

         Si el hilo conductor de las palabras de monseñor José Ángel Sáiz fue la fe, al arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, le correspondió hablar de la esperanza, mediante un bellísimo texto, al que ya hemos hecho referencia antes.

 

 

"El amor no tiene precio"

 

         Sin papeles, sin atril, pleno de dotes oratorias, el cardenal Amigo Vallejo entusiasmó a los participantes en el acto hablando de la caridad, del amor, al hilo de la frase de la joven maestra y mártir, Beata Mª Victoria Diez, "el amor no tiene precio". Parafraseó también el himno de la caridad de la primera carta a los Corintios del apóstol San Pablo y dejó en el ambiente, ya acogedor y entusiasta, el aroma y la fragancia de la palabra salida del alma, bien dicha y bien sembrada.

 

         El último en intervenir en este turno de la palabra fue el cardenal Rouco Varela, también coloquial y cercano, bien coreado por muchos jóvenes madrileños allí presentes. El arzobispo de Madrid hizo una breve historia y síntesis de las JMJ y de la participación en ellas de la Iglesia Católica en España para afirmar que "cada vez somos más y esta vez estamos todos", refiriéndose que en la JMJ´Colonia 2005 hay representación de todas las diócesis españoles. El cardenal Rouco pidió a los jóvenes que sigan participando en estos eventos y que se preparen para lo que el futuro pueda deparar al respecto...

 

 

La estrella de la vocación y de la misión

 

         Estas cinco alocuciones de los obispos fueron intercaladas por una breve representación teatral de la Epifanía del Señor -la historia de los Reyes Magos-, dos canciones de la hermana Glenda, de quien ya hemos hablado, unos breves testimonios de jóvenes -una religiosa de las Esclavas de Cristo Rey de Madrid, un matrimonio de Illescas (Toledo), un seminarista de Lugo y un joven militante de la Acción Católica de Huesca- y, sobre todo, por el incesante corear, cantar, bailar, gritar y aplaudir de los jóvenes.

 

         El rito final fue la bendición y el reparto de las estrellas. Era todo un signo de la nueva evangelización, una pequeña celebración del envío misionero y apostólico. Tras las palabras finales de agradecimiento y de clausura, inmensas telas de seda con los colores de la bandera nacional española fueron desplegadas sobre las cabezas de los presentes. Eran como olas que evocan la mar y que llamaban al remar mar adentro de esta hora de la apremiante nueva evangelización, de la que los jóvenes de las JMJ son testigos, pescadores y avanzadilla. La Iglesia es con ellos una fiesta. Que no decaiga, pues, esta fiesta. La necesitamos todos tanto... (Jesús de las Heras Muela – ECCLESIA Digital)