«Bienaventuranzas del político»
Por el
siervo de Dios, el cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân (1928-2002)
ROMA, miércoles, 17 octubre 2007 (ZENIT.org).-
El Pontificio Consejo Justicia y Paz ha publicado las «Bienaventuranzas del
político» formuladas por el siervo de Dios, el cardenal Van Thuân –quien
presidió el dicasterio-- en 2002, año de su muerte.
Estas propuestas las ha vuelto a presentar el cardenal Renato Martino
--actualmente al frente de Justicia y Paz-- en su discurso del pasado 8 de
octubre en La Plata (Argentina). Ofrecemos el texto.
* * *
Las bienaventuranzas del político
1. Bienaventurado el político que tiene un elevado conocimiento y una
profunda conciencia de su papel.
El Concilio Vaticano II definió la política «arte noble y difícil» (Gaudium
et spes, 73). A más de treinta años de distancia y en pleno fenómeno de
globalización, tal afirmación encuentra confirmación al considerar que, a la
debilidad y a la fragilidad de los mecanismos económicos de dimensiones
planetarias se puede responder sólo con la fuerza de la política, esto es, con
una arquitectura política global que sea fuerte y esté fundada en valores
globalmente compartidos.
2. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad.
En nuestros días, los escándalos en el mundo de la política, ligadas sobre todo
al elevado coste de las elecciones, se multiplican haciendo perder credibilidad
a sus protagonistas. Para volcar esta situación, es necesaria una respuesta
fuerte, una respuesta que implique reforma y purificación a fin de rehabilitar
la figura del político.
3. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su
propio interés.
Para vivir esta bienaventuranza, que el político mire su conciencia y se
pregunte: ¿estoy trabajando para el pueblo o para mí? ¿Estoy trabajando por la
patria, por la cultura? ¿Estoy trabajando para honrar la moralidad? ¿Estoy
trabajando por la humanidad?
4. Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente,
con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en
política;
con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones;
con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales.
5. Bienaventurado el político que realiza la unidad y, haciendo a Jesús punto
de apoyo de aquélla, la defiende.
Ello, porque la división es autodestrucción. Se dice en Francia: «los católicos
franceses jamás se han puesto en pié a la vez, más que en el momento del
Evangelio». ¡Me parece que este refrán se puede aplicar también a los católicos
de otros países!
6. Bienaventurado el político que está comprometido en la realización de un
cambio radical,
y lo hace luchando contra la perversión intelectual;
lo hace sin llamar bueno a lo que es malo;
no relega la religión a lo privado;
establece las prioridades de sus elecciones basándose en su fe;
tiene una charta magna: el
Evangelio.
7. Bienaventurado el político que sabe escuchar,
que sabe escuchar al pueblo, antes, durante y después de las elecciones;
que sabe escuchar la propia conciencia;
que sabe escuchar a Dios en la oración.
Su actividad brindará certeza, seguridad y eficacia.
8. Bienaventurado el político que no tiene miedo.
Que no tiene miedo, ante todo, de la verdad: «¡la verdad –dice Juan Pablo II--
no necesita de votos!».
Es de sí mismo, más bien, de quien deberá tener miedo. El vigésimo presidente de
los Estados Unidos, James Garfield, solía decir: «Garfield tiene miedo de
Garfield».
Que no tema, el político, los medios de comunicación. ¡En el momento del juicio
él tendrá que responder a Dios, no a los medios!
François-Xavier Card. Nguyên Van Thuân
[Traducción del original italiano realizada por Zenit]