Mensaje papal: La belleza abre el espíritu
al misterio de Dios
Misiva al Meeting organizado por Comunión y Liberación en Rimini
RIMINI, 20 agosto 2002 (ZENIT.org).- Un
mensaje pontificio presenta al hombre contemporáneo la belleza como camino para
descubrir la verdad de Dios.
«El fulgor de la belleza contemplada abre el espíritu al misterio de Dios»,
afirma el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano, en un mensaje
enviado en nombre de Juan Pablo II al Meeting por la Amistad entre los Pueblos
que organiza Comunión y Liberación en Rimini, localidad costera del Adriático
italiano.
El encuentro reúne del 18 al 24 de agosto a cientos de miles de personas (la
cifra se conocerá a su conclusión) en torno a 131 encuentros y conferencias,
23 espectáculos y 16 exposiciones artísticas, en torno al tema «El
sentimiento de las cosas -- La contemplación de la belleza».
En referencia al tema, el mensaje pontificio explica que «la belleza posee una
fuerza pedagógica propia para introducir eficazmente en el conocimiento de la
verdad. En definitiva, lleva a Cristo, que es la Verdad».
«Cuando el amor y la búsqueda de la belleza brotan de una mirada de fe, se
logra penetrar en lo más profundo de las cosas y entrar en contacto con Aquel
que es la fuente de todo lo que es bello», añade.
«Nuestro tiempo tiende con frecuencia a pensar que la verdad como tal es ajena
al mundo del arte. La belleza, además, según este planteamiento, afectaría sólo
al sentimiento y representaría una dulce evasión de las férreas leyes que
gobiernan el mundo. Pero, ¿es así?», pregunta el mensaje.
«La naturaleza, las cosas, las personas, si se miran con atención, son capaces
de sorprendernos con su belleza --responde--. ¿Cómo es posible no ver, por
ejemplo, en un ocaso de montaña, en la inmensidad del mar, en los rasgos de un
rostro, algo que nos atrae y, al mismo tiempo, nos invita a profundizar en el
conocimiento de la realidad que nos circunda?».
«Basta pensar en la potencia de atracción espiritual ejercida por un acto de
justicia, por un gesto de perdón, por el sacrificio por un gran ideal vivido
con alegría y generosidad», explica.
«En la belleza se manifiesta la verdad, que atrae a través del encanto
inconfundible que emana de los grandes valores --aclara--. De este modo, el
sentimiento y la razón se encuentran radicalmente unidos por un llamamiento
dirigido a toda la persona. La realidad, con su belleza, permite experimentar el
inicio del cumplimiento y parece susurrarnos: "Tú no serás infeliz, la
pregunta de tu corazón se realizará, es más ya se realiza"».
Por eso, explica el mensaje, la Biblia en el libro de la Sabiduría recuerda que
«de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a
contemplar a su Autor» (Cf. Sabiduría 13, 3).
El texto pontificio concluye deseando que el Meeting de Rimini «pueda
contribuir a difundir esa nueva manera de mirar las cosas enseñada por Jesús.
De este manera, el arte puede convertirse en instrumento de evangelización,
ayudando a promover una nueva estación misionera».
ZS02082001
Cardenal Ratzinger: La auténtica
belleza salvará al mundo
Cristo revela la verdad de la belleza y la belleza de la verdad
RÍMINI, 21 agosto 2002 (ZENIT.org).- Los
hombres y mujeres de hoy creerán si redescubren la auténtica belleza, afirma
el cardenal Joseph Ratzinger en un mensaje hecho público este miércoles.
En el texto, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe afirma:
«Para que hoy la fe pueda crecer tenemos que llevar nosotros mismos a los
hombres y mujeres con que nos cruzamos a entrar en contacto con la belleza».
La misiva del purpurado alemán ha sido leída en el Meeting por la Amistad
entre los Pueblos, que del 18 al 24 de agosto reúne en Rimini (Italia) a
cientos de miles de personas por iniciativa del movimiento Comunión y Liberación.
Comentando el lema del encuentro --«El sentimiento de las cosas. La contemplación
de la belleza»-- el cardenal Ratzinger constata que «hoy día el mensaje de la
belleza es puesto en duda por el poder de la mentira, que se sirve de varios
estratagemas».
«Uno de estos es el de promover una belleza que no despierta la nostalgia de lo
inefable, sino que más bien promueve la voluntad de posesión», afirmó.
«¿Quién no reconocería, por ejemplo, en la publicidad esas imágenes que con
extraordinaria habilidad están pensadas para tentar irresistiblemente al hombre
a apropiarse de algo y a buscar la satisfacción del momento?», preguntó.
De este modo, constató Ratzinger, el arte cristiano se encuentra hoy entre dos
fuegos: «debe oponerse al culto de lo feo, según el cual toda belleza es un
engaño, y tiene que enfrentarse a la belleza mendaz que hace al hombre más
pequeño».
El cardenal citó entonces la frase de Fiódor M. Dostoievski (1821-1881) «La
belleza nos salvará», en la que el escritor ruso se refiere a la belleza
redentora de Jesucristo.
«Quien cree en el Dios que se manifestó precisamente en las semblanzas de
Cristo crucificado como "amor hasta el final" sabe que la belleza es
verdad y que la verdad es belleza, pero en el Cristo que sufre aprende también
que la belleza de la verdad comprende la ofensa, el dolor, y el oscuro misterio
de la muerte».
De este modo, sabe que la belleza «sólo puede ser encontrada en la aceptación
del dolor y no en ignorarlo».
«En todas las atrocidades de la historia --escribe el cardenal--, un concepto
meramente armonioso de la belleza no es suficiente».
«De hecho, en la pasión de Cristo la estética griega --tan digna de admiración--
es superada --aclara--. Desde entonces, la experiencia de la belleza ha recibido
una nueva profundidad y un nuevo realismo».
«Quien es la belleza misma se ha dejado golpear el rostro, escupir a la cara,
coronar de espinas --la Sábana Santa de Turín puede hacernos imaginar todo
esto de manera impactante--», constata.
«Pero precisamente en este rostro tan desfigurado aparece la auténtica
belleza: la belleza del amor que llega "hasta el final" y que se
revela más fuerte que la mentira y la violencia».
«Tenemos que aprender a verlo --concluye Ratzinger--, si somos golpeados por el
dardo de su paradójica belleza, entonces le conoceremos verdaderamente».