Las personas con autoestima muestran sentimientos y actitudes positivas hacia sí mismos y hacia los demás. Es más fácil que sean personas sonrientes, acogedoras, optimistas, capaces de ilusiones y proyectos, etc.
Son esas personas que nos encontramos por la calle, seguras de sí mismas pero sin avasallar, a las que nos gustaría parecernos. No se trata de engañarse acerca de la propia valía: una cosa es la autoestima y otra la soberbia, el creerse más y mejor que los demás.
La autoestima consiste en el valor que una persona se da a sí misma. Nos solemos valorar a nosotros mismos, dependiendo, en buena medida, del concepto que tengan las personas más significativas (padres, familiares, amigos y maestros) qué nos rodean.
Cuando los hijos se sienten estimados, se pueden proponer metas más realistas, aceptan a los demás como son, aprenden con mayor eficiencia y aplican su creatividad en las situaciones nuevas que se le plantean.
Podemos potenciar su autoestima haciendo que se sientan importantes y necesarios en la familia, en el colegio... de modo que sean apreciados y tenidos en cuenta por los demás. Tratar a los hijos con actitud positiva supone:
- Reconocer el esfuerzo y los logros obtenidos.
- Estimular informando de lo bien hecho y de lo que puede hacerse mejor.
- Animar para que construyan una imagen real y positiva de sí mismos y refuercen los sentimientos de eficacia y seguridad.
¿Cómo mejorar la autoestima de los hijos?
Los hijos han de saberse queridos por ser ellos mismos, por el mero hecho de existir, con independencia de sus cualidades y aptitudes y, por supuesto, de sus calificaciones escolares.
En cualquier hijo, lo positivo siempre es mayor que lo negativo, aunque a veces no caigamos en la cuenta. Puede ser interesante que nos paremos a pensar y hacer una lista de las cualidades positivas de cada hijo. Con frecuencia, podemos quedarnos demasiado pendientes de lo que hace mal y perder de vista las cosas interesantes, deliciosas, inteligentes y amables que hace.
Una sonrisa es un mensaje positivo. O decirle que nos gusta cómo ha hecho este trabajo. En definitiva, darse cuenta de lo positivo y decirlo. No se trata de elogiar por elogiar, sin moderación ni motivo. Los elogios más eficaces son los que se refieren a actuaciones concretas, que ayudan al niño a desarrollar una mayor conciencia de lo bueno y lo malo.
Se trata de un tiempo para disfrutar juntos, no para dar lecciones ni para repasar su comportamiento de los últimos días. Se trata de ir a un sitio que le guste y pasar un rato juntos, hablando de las cosas que él o ella quieran. El trato personal y frecuente es un generador de confianza. .
Más que el resultado. Esta actitud es especialmente eficaz con niños perfeccionistas o con muy baja autoestima, que piensan que hacen mal las cosas.
Estos niños suelen tener una imagen negativa de sí mismos, y son muy autocríticos. Si aprenden a pedir y sugerir, se reducirá la tensión interior.
Una de las grandes alegrías de la infancia es descubrir algo nuevo y saberse capaz de hacer algo por sí mismo. Si ellos pueden buscar una respuesta, no conviene dársela. Por el contrario, si les damos a entender que creemos que no son capaces, y no les permitimos intentarlo, favorecemos las dudas sobre su propia capacidad, lo que genera pasividad y retraimiento.
Escuchar con el corazón, con sincero interés, sin estar aconsejando o comentando lo que dice continuamente. Evitar los interrogatorios.
Descubrir e informar de las cualidades especiales: "Haces unos dibujos encantadores". Apoyarse en sus puntos fuertes (el deseo de agradar a sus padres, su buena disposición para colaborar, etc) para conseguir que quiera mejorar en algún aspecto concreto.
A veces, es necesario castigar a los hijos por transgredir ciertas normas o reglas. Pero también, en justicia, deberíamos reconocer sus buenas actuaciones, que siempre son más
numerosas. No se trata de premiar con algo material, lo que desvirtuaría los motivos del
buen comportamiento, sino de agradecer y reconocer lo bien hecho.
Proporcionada a lo que se sabe y se puede hacer. De modo que con esfuerzo, y a veces con ayuda, se pueda realizar bien. No conviene pedirles tareas o responsabilidades complicadas sin explicarles bien qué han de hacer y qué se espera de ellos.