TEMA 13

COMO PRESENTAR LA MORAL

CRISTIANA A LOS JÓVENES

EUGENIO ALBURQUERQUE   
 

Hoy es un hecho que muchos jóvenes rechazan la moral que padres, pastores, catequistas y educadores les proponemos. No entramos a juzgar las causas de estas actitudes. Pueden ser muchas. Quizá en la base está la contestación de una sociedad cuyos valores no les satisfacen y de una iglesia en la que no se integran o con la que no se identifican.

Ante este hecho, nos preguntamos: ¿Cómo presentar la moral a los jóvenes? Y sobre todo, ¿qué moral presentarles?

El presente trabajo quiere ser, precisamente, una sugerencia práctica, un subsidio, en orden a comprender y presentar la moral cristiana.

Creemos, en primer lugar, que hay que presentar la moral cristiana sin ambigüedades y de un modo exigente y comprometido. Quizá sea necesario todo un proceso gradual, unos pasos y momentos intermedios. Quizá sea hoy urgente, ante todo, vivir una ética "civil", "secular", "humanista", Pero no podemos quedarnos ahí. Por ello, a lo largo de estos esquemas vamos a insistir en los aspectos evangélico y cristol6gico como base y fundamento de la moral cristiana.

Por otra parte, los esquemas que ofrecemos son sólo "esquemas". No pretenden hacer una exposición amplia, ni llegar a dar respuesta a problemas particulares. Tratan solamente de plantear y sugerir. Pero seguramente, a partir de cada uno de ellos, se puede llegar a responder a muchas de las cuestiones y problemas concretos que los jóvenes presentan hoy en el campo moral.

De todos modos, queremos subrayar que nuestra intención tiene más bien un carácter global, de mentalidad y comprensión de la MORAL CRISTIANA.

Cada uno de los esquemas tiene una unidad en sí mismo. Pero no cabe duda, que el conjunto de todos ellos, nos muestra más claramente, y de un modo más completo, el rostro de la moral cristiana. Los primeros ofrecen una presentación más específicamente cristiana: "alianza", "Reino", "seguimiento", "amor", "comunidad". Los tres últimos, en cambio, una presentación más personalista: "persona", "libertad", "prospectiva". El análisis de la situación concreta nos dirá cuál puede resultar más conveniente.

Todos ellos terminan con unos interrogantes "para el diálogo". Creemos que lo más importante es, precisamente, los momentos de confrontación y diálogo. Y, entonces, bien al principio o al final de una sesión, debe haber una especie de "mesa redonda" en la que los jóvenes puedan expresar sus opiniones.

Los esquemas que presentamos son los siguientes:

1. La moral cristiana es moral de la Alianza.

2. La moral cristiana es llamada a construir el Reino.

3. La moral cristiana es moral del seguimiento de Cristo.

4. La moral cristiana es moral del amor.

5. La moral cristiana es moral comunitaria.

6. La moral cristiana es moral de la persona.

7. La moral cristiana es moral de la libertad.

8. La moral cristiana es moral prospectiva.

1. MORAL DE LA ALIANZA

Un planteamiento auténtico de la moral cristiana ha de comenzar desde la historia de la salvación (cfr. OT., 16). Y la historia de la salvación es la historia de la presencia de Dios en medio de su pueblo. La alianza expresa las relaciones existentes entre ambos.

El significado de la alianza aparece ya claro en Abraham. Dios crea un nuevo pueblo que es el germen del Reino de Dios. Con Moisés queda estipulado el pacto entre Yahvé y su pueblo, que alcanza en la Pascua su significado pleno de liberación y alianza. Con la alianza del Sinaí, Dios se une a los hombres y establece un pueblo que se rige por sus leyes y es depositario de las promesas.

Cristo es el centro de la nueva alianza. En El se cumplen las promesas. En El se basa la alianza definitiva entre Dios y los hombres. En su Pascua realiza el paso definitivo y salvador.  
 

1.1. La alianza, fuente de la vida moral

La alianza inspira toda la vida religiosa de Israel; inaugura una verdadera reciprocidad entre Yahvé y su pueblo. Por tratarse de un verdadero pacto se derivan para ambos contrayentes unas obligaciones serias y sagradas. El pueblo elegido vive la propia moral, desde esta reciprocidad, como una respuesta al paco establecido con Yahvé. Las actitudes morales quedan condicionadas a esta vinculación y dependencia. El compromiso moral del pueblo consiste fundamentalmente en reconocer que su Dios es el único Dios del cielo y de la tierra, y, consiguientemente, en obedecer sus mandamientos.

Pero ciertamente, no se trata de una dependencia servil, sino de un encuentro de amistad entre Dios y el hombre. Yahvé e Israel se conocen, se aman y están íntimamente unidos. Se trata, pues, de una moral dialogal en la cual Dios toma la iniciativa e Israel tiene el deber de responder.

De este modo, la moral aparece fundada en la iniciativa del amor salvifico de Dios. Es el recuerdo histórico de los beneficios recibidos del Señor; es la expresión del diálogo entre Dios y el hombre; es la aceptación responsable de la inserción en el plan de Dios; es entrar activamente en el flujo actual de |a historia de lÿ salvación; es el encuentro de amistad con Dios en Cristo y en la Iglesia; es, en definitiva, vivir el misterio pascual.

Dentro de esta visión de la moral es más fácil comprender y presentar el sentido del pecado, que para el creyente expresa siempre la ruptura con Dios y la frustración de la alianza. Porque ciertamente el pecado carece de significado para quien no tiene el sentido de la existencia de un Dios que ha hecho alianza con los hombres.

La moral de la alianza supera el minimalismo de encajonar la vida dentro de unas normas abstractas. Presenta la fuerza innovadora de acoger todo como signo del amor de Dios que salva y libera. En este contexto, la vida moral del creyente es don e iniciativa de Dios y, al mismo tiempo, es empeño generoso de una respuesta de amor y reconocimiento.  
 

1.2. Cristo culmina la alianza entre Dios y los hombres

La encarnación supone la más profunda unión entre Dios y los hombres. Cristo encarnado personaliza esta diálogo divino-humano que culmina en el misterio pascual. La pascua de Cristo sella definitivamente la alianza de Dios con los hombres.

La esencia de la pascua radica en el "paso" realizado por Dios en la carne de Cristo; paso del mundo de la carne al mundo de Dios; paso liberador de la ley, del pecado y de la muerte; paso de la desobediencia y ruptura con Dios, a la vida de comunión y participación en los bienes divinos, en la herencia y en la filiación. La pascua de Cristo tiene un valor salvífico y liberador. Libera al hombre de sus ataduras más profundas y lo introduce en una vida nueva.

Toda la predicación apostólica se condensa en la proclamación de la muerte y resurrección de Cristo. La resurrección del Señor es la síntesis de la buena nueva. "Si confiesas en tu boca --dirá San Pablo-- que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rom 10,9).

La Pascua constituye el núcleo de la fe y la salvación cristiana, Ha de ser también la idea central de la moral de la alianza. Porque el comportamiento y la vida del cristiano surgen y se alimentan de este centro. La vida cristiana está íntimamente vinculada al misterio pascual. El misterio pascual, como explica continuamente San Pablo, constituye la orientación fundamental de la vida cristiana. Porque, "Cristo murió por todos, para que ya no vivan para si los que viven sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (IIª Cor 5,15). "Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (IIª Cor 4,10). La muerte de Cristo fue un morir al pecado; su vida, es un vivir para Dios, Como El, el creyente está muerto al pecado y vive sólo para Dios en Cristo Jesús(Rom 6,10-11).

Esta inserción en la pascua de Cristo es la fuente de toda la vida moral cristiana. De ella parte la opción por Cristo, y de ella también las actitudes fundamentales: la fe, la esperanza y el amor.

1.3. Para el diálogo

1. Buscar algunos textos del A. y del N. T. que hablen de la alianza de Dios con los hombres.

2. ¿En qué sentido podemos hablar los cristianos de una "moral de la alianza"?

3. ¿Cómo juzgas el planteamiento moral que surge del hecho de la alianza de Dios con los hombres?

4. ¿Por qué la Pascua de Cristo constituye la nueva y definitiva alianza?

5. ¿Cómo podemos vivir la Pascua de Cristo? ¿En qué sentido surgen de ella nuestra opción fundamental y las actitudes más específicamente cristianas?

B I B L I O G R A F I A

GOFFI, T., Morale pascuale, Brescia, 1968.

L'HOUR, J., La morale de l'Alliance, Paris, 1966.

ROY, O., La reciprocité, Paris, 1970.

2. MORAL DEL REINO

2.1. La cercanía del Reino comporta unas exigencias morales

La moralidad exigida por Cristo presupone la iniciativa divina. El Padre llama, y por medio de Cristo atrae a los hombres a sí. Esta llamada de Dios en Cristo constituye esencialmente el Reino de Dios.

El Reino ocupa el primer lugar en la predicación de Jesús. Lo que El anuncia por los pueblos de Galilea es la buena nueva del Reino. Sus obras portentosas, los milagros, constituyen los signos más extraordinarios de la presencia del Reino. Con su llegada, pone fin al dominio de Satán, del pecado y de la muerte: "Si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12,28),

Cuando los Sinópticos hablan de Reino de Dios, no quieren indicar tanto una institución u organización cuanto el obrar mismo de Dios en Cristo para la salvación de los hombres. Y la proclamación del Reino, implica una llamada a entrar en él, a hacerlo y construirlo. De la llamada al Reino surgen, pues, los imperativos morales.

El texto clave es Mc 1,15: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la buena nueva". En él aparecen claramente, la llamada y el requerimiento de una respuesta humana. Esto lo encontramos continuamente en el Nuevo Testamento, porque la acción de Dios supone siempre una llamada dirigida a los hombres, y consiguientemente unas exigencias morales.

La exigencia radical de la llamada y cercanía del Reino es la conversión, la fe, la adhesión, la unión personal con Cristo, el seguimiento. El dice: "Venid a mi", "aprended de mí" (Mt 11,28). enseña que no existe plena moralidad sin una unión estrecha con El y con su obra.

2.2. Características de una moral cimentada en el Reino

Jesús anuncia la llegada del Reino de Dios. Y el Reino se actualiza en su Persona, en sus palabras y en sus obras. Pero el tiempo de la plenitud y del cumplimiento que El instaura no es todavía el tiempo de la consumación. Por ello, también en el anuncio de Jesús, el Reino es algo futuro.

Existe una tensión interna entre la plenitud y la expectación, entre el presente y el futuro, entre el cumplimiento y la consumación, entre el "ya" y "todavía no". Y también en esta tensión dialéctica podemos encontrar el origen de las exigencias morales. Porque, precisamente, por ser el Reino venidero, el hombre tiene que prepararse para "entrar" en él.

Si la misión del cristiano es la misma misión de Cristo, encontramos aquí, sobre todo, la llamada a construir el Reino. Porque esta fue la misión de Cristo: anunciar y realizar el Reino de Dios, Lo importante en la vida del creyente no es, por tanto, la propia perfección o autorrealización; lo importante es cumplir la "obra de Dios" (Jn 4,34), cumplir la misión de Cristo, es decir, realizar y construir el Reino. Esto se convierte así en el valor y criterio supremo para juzgar nuestras acciones. Todos los demás valores, ciertamente, no quedan eliminados; pero se han de considerar bajo esta luz.

Desde esta perspectiva, la moral cristiana aparece cimentada en el dinamismo de la esperanza. Es, pues, una moral dinámica que impulsa al esfuerzo y a la acción; una moral positiva y creadora; una moral comprometida con el desarrollo, promoción y liberación de los hombres. Y es, al mismo tiempo, moral de la esperanza. Moral, por tanto, que mira hacia adelante, hacia el futuro; moral inconformista con nuestra sociedad consumista y alienante; moral crítica y denunciadora de todos los falsos valores del "tiempo presente"; moral vigilante.

Una moral cimentada en el Reino es una moral que parte de la iniciativa divina, de la llamada de Dios a realizarlo. Es, pues, moral de la gracia y el don. Y, al mismo tiempo, una moral que propugna la acción y la energía: porque solamente los violentos lo arrebatan (Mt 11,12).

Es finalmente, una moral de exigencias radicales. El hombre que encuentra en el campo un tesoro escondido, o el comerciante que descubre una perla preciosa, deben entregar todo lo demás para alcanzar estos tesoros (Mt 13,1146).

2.3. Condiciones que impone el Reino

Jesús, antes de realizar su paso definitivo al Padre, confía a los apóstoles su misión: la proclamación del Evangelio del Reino (Mc 10,7). Esto será también el centro de la predicación apostólica.

El reino es el don de Dios por excelencia. Pero para recibirlo se precisan ciertas condiciones. Un análisis de ellas puede hacernos comprender también las exigencias éticas de una Moral del Reino.

Para San Pablo es claro que los pecadores "no heredarán el reino de Dios" (Cfr, 1- Cor 6,9 ss; Gal 5,21; Ef 5,5). El reino exige conversión (Mt 18,3); requiere un nuevo nacimiento, sin el cual, no se puede "ver el Reino de Dios" (Jn 5, 3 ss).

Todas estas actitudes que están vinculadas a la predicación del Reino de Dios dan un rostro a la Moral cristiana. Podemos, pues, hablar de una Moral del Reino, como llamada de Dios a continuar su misión, su anuncio, su obrar. Esta llamada comporta en si misma un requerimiento ético y exige unas condiciones que concretizan de algún modo, las exigencias y actitudes que han de vivir cuantos son llamados "a su Reino y a su gloria" (Iª Tes 2.12).

2.4. Para el diálogo

1. Buscar y analizar algunos textos del NT. que se refieren al Reino de Dios.

2. Exigencias y actitudes morales que percibes en estos textos, y particularmente en las parábolas de San Mateo referidas al Reino.

3. En el relato que hace San Mateo del juicio final (Mt 25) señala algunas condiciones para entrar en el Reino, ¿cuáles son? ¿qué piensas de ellas? ¿te parece que muestran suficientemente el ideal de la moral cristiana?

4. La Moral del Reino, ¿te parece una moral que se conforma con "pocas cosas" o una moral muy comprometida? ¿A qué compromisos, principalmente, nos lanza?

B I B L I O G R A F Í A

SCHNACKENBURG R, El testimonio moral del NT., Madrid, 1965. Reino y reinado de Dios, Madrid, 1967.

MONTAGNINI, F., Messaggio del Regno e appello morale del Nuovo Testamento, Brescia, 1976.

3. MORAL DEL SEGUIMIENTO DE CRISTO

3.1. La vida moral como seguimiento de Jesús

A la luz del Nuevo Testamento es fácil comprender que el centro de la moral cristiana está en el seguimiento de Jesús. La vida moral es el seguimiento de Cristo. El cristiano es discípulo y seguidor. Jesús llama al seguimiento y establece con quienes le siguen una relación especial.

Jesús llama a Simón y Andrés junto al lago de Genesaret: "Venid conmigo y haré de vosotros pescadores de hombres" (Mc 1,17).

Llama a Levi: "Sigueme" (Mc 2,14),

Llama a los doce y les da poder para sanar y curar (Mt 1 0,1).

Llama a todos los hombres: "Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Lc 9,23; Cfr. también: Mc 8,34; Lc 14,25-27; Mt 16,24).

A la luz de estos textos podemos comprender el significado del seguimiento. En primer lugar y literalmente consiste en ir tras El, acompañarle en su camino, ser testigo de sus obras, participar en su tarea y misión. Su llamada al seguimiento implica una serie de exigencias que en estos mismos textos percibimos. Fundamentalmente se trata de una ruptura y de una opción por Jesús.

Quienes son llamados han de abandonar sus redes, sus trabajos, sus posesiones, su familia; tienen que estar dispuestos incluso a negarse a si mismos, a perder la vida (Mc 8,34 ss). Y todos estos aspectos negativos están motivados únicamente por "seguir a Jesús", por participar en su vida, vivir en su comunidad, ir junto a El por el camino que Dios disponga.

3.2. Significado del seguimiento de Jesús

Los evangelios no nos presentan el seguimiento de Jesús como el propio de un leader o jefe político; ni como el que instaura un Maestro o creador de un nuevo sistema ético. No se trata tampoco de una imitación exterior, como si Jesús fuese un modelo estático cuyas palabras y obras hubiera que copiar o imitar. Menos legítimo seria concebir el seguimiento de Jesús como la relación con un Cristo-Idea, con un ser mítico, o con cualquier otra representación que lo despoje de su encarnación histórica. El seguimiento evangélico no se puede reducir a ideologías, ni a simple imitación moral.

El sentido y contenido del seguimiento de Jesús lo vemos resumido en los siguientes puntos:

a) Más que una imitación moral, como acabamos de indicar, más que de intentar copiar sus cualidades o comportamientos, se trata de dejarnos guiar por El. ''Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12). El es la luz, la fuente y la fuerza que da sentido a la vida y al obrar humano.

b) Es acontecimiento de gracia y respuesta humana. La llamada de Jesús y la comunión de vida con El, son en primer lugar, don. Y el hombre, ante todo, está llamado a acogerlo. Podemos ver aquí la misma estructura interna del mensaje bíblico con relación a la moral: el imperativo no se impone como un postulado autónomo. Puesto que el seguimiento es, ante todo, acontecimiento de salvación, la condición del discípulo depende de su respuesta a la salvación que se le ofrece.

c) Seguir a Cristo sólo es posible en la comunión de la vida con El. El seguimiento no comporta simplemente un comportamiento correcto, Seguir el camino de Cristo es la consecuencia de nuestro "ser en Cristo". San Pablo estimula continuamente a los cristianos a "vivir en Cristo", a tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo (Fil 2,5), a ser miembros de Cristo, a participar en su vida. En El hemos de fijar nuestra mirada (Hebr 12,2) para hacernos partícipes de su santidad (12,10).

Vivir en Cristo-con Cristo-por Cristo es el verdadero hito de la vida moral del creyente. Cristo es así, la clave de la moralidad cristiana y quien da sentido al comportamiento del hombre. El es Señor de nuestro ser, valor de nuestro existir, guía de nuestro obrar.

d) El seguimiento de Cristo tiene un carácter marcadamente eclesial y escatológico. Tanto en los símbolos del camino y del éxodo, como en el anuncio del Reino, el seguimiento asume una forma comunitaria y de esperanza. Los discípulos y primeros seguidores son el núcleo de la nueva comunidad. Y nuestra Iglesia-comunidad sigue representando un signo de convocación. El seguimiento se vive y actúa hoy en una comunidad, que reunida por el Señor, espera anhelante su venida.

e) Finalmente, la motivación definitiva del seguimiento es la persona de Jesús. Antes de comprender la grandeza moral de su doctrina, el discípulo experimenta y actúa su Reino; el Reino que una vez recibido, él mismo testimoniará y anunciará. Antes que aceptar una norma de vida, el seguidor acepta a Jesús.

El seguimiento de Jesús, decíamos antes, no se reduce a una ideología o institución. Es la "opción por Jesús". Y esta opción es la motivación que fundamenta después todas las consecuencias éticas. En este sentido, el seguimiento es una exigencia total, radical.

3.3. Para el diálogo

1. ¿Nos consideramos nosotros, ante todo, como seguidores de Jesús?

2 ¿Qué consecuencias comporta la comprensión de la moral cristiana como ''moral del seguimiento'?

3. ¿Qué implica este seguimiento de Jesús en nuestra vida?

4. Análisis de algún texto bíblico referente al seguimiento Por ejemplo: Lc9,23;Mc 10,17-30.

B I B L I O G R A F I A

J. LOIS FERNANDEZ, ¿Qué significa ser cristiano como seguidor de Jesús?, Madrid 1982.

BOUWMAN G., El seguimiento en la Biblia, Estella 1971.

S. GALILEA, El seguimiento de Cristo, Bogotá 1984.

4. MORAL DEL AMOR

El tema de la caridad llena el Evangelio. De tal modo, que en la Iglesia ha existido siempre la convicción de que la aportación más importante de Jesús a la moral ha sido la proclamación del mandamiento "nuevo". En este sentido tenemos que ver la moral cristiana como moral del amor.

4.1. La caridad, mandamiento principal

La caridad aparece en los Sinópticos como el precepto fundamental, precepto que recapitula toda la ley (cfr. Mt 22, 34-40; Mc 12,28-34: Lc 10,25 ss.). Y, al mismo tiempo, nos muestran que Jesús aporta algo peculiar y fundamental.

La novedad de Jesús, como enseña Schnackenburg, se centra en tres momentos fundamentales:

-- conexión indisoluble entre el mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

-- reducción de toda la ley a este doble precepto.

-- nueva interpretación universalista del amor al prójimo.

a) Conexión: Jesús establece una relación de igualdad plena entre el amor a Dios y al prójimo. El amor a Dios se debe probar y manifestar en el amor al prójimo. Y el amor al prójimo nace y se fundamenta en el amor a Dios. Existe, pues, una intima compenetración entre religión y moral, entre culto y vida. El amor es más importante que todos los sacrificios.

b) Reducción: La nueva justicia se realiza en el amor a Dios y al prójimo. Las exigencias de Jesús están dentro del precepto del amor y superan todas las prescripciones mosaicas.

c) Universalismo: La novedad de Jesús es un amor sin límites ni fronteras; amor incluso a los enemigos y a los extranjeros (cfr. parábola del samaritano). Este amor universal es posible porque no se trata simplemente de un amor "humanitario". Nace del amor de Dios que ama a todos y tiene misericordia de todos.

En las cartas de San Pablo encontramos también algunos de estos aspectos. Para San Pablo, el amor es también el valor supremo. Sin la caridad nada tiene valor (Iª Cor 13). Y la caridad es el compendio de toda la moral y el vinculo de la perfección. Todas las exigencias y normas morales pueden quedar reducidas a la caridad ( Rom 13,8) . A lo largo de sus cartas podemos ver una explicitación continua de esta reducción. En la caridad, San Pablo inspira y funda todos los demás preceptos. Si el cristiano debe dejar el orgullo es, porque siguiendo a Cristo, debe servir a los hermanos (Fil 2,3 ss.; Rom 12,3). Si debe trabajar, es porque no debe ser pesado para ninguno (Iª Tim 2,9). Si coloca al lujurioso junto al avaro es porque ambos tratan al prójimo como instrumento de placer, se sirven de él en vez de servirlo (Ef 5,3-5; la Cor 5,10 11).

San Pablo exhorta a los cristianos a resolver desde la caridad todos los problemas y situaciones de su existencia (cfr. Ef 4,15-19; Gal 5,22 ss.). La caridad es la plenitud y totalidad de la Ley (Rom 14,8-10; Col 3,14; Gal 5,14).

San Juan es quien llama "nuevo" al precepto de la caridad fraterna (13,34; la 2,7; Ra, 5). Y él mismo explica en qué radica la novedad. La novedad consiste, principalmente, en ése: "como Yo os he amado". Es nuevo, porque El, Cristo Jesús, lo ha vivido y manifestado de manera nueva, hasta la donación y entrega de la propia vida, hasta la comunión del amor Dios-Hijo. El amor es la sola norma que Juan conoce; el amor manifestado en la Persona y vida de Cristo. Amar como El es tender al amor perfecto, a la donación total de la propia vida y a ponerse en cada momento al servicio de los hermanos (13,15).

El amor ha de ser, según Juan, el signo distintivo de los discípulos (13,35). Los cristianos deben ser reconocidos por el signo del amor.

4.2. Algunas consecuencias morales

a) Jesús ha declarado que la religión no puede quedar reducida al ámbito de un culto desencarnado; que el amor al prójimo vale más que todos los sacrificios. El ideal cristiano no es, por tanto, una vida mística desvinculada del mundo. La comunión con Dios se realiza en el mundo, en el amor, en el servicio y en la disponibilidad con los hermanos.

b) El sentido del mandamiento "nuevo" es para la moral de una importancia capital. El amor a Dios se convierte en el precepto fundamental del que deben derivar todas las exigencias cristianas. La moral adquiere así un significado específicamente "religioso". La cuestión primera para el cristiano no será qué debo hacer, sino cómo debo amar. Y la perfección se centrará en el grado supremo del amor, en la renuncia al propio yo y la entrega plena a Dios y a los hombres.

c) La caridad se manifiesta en la observancia de los mandamientos (Jn 14, 15,21.23.24; 15,10.14). Pero no se puede decir que el amor a Jesús se reduzca a la observancia. El amor no se identifica con la obediencia; ésta deriva de aquél. El sentido es el siguiente: el creyente porque ama, obedece, observa los mandamientos.

d) San Juan nos revela el misterio de Dios que acepta a los hombres como amigos. Habla de un amor de amistad. Y la amistad comporta esencialmente reciprocidad. En San Juan son muy frecuentes las fórmulas de reciprocidad (6,57; 10,14.15.27; 14,20.21; 15,4.5.7.9). Jesús ama y exige la respuesta activa del hombre. Este "amor reciproco" que El nos presenta, nos hace pensar en la alianza de Dios con su pueblo. Hay que notar que muchas de sus exhortaciones al amor están encuadradas dentro de la alegoría de la vid.

e) Con el precepto de amar como El, Cristo nos confiere una responsabilidad: continuar en el mundo la manifestación del amor divino que El ha inaugurado. Esto compromete al cristiano a hacer de su vida un espejo del amor de Cristo. Y entonces se comprende también que la vida cristiana no puede reducirse a una serie de prescripciones impuestas "desde fuera".

f) El cristiano ha de vivir la concreción de la unión entre el amor a Dios y al prójimo. Será juzgado por el amor manifestado en el hambriento, en el forastero, en el desnudo, en el enfermo, en el encarcelado (Mt 25,31-46). Amándolos, ama a Dios. El amor a los otros no está motivado porque sean buenos o amables. Se ama al otro, porque es persona e imagen de Dios.

g) Las consecuencias del universalismo del amor se perciben en el amor a los enemigos (Rom 12,14-17); en el perdón fraterno (Col 3,13; Ef 4,31); en la renuncia a la venganza (la Tes 5,15; Rom 2,17). h) Finalmente, este vivir en la caridad, es lo que edifica realmente la Iglesia como comunidad de salvación y Cuerpo de Cristo en el mundo, y a esto tiende la obra de Cristo (cfr. Ef 4,15-16; Col 3,12-17). Por la caridad, el cristiano vive en comunión con Dios en la unidad del Espíritu. Y este mismo Espíritu reúne en Cristo a los hombres por medio de la caridad.

4.3 . Para el diálogo

1. ¿Es posible enmarcar toda la moral bajo el signo del amor?

2 ¿Qué significa que la caridad es la norma suprema de la vida cristiana? ¿El amor anula la ley?, ¿la sustituye?, ¿la suprime? ¿qué pensar de todo esto? ¿Qué sentido tiene la afirmación: "Ama y haz lo que quieras? ¿Es válida moralmente?

3. ¿En una "moral de amor" cabe hablar de la desviación y del pecado? ¿Qué significado adquieren?

4. Muchas veces se dice que en la vida cristiana hemos deformado la caridad. ¿Cuales serían estas deformaciones? ¿Cuál es el rostro y el sentido verdadero del amor cristiano?

5. ¿Puede coincidir y ser el amor, la opción fundamental del creyente? ¿Qué significaría esto?

6. ¿Qué pensar de la frecuente antinomia en la vida cristiana entre verticalismo-horizontalismo (amor a Dios-amor al prójimo)?  
 

B I B L I O G R A F Í A

GILLEMAN,G., La primacía de la caridad en Teología Moral, Bilbao, 1957.

SPICO, C., Agape en el Nuevo Testamento, Madrid, 1977.

GOFFl,T., Caritá esperienza di Spirito, Roma, 1978.

5. MORAL COMUNITARIA

Durante mucho tiempo ha prevalecido una formación moral de tipo individualista. Hoy los problemas morales hay que enfocarlos desde otra perspectiva. La persona es un ser en comunidad. El problema no es qué debo hacer por los otros; sino cómo realizarse en un mundo de relaciones.

La ética cristiana se funda, principalmente, en una llamada de Dios al hombre, que espera una respuesta; en el hecho que Dios se ha entregado al hombre en Cristo. Esta llamada alcanza al hombre en la comunidad.

5.1 La llamada se recibe en la comunidad

Las relaciones de Dios con el hombre se dirigieron siempre al hombre inserto en una comunidad, en un pueblo. Y el hombre encontró a Dios en la comunidad; vivió su relación con Dios, dio su respuesta, vivió, en fin, moralmente, dentro de la comunidad y como ser comunitario. La ética revelada, la respuesta humana a la invitación de Dios, es una ética de comunidad en el sentido fundamental que el hombre la recibe en la comunidad y en ella la debe vivir.

La historia de Israel es la historia de las relaciones de Yahvé con un pueblo, del don que hace, asimismo, a un pueblo. El centro de esta historia es la alianza, que impone a Israel el deber de vivir como pueblo de Dios, según las normas expuestas en el decálogo. Esto significaba, más que una legislación, las nuevas relaciones entre Dios y su pueblo, un estilo de vida propio de un pueblo con el que Dios se había unido en pacto.

En la persona de Cristo Jesús se realizará la nueva relación. En El se encuentran todo el don de Dios y toda la respuesta humana. En El aparece la "nueva alianza". Pero también ahora se realiza con una comunidad, el nuevo pueblo de Dios, el nuevo Israel, sin distinción entre judío o griego, esclavo o libre, abierto a todos los hombres sin distinción ni excepción alguna. Los bautizados en Cristo llegan a ser miembros del Cuerpo de Cristo (Rom 6; la Cor 12), hijos en el Hijo, y son llamados a una vida en comunión. Todo el Nuevo Testamento es una demostración continua de la dimensión comunitaria propia del cristianismo; de cómo se va al Padre sólo mediante Cristo, haciéndose miembros suyos y entrando en comunión con El y con el prójimo. Como respuesta al don de Dios en Cristo, la ética cristiana es eminentemente comunitaria.

5.2. La construcción de la comunidad, criterio de moralidad

Dios ha hablado al hombre en la comunidad, y sólo en la comunidad encuentra comprensión su palabra. Y la finalidad de esta Palabra es, precisamente, formar una comunidad. En este sentido se comprende todavía mejor el carácter comunitario de la ética cristiana. Es al mismo tiempo, don y tarea, algo que se recibe y algo que hay que cumplir. La verdadera respuesta del hombre al don de Dios consiste, entonces, en la promoción de la comunidad. Así, pues, podríamos decir que toda actividad que promueva esta comunidad es buena, y toda aquella que la impida o dañe, no responde a Dios y es moralmente mala. La construcción de la comunidad es, pues, un criterio y norma importante de moralidad. Y este es el motivo principal por el que podemos hablar de la ética cristiana como una ética comunitaria.

Para comprender este carácter comunitario podemos fijarnos en la alianza del Sinaí. Su significado no es sólo el señalar un pacto entre Yahvé y su pueblo. La alianza comporta también la creación de un pueblo, el pueblo de Dios. Los israelitas no sólo se unen con Dios, sino que se unen también entre si. Esto explica que las mismas exigencias morales de la alianza, codificadas en el decálogo, comprendan no sólo deberes para con Dios, sino también entre los mismos miembros del pueblo que surge de la alianza.

La encarnación de Cristo Jesús establece un nuevo estadio en la realización de la comunidad. Su misión salvadora consiste en reunir a los hombres con el Padre y entre si. El hijo enviado por el Padre es la manifestación plena de un Dios que se da al hombre, haciéndose hombre. La comunidad que El funda constituye el nuevo pueblo de Dios, el nuevo Israel. Está abierta a todos los hombres, hebreos y gentiles. Los primeros cristianos, poseídos por el Evangelio, eligieron muy pronto la vida comunitaria (Hech 2, 44-47). Y así comenzó la Iglesia, comunidad de los que creen en Cristo.

La Iglesia es la comunidad donde el amor de Dios en Cristo y la correspondiente respuesta del hombre en el amor aparecen humanamente visibles (LG. 1). La Iglesia existe como signo y ejecución del amor de Dios que construye en el mundo la comunión. No existe en orden a sí misma, sino en vistas al género humano, para servir a la construcción de la verdadera comunidad de hombres, para ayudarla a crecer y madurar.

Y la Iglesia invita a todos los hombres a la formación y desarrollo de la verdadera comunidad. Sólo en ella alcanza el hombre la madurez, a pesar de las limitaciones inevitables.

Puesto que el hombre es un ser histórico, la comunidad humana está siempre en construcción y es siempre capaz de ulteriores progresos. Una comunidad ética es necesariamente una comunidad dinámica. Y, puesto que el hombre posee una dignidad incuestionable, la comunidad no puede progresar, suprimiendo, marginando o avasallando a la persona. Una ética comunitaria es necesariamente una ética de la persona.

5.3. Para el diálogo

1. ¿Qué te parece más importante: qué debo hacer ''yo'', o qué debemos hacer ''nosotros'? ¿Por qué? Consecuencias.

2. ¿Por qué podemos afirmar que la moral cristiana es una moral comunitaria?

3. ¿Cuáles te parecen las exigencias más importantes de una "moral comunitaria"? ¿Qué actitudes y valores fomenta y postula?

4. ¿La moral cristiana puede ser al mismo tiempo "moral de la persona" y "moral comunitaria"?

B I B L I O G R A F I A

BONHOEFFER, D., Vida en comunidad, Buenos Aires, 1975,

LIEGE, P. A., Comunidad y comunidades en la Iglesia, Madrid, 1978.

RATZINGER, J., La fraternidad cristiana, Madrid, 1962.

6. MORAL DE LA PERSONA

Muchas veces se ha achacado a la moral el haber estado más atenta al acto singular que a la persona o a sus actitudes más profundas. El personalismo actual surge como una reacción contra esa cosificación y atomización, e intenta presentar el comportamiento humano desde una visión más totalizante.

La persona se convierte en el punto clave de la moralidad. Y la moral adquiere una dimensión explícitamente personalista.

Creemos que es sumamente importante la presentación de la moral cristiana como "moral de la persona", superando concepciones cosificantes, reduccionistas y objetivistas.

La moral cristiana en la perspectiva dialógica de la Alianza y del seguimiento, es la respuesta de la persona a la llamada del Dios-persona.

6.1. La persona, principio y criterio de moralidad.

Toda la Teología se ve hoy afectada por el giro antropológico, por la "recuperación del hombre". Y esto afecta mucho más a la moral, porque se alimenta de lo que el hombre es y vive. Como enseña Aranguren, la forma ética demanda continuamente un contenido; y este contenido procede de la idea de hombre vigente en cada época. Por esto mismo, la persona es la fuente y el principio de la moralidad. La moral es de la persona y para la persona.

Hemos de desestimar todas las explicaciones "heterónomas" de la moral. El comportamiento ético no tiene consistencia fuera de la persona. Ni las teorías voluntaristas ni sociologistas logran una fundamentación válida.

Y si la persona es el principio, debe ser también el criterio de la moralidad. La moral parte, pues, de la dignidad de la persona. Consiguientemente, el gran contenido de la moral, desde este planteamiento, son los derechos del hombre, que son reclamados precisamente, por la dignidad de la persona. La moral encuentra aquí un criterio objetivo y universal, a pesar de que sea interpretado de modos distintos por los diferentes pueblos, épocas y culturas.

Así pues, la moral ha de estar atenta, ante todo, al valor de la persona libre y responsable. Esto supone la defensa y afirmación del valor y derecho a la vida y de todos los derechos fundamentales: verdad, libertad, paz, justicia, etcétera.

La persona es un individuo capaz de autoconciencia y autodeterminación; capaz de dominio, desarrollo, crecimiento, superación; es un individuo que "se pertenece", que no es transferible, que es inviolable e insustituible. Y de aquí surgen una serie de derechos y deberes que la moral debe afirmar y defender, denunciando todas las formas de dominación y poder, de explotación, opresión y manipulación.

6.2. La moral personalista es moral de actitudes y de opción fundamental

La moral actual ha superado el esquema clásico de obrar moral (potencias-hábitos-actos) que privilegiaba el acto individual, Desde un planteamiento más antropológico se han descubierto las categorías de la opción fundamental y la actitud.

Una moral de la persona supone el paso de una moral centrada en el acto a una moral de actitudes, que se cimienta en la opción fundamental. En la moral personalista, la importancia no radica tanto en el acto cuanto en la opción. Lo importante y decisivo en el comportamiento de una persona es, ante todo, su opción.

La opción fundamental representa la orientación y dirección que toma la existencia humana. Como indican las mismas palabras, supone una decisión radical, básica, "fundamental" por parte de la persona. Tiene, pues, su origen en la persona, de modo que a través de ella podemos percibir la identidad personal. Y en la base de toda opción fundamental está la decisión personal, la capacidad de la persona para elegir y decidir.

A veces aparecen ciertas reticencias ante estos planteamientos morales. Hay que comprender que la opción fundamental asienta sus raíces en la moral revelada, que es "moral interior", del "corazón", de la "conversión" y seguimiento radical de Cristo, Y el creyente, a través de la opción fundamental, puede percibir cómo la moral cristiana no consiste en la prohibición u obligación de una serie de acciones o preceptos, sino en una llamada radical al amor y a la fe en Cristo, una llamada al seguimiento y al Reino.

La opción fundamental se concretiza en las actitudes morales. Así, nuestra opción por Cristo es vivida concretamente en el amor, la esperanza, la fidelidad, etcétera. Estos aspectos parciales de la vida cristiana constituyen las actitudes, que, a su vez, se manifiestan en los actos.

Esta relación entre opción, actitudes, actos, tiene que ser constantemente esclarecida. Es importante comprender que la opción inspira y cualifica las diversas acciones y que, al mismo tiempo, éstas influyen y comprometen también la misma opción fundamental. El acto es signo de la opción; y la opción se manifiesta en los actos. Y la relevancia de dichos actos radica precisamente en el grado en que comprometan la opción fundamental.

La opción fundamental adquiere una gran importancia pastoral y educativa. Porque la formación de la persona ha de intentar, principalmente, consolidar la opción buena. La educación no puede buscar sólo las buenas acciones o un correcto comportamiento externo. Lo importante será siempre el campo de las motivaciones, actitudes y de la opción que las impulse y dirija.

6.3. Para el diálogo

1. ¿Por qué es la persona el principio y el criterio de la moralidad?

2. La dignidad de la persona, ¿qué imperativos y exigencias éticas más importantes te parece que comporta?

3. ¿Los derechos del hombre te parecen criterio válido y contenido suficiente de la moral cristiana? ¿Por qué?

4. ¿Nos parece válido como expresión del comportamiento humano el esquema que se propone en la moral actual: opción-actitudes-actos? ¿Qué consecuencias se deducen de este planteamiento de cara al juicio moral de nuestro comportamiento y de nuestra vida cristiana?

5. ¿Existe relación entre la opción fundamental y los actos aislados que realiza la persona? ¿Comprometen nuestros actos la opción fundamental?

6. ¿En qué consiste la opción fundamental del cristiano y cuáles serían las actitudes evangélicas más importantes?

B I B L I O G R A F I A

VIDAL, M., Mora1 de actitudes I, Madrid, 1974.

HARING, B., La moral y la persona, Barcelona, 1973.

HERRAEZ, F., La opción fundamental, Salamanca, 1978.

7. MORAL DE LA LIBERTAD

7.1. El comportamiento moral exige obrar en libertad

La ética es necesariamente una ética de la libertad. Porque la libertad es el medio propio y la condición en la que el hombre se realiza como persona; es un componente esencial del ser del hombre. Para el creyente, además, es el mayor don recibido de Dios, es la vocación a la que hemos sido llamados (Gal, 5, 13).

Los jóvenes sienten la libertad como una de las aspiraciones y valores más fuertes e importantes de la vida. Esto supone, por una parte, el rechazo de una moral legalista, minimalista y autoritaria. Pero, por otra, puede comportar también el empeño de hacer y construir la propia existencia, de asumir el proyecto de si mismo y la propia responsabilidad.

Es importante la presentación no de una moral represiva y alienante, sino de una moral que se asiente en la responsabilidad y libertad del individuo. La grandeza moral del hombre está en obrar personal y responsablemente. De ahí que la libertad es la raíz de la moralidad, El hombre obra bien o mal en referencia siempre a su libertad interior y a su conciencia. Cuando el miedo a la violencia obligan al hombre, cuando la ignorancia o la pasión obnubilan su libertad, su obrar no es un obrar moral. No existe un comportamiento humano, éticamente válido, si no es responsable.

La moral cristiana ha de surgir de una opción clara por la libertad. Ha de proclamar que el creyente no está ya bajo el régimen de la ley, sino de la gracia. Nuestra vida moral no está dirigida e impulsada por la ley, sino por el espíritu, que es vida en nosotros y principio activo de nuestro comportamiento. La auténtica moral cristiana defiende al hombre y no la ley por la ley. No puede dar la impresión de ser una limitación del hombre. La moral cristiana debe ser presentada como la plasmación del impulso interior del Espíritu de Dios que obra en el hombre y lo libera.

7.2. La libertad como tarea moral

La moral ha de promover la libertad, la realización del hombre libre, la liberación. Esto tiene hoy una importancia especial, pues, como diría Marcuse, una no-libertad confortable, pulimentada, razonable y democrática, prevalece en nuestra sociedad industrial. Vivimos con la ilusión de libertad, cuando la realidad es que la alienación, la dependencia y el conformismo impregnan las relaciones del hombre con su trabajo, con las cosas, con sus semejantes y consigo mismo.

En esta situación, la libertad será la gran tarea y el gran compromiso humano, y puede convertirse en el criterio de discernimiento moral: es bueno lo que libera y malo lo que esclaviza. Y este principio no tiene nada de "libertario" o "libertino". Es un criterio tan exigente como el criterio del amor. Por tanto, la defensa y afirmación de la libertad no puede conducir al relativismo o a la inseguridad moral, sino a asumir responsablemente la propia existencia.

Pero hay que tener en cuenta que la propia liberación se realiza en comunión con la liberación de los demás. El ideal de la liberación personal es inseparable de la liberación del mundo. Y todo esto puede imponer al hombre unas normas que le superan, pero que no por ello le son exteriores. Mi libertad limita con la libertad de los otros, y tiene que ser vivida con la de ellos. Una vez más, nos encontramos con la tensión persona-comunidad. Y se trata de convertir la comunidad en lugar de liberación.

7.3. Nuestra libertad es Cristo

Cristo nace bajo la ley para rescatarnos del dominio de la ley (Gal, 4, 4). Trae como don a los hombres su libertad. Con su muerte y resurrección lo libera del pecado y le ofrece la posibilidad de "cumplir la Pascua", de pasar del pecado a la vida.

Cristo realiza la liberación del hombre en el plano interior, anunciando la buena nueva, proclamando la verdad que nos hará libres; y Cristo realiza también la liberación exterior, sanando enfermos, resucitando, etcétera.

Su acción liberadora alcanza, principalmente, al pecado, la muerte y la ley.

Jesús nos arranca del yugo del pecado, cumpliendo así lo esencial de la espera de Israel. El nos ha sustraído al imperio de las tinieblas y nos ha redimido de los pecados (Col. 1, 13). Jesús vence a la muerte y libra a los cristianos de estar esclavizados por su temor (Hebr, 2,14). Su resurrección es la prenda de nuestra resurrección. Y finalmente, nos libera de la ley y nos introduce en el régimen de la gracia y en la vida del Espíritu.

La libertad que Cristo nos ofrece no es sólo don, sino también tarea y conquista, como dice San Pablo en la carta a los Gálatas, que es el documento de la libertad cristiana. "Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud" (Gal, 5, 1).

Cristo mismo es nuestra libertad, y quien le pertenece está constituido por la libertad.

7.4. Para el diálogo

1. ¿Por qué y en qué sentido la moral cristiana es una moral de la libertad?

2. Una moral de la libertad ¿es una moral sin obligación?

3. ¿Qué exigencias más importantes serían las de una moral de la libertad?

4. Análisis y comentario de Gal. 5, 1.13.16.18.25.

5. ¿Queda coartada la libertad por la aceptación y cumplimiento de la ley?

6. Función y sentido de la ley en la vida cristiana.

B I B L I O G R A F Í A

COMBLIN, J., La libertad cristiana, Santander, 1979.

GIRARDI, J., Cristianismo y liberación del hombre, Salamanca, 1973.

GUEMES, A., La libertad en San Pablo, Pamplona, 1971.

LYONNET, S., Libertad y ley nueva, Salamanca, 1964.

8. MORAL PROSPECTIVA

La situación de cambio y progreso que vive nuestra sociedad, postula en los hombres una actitud prospectiva, que implica no sólo previsión del futuro, sino también acción en el presente. Desde esta perspectiva se comprende que la moral hay que plantearla también mirando al futuro y como respuesta a las necesidades reales de los hombres. Es decir, ha de ser una moral prospectiva.

Creemos que una moral prospectiva se caracteriza, principalmente por: la atención a los signos de los tiempos, la creatividad, la aceptación de la novedad y el pluralismo. La presentación de una moral prospectiva ha de tener muy en cuenta estas características.

8.1. Atención a los signos de los tiempos

La Teología moral parte de la Palabra de Dios. Esto implica la atención a los signos de los tiempos, pues son ellos los que nos muestran la voz y la presencia de Dios en la vida. La actitud ante ellos ha de ser de apertura y docilidad. Son los signos del Espíritu de Dios, presente y actuante en la historia.

Sólo con esta apertura a la escucha de los signos de los tiempos, la moral cristiana puede entrar en diálogo y confrontación con la nueva cultura, con la secularidad. Y sólo en esta confrontación puede abrir caminos que incidan en la vida de los hombres. Una moral prospectiva es una moral abierta a la voz de los hombres, a la realidad, al análisis de los hechos y problemas que diariamente la vida plantea. Todo ello constituye los signos de nuestro tiempo. Y una atención a ellos es, en definitiva, una atención al hombre que vive y hace la historia, marchando hacia el futuro.

Una moral opuesta sistemáticamente a la dirección de la historia está condenada al fracaso.

La atención a los signos de los tiempos comporta para la moral la afirmación y defensa de los valores morales aceptados y reconocidos por los hombres de hoy, y sentidos también por ellos de una manera particular. Entre ellos podríamos citar: la dignidad e igualdad de la persona, la participación, la libertad, la socialización, etcétera. Pero, al mismo tiempo, la moral está comprometida en la critica denunciadora de cuanto aliena, oprime e impide la realización del hombre.  
 

8.2. Creatividad

La creatividad es una de las instancias y características más importantes de la moral prospectiva. Porque la moral ha apuntado siempre a la tarea de la realización del hombre. Y la realización implica la creación.

Aranguren ha escrito que la instancia ética decisiva es lo que hacemos con la vida. La tarea moral consiste en llegar a ser lo que se puede ser con lo que se es. Esto supone que somos agentes, autores y actores de nuestros actos y de nuestra vida. Y en el fondo, está la percepción de la vida moral como un proyecto amplio y profundo, como algo que todavía no es, pero que se va haciendo, como una búsqueda constante del sentido de los valores, de la persona y de la vida humana,

Todo esto postula unas actitudes inventivas y creadoras, no de conformismo y dependencia con las formas morales que rigen en la sociedad. Lo cual lleva también consigo una crítica de la falacia, hipocresías y convencionalismos de tantas "morales", y la creación de nuevos estilos de vida y de conductas más auténticas.

Han hablado algunos autores de "abrir caminos nuevos para la moral". Esto es una necesidad imperiosa para la moral cristiana, que no puede aparecer con un rostro de pasividad y negación, como una moral ya establecida de una vez para siempre, sino como una moral que acompaña al hombre en su camino de autorrealización.

Toda ética que acepta la creatividad, que quiere ser creativa, comporta implícitamente la dinámica de la novedad. La creación supone la aceptación de lo nuevo" como un valor importante. Y para la moral cristiana, la aceptación de la novedad significa, ante todo, centrarse en el hombre de hoy, mirar a lo nuevo y venidero, más que empeñarse en defender y conservar lo existente, lo recibido.

Para el creyente, la aceptación de lo "nuevo" es, ante todo, una actitud evangélica. El evangelio se presenta como una realidad nueva. Jesús trae y ofrece una vida nueva, un nacimiento nuevo, un corazón y un espíritu nuevos. Y la moral, por su parte, se fundamente en la novedad de la ley del Espíritu, en una nueva alianza, en el mandamiento nuevo del amor.

Es esencial, pues, descubrir el sentido de la novedad en el mensaje cristiano y descubrir también el sentido de la novedad para la moral. Una moral impulsada por la novedad, es una moral que mira adelante, hacia el futuro, como lugar de opción y acción creadora. Es una moral que parte de una fe en el hombre, de una visión positiva de la existencia humana; es una moral que parte del hombre histórico y secular que siente y vive su propia consistencia y autonomía. Una moral prospectiva es una moral de la novedad.

Todo esto: la atención a los signos de los tiempos, la creatividad y novedad, nos habla del pluralismo que necesariamente caracterizará a la moral prospectiva.

El pluralismo supone no una visión monolítica de la realidad, sino diversas interpretaciones del mundo, la persona y la historia. Esto, no cabe duda, es un riesgo abierto a la moral por una época y una sociedad que ha perdido su carácter de unitariedad y uniformismo y se revela como esencialmente pluralista.

Cada vez va a ser más difícil imponer una homogeneidad de criterios y valores. Y esto postula, en primer lugar, una llamada a la convivencia pluralista. Sin detrimento de la afirmación y búsqueda de la verdad, la moral ha de aceptar y defender la exigencia del pluralismo, que es, el último término, la aceptación de la complejidad del hombre y de la realidad.

Dentro del pluralismo de esta moral prospectiva es donde cada uno ha de optar y vivir responsablemente sus opciones

8.5. Para el diálogo

1. ¿Cuál puede ser el sentido de una "moral prospectiva'?

2. ¿Qué características y valores presenta y ofrece?

3. ¿La moral cristiana es y puede presentarse como moral prospectiva?

4. ¿Pueden compaginarse los valores evangélicos que la moral cristiana ha de proponer con una moral creadora y "nueva"?

5. ¿Qué consecuencias éticas comporta la convivencia en una sociedad pluralista?

6. ¿Qué repercusiones morales puede tener la atención a los ''signos de los tiempos"?

B I B L I O G R A F I A

BERGER, G., Phénoménologie du temps et prospective, Paris, 1964.

FOURASTIE, J., La moral prospectiva, Madrid, 1968.

LOBO, I., Una moral para tiempos de crisis, Salamanca, 1975.