DEBEMOS REDOBLAR NUESTRA FE Y CONFIANZA EN CRISTO, AFIRMA CARDENAL BERGOGLIO

BUENOS AIRES, 8 Ago. 01 (ACI).- En la Misa que celebró en el Santuario de Liniers por la fiesta de San Cayetano, el Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, afirmó que "en estos momentos tan duros redoblamos nuestra fe y nuestra confianza en Jesús nuestro Señor" con la seguridad de que el santo del pan y del trabajo "intercede por su pueblo fiel, por todo el pueblo argentino".

"Felices ustedes los que lloran al acercarse a San Cayetano, pidiendo el pan y el trabajo, y en esa lágrima que apenas asoma confían su pedido y ruego sin muchas palabras, seguros de que han sido escuchados y atendidos", dijo el Cardenal.

El Purpurado explicó que "el año pasado leímos aquí la parábola del Buen Samaritano con la cual Jesús nos abre los ojos a esa verdad tan grande: El está misteriosamente presente en los más pobres, está presente en toda carne sufriente y necesitada. Cuando nos acercamos al que está necesitado y nos hacemos prójimos se nos enternece el corazón, se nos abren los ojos y vemos a Jesús. ¿Se acuerdan? Y recordaba que la manera de no pasar de largo ante tanta necesidad como la que hay, hoy, en nuestro pueblo es mantener encendida nuestra esperanza; mientras luchamos por la justicia y vivimos solidariamente tenemos que mantener encendida nuestra esperanza".

Las Bienaventuranzas

Refiriéndose al Evangelio del día, el Cardenal afirmó que "con el Evangelio de las Bienaventuranzas el Señor da un paso más en su enseñanza: el dolor no es solamente algo que reclama ayuda y exige soluciones. El dolor, si se lo vive como nos enseña Cristo, esconde también una bendición y hasta una cierta alegría. Alegría dolorosa, ciertamente, pero verdadera. ¡Qué consolador es escuchar todos juntos, como pueblo reunido por la fe, este evangelio de las Bienaventuranzas de Jesús! Jesús se acerca a las cosas que nos duelen, que nos dan miedo, que nos preocupan, que nos angustian... y las transforma con su Palabra, con esa Palabra suya tan cercana y compañera, palabra de amigo y palabra de Dios".

"Podemos decir que cuando Jesús se acerca a nuestro dolor las cosas se ven distintas: Jesús nos habla de los pobres, de los que tienen hambre, de los que lloran, de los que son injustamente perseguidos... pero hay esperanza en su tono de voz, hasta nos consuela escucharlo. Felices ustedes los que ahora lloran porque serán consolados, nos dice. Y esa palabra ya es como si nos enjugara las lágrimas", agregó el Arzobispo.

"Las imágenes contrastantes que usa Jesús en las bienaventuranzas me recuerdan a las que vemos en los noticieros: gente pobre en la calle y gente rica festejando fastuosamente, pobres perseguidos por reclamar trabajo y ricos que eluden la justicia y encima los aplauden; gente que llora por la violencia y gente que tira comida... Parece un noticiero. Y sin embargo Jesús valora las cosas distinto que los noticieros. El mira hondo en la realidad de la vida y nos dice: ¡ay! Del corazón que no sabe llorar, ¡ay! Del corazón que no tiene hambre y sed de justicia, ¡ay! Del corazón que no se siente pobre de amor, ¡ay! Del corazón que está hinchado de vanidad... es un pobre corazón, un corazón que acabará endurecido, despreciado, solo".

"Jesús mira hondo en los corazones de cada uno de nosotros, que venimos cargados de penas y agobiados por los problemas de trabajo y nos va diciendo: feliz vos que estás aquí, haciendo cola para pedir pan y trabajo. Feliz vos que tenés un corazón humilde y no te sentís ni más ni menos que tu hermano que está a tu lado. Feliz vos que podés estar orgulloso de no tener ningún privilegio, salvo el de ser mi hijo muy querido. Feliz voz que tenés esa bronca que es hambre y sed de justicia y sabés reclamar y protestar, pero sin hacer daño a nadie, y antes que nada venís a pedirle a tu Dios y Señor", explicó el Cardenal.

"Feliz vos que hacés el bien y muchas veces sos malentendido y criticado, pero no bajás los brazos de tu esperanza. Feliz vos que sabés llorar con mansedumbre y esperando sólo en Dios... Feliz no por lo que te falta, ni porque se te vayan a solucionar ya mismo todos tus sufrimientos (siempre hay algún sufrimiento), sino feliz porque el don de Dios es tan grande que sólo si tu corazón está desmedidamente abierto lo podrás recibir. Por eso Jesús llama felices a los que les pasan cosas que les abren el corazón y se lo ensanchan".

Los que lloran

"De entre todas las bienaventuranzas quiero detenerme un momento en la bienaventuranza de las lágrimas, porque nos hace saborear las bendiciones de Jesús y nos abre el corazón a Dios mientras vamos rezando en la cola y pedimos a nuestro querido San Cayetano por todas nuestras necesidades", afirmó el Purpurado.

"La bendición de los que lloran nos invita a llorar por nuestra Patria, con esa oración tan antigua como es la oración de lamentación, en la que un pueblo sabe arrepentirse de sus pecados y volver sus ojos al único Dios verdadero, al único capaz de salvar, dejando atrás las ilusiones vanas y los dioses falsos. Es como si Jesús nos dijera: felices ustedes los que lloran por nuestra patria con esas lágrimas que no son sólo de uno sino de todos, con las lágrimas del que reza el Padrenuestro y cuando dice pan, dice ‘el pan nuestro’, y cuando dice perdón dice ‘perdónanos nuestros pecados’", agregó.

El Cardenal afirmó que "la bendición a los que lloran nos recuerda también nuestros llantos de familia. Es como si Jesús nos dijera: felices ustedes los que lloran cuando la familia duerme y nadie los ve, y aprietan fuerte mi cruz entre sus manos hasta quedar fortalecidos. Porque en las lágrimas de una mamá o de un papá que llora por sus hijos se esconde la mejor oración que se puede hacer en esta tierra: esa oración de lágrimas silenciosas y mansas que es como la de nuestra Señora al pie de la Cruz, que sabe estar al lado de su Hijo sin estallidos ni escándalos, acompañando e intercediendo", concluyó el Cardenal.