LA BIENAVENTURADA VIRGEN SANTA MARIA

 

 

La Iglesia venera especialmente a la Virgen María, Madre de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.

La devoción a María se fundamenta en su íntima relación con Jesucristo. La figura de María sólo se comprende por su relación con Jesús, que se manifiesta a nosotros como Hijo de María.

La Iglesia cree que María, por su Maternidad divina, está adornada de singulares privilegios.

1º         Santa María Virgen es verdadera y propiamente Madre de Dios (de fe)

La Iglesia, en el Concilio de Éfeso, año 431, definió «la Santa Virgen es Madre de Dios, pues dio a luz cabalmente al Verbo de Dios hecho carne» (DS 252) y, en el Concilio de Calcedonia, año 45 1, enseña que Cristo fue «engendrado de María Virgen, Madre de Dios, en cuanto a la humanidad» (DS 301) y añade que no puede llamarse a «la Virgen María Madre de Dios en sentido figurado» (DS 427).

En la Sagrada Escritura se enseña indirectamente la Maternidad divina cada vez que se llama a María «Madre de Jesús», «Madre de Cristo»; y la palabra Madre que se utiliza tanto en la Concepción y Nacimiento de Jesucristo, como en otros pasajes del Nuevo Testamento, no tiene otro significado que el corriente, que se deriva del hecho anunciado por el Arcángel Gabriel: «Concebirás y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31).  También la Sagrada Escritura enseña directamente la Maternidad divina en diferentes pasajes, cuando afirma: «Él será grande y llamado Hijo del Altísimo» (Le 1, 35), «¿de donde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1, 43) y «envió Dios a su Hijo, como nacido de mujer» (Gál 4,4).

Especulativamente se prueba la Maternidad divina porque, aunque María sólo engendró la naturaleza humana de Jesucristo, dio a luz a una Persona, la divina, única que existe en Jesucristo, puesto que de las madres nacen personas y no naturalezas.

2º         María fue concebida sin mancha de pecado original (de fe).

            En la Sagrada Escritura en el antiguo Testamento se manifiesta el privilegio de la Inmaculada Concepción de María cuando Dios, después del pecado original, dice «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu posteridad y la suya; ella te aplastará la cabeza y tu atentarás contra su calcañal» (Gén 3, 15).  La expresión «Ella te aplastará la cabeza» significa la victoria total sobre el demonio, que es incompatible con el pecado de la mujer.

También la Revelación en el Nuevo Testamento reafirma este privilegio de la Virgen María en el saludo del Arcángel Gabriel: «Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo» (Lc 1, 28), esta plenitud de gracia, que atribuye a la Virgen María, es incompatible con cualquier pecado.

Podemos comprender que el perfecto Redentor ejerza una Redención extraordinaria, al menos con respecto a la persona de su Madre, que debía asociársele más íntimamente que nadie en la obra de la Redención de la humanidad. La Redención realizada por Jesucristo no sólo podía liberar del pecado ya contraído, sino que podía preservar del pecado original, porque preservar es más salvador que curar las heridas del pecado.  Por tanto, conviene, en grado sumo, que el perfecto Redentor haya preservado a su Madre del pecado original y de toda falta actual.  La piedad popular ha resumido este argumento con la siguiente expresión «Dios quería, podía y lo hizo».

3º         Santa María concibió a su Hijo Jesucristo por obra y gracia del Espíritu Santo permaneciendo virgen (de fe)

El Antiguo Testamento revela que «una Virgen concebirá y dará a luz un hijo» (Is 7, 14).  La Concepción virginal se enseña también en la misma escena de la Anunciación, del Nuevo Testamento, cuando María pregunta: «¿Cómo será esto, pues no conozco varón?» El ángel le contestó y dijo: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra.  Por esto el Hijo engendrado será santo, será llamado el Hijo de Dios» (Lc 1, 34-35).  También Dios lo revela a San José en sueños: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 20).  Los Evangelistas destacan la Virginidad de María al referirse a Jesús como el «Hijo, según se creía, de José» (Lc 3, 23).

4º         La Virgen María fue Asunta en cuerpo y alma a los cielos (de fe)

El dogma de la Asunción de la Virgen ha sido definido solemnemente con las siguientes palabras «Declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre fue Asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (Pío XII, Constitución Munificentissimus Deus, 1-XI-1950, DS 3903).

En la Revelación aparece implícitamente revelada la Asunción de la Virgen María: «Apareció en el cielo una señal grande, -una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies y sobre la cabeza una corona de doce estrellas» (Apoc 12, l).  Y la Iglesia, en Oriente y Occidente, la Católica y la Ortodoxa, celebra la fiesta de la Asunción de María el 15 de agosto desde el siglo VI.

Especulativamente, hay un argumento demostrativo de la Asunción de la Virgen María: Ella recibió la plenitud de la gracia y por ello fue particularmente «bendita entre todas las mujeres» (Lc 1, 42), y como tal bendición excepcional excluye la maldición divina contenida en la Revelación «darás a luz con dolor... y volverás a la tierra» (Gén 3, 16 y 19) por tanto, la Virgen María debe ser preservada de la corrupción del sepulcro y su cuerpo no debe volver a la tierra, sino resucitar con una resurrección anticipada.

5º  La Iglesia da a Santa María los títulos de Reina del Universo, Corredentora, Mediadora, Madre de los hombres y de la Iglesia, Madre de Misericordia...

La Virgen María es la discípula perfecta de Cristo.  En ella ya se han realizado todos los misterios de la salvación.  Ella ha recorrido el mismo camino que su Hijo y, ya está, con Él en el cielo.  Es el fiel cristiano ejemplar.