El amor incondicional de Dios es un fundamento absoluto, algo que nadie puede merecer, pues precede a nuestra existencia. Ya estaba aquí cuando yo aún no había llegado. Y tampoco lo puedo perder. Por mal que me porte, no lo puedo perder. Permanece durante toda la eternidad. Lo único que puedo hacer es impedirle la entrada. Esto sí lo puedo hacer. Tengo libertad para ello, Pero, aún entonces, permanece. Permanece aunque yo lo rechace.

Piet van Breemen, s.j.