CARTAS DE AMIGO A AMIGO
 

P. MÁXIMO PÉREZ


Estas cartas recogen las respuestas del P. Máximo Pérez a consultas que recibía de adolescentes en la Revista Hosanna

 

 

II, VIDA EN CRISTO

 

26. Soy gran pecador

27. ¡Me han violado!

28. Pecado mortal y venial

29. Pecado, ¿sólo hacer mal a los demás?

30. Negar la absolución

31. ¿Confesar los pecados veniales?

32. ¿Confesar por obligación?

33. Quiero que se confiese mi amigo

34. «¿Compartir» todos los días?

35. Copiar en los exámenes

36. Palabrotas

37. Juramentos (I)

38. Juramentos (II)

39. Misa por cumplir

40. Misa: «no me llevan»

41. ¿Misa por radio-televisión?

42. ¿Misa?, tengo partido

43. Vestir bien

44. No rezar ¿es pecado?

45. Fumar ¿es pecado? (I)

46. Fumar ¿es pecado? (II)

47. Aborto por salvar a la madre

48. Ver todo en TV (I)

49  Ver todo en TV (II)

50. Conversaciones deshonestas

51. Revistas pornográficas (I)

52. Revistas pornográficas (II)

53. Discotecas, Cine (I)

54.Discotecas, Cine (II)

55. Discotecas, Cine (III)

56. Robar (I)

57. Robar (II)

58. Robar (III)

59-28. Jurar, ¿es pecado?

60-29. Consultar adivinos.

61-30. Cartas en cadena.

62-31. Misa cuando me apetece.

63-32. ¿Por qué en domingo?

64-33. Misa rutinaria y distraída.

65-34. Misa o fútbol.

66-35. Bueno, pero no va a Misa.

67-36. Me confieso de faltar a Misa.

68-37. Pensamientos deshonestos (I)

69-38. Pensamientos deshonestos (II)

70-39. Deseos deshonestos.

71-40. Conversaciones deshonestas (I)

72-42. Conversaciones deshonestas (II)

73-41. Revistas y fotos malas.

74-43. Discotecas sin hacer nada malo.

75-44. Robar a los padres.

76-45. Máquinas para jugar dinero (I)

77-46. Máquinas para jugar dinero (II)

78-47. Revelar secretos (I)

79-48. Revelar secretos (II)

80-49, ¿Confesión sólo para pecados mortales? (I)

81-50. ¿Confesión sólo para pecados mortales? (II)

82-51. Confesar y volver a pecar.

83-52. ¿Confesarme cada día?

84-53. Pecado mortal, ¿es ruina total?
 




CARTAS DE AMIGO A AMIGO (I)
 

 

II: Nuestra vida en Cristo :Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor (Jn 15, 50)

 

 

26.

Tengo catorce años y soy la mayor de siete hermanos. Voy a hablarle muy sinceramente: soy una gran pecadora. Casi todo lo que hago está mal y hay cosas que no hago y debía hacer. Me porto mal con mi familia, creo que no quiero a nadie, ofendo a mis padres. En fin, me porto mal con Dios, pero que muy mal.

Sherlock Holmes

Amiga Sherlock Holmes:

A pesar de firmar tan detectivescamente, me parece que andas un poco despistada sobre lo que te pasa. Voy a intentar echarte una mano de amigo.

Me dices que tienes catorce años, y con esto me has dicho más de lo que piensas. A esta edad, una chica normal aumenta la sensibilidad de su conciencia. Con esto quiero que decir que captas una gran distancia entre lo que deseas ser y lo que eres en realidad. Como joven, sueñas con un ideal; como inteligente, constatas que no llegas a él ni de lejos. Y esto te hace sufrir.

Bien. No te tengas por bicho raro. Es un paso más en la maduración de tu personalidad sí sabes aprovecharlo. Depende de tu reacción ante este fenómeno. Creo que tienes tres reacciones posibles:

Primera: desalentarte, despreciarte, pensar que tú no harás nunca nada, que la vida y la santidad cristiana no son para ti. Si piensas así es que crees que no puedes ser santa aun teniendo defectos.

No admitas esta postura derrotista. No cuentes con tus fuerzas solamente. No pienses que los santos eran de otra carne y otros huesos distintos de los tuyos. También ellos tenían defectos como tú, y también ellos caían en la cuenta de sus defectos, quizá más que tú. Pero luchaban y esperaban en Dios.

Segunda: querer luchar por superarte, pero armarte un lío y no saber por dónde comenzar. Así caerás en una indecisión que te paraliza. Empieza por cualquier parte, pero empieza. Es preferible hacer algo, aunque sea secundario, que quedarte mano sobre mano soportándote a ti misma.

Tercera: Caer en la cuenta de que, bajo estos fenómenos que adviertes, está sonando la voz de Dios que te llama a madurar. Caer en la cuenta de que Dios te llama desde tu propia pobreza y, por eso, te la hace palpar. Dios no te llama por lo que eres o vales, sino que te llama para seas y valgas. Todo es don que Él quiere darte, pero tú debes prepararte a recibirlo como una pobre. El caer en la cuenta de tus defectos puede hacerte mucho bien para tomar esta actitud de pobre, si además te lleva a refugiarte en Dios, en vez de huir de Él; y si te lleva a aceptarte tal cual eres, en vez de huir de ti misma.

La obra a la que Dios te llama debéis hacerla juntos: ni Él solo, ni tú sola. Él contigo y tú con Él. Por eso necesitáis poneros de acuerdo los dos: descubrir lo que Dios quiere de ti y pedirle fuerzas para realizarlo.

Termino: ¿Has leído en el Evangelio cómo los enfermos se echaban a los pies de Jesús y le contaban sus enfermedades? ¿Has visto cómo se levantaban sanos, llenos de confianza en la palabra de Jesús, curados? Te aconsejo que hagas tú lo mismo. Relee el párrafo deja carta que me escribes, pero no ante mí, ni ante ti, sino ante El. Coméntalo con Él, Y termina escuchando su palabra final que te dice: «Animo, hija, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2). Tal vez este sea el modo de superar este bache y de no convertirlo en complejo.

Que la palabra de Jesús te inspire seguridad y alegría y así puedas madurar. Te lo desea tu

Amigo

 

 

27.

Yo no he cometido ningún pecado grave, pero alguien lo ha cometido conmigo, en contra de rni voluntad y en contra de mis fuerzas. Aunque yo no le cometido, me siento manchada y creo que me voy a condenar.

Además, aunque me arrepiento y me he confesado de ello, odio a esa persona y a veces quiero que se muera. Ayúdeme, o no voy a ser feliz nunca más. Sepa que quiero muchísimo a Jesucristo, que tengo predilección por la vida de gracia y que quisiera ser religiosa.

Pecadora y Enloquecida

Querida amiga Pecadora:

De pecadora, nada. Lo repito: ¡de pecadora, nada! El pecado se da en el corazón. Dios ve el tuyo y está limpio porque has luchado. Físicamente te han vencido, pero espiritualmente has vencido tú, porque no has querido el mal ni lo has consentido.

Como tú, muchos y muchas mártires han sido víctimas de otras personas. Víctimas del odio, de la ambición o de) instinto sexual. Jesús mismo fue una víctima de los demás. Pero «ser víctima», no es pecar. Los mártires, como Jesús, se han hecho santos soportando las injusticias de los demás, sin quererlas y sin odiar. Ya ves qué programa tienes delante.

El que ha abusado de ti, ese sí ha pecado. Y ha pecado doblemente, por lo que ha hecho y por hacerlo contra tu voluntad. Pero tú, no, amiga mía. Todo lo contrario, tu has merecido ante Dios, porque has seguido amando a Dios, ¿no es verdad? ¿O crees que Dios no te ve el corazón tal y como lo ves tú y mejor todavía? A otra chica que le hubiera pasado lo que a ti ¿no la comprenderías? ¿Y piensas que Dios no va a comprenderte a ti?

A pesar de no haber pecado, sin embargo, sientes una sensación de asco, de estar manchada, de condenación... Distingamos: una cosa es el dolor de los pecados, y otra el dolor psicológico. El dolor de los pecados sólo puede sentirlo quien ha pecado; tú no puedes sentir esto ahora. Pero sí puedes experimentar dolor psicológico, el dolor de verte rebajada, usada, dominada contra tu voluntad. No serías normal si no experimentases esto.

¿Qué hacer con tu alma herida? Pues lo mismo que cuando te hieren el cuerpo, tres cosas: desinfectar, proteger, cicatrizar.

Lo primero, desinfectar la herida. Cuando nos rasgan la piel, al momento acuden los microbios. También a las heridas del alma acuden los microbios del odio y de la venganza para infectarla. Compruebo que te rondan tales virus. Pero trata de ser valiente. Tú, que has vencido una vez el mal, no te dejes ahora caer en las redes de otro mal peor, como es el odio. La misma decisión que tuviste para no pecar antes, tenia ahora, y aun mayor, para no dejar entrar el odio en tu corazón por esa herida que te han hecho.

Lo segundo: proteger la herida. No se la protege cuando se la está tocando a cada momento. Por eso intenta no mirar la persona que te ha dañado como un enemigo, sino como un hermano, porque lo es. Él no sabía que tú eras su hermana, porque no conocía a Jesucristo; por eso te trató como una cosa. Pero tú, que quieres tanto a Jesucristo como me dices, tú sí lo sabes. Intenta mirarlo como lo mira Dios, y Dios lo mira como un hijo que se ha marchado de casa porque no sabe amar. Intenta tener un corazón como el de Dios que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Más que desear que Dios lo castigue, intenta desear que Dios pueda un día abrazarlo como hijo.

Trata de no fomentar ni tolerar en ti pensamientos de revancha u odio. Esto aumentaría tu mal. Aunque te cuesta comienza a practicar el consejo de Jesús: «Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen» (Mt 5,44). Si eres capaz de hacer esto, colaborarás con Dios para sacar bien del mal. Si no, sólo serás un multiplicador del mal en el mundo.

Lo tercero: deja que la herida vaya cicatrizando. Si consigues que la herida no se infecte, te recuperarás con toda seguridad. Quizá no en un día o en dos, pero te recuperarás. Ten paciencia y comienza a caminar hacia el amor cristiano como puedas. Al principio tal vez tengas que hacerlo con lentitud. Pero, aunque sea cojeando, intenta amar y no te quedes instalada en la venganza.

Y ahora dos consejos:

Uno: ¿Se lo has contado ya a tu madre? Si no tienes confianza con ella, ¿conoces a alguna persona que te comprenda y quiera ayudarte? Te vendría bien.

Otro: Desde ahora ten más prudencia. Si tú exhibes una joya, aunque no se la hayas robado a nadie, puedes provocar la codicia de los ladrones. Del mismo modo, no basta que tú tengas el corazón puro porque puede suceder que a tu lado esté quien no lo tenga tan limpio. No con desconfianza, pero anda siempre con prudencia.

Si tratas de caminar en estas direcciones que te indicado creo que podrás realizar tu deseo de ser religiosa y serás una excelente religiosa. Nada de lo sucedido puede impedirte si tú eres capaz de madurar cristianamente como te he indicado                    P le lo desea de todo corazón tu

Amigo

 

 

28.

¿Podía aclararme la diferencia entre un pecado mortal y un pecado venial?

Pecadorcete

Amigo Pecadorcete:

Por supuesto que conoces la parábola del hijo pródigo. Antes de marcharse de casa, es probable que el hijo menor cometiera algunas desobediencias y protestas contra su padre. Pero, al fin y al cabo, seguía en casa.

No es que al padre le gustaran las desobediencias, protestas y mentiras del hijo. Pero vivían juntos. El padre amaba al hijo y el hijo se dejaba amar por el padre, hasta cierto punto al menos.

Pero un día el hijo se cansó de esta situación y se decidió a vivir sin su padre, sin amarlo y sin dejarse amar por él. Rompió las relaciones con él.

Esto puede explicar, de algún modo, la diferencia entre pecado mortal y venial.

El pecado mortal es aquella acción, omisión, decisión, actitud u opción con la cual rompemos nuestra relación con Dios. Ni lo amamos ni nos dejamos amar por Él. Queremos sólo, como el pródigo, hacer nuestra vida, pero sin Él, lejos de El.

Es «mortal» porque mata en nosotros la vida de hijos de Dios, como aquella huida mató al pródigo como hijo. Renunciamos a vivir como hijos y preferimos vivir como extraños y tal vez como animales (que esto también lo deseaba el pródigo cuando cuidaba cerdos).

El pecado venial, en cambio, es aquella acción, omisión, decisión, actitud y opción con la cual nosotros no llegamos a romper nuestro amor con Dios, pero no le respondemos como deberíamos.

Lo mismo sucede entre amigos. Tal vez se te olvida felicitar a un amigo el día de su santo, o tal vez no le prestas un cuaderno... Estas faltas no rompen la amistad, aunque la deterioran. Pero pudiera suceder (no te lo deseo) que un día por un insulto, por una traición, por un desprecio, le hieras o te hiera de tal modo que ya no podáis seguir siendo amigos.

Con Dios podemos también tener desatenciones, tener olvidos, dejar de darle gracias, ejecutar acciones y mantener actitudes queje desagraden; Pero, a pesar de todo, nuestro corazón está con Él. Esto serían los pecados veniales.

Desgraciadamente podemos también realizar acciones y mantener actitudes tan egoístas que indiquen que Dios vale muy poco para nosotros y que no nos importa vivir sin Él. Esto sería el pecado mortal,

¿Cuando sucede esto último?

            1. Cuando lo que hacemos, o la actitud que tomamos, es cosa importante contra Dios o contra el prójimo.

            2. Cuando además somos conscientes de esta importancia.

            3. Cuando, conociendo lo primero y lo segundo, a pesar de ello queremos hacerlo y lo hacemos.

Sí no se trata de cosa importante, o si no nos hemos dado cuenta, o si no lo hemos hecho voluntariamente, entonces el pecado no llegará a mortal.

Pero tú, no te pongas como meta vivir únicamente sin pecado mortal; intenta decir siempre «sí» a Dios sin tacañerías. No te contentes con no romper la amistad con Dios; intenta vivirla a tope y ser generoso con El.

Te saluda tu

Amigo

 

 

29.

El otro día me dijeron que a Dios le daba lo mismo que hiciéramos una cosa u otra, con tal de no hacer mal a los demás. Por eso, faltar a Misa y otras cosas que no hacen mal a nadie, no serían pecado. Yo no supe qué responder y me quedé

Cortado

Amigo Cortado:

El que tú no sepas responder no quiere decir que no haya respuesta. Para que la entiendas mejor comenzaré contándote una parábola:

Paco, un chico como tú, cogió tal rabieta en su casa por una bobada, que se declaró en huelga de hambre. Ya lleva diez días sin comer, y sus padres -¡ya puedes figurarte!- tienen el gran disgusto. Temen por su salud y aun por la vida de Paco. Le ofrecen comida, pero Paco se la rechaza...

Paco no roba, no mata, no insulta, no miente, no pega, no hace injusticia a nadie, no se mete con nadie... Lo único que hace es disponer de su vida, la suya propia, como dueño y señor. Paco usa la libertad para destruirse a sí mismo.

Pero resulta que Paco no está solo: tiene padres y amigos que lo aman. Al destruirse a sí mismo, Paco está destruyendo también el corazón de los que lo quieren. Los padres quieren la salud de Paco, pero éste prefiere estar débil. Los padres han dado la vida a Paco, pero éste quiere la muerte. Los padres le dan alimento, pero Paco se lo rechaza. Los padres aman a Paco, pero Paco no ama a sus padres.

En lugar de Paco, pongamos un hombre cualquiera; y en lugar de los padres, pongamos a Dios, y habremos entendido algo (no todo) de lo que es el pecado. El pecado es pecado porque Dios quiere la vida del hombre, pero éste prefiere su propia muerte; Dios quiere el bien del hombre, pero éste se hace mal a sí mismo; Dios ofrece sus dones, pero el hombre los rechaza, Dios ama, pero el hombre no quiere amar a Dios. Y Dios, naturalmente, no es insensible a esta conducta.

Algunos piensan que Dios manda o prohíbe porque sí. No, Dios no es caprichoso ni arbitrario. Dios ama y no puede soportar lo que nos hace mal; no sólo lo que hace mal a los demás, sino también lo que nos hace mal a nosotros. Y a nosotros nos hacen mal muchas cosas: el perder nuestra libertad y vivir a merced de nuestros instintos: el vivir como robots, a lo loco, sin sentido. Nos hace mal el egoísmo porque nos incapacita para amar. Nos hace mal la amargura de corazón, el rechazar los dones de Dios, el ser desagradecidos con Él, el ser autosuficientes, el no pedir ayuda a El. Nos hace mal el no orar, el no comulgar, el vivir como si Dios no existiera... En una palabra, nos hace mal todo lo que nos disminuye física, psíquica y espiritualmente.

Y porque nos hace mal, todo esto pertenece al reino del pecado. Paco hacía huelga de alimentos y perdía la salud. El pecador hace huelga de Dios, «pasa» de El, y así se empobrece en lo más profundo de su ser. ¿Podrá Dios aprobar semejante huelga?

Una última recomendación: no escuches a los que no entienden el pecado. Jesús sabe muy bien lo que es, porque ha sido víctima de él y ha dado la vida para destruirlo. Repasa aquella hermosa historia del padre bueno y del hijo malo (Le 15,11-32). Aquel muchacho pudo pensar que no hacía mal a nadie por marcharse de casa y por gastar su dinero. Pero en realidad estaba estropeándose a sí mismo, y de este modo destruía también el corazón del padre.

Esto es algo sobre el pecado, pero no todo, ni mucho menos. Te saluda tu

Amigo

 

 

30.

Me ha dicho una amiga que un padre que viene a confesar a nuestro colegio le ha negado la absolución por faltar a Misa los domingos.

A mí esto no me parece bien, pues si ella a va confesarse es para que la perdonen, digo yo.

Secretillos

Amiga Secretillos:

Sospecho que tu amiga te ha contado las cosas muy a medias.

Ningún sacerdote niega la absolución a un pecador por grandes que sean sus pecados. Cuando un sacerdote niega la absolución, no es por la magnitud de los pecados, ni por su cantidad, pues la misericordia de Dios es infinita y lo perdona todo. Cuando se niega la absolución suele ser porque el que se acusa no está arrepentido de ellos.

El sacerdote juzga en la confesión no sólo de la gravedad de los pecados, sino también de las disposiciones que tiene el corazón del pecador. Cuando un pecador no quiere ser perdonado, naturalmente el sacerdote no debe perdonarlo.

¿Y cómo sabe el sacerdote que el pecador no quiere ser perdonado? Muy sencillo: cuando el pecador no quiere esforzarse por corregirse, sino que quiere seguir pecando lo mismo que antes.

Yo no conozco el caso de tu amiga; pero imagínate el siguiente caso que puede haber pasado: Va tu amiga a confesarse y se acusa de que falta a Misa todos los domingos, sólo porque no le apetece ir. No se trata, por tanto, de que está enferma o porque vive lejos de la Iglesia, sino sencillamente pierde la Misa porque se queda en la cama, o se va de paseo con las amigas, o por otros motivos que no valen gran cosa.

Puede suceder que el sacerdote pregunte a tu amiga si está dispuesta a ir a Misa el próximo domingo. Y puede suceder que tu amiga responda que ese problema no se lo ha planteado, o que no sabe si tendrá gana de ir o no...

¿Qué te parece a ti de esto? ¿Tiene arrepentimiento tu amiga? ¿Tiene dolor de haber ofendido a Dios la que, por todos los indicios, quiere seguir faltando a Misa lo mismo que antes? ¿Crees tú que debe ser absuelta quien está dispuesta a seguir faltando y no quiere hacer ningún esfuerzo por corregirse?

Sospecho que algo parecido pudo haber pasado a tu amiga en la confesión de que me hablas. Tal vez el sacerdote, al ver que nunca iba a Misa, le preguntó sí quería esforzarse en corregirse y estaba dispuesta a hacer algún esfuerzo para el próximo domingo. Tal vez tu amiga le dio una respuesta de la que se deducía que no quería hacer ningún esfuerzo por corregirse,

Entonces pudo suceder que el sacerdote dijese a tu amiga que fuese a orar un rato y se pensase ante Dios la cosas; que le pidiese fuerza para luchar contra su pereza y que si estaba dispuesta a hacer un esfuerzo por corregirse que volviera para recibir la absolución.

Digo que pudo suceder, porque lo que sucedió de hecho no podrá contarlo nunca el sacerdote, mientras que tu amiga probablemente sólo contará lo que le convenga a ella para quedar bien ante los demás.

Siempre, pero más en cosas de confesión en las que el sacerdote no puede defenderse, debemos tener en cuenta lo que dice Jesús: «No juzguéis y no seréis juzgados» (Mt 7,1).

Te saluda tu

Amigo

 

 

31.

Nos han explicado en la catequesis que sólo es necesario confesar los pecados mortales. Como yo no suelo tenerlos, ¿para qué voy a confesarme? ¿Qué le parece?

Pecadínes

Amigo Pecadines:

Te han explicado muy bien, pero tú has discurrido menos bien, y a mí me parece muy mal.

Sí te dicen que para vivir no necesitas comer pasteles, discurriendo del mismo modo, tú deberías tomar la decisión de no probarlos. Si te dicen que para desarrollarte no necesitas ir a bañarte en la piscina, no deberías tocar el agua ní con la punta del pie.

MÍ amigo médico me ha dicho que el cáncer es voraz. No hay modo de acabar con él y, en cambio, él sólo desaparece cuando acaba con el hombre, es decir, cuando ya no tiene nada que comer.

Algo parecido es el pecado. Es como un cáncer en lo más profundo de la persona. Puede comenzar con algo tan pequeño como una célula, pero tiende a ir devorando toda la persona. Irá más o menos aprisa, pero él camina implacablemente hacia esa meta.

Modernamente se prohíbe fumar en lugares públicos, para eliminar el peligro de cáncer. Los médicos aconsejan revisión periódica para atacar los posibles comienzos de tumores malignos. Cuidamos la alimentación para no dar pie a que entre ese enemigo comelotodo. Pero...

Pero sólo con el cáncer del corazón hacemos excepción. Ahí nos permitimos todo, con la excusa de que es un pecado pequeño... No hacemos así con el tabaco, ni con los alimentos, ni con lo demás... Con el pecado, sí. ¿Por qué?

Porque en el fondo lo querernos. Porque Dios no nos importa gran cosa. Porque estimamos más la salud, el tipo y la vida que a Dios. Porque no queremos perder ni un minuto de esta vida terrestre, pero no nos importa perder la vida eterna, que es definitiva y dura para siempre.

Como amigo que te considero, yo no quiero que tú seas así. Aquí tienes, pues, mi consejo.

No dejes que se forme en tu corazón ni un tumor, aunque te parezca pequeño. Puede ser pequeño, pero sólo al comienzo. Recuerda que tiende a comerlo todo.

Sométete a revisión frecuente con el sacramento de la Penitencia. Rasparás las células malignas que se te hayan formado y quedarás como nuevo.

Por conservar y aumentar tu vida espiritual pon el mismo empeño, por lo menos, que pones en conservar y aumentar tu vida de estudios, tu vida deportiva, tu vida fisiológica y tu vida de entretenimientos.

Esto es lo menos que puedes hacer. Fíjate bien, lo menos. De ahí para arriba puedes hacer tantas cosas... Pero eso ya depende del amor que tengas a Dios y de tu generosidad.

Con todo cariño te lo aconseja tu

Amigo

 

 

32.

En nuestro colegio hicimos una celebración de la Penitencia. Otra amiga y yo no nos confesamos porque pensamos que nadie puede obligarnos a confesar. Y también porque no sentíamos dolor n¡ arrepentimiento de nuestros pecados. ¿Tenemos razón?

Inconfesa,

Amiga Inconfesa:

Aduces dos motivos para obrar así. En el primero tienes toda la razón. En el segundo, no.

            1. Nadie puede obligarte a confesar; como nadie puede obligarte a pecar, y como nadie puede obligarte a arrepentirte. Son actos estrictamente personales. No pueden hacerse por decreto, y tampoco nadie puede hacerlos por otro. Sí, amiga: pecar y arrepentirse son dos ejercicios de tu libertad.

Con esto estás diciendo que de tus pecados eres responsable tú, y de tu arrepentimiento también. SÍ pecas, será por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa. Y si te arrepientes, eres tú, y no otro, quien quiere cambiar de vida.

No creo que en el colegio te hayan obligado a confesar. Sólo te han dado una oportunidad para que revises tu vida y la arregles un poco. Pero ha sido una oportunidad, no una coacción. Y a ti te ha parecido que tu vida no necesita arreglo o, si lo necesita, has preferido dejarla desarreglada. Es la opción que has hecho tú.

El confesor te ofreció, de parte de Dios y de parte de la Iglesia, sus poderes para perdonarte tus pecados. Pero tú has usado tu libertad para no hacer uso de esos poderes y para quedarte con todos tus pecados. Esa ha sido también tu opción.

De estas opciones sólo tú eres responsable, y responderás ante Dios.

            2. Dices que «no sentías» dolor ni estabas arrepentida. Te conviene distinguir entre «tener» y «sentir» dolor. Del dolor como del amor, hay dos clases: el que se siente, y el que no se siente, pero se vive.

El amor a los parientes y a los amigos se siente. El amor a un enfermo apestado, o a un enemigo, no se siente. Sin embargo, puedes atender al enfermo y puedes perdonar y hacer un favor al enemigo, incluso sintiendo repugnancia. Los estás amando, aunque no lo sientas.

El dolor de los pecados no se siente lo mismo que la pérdida del padre, de la madre o de un amigo. Pero, aunque no se sienta, uno es consciente de haber rechazado a Dios y quisiera no haberlo hecho. Eso es tener dolor. Aunque no se sienta, uno puede estar convencido de que debe luchar contra su egoísmo, su gandulería o su mal genio, y estar dispuesto a hacerlo. Eso es tener propósito.

Decir uno que no se confiesa porque no está arrepentido equivale a decir que no quiere arrepentirse, porque puede arrepentirse cuando quiera. Si no lo hace, es porque prefiere seguir en sus pecados.

Cosa distinta es decir que cuesta arrepentirse y abandonar la vida de pecado. Esto sí es comprensible, pero siempre puede uno desear dejar los pecados, pues la gracia de Dios para ello no le falta.

Aquí va mi consejo de amigo. Ponte en paz con Dios. Tómate un tiempo para evaluar tu vida. Luego ponía delante de Cristo crucificado y mira en El los efectos de tus pecados. Te pesará, sin duda, y terminarás pidiéndole perdón.

Sin forzar tu libertad, te lo pido como

Amigo

 

 

33.

Este verano conocí a un chico. Los dos nos llevamos muy bien, pero el problema es este: hace mucho tiempo que él no se confiesa. Yo quiero que él vaya a confesarse, pero él me contesta que no sabe qué decirle al sacerdote, que él no tiene pecados. Tal vez me lo diga por tontería, pero alguna falta ha de tener, por muy bien que se porte, pues hace dos anos que no se confiesa. Quiero convencerlo, pero no sé qué hacer. Me gustaría que me dijera puntos para que él pensase en ellos.

Pastora

Amiga Pastora:

¡Qué bien haces honor a tu nombre!: te preocupas del bien espiritual de las personas que tratas, como debe ser. ¡Ojalá hubiera muchas chicas como tú, que antes de fijarse en el tipo de los muchachos, mirasen su corazón. Muchas sólo se fijan en si el chico les gusta, pero no les importa nada si está alejado de Dios o en amistad con Él.

Estas suelen tener una idea muy egoísta del amor y de la amistad: sólo buscan alguien que las halague y que les guste; lo demás no les importa. Si se encuentran con un pobre muchacho paralítico o ciego sienten compasión, pero no la sienten, en cambio, de quien vive como un animal y no como un hijo de Dios.

Todo esto es una digresión, ya lo sé. Pero no puedo menos de comenzar por aquí, porque hacen falta muchachas profundas que sepan ver, detrás de cualquiera, a un hijo de Dios; degradado quizá, pero capaz de regeneración. Tú lo has intentado con ese muchacho, aunque por ahora no has tenido éxito. El deseo tuyo, sin embargo, ha sido bueno. Lo único que ha faltado, pienso yo, es la paciencia, porque creo que has corrido demasiado. Me explicaré.

Ese chico que hace años que no se confiesa, sin duda tiene faltas. Lo que pasa es que su conciencia no tiene sensibilidad y por eso no puede caer en la cuenta de sus faltas. ¿Y por qué le falta sensibilidad? Porque no ha pensado o nadie le ha dicho lo más importante: que Dios lo ama y que es su Padre. Lo explicaré con un ejemplo.

Sí tú me pides que yo escriba una carta al emperador del Japón pidiéndole perdón de mis faltas de educación cometidas contra él, yo te responderé que no le escribo porque nunca he faltado al emperador. Entiéndeme: yo creo en la existencia del emperador, pero tal personaje ni es mi amigo, n¡ mí pariente, ni nos conocemos de nada... A una persona cuya existencia sólo conozco por los periódicos, ¿de qué voy a pedirle perdón?

Pues eso es Dios para ese chico: un total desconocido. Sabe que existe porque se lo ha oído a los demás, pero ignora todo lo demás. No le tiene odio, pero tampoco le tiene amor. El chico probablemente no es malo, en cuanto que no hace mal a nadie, pero la idea que tiene de los mandamientos de Dios es casi seguro muy pobre: una especie de leyes de tráfico que él cumple perfectamente; por eso no descubre pecados en su corazón.

La cosa cambiará el día en que descubra que Dios lo ama, que lo ama como Padre, que lo ama hasta dar la vida, que quiere darle toda su herencia... El día en que se entere de esto y lo crea de verdad, el chico quedará impresionado y Dios dejará de ser un desconocido, para pasar a ser algo muy suyo.

Por aquí has de comenzar. Tienes que hacer caer en la cuenta a ese chico de que él también es hijo de Dios y de lo que esto significa; que para hacerle hijo Dios ha entregado al Hijo a la muerte en cruz... Cuando él capte todo esto, él se dará cuenta de que su vida, aunque no esté llena de crímenes, está vacía de amor. Este vacío de amor es su gran pecado.

Comprende que tu amigo no puede confesarse sin más ni más. Necesita ser evangelizado, que tú le prediques lo más esencial del Evangelio. Y esto esencial es que «tanto amó Dios a los hombres que les entregó su propio Hijo» (Jn 3,16). Puedes hablarle de la pasión y muerte de Cristo, como de algo que fácilmente puede entender. Pero no te quedes en la anécdota: hazle caer en la cuenta de que todo eso que hizo Jesús, es «por nosotros y por nuestra salvación»; también por él.

Luego puedes hacerle ver cómo los hombres nos preocupamos muy poco de corresponder a este amor, y únicamente pensamos en el dinero, en pasarlo bien, en trabajar poco, en hacer lo que nos gusta, etc. Esto es nuestro egoísmo que sepulta el amor de Dios. Esto es el pecado. ¡Ánimo, querida Pastora!'A ver sí logras acercar a Cristo a esa oveja que no es mala, pero que todavía no ha conocido a su Pastor, y no cae en la cuenta de que está lejos de El.

Te saluda tu

Amigo

 

 

34.

En mi colegio tenemos a media mañana un recreo. En este tiempo yo suelo tomarme un bocadillo y algunos días me compro una bolsa de patatas fritas. Yo tengo trece años y estoy en 2º de ESO y trato de ser buen cristiano. El caso es que algunos de mís compañeros, en cuanto me ven comer, se me acercan y me dicen: «Anda, buen cristiano, tienes que compartir». Y siempre que desean algo de mí, emplean este sistema. ¿Qué hago yo?

Toni

Querido Toni:

Hay una palabra castellana que se pronuncia como se escribe, y se escribe «gorrón», con todas las letras. Si miras un diccionario, encontrarás algo parecido a esto que leo en el mío: «Gorrón: el que tiene por hábito comer, vivir, regalarse o divertirse a costa de los demás». Conque ya lo sabes.

Hay en el mundo dos clases de personas que piden: Unas, los que tienen necesidad. Otra, los que no la tienen, pero poseen el vicio de ser gorrones.

Los que tienen verdadera necesidad, merecen nuestra ayuda incondicional. De estos es de los que ha dicho Jesús en el Evangelio que «si uno te pide la túnica, dale también el manto...» (Mt 5,38-42). Quiere decir Jesús que no debemos poner límites a nuestra ayuda mientras persista la necesidad de nuestro prójimo. Esto sobre el prójimo necesitado.

Pero ¿qué hacemos con los gorrones? Piensa un poco: ¿tú crees que les hacemos un bien fomentando su cara dura y su poca educación? ¿tú crees que les ayudamos si fomentamos su pereza y su poca previsión? ¿Crees que contribuirías a un orden justo manteniendo a quien puede mantenerse a sí mismo? No, ¿verdad? Pues ya tienes ahí lo que debes hacer.

Es cierto que algunos emplean contigo el argumento de tipo religioso. Se trata, ni más ni menos, de un «chantaje» espiritual. Probablemente, las mismas razones que a ellos no les moverían a compartir lo suyo con los demás las emplean contigo porque saben que tú intentas vivir el Evangelio y se aprovechan de este buen deseo tuyo.

Una cosa es que tú quieras invitar a un amigo cuando estás tomándote tus patatas, y otra muy distinta que cualquiera se crea con derecho a que, por sistema, lo invites. Esto es un abuso. Y uno que abusa de ti, decididamente no es un amigo tuyo, sino un abusón y un explotador.

Así que búscate un modo educado y caritativo de decir a los chantajistas y aprovechados que ellos también pueden traerse su bocadillo al colegio como haces tú; y que en ti la educación es invitar cuando quieras, pero en los otros la educación es no invitarse, y menos aún todos los días. Ya los has invitado en otras ocasiones, y no tienes ninguna obligación, ni de justicia ni de caridad, en invitar todos los días.

Y nada más, querido Toni. Que sigas tomando en serio el Evangelio y la persona de Jesús. De sobra comprendes que el Evangelio es de por sí lo bastante exigente, como para que los aprovechados quieran hacerlo más aún.

Te saluda tu

Amigo

 

 

35.

En mi clase muchos copian en los exámenes. Me gustaría que no lo hiciesen, ¿Debo delatarlos? Si lo hago, me quedaré sin amigos. Cuando en un examen los demás me preguntan algo, yo se lo digo. En clase me porto bastante bien, mientras ellos son irresponsables. Por esto, a veces, me dejan aparte y se ríen de mí. ¿Qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer?

Recto

Amigo Recto:

Tienes una conciencia muy recta y una voluntad dispuesta a seguiría. ¿Qué debes hacer? Seguirla, como hasta ahora. Esto es todo. Y seguiría, aunque los demás no lo comprendan; aunque se rían de ti; aunque piensen y hagan de otro modo; aunque te acusen de «falta de compañerismo».

«Falta de compañerismo»: esa es la palabra mágica que sirve para acusar a los que no copian ni ayudan a copiar, a los que no arman jaleo y no se prestan a armarlo... Pero tú ya ves el engaño, ¿no?

Compañerismo es la obligación de ayudar a un compañero. Pero la obligación de ayudar es sólo para lo bueno, nunca para lo malo. Para lo malo existe la obligación de no ayudar, y sí puedes, la obligación también de impedirlo. Si un compañero te pidiese tu colaboración para cometer un robo o un asesinato ¿es falta de compañerismo negarse?

Por tanto, prestar una hoja de papel, un bolígrafo, etc., es compañerismo. Pero ayudar a cometer un fraude en los exámenes es complicidad. Las cosas por su nombre. Y el cómplice tiene parte en la culpa que ayuda a cometer.

¿Tienes obligación de delatar ante el profesor a los compañeros que copian? En tu caso parece que no. Primero, porque la vigilancia de los exámenes no es incumbencia tuya. Segundo, porque el mal que evitarías no es grande, sobre todo en comparación de los inconvenientes que podrían traerte a ti.

¿Y si el profesor te pregunta? Podrías decirle de modo general que es probable y casi seguro que algunos puedan copiar. Pero como no tienes obligación de dar los nombres, puedes afirmar que no eres curioso y no te has fijado quiénes son. Es el profesor quien debe poner atención por sí mismo y no emplear a los alumnos como espías y delatores.

Resumiendo: el compañerismo pide ayudar a los compañeros en lo bueno, (como repasar los temas, crear ambiente de responsabilidad, etc.) y disimular (no aprobar) algunos de sus defectos que no son graves. Pero no pide ni puede pedir colaborar a lo malo, compartir el fraude en los exámenes y la ligereza e irresponsabilidad en la conducta, etc.

La misma ley del compañerismo pide a tus compañeros que te respeten a tí y a tu conciencia, cuando tú no les haces nada malo, pero te niegas a colaborar en lo que no te parece bueno.

Amigo Recto, conserva esta rectitud toda la vida, que hacen falta muchos hombres como tú. Te lo pide tu

Amigo

 

 

36

En mí barrio se oyen muchas palabrotas que dicen los hombres. También se las oigo a muchos chicos de mí edad. He preguntado y me han dícho que esas palabrotas no son pecado, sino que sólo son palabras malsonantes y de poca educación. Si no son pecado, ¿puedo yo decirlas también? Si puedo decirlas, ¿por qué mis padres me lo prohiben y me dicen que no quieren oírme tales cosas?

Chencha

Amigo Chencha:

No me extraña que en tu barrio se oigan palabrotas. Yo también las oigo en el mío, y en otros muchos barrios que no son el mío, y por otras ciudades y pueblos de España. España da la impresión de ser el país del lenguaje soez y del mal hablar.

Te han dicho que esas palabras no son pecado y te han dicho una verdad, pero no toda la verdad. Cada palabra aislada puede ser que no sea pecado, pero no podemos decir lo mismo de la actitud de aquel a quien le da lo mismo hablar de un modo que de otro. Me explicaré con unos ejemplos.

¿Es pecado sorber ruidosamente la sopa? ¿Es pecado bostezar aparatosamente en público? ¿Es pecado meter los dedos en las narices? ¿Es pecado comerse las uñas? ¿Es pecado comer con las manos sucias?... Ninguna de estas cosas es pecado, y sin embargo no deben hacerse.

No deben hacerse porque, según dicen, son de mala educación. Pero ¿qué significa eso de «mala educación»? Yo creo que significa una de estas tres cosas, o las tres juntas: o que molesta a los demás, o que Índica poco dominio sobre nosotros, o que tratamos con poco respeto cosas y personas que merecen más respeto.

Aunque cada palabra no sea pecado, ¿no querrá Dios que sus hijos sean educados? ¿Podemos hacer lo que nos venga en gana, aunque hiramos la sensibilidad de los demás? ¿Podemos tratar sin respeto las cosas que merecen respeto? ¿Podemos ser juguetes de nuestro mal humor y expresarlo con palabras burdas y brutales?

Aquí está el punto, querido Chencho; no en cada palabra, sino en la finura espiritual que Dios quiere para sus hijos. No cabe duda de que Dios quiere que en nuestro trato mutuo tengamos educación, es decir tratemos con respeto las cosas dignas de respeto, y no hiramos los sentimientos de los demás ni perdamos el control de nosotros mismos.

Y si Dios quiere esto, aunque cada palabra no sea pecado, tampoco puede decirse que ia falta de control y de educación sea precisamente un acto de amor a Dios y al prójimo. Y sí no hay amor a Dios o al prójimo, eso no es cristianismo, amigo Chencho; estamos muy lejos de Jesús.

Jesús nos dice que lo que pasa del «sí» y del «no» en nuestra conversación proviene del demonio (Mt 5,37). Pasar del «sí» y del «no» es reforzar y hasta saturar la conversación con juramentos, ajos, tacos, palabrotas, etc. Ninguna de ellas aisladamente es pecado, pero la actitud del corazón de donde brotan esas palabras es pecaminosa. Si tus padres te piden que donde quiera que vayas no cometas faltas de educación, Dios no es menos que tus padres, y nos pide cierta elegancia y distinción.

El modo de hablar puede ser un termómetro muy exacto para medir la talla espiritual de muchas personas. Tú intenta dar esa talla, no por afectación e hipocresía, sino porque lo quiere Dios de sus hijos.

Es el consejo de tu

Amigo

 

 

37.

Mucha gente jura. Unos dicen que jurar es pecado mortal, y otros que no. Mi hermano jura muchas veces y algunas veces por Dios. La verdad es que estoy desconcertado de si es pecado o no. También «prometer» es pecado?

Femando

Querido Fernando:

Repasemos el Catecismo, ¿te parece?

Jurar es afirmar o negar algo poniendo a Dios como testigo. Se hace este recurso para garantizar que lo que uno afirma es verdad, o para demostrar que uno va a hacer lo prometido.

Poner a Díos por testigo de una cosa que es mentira ¿cómo le sentará a Dios que es la mismísima Verdad? ¿Cómo te sienta a ti que te llamen mentiroso? Pues jurar una mentira, no sólo es engañar a los demás, sino llamar mentiroso a Dios haciéndole cómplice una mentira. Este pecado se llama perjurio, y ya comprenderás que es ofensa grave a Dios.

Hay otros que juran, y lo que juran es verdad. Pero lo hacen a cada paso, para dar fuerza a cualquier cosa que cuentan a un amigo, o para que los crean a la primera.

¿Qué te parecería a ti, sí cada vez que firmas se te exigiera la firma de un notario que acreditase que no la falsificas? Pues algo así hacen los que, sin necesidad, traen el testimonio de Dios para una bobada. Estos no dicen mentira, pero Dios merece mucho más respeto. Por eso no debemos emplear su nombre y autoridad para cualquier cosa, o para quedar nosotros bien. Esto no es un perjurio, pero sí es juramento innecesario. Por ser innecesario, es una irreverencia al nombre de Dios, pero ordinariamente será ofensa leve.

El cristiano debe evitar no sólo lo que ofende a Dios gravemente, sino también toda falta de respeto, ¿no te parece? Por eso no debe tampoco jurar sin necesidad. Y si tiene costumbre de hacerlo, tiene obligación de ponerse en serio a quitar tal costumbre. ¿Y qué hacer cuando oímos jurar a otro? Sí tienes confianza, cuando le oigas jurar puedes decirle: «no es necesario que lo jures, te creo». O esto otro: «prefiero que no lo jures; la cosa no merece tanto»; o también: «me fío más de quien no jura que de quien jura, sin necesidad».

Otros usan el término «prometer»; «te lo prometo», dicen muchos. Y esto puede tener varios sentidos:

            1) «Te aseguro que esto es así»; «estoy cierto de...»; «digo la verdad cuando digo esto», etc. Estos significados no tienen nada malo.

            2) «Te lo aseguro por mi honra..., por mi conciencia..., por mi madre...». Estas expresiones pueden ser una forma de juramento rebajado. Jesús nos aconseja que tampoco usemos esta forma de juramento rebajado: «No juréis por el cielo..., ni por la tierra..., ni por Jerusalén..., ni por tu cabeza... A vosotros os vasta decir «sí» o «no». Lo que pasa de ahí viene del Maligno» (Mt 5,33-37).

Santa Teresa afirma que su padre «era hombre de gran verdad. Nadie le vio jurar ni murmurar». Tiene razón la santa. ¿Quiénes son los que juran? Aquellos cuyas palabras no inspiran confianza. Por eso necesitan apoyar con juramentos lo que dicen. El que es sincero y dice sencillamente la verdad no necesita juramentos; merece crédito, aunque no jure. Así desea Jesús que seamos los cristianos.

Que seas tú también como D. Alonso, padre de Sta. Teresa, un hombre cuya palabra merece todo crédito, porque todos saben que vives en la verdad y dices la verdad.

Recuerdo lo que me contestó una niña. Jugaba con su hermano a pensar un número. Le pregunté:

—¿Y si tu hermano te en

—Ni hablar-me respondió rápidamente-, Julito nunca miente.

¿Lo ves? Julíto no necesitaba jurar para que su hermana lo creyera. Su hermana lo conocía y por eso se fiaba de él. Recuerda: no por jurar tenemos más razón.

Te saluda tu

Amigo

 

 

38.

SÍ es pecado jurar, ¿por qué se jura en los tribunales, y lo hacen también los ministros cuando toman posesión del cargo?

Teo

Amiga Teo:

Es pecado jurar sobre cosas falsas. Se llama perjurio. Y es pecado grave.

Es pecado también jurar sin verdadera necesidad, aunque las cosas sean verdaderas. Suele ser pecado leve.

Pero a veces hay verdadera necesidad de jurar, es decir de poner a Dios por testigo de una cosa. Puede estar en juego la vida o la fama de una persona que se ve acusada. Puede estar en juego el bienestar de una familia o de una persona metida en un pleito judicial.

En estos casos y similares en que se ventilan valores serios y transcendentales se puede invocar a Dios como testigo de lo que uno dice. Porque Dios ama la verdad y no se ofende de que se emplee su nombre santo para que se esclarezca esta verdad cuando el bien de los hombres lo requiere. Así se explica que el juramento sea el procedimiento ordinario en los tribunales para que salga a luz la verdad y para que, conforme a esa verdad, los jueces puedan hacer justicia.

Pero el que ante un tribunal jurase en falso, si como resultado de ese juramento en falso fuese condenada una persona inocente, no sólo cometería un pecado grave de perjurio, sino que además cometería un pecado grave de injusticia. Y el pecado de injusticia, según sabemos, lleva consigo la obligación de reparar los perjuicios hechos al que ha sido condenado injustamente.

Este tipo de juramento del que he hablado se llama juramento asertorio, porque sirva para testificar la verdad de un aserto o afirmación. Existe además otro tipo de juramento llamado promisorio. Es e! que se emplea para prometer ante Dios que uno cumplirá una cosa.

Esta clase de juramento es la empleada por el Rey, el Presidente del Gobierno y los Ministros cuando «juran» sus cargos. Prometen ante Dios que cumplirán sus oficios respetando la Constitución y buscando el bien de la nación. También puede hacerlo una persona cualquiera cuando promete realizar alguna cosa. Con este juramento se obliga uno gravemente con un vínculo nuevo a cumplir su promesa.

Algunas de estas personas públicas, en vez de jurar por Dios, dicen sencillamente la palabra «prometo». Esto no es propiamente juramento, puesto que no ponen a Dios por testigo. Otros dicen «juro por mí conciencia». Esto propiamente tampoco es juramento, porque la conciencia propia sólo la conoce Dios, y precisamente no se ha querido poner a Dios por testigo de ella. Esto es así, a no ser que el uso en cada parte del mundo dé a estas expresiones sentido y valor de verdadero juramento.

Por todo lo dicho, ya ves que el juramento no es un juego de niños. Hemos de reservarlo sólo para cuando sea necesario. Para todo lo demás debe bastar con nuestra palabra sin necesidad de más.

Te saluda tu

Amigo

 

 

39.

He leído en otra consulta que una chica iba a Misa por miedo a pecar y por cumplir el precepto. Confieso que a mí me pasa lo mismo. Y pienso que esto sucede a muchas personas, porque si quitaran la obligación de oír Misa, muchísimas no irían. No encuentro razón para un precepto así.

Pedro

Amigo Pedro:

Es probable, como dices, que muchas personas no irían a Misa, si no existiese la obligación de asistir a ella. Pero eso sólo quiere decir una cosa: que muchas personas no han entendido, ni lo que es la Misa, ni qué clase de obligación tenemos de celebrarla. Voy a intentar aclarártelo con ejemplos.

Suponte que un atracador te encañona con una pistola y te pide el dinero que llevas. Como quieres conservar tu vida te sientes en la obligación de darle cuanto llevas, que son mil pesetas. Aquí tienes la primera clase de obligación: aquella que se nos pone bajo una pena.

Pero ahora suponte otra cosa: tu madre está operada en la clínica y esta clínica te coge de camino cuando regresas desde el colegio a casa. Te sientes con la obligación de entrar a verla. Y no sólo esto, sino que además te sientes obligado, al pasar por la pastelería, a llevarle sus dulces preferidos que te cuestan también mil pesetas. ¿Quién te pone esta obligación? Sólo el amor.

La primera obligación la cumples por miedo y, corno dices muy bien, si no apuntaran con la pistola, ni tú ni nadie entregaría el dinero. Es una obligación que te viene de fuera, te la imponen, te recorta la libertad. En cambio la obligación de visitar a tu madre te sale de dentro, te la impones tú, la quieres y la eliges tú con plena libertad. Tu móvil es el amor.

Si ahora saliera una ley ordenando que todos los hijos cuyas madres están en la clínica, tienen la obligación de visitarlas diariamente y llevarles los pasteles que más le gustan, bajo multa de cinco mil pesetas, ¿qué pensarías tú? Pues una de dos: o el legislador no sabe lo que es el corazón de los buenos hijos, o sencillamente se han acabado los buenos hijos en el mundo y hay que forzarlos para que cumplan con sus madres enfermas. Vayamos a nuestro caso. La obligación de la Misa, no puede ser la obligación impuesta por el atracador. Si fuera así, tú tendrías toda la razón del mundo. Tampoco puede ser la obligación legislada para los hijos remolones. No, la obligación de la Misa la tenemos todos los cristianos antes de que salga ningún precepto de la Iglesia: pero es una obligación de amor, como la que tú tienes hacia tu madre enferma: de amor hacia Jesucristo muerto y resucitado por nosotros. Lo único que hace el precepto de la Iglesia es recordarnos el amor que debe existir en el corazón de cada cristiano para que él asista espontánea y libremente. Si este precepto resulta odioso, quiere decir que muchos cristianos no saben lo que es la Misa, o que tienen poco amor a Jesucristo.

Deberíamos ser tan buenos cristianos que, aunque no hubiera ningún precepto, siguiéramos yendo a Misa. Lo que hace el precepto de la Iglesia, no es hacernos pecar sí faltamos a Misa; es declararnos que ya hemos pecado porque amamos demasiado poco.

Quiere esto decir, amigo Pedro, que debes ser un cristiano más profundo y más consciente; que no te contentes con cumplir la letra de un precepto, sino que debes profundizar más en lo que es la Misa para ver en ella un acto de amor: un acto de amor de Cristo a ti, y un acto de amor de ti a Cristo.

Ya sé que esto no puede hacerse con estas líneas; pero que al menos te ayuden a cambiar tus puntos de vista, y ver que la falta puede estar en tu corazón que se contenta con cumplir solamente, pero sin amor en el corazón. Así serían los pasteles que tú le llevarías a tu madre si lo hicieses sólo por evitar la multa de cinco mil pesetas: un mero cumplimiento.

No te lo desea tu

Amigo

 

 

40.

A veces no puedo ir a Misa porque tengo que salir con mis padres y vivimos muy lejos de donde la dicen. No me llevan ni me dejan ir sola. ¿Hago mal?

Dominguera

Amiga Dominguera:

Tu caso es el de muchos chicos y chicas de tu edad que, por una parte, tienen que obedecer a sus padres, y por otra, no encuentran facilidad en sus padres para el cumplimiento de sus deberes religiosos.

Para ti y para cuantos se encuentran en casos parecidos, se me ocurre lo siguiente. Pero, repito, que esto es sólo para ti; no para los comodones que, pudiendo acudir, no quieren molestarse en ¡r a Misa el domingo.

Lo resumo en tres palabras: Programar, suplir, sustituir.

            1. Programar. Si tú sospechas que el domingo por la mañana no podrás, prográmate para ir por la tarde. Si tampoco puedes por la tarde, mete en tu programa la misa vespertina del sábado.

            2. Suplir. Puedes tener esta norma: si algún domingo no has podido ir a Misa, suple después con otra Misa cuando puedas.

Esto es lo que hacemos con lo que nos interesa, ¿no? Si no hemos comido o dormido, si no hemos hecho un examen, procuramos suplirlo después. ¿Va a ser la Misa menos que la comida, el sueño o un examen? Ya sé que no es lo mismo la misa en cualquier día que en domingo; pero si no has podido ir el domingo, es una muestra de tu interés intentar suplirla durante la semana, bien en tu colegio, bien en alguna iglesia de tu ciudad.

            3. Sustituir. Suponiendo que el domingo te es imposible asistir a Misa, además de suplir en algún día de ¡a semana, deberías el domingo celebrar tu propia misa, más o menos de este modo: te colocas ante una estampa de Jesús y de la Virgen. Comienzas rezándole, al menos, un misterio del rosario. Luego lees despacio un pasaje del Evangelio o de un libro piadoso. Te paras a pensar un poco y le haces al Señor unas peticiones por ti, por tu familia y por todo el mundo. Te unes a todas las misas que se celebran en todo el mundo y haces tu ofrecimiento o haces una comunión espiritual, es decir le expresas a Jesús tu deseo de comulgar.

Como ves, lo importante es tratar la Misa como algo que tiene valor. Si la Misa tiene valor de verdad, entonces programarás las ocupaciones para no perderla. Y si la has perdido, procurarás recuperarla, como cosa que vale. Y si no puedes recuperarla, la sustituirás por algo que te ayude a vivir y expresar tu fe.

Ya sé que los padres de muchos chicos y chicas no valoran la Misa dominical y por eso no se la facilitan a sus hijos. Pero los hijos debéis ir desarrollando personalidad también para !o religioso. Debéis obedecer a vuestros padres, sí; pero no debéis pensar lo mismo que ellos. Y así como sois listos para conseguirle vuestros padres otras cosas cuando os interesan, podéis también aplicar la misma técnica para conseguir de vuestros padres más facilidades para la Misa dominical.

Ojalá seas tú una de esas jóvenes valientes. Te lo desea tu

Amigo

 

 

41.

Cuando uno no puede asistir a Misa, ¿sirve oírla por radio o por televisión?

C C M.

Amiga C. C. M.:

Aparte de lo dicho en la consulta anterior, debo añadir algo más sobre el espíritu y la letra.

La letra del precepto dominical dice que «el domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen la obligación de participar en la Misa» (canon 1247). La mínima participación que se exige es la asistencia personal.

Cuando, por una causa justa (enfermedad, viaje necesario, distancia, etc.) un cristiano no puede asistir, la letra de la ley no dice que esté obligado a seguirla por radio o televisión, o que deba suplirla de otro modo.

Pero esto que no dice la letra, lo dice el espíritu de la ley, es decir, la razón y el objetivo de tal ley. Efectivamente, el motivo de la ley no es un capricho de la Iglesia, sino que en la Eucaristía se celebra el misterio central de nuestra fe, la muerte y la resurrección de Cristo.

Por tanto, quien no puede asistir a Misa, si quiere ser coherente con su fe, deberá suplirlo con otra cosa. En la consulta anterior sugeríamos algunas actividades supletorias, más bien de tipo personal. Pero hay otras actividades que pueden realizarse en unión con otros. Por ejemplo: una celebración de la Palabra, un rato de oración en familia o en grupos.

Por supuesto, una de estas actividades puede ser unirse a la Misa a través de la radio o televisión. Por estos medios, a través de los cuales podemos seguir tantos acontecimientos, podemos también seguir la celebración del gran acontecimiento de la Misa que está celebrándose en algún lugar.

Quiero recordar que tanto la Misa por radio y televisión, como las otras prácticas, son sólo supletorias. La obligación es asistir personalmente en unión de la comunidad cristiana, siempre que se pueda. Y esta obligación no hemos de verla como algo impuesto desde fuera, sino como una exigencia de nuestra fe, aunque nadie nos ío mandase. La Misa de cada domingo es lo mínimo que puede pedirse a un cristiano consecuente con su fe. El que cree de verdad se esfuerza todavía por asistir más días entre semana.

Ojalá seas tú de los que creen de verdad.

Te lo desea tu

Amigo

 

 

42.

Donde yo estoy, sólo hay Misa los domingos por la mañana. Pero a esa hora me toca jugar un partido ¿qué debo hacer?

Federado

Amigo Federado:

Lo que has de hacer debes decidirlo tú mismo. Y lo decidirás según la categoría de cristiano que quieras ser. Yo te expondré algunos puntos de vista y luego tú verás lo que haces, porque nadie puede decidir por ti.

Cuando el cristianismo entró en la sociedad pagana de Roma, ni los esclavos ni los trabajadores interrumpían sus tareas con un día de descanso semanal. Solamente usaban esta práctica los judíos. Los demás empalmaban semana tras semana.

Los cristianos habían aprendido de Jesús a reunirse para la celebración de la Eucaristía el primer día de la semana (entonces se llamaba «día del sol» y ahora se llama «día del Señor»). Como era día de trabajo, si querían ser fieles a su fe, no tenían más remedio que sacrificar algunas horas de sueño para poder asistir a la Eucaristía. Y así lo hacían ellos con generosidad.

Cuatrocientos años estuvieron los cristianos obrando así, hasta que en el siglo IV el emperador Constantino introdujo en la sociedad un día de descanso. Tal novedad fue en realidad una conquista de los cristianos, que reclamaban calladamente un tiempo para los deberes religiosos y para el descanso.

Así, desde el comienzo, tiene el día del Señor un sentido doble: el religioso {centrado sobre todo en la Eucaristía) y el humano (necesidad del descanso). Hay que procurar mantener este doble valor de manera que ninguno de estos valores destruya al otro. Sobre todo, hay que procurar que el descanso y las distracciones del domingo no sepulten el sentido religioso.

Pueden sepultarlo cuando las distracciones son de tal calidad que resultan ofensivas a Dios, como los espectáculos o prácticas inmorales. También los sepultan cuando se dan en tal cantidad que no dejan tiempo a las personas para sus deberes religiosos.

La Iglesia recuerda a los cristianos que en los domingos, además de participar en la Misa, «se abstengan de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del debido descanso del alma y cuerpo» (canon 1247).

Volviendo a tu caso yo te aconsejo:

            1. Intentar influir en los que organizan esos campeonatos para que su horario no impida habitualmente tu deber religioso. Si preguntas a tus compañeros, probablemente encontrarás algunos que tienen el mismo problema que tú. Juntos podríais hacer una representación a los organizadores. Los musulmanes la harían para que en la comida no les dieran carne de cerdo; y los respetarían. ¿No seréis capaces de hacerla vosotros por algo que vale mucho más?

            2. Si ya estás federado y no te es posible dar marcha atrás, haz el domingo algo supletorio como sugerimos en la consulta anterior.

            3. Para el curso que viene piénsalo muy bien antes de dar tu nombre para los torneos. Es el momento de poner tus condiciones. Si no las pones tú, te las impondrán otros que no tienen una fe como la tuya; y nadie debe gobernar tu fe, sino tú mismo. El deporte es bueno, pero no es lo más importante para el hombre. Tú debes mirar siempre lo más importante.

Sé consecuente con tu fe y sé también valiente para defenderla. Te lo desea tu

Amigo

 

 

43.

Yo no quiero ser vanidosa, pero me gusta vestir bien, ir a la moda y tener más ropa de la necesaria. ¿Perjudica esto a mi espíritu? ¿La Virgen estará descontenta conmigo?

Inquieta

Amiga Inquieta:

Los vestidos son a la vanidad femenina lo que el dulce al paladar. Un pastel sabe dulce y no puede saber a acíbar. Y un vestido bonito halaga a toda mujer, sobre todo si es joven, más que un harapo. A toda chica de tu edad le agrada tener variados mo-delitos de recambio con que presentarse.

Así funciona el paladar con los pasteles, y así funciona la inclinación natural de la mujer a agradar e impresionar a los demás. No te asustes por ello, porque en este funcionamiento no hay nada malo.

Lo malo comienza cuando una joven queda esclavizada por esta inclinación y se entrega, total o parcialmente, a vivir esta vanidad; es decir, cuando piensa que vale más o quiere valer más por lo que ella viste que por lo que ella es.

La sociedad de consumo en que vivimos juega con la vanidad de las jóvenes y está inventando continuamente modas y modelos con que halagarlas. Debe ser un buen negocio. SÍ yo fuera comerciante, tal vez me dedicaría a lo mismo. Pero como no soy comerciante, sino que intento ser un amigo fiel, con unas sencillas reflexiones quiero iluminar un poco el estilo de vida cristiana a que aspiras.

1. «Aunque la mona se vista de seda, mona se queda». El vestido da de ti una imagen exterior, pero no cambia tu personalidad. Tú sigues siendo la misma de antes, buena o mala, egoísta o servicial, responsable o tonta... Lo que más vale en tí es lo que tú eres, no lo que vistes. Lo que tú vales, lo vales lo mismo en pijama que con un modelo de Christian Dior.

2. En la medida en que te esclavizas a la vanidad, en esa misma medida pierdes la libertad de espíritu. No se te pide que andes hecha un adefesio, no. Viste normalmente con cierta elegante sencillez; pero nunca seas esclava del vestido. « ¿No vale la persona más que el vestido?», ha dicho Jesús (Mt 6,25).

Jesús quiere que, por encima de todo, seamos libres. Para conseguir esta libertad es preciso sacrificar algo. Ese «algo» es también el excesivo afán de tener más y más vestidos que trata de imponernos la sociedad en que vivimos. ¿No te da pena ver tantas personas esclavas de la publicidad y de lo que llevan los demás?

3. Hay personas a quienes les gustan los pasteles y, sin embargo, no viven de ellos ni para ellos, sino que saben renunciar. Hay también personas a quienes les gustan los vestidos, pero quieren vivir en la austeridad cristiana, contentándose con tener solamente lo que necesitan. Y quieren vivir así por varias razones.

 a) Por imitar a Jesucristo que, pudiendo vivir como rico, escogió vivir como pobre.

 b) Por imitar a María, que siguió a Cristo en esta misma pobreza y se preocupó más de ser lo que debía y de responder a la llamada de Dios, que de tener cosas.

 c) Por solidaridad con muchos hermanos nuestros que viven en condiciones infrahumanas.

 d) Para conservar la libertad del corazón que nos hace personas y no juguetes de la sociedad o de la propia vanidad.

He aquí algunas cosas de las que me sugiere tu carta. No todos las entenderán, ya lo sé. Espero que tú sí las entiendas, porque veo que te sientes llamada a algo serio, como María.

Que Ella te haga entender lo que es el seguimiento de Cristo.

Te lo desea de todo corazón tu

Amigo

 

 

44.

Un amigo mío nunca reza. Yo le digo que eso es pecado. Y él me responde que por qué va a serlo y que quién lo manda. Yo me he quedado sin saber qué contestar. Ayúdeme

Orante

Amigo Orante:

Una persona puede perder la vida de cuatro modos:

            1. Primero (con un poco de fantasía), por aborto voluntario, no de la madre, sino del niño. Imagínate que fuera el mismo niño, antes de ser concebido, quien rechazara la vida que sus padres quieren comunicarle. ¡Imposible!, me dirás; quien no existe no puede decidir. Así es; por eso comprenderás el pecado que cometen los que hacen por el niño el pecado que él no puede hacer.

            2.  El segundo modo es por suicidio. Después de recibir la vida, uno renuncia a ella, y se la quita él mismo.

            3. El tercer modo es por exponerse sin necesidad ni preparación a peligros graves. Por ejemplo: cruzar las calles sin fijarse, conducir mal, caminar por el alambre sin entrenamiento, etc...

            4. El cuarto modo es por no cuidar la salud. Los que fuman cuanto quieren; los que comen y beben cuanto les apetece, o no comen lo que necesitan; los que se drogan...

Así son también las cuatro clases de pecados que podemos hacer:

            1. Unos pecan por rechazar la vida de hijos que Dios les ofrece. Rechazan la fe, rechazan el bautismo.

            2. Otros ya son cristianos, pero se suicidan quitándose la vida recibida en el bautismo. Y se la quitan por una bobada: por unos billetes, por un placer, por una venganza...

            3. Otros están continuamente exponiéndola a peligros. Terminan como quien se pone delante del toro sin saber torear: corneados y desangrados. 4. Finalmente, otros se van intoxicando continuamente de pensamientos no cristianos, su voluntad se va debilitando porque sólo hacen lo que les apetece; no se alimentan suficientemente con la Eucaristía y cada vez inhalan menos oxígeno, porque se les obstruyen las vías respiratorias.

Entre estas cuatro clases ¿dónde se encuentra tu amigo? En la cuarta, evidentemente. Es un cristiano intoxicado, debilitado, infraalímentado y no oxigenado. Y no es que le falten medios, es que él los rechaza: se ha declarado en huelga de hambre ante Dios. Va muriendo poco a poco, pero muere culpablemente, porque quiere. Este es el pecado de tu amigo: dejarse morir.

Una bombilla desconectada de la central, se apaga. Uno desconectado de Dios se apaga también. Probablemente tu amigo ya está apagado: ha cortado el cable que le traía la energía y el oxígeno. Mira a ver cómo se lo dices para que recapacite.

Deseo que lo consigas. Tu

Amigo

 

 

45.

En mi clase (1º de ESO) hay muchas chicas que fuman. A mi me parece que eso no es pecado, y con esto ellas se excusan. Pero también, pienso yo, que así no obedecen a sus padres, porque lo hacen a escondidas de ellos. Yo, desde luego, no podría hacerlo sin decírselo a ellos. ¿Soy una rara? ¿Estoy equivocada?

Clara

Amiga Clara:

Ni rara ni equivocada. Eres lo que dice tu nombre: ¡Clara!, y ojalá toda tu vida seas así. Me parece estupendo que seas de cristal para tus padres y que tengas confianza con ellos para serlo. Si todos los de tu edad pudieran tenerla, sin necesidad de andar escondiéndose de las personas que los quieren y buscan su bien... Pero vayamos a tus preguntas.

Evidentemente, fumar no es pecado. Si no, la de pecados que cada día se cometerían en el mundo donde se consumen los cigarrillos por ¡miles de millones! Hay cosas más serias.

Pero decir que algo no es pecado, no equivale a decir que ya puede hacerse sin más, y que puede hacerlo todo el mundo. Ser cristiano no consiste en evitar los pecados, sino en hacer la voluntad de Dios, como la hizo Jesús. Y la voluntad de Dios es que busquemos lo que hace bien a nuestra persona y a las demás.

Según esto, pienso sobre el tabaco lo siguiente:

            1.  No es bueno a ninguna edad, pero mucho menos a la vuestra, el abusar e intoxicarse con lo que positivamente produce daño. No hace ser falta ser médico para afirmar esto.

            2. No es bueno vivir en actitud de insinceridad y de huida de los padres. Eso mina el clima de confianza y claridad que debe existir entre padres e hijos. Dios no puede querer esto. Y, desde luego, por vuestra parte, no deberíais dar ocasión para ello.

            3. Sí los padres lo han prohibido positivamente, creo que se trata de una abierta desobediencia. Tampoco puede aprobarlo Dios.

            4. Si los padres no lo han prohibido, pero no les gusta, pienso que deberíais darles ese gusto. Y la razón es muy sencilla: ¿No decís que los amáis? Y ¿en qué está el amor?, ¿en hacer lo que a mí me gusta, o en dar gusto a los que amamos? ¿No os parece bien ceder un poco de vuestro capricho para responder al amor de los padres, que tanto se han sacrificado por vosotras?

            5. Aunque los padres os lo permitieran, pienso que existe otro mal: habituarse a gastar dinero inútilmente. En un mundo donde hay tantos que no tienen comida ni educación, como tenéis vosotras, deberíamos ser muy escrupulosos en medir el dinero que gastamos. Hablamos fácilmente de las injusticias de los demás, pero no caemos en la cuenta de las nuestras. Y si caemos en la cuenta, las encontramos justificables. De este modo nos metemos más y más en la sociedad de consumo. Nos vamos creando cada vez más y más necesidades, pero todas artificiales. Nos vamos insensibilizando a las necesidades de los otros y vamos perdiendo capacidad de sacrificio.

            6. Capacidad de sacrificio: esto es lo último que quiero decirte. Un cristiano debe ser persona dispuesta al sacrificio. Esto es muy bonito decirlo y cantarlo, pero cuesta más hacerlo. Y Jesús ha dicho que nos juzgará, no por las palabras bonitas que hemos dicho, sino por las obras que hacemos.

Aquí tienes, querida Clara, unos cuantos principios para que tú misma te traces una norma de conducta. Decide por ti misma lo que es mejor para ti y para seguir a Jesucristo. Nadie puede decidir por ti y, mucho menos, cumplirlo por ti.

Te saluda tu

Amigo

 

 

46.

El otro día unas amigas me invitaron a fumar. ¿Es pecado fumar? Yo veo mucha gente que fuma.

Fumadora

Amiga Fumadora:

A tu pregunta no puedo contestar ni con un «sí» ni con un «no», porque el pecado no puede medirse con metros, ni pesarse con balanzas. El pecado es un acto o una actitud respecto de Díos o del prójimo, pero una actitud de falta total o parcial de amor.

Es pecado, por tanto, todo aquello que hace mal a alguien, y es mayor o menor pecado, según el daño causado sea mayor o menor. Ese alguien a quien se se hace mal podemos ser nosotros mismos.

Según esto te diré el mal que podemos hacer con el tabaco. De ahí puedes deducir qué clase de pecado puede ser.

            1. El tabaco no daña la salud. Esto es tan claro que ya se anuncia hasta en las cajetillas del mercado.

            2.  Pero daña a la persona debilitando su voluntad. No da el tabaco más personalidad al que fuma. Así sólo piensan los adolescentes que quieren presumir de mayores. Al contrario, esclaviza y quita la libertad. Cuántos ya no pueden prescindir del tabaco... Son como drogadictos en tono menor. Su amo, el tabaco, no es tan tiránico como la heroína; pero, al fin y al cabo, es «su amo».

            3. Se gasta dinero en cosas inútiles. No basta decir: «yo no se lo quito a nadie. El dinero es mío y lo gasto en lo que quiero». No, querida amiga: el dinero, lo mismo que la vida, la salud, el talento y todo lo demás... son dones de Dios. El los da; mejor dicho, los presta para que con que con ellos hagas el bien a ti y a los demás.

Y ahora dime: ¿A quién haces bien fumando? En vez de «quemar» ese dinero, podías comprarte unos zapatos, o una calculadora. Podías también (si ya tienes zapatos y calculadora) comprar unos zapatos a un niño cuyo padre está en paro, o un abrigo, o un bocadillo para un hambriento...

            4. El fumador molesta a los demás. Así como suena. Con frecuencia el fumador sólo piensa en que él tiene derecho a echar humo; pero no se le ocurre pensar que sus vecinos tienen derecho a que no se lo echen. Ya se va prohibiendo en España fumar en autobuses, trenes y lugares públicos. Menos mal.

Pero el fumador, como un pequeño drogadicto, tiende a hacerse un egoísta y pensar sólo en su gusto o «necesidad», sin atender a las molestias que causa a los demás. Por un fumador educado que pide permiso a los demás o se marcha a otro sitio para fumar, hay mil ineducados.

Esto es lo que pienso del tabaco. Me parece que no es precisamente una virtud. No llega a ser vicio grave, pero trae sus peligrillos ¿verdad? Y te diré una cosa que me hace gracia: que personas dispuestas a hacer sacrificios para no engordar, o para hacer deporte, o para sacar a pasear a su perro, no se preocupan de hacer el sacrificio del tabaco.

Tú no te dejes arrastrar. No fumes porque lo hagan los demás, aunque sean muchos; aunque te inviten; aunque te digan que ya eres mayor. Sé libre y procura tener una voluntad limpia en consonancia con tus pulmones.

Te lo desea tu

Amigo

 

 

47.

He visto la película El Cardenal. No entiendo por qué aquel sacerdote que parecía tan bueno, deja que muera su hermana cuando va a dar a luz. ¿Qué hay que preferir, la vida de la madre o la del niño?

Sincero

Amigo Sincero:

Muchos de mis lectores no han visto la película. Por eso me permito reproducir aquí el hecho a que aludes. Se tata de una madre que va a dar a luz, y se halla a punto de morir si no muere el niño que va a nacer. Alguien propone como solución para salvar a la madre, matar al niño. Pero el sacerdote, que además es hermano de la madre, se opone rotundamente a ello. Como consecuencia, la madre del niño muere, y el niño se salva.

Este hecho plantea este grave problema, que es el que tú preguntas: ¿Se puede dejar morir a la madre así? ¿No será lícito matar al niño para que la madre no muera? He aquí lo que quiero iluminarte.

Uno de los principios fundamentales de la moral cristiana es que nunca ni por ninguna razón, debemos hacer el mal. Fíjate bien, nunca, ni por ninguna razón; aunque consiguiéramos alguna cosa buena.

Por ejemplo: no debemos matar a uno para conseguir la paz familiar. No podemos mentir para conseguir una fortuna, etc. El mal siempre es mal, aunque a veces nos guste y hasta saquemos provecho de él.

Apliquemos ahora este principio al hecho que presentas. Para salvar la vida de la madre sería necesario matar al hijo que lleva en sus entrañas. Pero matar al niño es algo malo ¿no? Aunque consiguiéramos un bien (aquí, la salud de la madre) sería a costa de hacer algo malo (aquí, matar al niño).

A la pregunta que haces: ¿qué vida preferir, la de la madre o la del niño?, respondo: las dos. Tan sagrada es una como otra. Nadie tiene derecho sobre ninguna de las dos para intervenir y dirimir la cuestión en favor de uno de los dos, ¿no te parece? Esta es la solución teórica; es decir, así son las cosas y así deben ser cuando las pensamos con la cabeza. Pero sucede que no pensamos sólo con -la cabeza, sino también con el corazón. Se nos hace tremendamente duro dejar morir a un familiar (aquí, la hermana). En cambio, no se nos hace tan dura la muerte de un desconocido (aquí, el niño que va a nacer). Pero, vida por vida, vale tanto una como la otra.

El Evangelio nos enseña esto precisamente: que la norma de nuestra conducta no debe ser lo más fácil o lo más agradable, sino lo que es justo. Tal vez para realizar lo que es justo sea preciso, como en este caso, hacer algo costoso y heroico. Quien no tiene fe, escoge siempre desde su egoísmo lo que más le conviene; quien tiene fe, escoge lo que Dios quiere. Este es el compromiso que hemos adquirido el día de nuestro bautismo: hacer el bien y sólo el bien. Y el bien a veces hace sufrir.

Dentro de poco, según esperamos, el Papa beatificará a Gianna Beretta. Esta madre, que además era médico, al llegarle el momento de dar a luz se encontró ante el dilema: o la vida del niño o la suya. Como madre cristiana, prefirió la vida de! niño y entregó la suya: fue mártir de la maternidad. No hace mucho otra madre italiana repitió el gesto de Gianna Beretta (ver HOSANNA abril, 1993, p.20).

Nuestros gobernantes, en cambio, han impuesto una legislación que permite eliminar impunemente a estos niños no nacidos, como quien elimina una mosca que molesta. Piensan tal vez que, como los niños no se quejan, nadie les pedirá cuentas. Y no sólo eso; quieren que tampoco los ciudadanos den valor a las vidas de los no nacidos y que puedan decidir sobre ellas como si fuesen dueños absolutos. Mas Dios sí pedirá cuentas a los que condenan a muerte a niños inocentes.

La Iglesia también trata de defenderlos oponiéndose a las legislaciones proabortivas, y condenando con pena de excomunión a los que procuran y realizan el aborto (canon 1398). La vida tiene sus leyes, puestas por Dios, y no podemos saltárnoslas cuando nos molestan, ¿no te parece?

Te saluda tu

Amigo

 

 

48.

Tengo un amigo al que sus padres permiten ver todas las películas que se le antojan. Su* padres le han puesto una televisión en su habitación. El otro día me enumeró un montón de películas para ver si yo las había visto. Yo le dije que no, y mejor para mí. El me respondió que mejor para mí, no; mejor para él. Yo esto no me lo explico, amigo ve todas las películas con toda naturalidad y eso es lo que quiere conseguir gobierno que ahora tenemos.

Entero

Amigo Entero:

El mismo día que me llega tu carta, leo en el periódico que en una factoría de la India un escape del gas metilo-isicionato ha producido ya 2.500 víctimas humanas, y que el número aumenta cada hora. Los animales muertos son tantos que se teme epidemia producida por la descomposición de sus cadáveres.

Suceso trágico, ¿verdad? Pues no es sino una pintura al lado de lo que está ocurriendo en el corazón de muchos niños y jóvenes. El gobierno actual ha dejado libre todos los tubos de escape que se llaman televisión, cine, revistas pornográficas, etc. El veneno que vomitan esos tubos de escape es mucho más tóxico qUe el metilo-isicionato, porque destruye la pureza, la generosidad los ideales y la voluntad de los jóvenes.

Lo que sucede es que este veneno es placentero para las víctimas mientras va corroyéndoles las entrañas y convirtiéndolas en una piltrafa de persona. Este veneno no destruye los tejidos corporales, pero aniquila la voluntad y todo sentido elevado de la vida. Destruye la personalidad.

Los padres buenos, los que buscan el bien de sus hijos, procuran tener apartadas las narices de sus hijos de esas bocas qUe escupen la muerte sobre el corazón. Tus padres son así. Agradécelo a Dios y da también las gracias a ellos. Que ellos vean qUe tú has caído en la cuenta de que te quieren de verdad. Los padres de tu amigo, en cambio, no son así. Tu amigo tiene una gran desgracia con sus padres, y no lo sabe. Tal vez ellos piensan que así lo tienen más entretenido, y puede ser verdad, pero lo entretienen con algo que estropea al hijo.

A vista de todo esto yo te aconsejo lo siguiente:

            1. No tengas envidia de tu amigo. Le has dicho que mejor para ti no haber visto todas esas porquerías, ¿no es verdad? Pues mantenlo. Sí, hombre, sí: mucho mejor para ti no haber respirado el tufo de ese veneno que adormece y mata el corazón de los jóvenes.

            2. ¿Crees que te conviene seguir como amigo de ese «amigo»? ¿No has notado que él pretende hacerte como él? Yo sé que lo que tú intentas es hacerle bien y apartarlo del mal. Pero, ¿no será más fácil que él te contagie a ti?

            3. Habla a tus padres de este caso. Dales cuenta de cómo es y cómo piensa tu amigo. Ellos, que se esfuerzan tanto por mantenerte alejado del mal, tienen que conocer que tienes bien cerca un nuevo peligro. SÍ te dicen que no lo trates nada más que como compañero, pero no como amigo, haz caso de lo que te digan. SÍ te dicen que sigas con él, pídeles que sigan ayudándote y cuéntales con sinceridad lo que hablas y haces con tu amigo.

            4. En caso de que tengas que seguir «soportando» a ese amigo, hazle saber claramente que no admitirás lecciones suyas en ciertos asuntos y, si intenta atraerte a su modo de pensar o de actuar, que tendrás que romper con él. No tengas miedo a ser claro, valiente y tajante. Lo peor que puede pasarte es andar en contra de ti mismo, por no ir en contra de tu amigo.

            5- Ora y sacrifícate por ese muchacho. No ha tenido la suerte tuya de tener unos padres que le defiendan, y se ha hecho víctima de sus propios caprichos. Sólo después de haber orado por él, puedes hablar con él.

Un saludo de este verdadero

Amigo

 

 

49.

Mis padres no me dejan ver algunos programas de televisión, pero a otros compañeros sus padres sí que les dejan. ¿Es que sólo a mí me hacen daño? Y si hacen daño a todos, ¿por qué los echan en la tele?

Perplejo

Amigo Perplejo:

A la Compañía que nos abastece de agua corriente, no se le pide que envíe cocacola por los grifos, pero sí se le exige que el agua no contenga microbios. A la empresa de autobuses, tampoco se le pide que nos ponga un sofá y aire acondicionado, pero sí se le exige que revise los frenos y la dirección del vehículo. Cosas parecidas se piden a cuantos realizan un servicio al público.

¿Por qué a la televisión, que llega a todas las casas, no se le exige que emita programas limpios y oxigenantes? ¿Por qué se exige a una fábrica que no vierta productos contaminantes, y se le permite a la televisión el vertido de residuos antieducativos? Tú no lo sabes. Yo tampoco lo sé. Y los que lo saben, se callan.

Pues como yo no tengo acceso a los amos de la televisión, te diré a ti cuál puede ser tu conducta.

Lo primero que podemos hacer es protestar. De buenas maneras, pero protestar. Si el grifo trae agua contaminada, los vecinos levantan una protesta. Si el teléfono no funciona, se avisa al Servicio de Averías. SÍ el pan contiene arena, se le dice al panadero.

Yo conozco un grupo de chicos como tú, que se fueron al director de un periódico de su ciudad para entregarle un escrito de protesta sobre la televisión. Y el escrito salió en la prensa. Esto, ahora; pero vete acumulando responsabilidad y formación para luchar contra lo mismo cuando seas mayor y tengas derecho al voto y, con él, tengas también el deber de eliminar lo que hace mal a la sociedad.

Lo segundo, es no probar lo que está contaminado y contamina. ¿Te acuerdas de que, durante mucho tiempo, los periódicos y la radio estuvieron publicando la lista de aceites que contenían colza? Pues era para eso, para que nadie los probase. Si tu grifo mana colibacilos de tifus, tus padres no se contentan con avisar a la Compañía de Aguas. Seguro que te cierran el grifo diciéndote: «Niño, de aquí no se bebe basta que se arregle» ¿A que sí? Pues esto es lo que ya están haciendo tus padres con los programas que pueden hacerte daño: cerrarte el televisor.

No pienses que tus padres lo hacen por fastidiarte; lo hacen para evitarte la contaminación de tu corazón, que por ahora es limpio y puro. Tampoco pienses que tus padres son anticuados y no saben lo que hacen. Los microbios no se ven; sólo se notan sus efectos cuando ya han invadido el organismo. Tus padres, con su experiencia, conocen que hay microbios televisivos que corrompen. Tú no los ves, pero ellos quieren evitarte que los descubras después que te hayan mordido e invadido eí corazón. Siempre vale más prevenir que curar.

Hay padres que conceden todo a sus hijos, me dices. De acuerdo. Pero estos no son el ideal. ¡Pobres niños los que tengan tales padres! Algunos padres proceden así por ignorancia; otros, por descuido, y otros, por debilidad. Pero ninguno de estos procede por amor, tenlo por seguro.

Tú da gracias a Dios de que tus padres no son ni ignorantes, ni descuidados, ni débiles. Saben lo que tiene que hacer y lo hacen. Y esto es amor: no permitirlo todo, sino buscar lo que hace bien y apartar a los hijos de lo que hace mal. ¿De acuerdo? Pues un saludo para tus padres y otro para ti de tu

Amigo

 

 

50.

Tengo once años. Cuando voy a mi pueblo los fines de semana, las conversaciones de mis amigas giran siempre en torno a desnudos. Yo trato de cambiar de conversación, pero ellas siguen hablando de lo mismo. ¿Qué debo hacer?

Preocupada

Amiga Preocupada:

Estamos cosechando lo que hemos sembrado. Se han llenado los quioscos de revistas indecentes; la televisión ofrece estos espectáculos gratuitamente; incluso en algunos colegios se ofrece a los alumnos un texto de iniciación, más que sexual, pornográfica, etc... ¿Hay que extrañarse de lo que pasa? ¿No es normal que tus amigas se hayan contagiado?

¡Con lo hermoso que es el corazón de una niña pura...! ¡Cuánta pena da encontrarse que algunas, a tu edad, ya tienen e corazón corrompido! Pero no voy a contentarme con lamentaciones. Me pides un consejo, y voy a intentar ayudarte. He aquí lo que me parece:

            1. Si no la has tomado ya, toma la decisión de mantener tu corazón limpio en medio de la contaminación ambiental. Nada puede mancharte si tú no quieres. Tendrás que luchar, no lo dudo; pero la victoria es posible. Otras niñas y jóvenes se han encontrado en circunstancias iguales o peores que las tuyas. Piensa en santa María Goretti, santa Inés, etc.

            2. Persuádete de que tú sólita no puedes. Tu corazón es débil y tus fuerzas no resisten esta oleada de pornografía que os invade. Necesitarás orar un poco más. También necesitarás comulgar con frecuencia. Y además te será necesario acercarte con frecuencia al sacramento de la Penitencia donde se nos curan las heridas del pecado y se nos da fuerza para luchar y vencer el pecado.

            3. Conviene que informes a tus padres de lo que te sucede con tus amigas. Ellos, que buscan tu bien, deben saber los peligros que tienes para poder ayudarte. Sus consejos serán los mejores. SÍ no sabes cómo decírselo, puedes entregarles esta carta mía y decirles que este es tu caso. Tal vez ellos conocen a los padres de esas niñas y entre todos pueden poner remedio. No tengas miedo ni a parecer una «acusica», ni a que tus padres se asusten.

No eres «acusica» que lleva ante el juez, sino una hija que tiene confianza con sus padres y quiere ser ayudada en sus dificultades. ¿Sólo las demás tienen derecho a corromper, y tú no vas a tener derecho a defenderte? Tampoco se asustarán tus padres, ni te reñirán. Al contrario, se alegrarán porque tienes confianza y les das ocasión de poder ayudarte.

            4. Respecto a tus amigas, creo que debes proceder así: si siguen en la misma actitud, debes hacerles entender, de uno u otro modo, que una de dos: o cambian ellas, dejando esas conversaciones, o cambias tú, dejando de salir con ellas. Te facilito un poco lo que, más o menos, puedes decirles:

 - Que tú quieres vivir como una hija de Dios.

 - Que, si hasta ahora, has salido con ellas y ahora «amenazas» con no salir, es porque los amigos deben ayudarse a ser buenos, pues los que se hacen mal, no son amigos, sino enemigos, y tanto peores cuanto más se disfrazan de amigos.

 - Que ellas no se portan como buenas amigas respetando tus gustos legítimos.

 - Que, puesto que ellas no quieren que tú las ayudes a ser mejores, en el fondo están rechazándote. Quieren salir contigo, no para ayudarte ni para que tú les ayudes, sino para estropearte. Y esto es impropio de amigas.

Todo esto has de decirlo sencillamente, sin reñir, sin insultar, sin dar voces. Como quien sabe que Jesús piensa lo mismo, y con la mansedumbre con que Jesús lo diría. Acuérdate de aquella palabra de Jesús: «sí tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela...» Mt 3,30.

            5. Ora y sacrifícate por esas chicas, y también por los que las han corrompido. Tal vez, gracias a tus oraciones y sacrificios, ellas y los otros puedan convertirse al bien.

Que seas pura y valiente te desea tu

Amigo

 

 

51.

El otro día vino a clase un compañero con fotos indecentes de una revista. Se puso a enseñárnoslas a todos y a comentarlas. Yo no quise verlas... me puse colorado, pero no me atrevía tampoco a decir nada. Estoy descontento de mi conducta.,. Yo creo que debería haber hecho más, pero no sé cómo. No me atrevo a más.

Jorge

Querido Jorge:

¡Bravo, muchacho! Estoy contento al ver que hay quien no quiere dejarse arrastrar al mal e intenta hacer el bien..., aunque a veces no acierte. Intenta conservarte así.

Sin embargo, no estás contento de ti mismo. Sientes que deberías haber hecho más. No claudicaste, pero tampoco lograste parar el mal, como debe hacer un cristiano. Es probable que en aquel momento tu psicología no dio para más: no tenías fuerzas, tampoco sabías qué hacer ni cómo hacerlo, y tus nervios y tu timidez te hacían ponerte colorado e inseguro.

Bueno, no te desanimes. Desde ahora vas a hacer lo posible por ir venciendo tu timidez y por adquirir serenidad. Voy a darte unos puntos para que los reflexiones, los asimiles y, cuando vuelvas a encontrarte en situación parecida, los digas a tu modo y por el orden que quieras.

Puedes decir a tus compañeros que tales espectáculos o fotos, tal vez a ellos los diviertan, pero que a ti te dan lástima:

            1. Lástima de que haya personas que comercien con su cuerpo porque así se rebajan y se convierten en objeto, como una mercancía que se compra y se vende.

            2. Lástima de que haya personas que se enriquezcan comerciando con el cuerpo de los demás, como hacían los negreros.

            3. Lástima de que haya personas que, en vez de enseñar lo que es el verdadero amor, sólo saben emplear su talento en embrutecer a los hombres 7 excitar en ellos el instinto sexual para mantenerlos a nivel de bestias... cuando hay tantas lágrimas que enjugar, tantas injusticias que reparar, tanta hambre de pan y de cultura, tanta ignorancia de Dios, y tantas cosas buenas que hacer...

            4. Lástima de que una cosa tan hermosa como es el amor quede reducida a una exhibición anatómica, como si se tratase de una feria de ganado.

            5.  Lástima de que la juventud no tenga más ideales que el mirar, hablar, aprovecharse... cuando es tiempo de formarse y de mirar qué puede hacerse por los demás.

            6. Lástima, porque nos disgustaría profundamente de que a nuestras madres y hermanas las tratasen así, o fuesen así, etc.

            7. Tal vez te dirán que ellos no tienen la culpa. Pero tú puedes replicar que, aunque haya personas malas que se presten al abuso, nosotros debemos ser tan caballeros que no debemos aprovecharnos de la debilidad de los demás.

Esto que te digo te lo piensas tú; si quieres, lo redactas en un papel con tu estilo, para aclarar tus ideas. Y, cuando llegue la ocasión te sentirás más seguro de ti mismo y es más fácil que puedas tener una intervención acertada.

No te enfades; no riñas, mantén la serenidad, pero di lo que tengas que decir. Y no te olvides de orar por tus compañeros a los que intentas hacer bien.

Que se lo hagas de verdad. Te lo desea tu

Amigo

 

 

52.

En los quioscos hay muchos libros y revistas malas. Mis padres me tienen prohibido comprarlas. Me han dicho que, como me vean con una de esas revistas, me matan. Yo les hago caso, pero me pregunto: ¿Por qué venden eso en los quioscos? ¿No se hace un mundo mejor proporcionando buenas lecturas a los niños y jóvenes?

Kioskófobo

Amigo Kioskófobo:

No te asustes del nombrecito: quiere decir simplemente que no te hacen mucha gracia los quioscos por ese tipo de subliteratura que venden. Tienes toda la razón. En los quioscos no todo es bueno, y algunas cosas son francamente malas.

Además de tener razón, tienes unos padres que te quieren de verdad; porque con el mismo cariño con que te dicen que no toques los contenedores de basura por la calle, con ese mismo cariño te piden que no toquen tus ojos lo escrito o fotografiado en algunas publicaciones, para que tu corazón se conserve puro. ¿Has dado gracias a Dios por esos padres que te ha dado?

Si todos los ciudadanos fuésemos tan educados que no tirásemos colillas, ni desperdicios... Si ninguno escupiese por la calle (¡cuándo desterraremos esa feísima costumbre!)... ¡que maravilloso sería andar por la calle! ¡Y que maravilloso si no tuviéramos que oír palabrotas y mucho menos blasfemias...! Pero no es así. Algunos entienden la libertad como permiso para tirar papeles, escupir en las aceras, escribir en las paredes, pisar el césped de los jardines, o hablar corno se les ocurra, aunque ofendan a los demás.

Y otros emplean la libertad para escribir y pintar cosas indecentes, y encima enriquecerse con el precio de tales obscenidades. No saben emplear la libertad: Dios se la dio para hacer el bien, pero ellos la emplean para el mal.

Pero tú, querido amigo, quieres la libertad para el bien, ¿no es eso? Pues toma la decisión de no ver ni leer lo que otros han escrito para el mal. Toma la decisión de emplear tu libertad para mantener y defender un sentido puro, limpio, del amor y del sexo. Toma la decisión de respetar lo que Dios ha hecho, y usarlo sólo en las condiciones marcadas por Dios para el bien del hombre. Toma la decisión de no gastar dinero en enriquecer a los que escriben esas cosas, sobre todo habiendo tantas lecturas útiles y formativas en que gastarlo y tantos pobres a quienes socorrer.

Ya que otros no hacen un mundo mejor con sus escritos, hazlo tú dejando de leerlos y reservando tus ojos y tu corazón para lo que merece la pena. Tus mismos padres, o tus profesores, podrán orientarte en las lecturas que te harán bien. Pero no hagas caso de las lecturas que te ofrece cualquier mercader del sexo: contienen droga y matan.

Toma estas decisiones por dignidad de tu persona, porque no quieres rebajarte a ser un puro animal. También porque eres hijo de Dios y has nacido para cosas altas y más importantes. Cuando es todo el mundo el que hay que salvar, da no sé qué perder el tiempo en bobadas, y mucho más cuando estas manchan el corazón.

Que seas valiente para hacerlo así. Tu

Amigo

 

 

53.

Quiero saber si puedo ir a discotecas. Chicas más pequeñas que yo van y las veo hacer cosas que me parecen mal. Yo tengo trece años, pero no apruebo esas cosas ni pienso hacerlas, ¿podré ir?

Diskotekera

Amiga Diskotekera:

¿Has oído hablar de la «lluvia ácida»? Las industrias y los escapes de los motores lanzan a la atmósfera toneladas de productos tóxicos. Cuando llueve, el agua nos los devuelve convertidos en ácidos nocivos para las plantas, No las mata de repente, pero sí poco a poco. Dicen que esta es una de las causas que está convirtiendo en desierto extensas zonas de la tierra. Triste, ¿verdad?

Yo pienso que la discoteca se parece a la lluvia ácida: una lluvia de paganismo sobre un corazón cristiano. No mata de repente pero, calando poco a poco en él, va desertizándolo.

Desertizarlo es quitarle los ideales, el deseo de santidad, el sentido cristiano de la vida, el gusto por Dios y sus cosas, los criterios cristianos, la capacidad de reflexión, el estímulo de superación, la capacidad de decidir por sí mismo, la sensibilidad a la Palabra de Dios y a los buenos pensamientos y deseos que El siembra en nuestro corazón...

Desertizarlo es volverlo amorfo y vulgar, apto para dejarse manipular y pisar por lo que piensan o dicen o hacen los demás; quedarse reptando a ras de tierra sin volar nunca; instalarse en la frontera del pecado sin adentrarse nunca en la intimidad de Dios...

Esto es el desierto. Sobre él no ha caído ninguna bomba atómica. Pero ha caído la esterilidad, porque el desierto es esencialmente eso: tierra estéril.

Que se despida de la santidad cristiana, que se despida de tener personalidad y de ser señor de sí mismo, que se despida de soñar y de realizar grandes cosas...

El joven rico, que conoces por el Evangelio, se contentaba con no pecar y ganar así la vida eterna. Jesús le hace caer en la cuenta de que eso es poco para él, que debería aspirar a ser perfecto.

El joven no había pecado hasta entonces, pero su corazón era 73 incapaz de seguir a Jesús. La «lluvia ácida» de sus riquezas estaba convirtiendo su corazón en desierto.

Muchos de nuestros jóvenes se contentan con lo mismo: con no pecar para no perder la vida eterna. Su pecado está en contentarse con eso tan poco. En el fondo son unos comodones egoístas: quieren la vida eterna, y también la de aquí; las dos. Porque son incapaces de sacrificar una por otra.

Lo más seguro es que pierdan una y otra vida. Jesús lo dice de aquel joven: « ¡Qué difícil que entre en el reino de los cielos...!Más difícil que pasar un camello por el ojo de una aguja...» (Mt 19,24).

Conocedor del corazón joven, Jesús sabe que lo peor que puede suceder a un joven es tener un corazón atrofiado. Un corazón atrofiado es un corazón que deja pasar el tiempo de plantar, sin plantar nada o arrancando lo bueno que se había plantado.

Un corazón atrofiado es un corazón que, cuando hay posibilidad de edificar, se queda convertido en solar por el cual transita todo el mundo, o incluso derriba los cimientos que había construido. La juventud es tiempo de plantar y de edificar, no de desertizar.

Ten presente aquello que san Pablo dice a los cristianos: «lo que cada uno siembre, eso será lo que recoja» (Ga 6,8). La semilla que siembre cada cual depende cíe su elección. Que tú siembres buena semilla.

Te lo desea tu

Amigo

 

 

54.

Estudio 2º de ESO y tengo 14 años. ¿Es pecado ir a discotecas?

Diskotekero

Amigo Diskotekero:

Como ya he dado contestación a preguntas parecidas a esta, a ellas me remito. Ahora me ciño escuetamente a tu pregunta: ¿Qué es pecado en la discoteca?

            1. Aprobar, desear, ver con complacencia o hacer algo malo... es pecado.

Por tanto, toda persona que vaya a la discoteca con la intención de aprobar, desear, ver o hacer algo malo, ya pecó en su corazón.

Dicho de otro modo: quien se aprovecha de alguna persona, quien va a provocar a otros o sabe que les provoca con sus actitudes, quien va a ver las cosas malas que hacen los demás para deleitarse en ello, aunque no lo haga... ese o esa ya pecaron en su corazón.

            2. ¿Y si no va con esa intención?

Quien no va con esa intención, pero conoce por experiencia que, cuando se encuentra allí, le viene el deseo de ver, de aprobar o de hacer algo malo... peca también, porque se pone deliberadamente en peligro de pecar.

Ponerse en peligro de pecar es como ponerse en peligro de muerte o de contraer una enfermedad grave. Nadie se expone a la muerte o a una enfermedad sin necesidad. De quien se expone sin verdadero motivo podemos decir que quiere la muerte o la enfermedad.

Del mismo modo, quien se pone en peligro de pecado es porque quiere pecar o porque no le importa mucho pecar.

Ahora bien, de quien no le importa mucho ofender a Dios, ¿podemos decir que ama a Dios?

Y sí no lo ama, quiere decir que ya tiene el pecado en su corazón, porque eso y no otra cosa es el pecado. Lo que sucede es que todavía no se ha manifestado por acciones exteriores lo que hay en su corazón. Pero el pecado ya anida dentro, como anida el microbio de una enfermedad o el parásito del cuerpo, mucho antes de que se detecte por síntomas externos.

            3. Tienes que distinguir entre el «acto» del pecado y la «actitud» de pecado.

Puedes no insultar o pegar a una persona, es decir, no ofenderla con ningún acto exterior. Pero quizás ni la estimas, ni te preocupas por ella, ni la quieres...

Del mismo modo, muchas veces nos preocupamos de si con tal o cual cosa hacemos un pecado de «acto» contra Dios, pero no nos preocupamos de cuánto amor hay en nuestro corazón hacía El. Así, es fácil que dentro del corazón exista ya un pecado de «actitud».

Querer evitar el pecado de «acto» y no cambiar la «actitud» del corazón es un contrasentido, y además un imposible.

Te saluda tu

Amigo

 

 

55.

¿Es pecado frecuentar cines y discotecas? A mí no me dejan todavía mis padres ir a la discoteca, pero una amiga va cuando quiere y me dice que no es pecado. ¿Qué debo pensar?

Vacilante

Amiga Vacilante:

Tienes que agradecer los padres que tienes. Cuando te prohíben ir a la discoteca no es porque te quieran mal, sino porque te quieren bien y buscan lo mejor para ti. No todos pueden decir eso.

En mi respuesta voy a fijarme especialmente en los cristianos que exponen su vida cristiana a peligros serios. Si tú jugaras junto a las vías del tren, o caminases al borde resbaladizo de un precipicio, disgustarías a tus padres, aunque no te pillara el tren o no te despeñaras.

Pues quien se pone en peligro de perder su vida cristiana, ¿qué disgusto dará a Dios que es su Padre? Aunque uno no caiga, sólo el hecho de ponerse en peligro de perder la vida de Dios es ya una ofensa a ÉL

Dicho esto contesto a tu pregunta:

            1. Quien va al cine o a la discoteca con intención de pecar, ya pecó, puesto que lo que busca su corazón es ofender a Dios. Pero ¿y si no va con esta intención, sino que va sólo a entretenerse?

            2. Si allí provoca conscientemente a alguien a pecar, es cómplice del pecado del otro. Ha cometido lo que se llama un pecado de «escándalo».

            3. Si no provoca a nadie, sino que se porta decentemente, no comete ningún pecado.

            4. Con todo, quiero prevenirte. Cuando pasas algún tiempo en una habitación de fumadores, sales oliendo a tabaco como si hubieras fumado. También en tus pulmones se ha almacenado una buena dosis de tabaco «de segunda boca». Exactamente lo mismo que si hubieras fumado, o peor aún.

Eso mismo sucede al que frecuenta sitios de diversiones frívolas: aunque no haya pecado, ha respirado una buena dosis de modos de pensar y de actitudes no cristianas que se le van depositando en su corazón cristiano y lo van contaminando poco a poco. Se trata de un envenenamiento lento.

Este envenenamiento por contagio va debilitando nuestros ideales cristianos y va enervando nuestra voluntad. De este modo, aunque todavía no hayamos pecado, nos va predisponiendo y debilitando para el pecado. Y cuando un organismo espiritual está debilitado, cualquier tentación lo derriba. Hay microbios que no pueden nada contra una persona bien alimentada, pero son capaces de tumbar a una persona desnutrida.

Dicho esto, aquí va mí consejo de amigo: No tomes la costumbre de frecuentar esos sitios. Si alguna vez tienes que ir, vete por puro compromiso, y examina tu conducta después de haber acudido.

No midas el daño por lo que te pasa una vez. El daño se mide por el desgaste que la frecuencia va produciendo en ti. Una lima cada vez que pasa arranca sólo unas pequeñas partículas de hierro; pero pasando una y otra vez, termina por cortar una gruesa barra.

Piénsate esto si quieres de verdad vivir como una cristiana y no sólo aparentarlo.

Te saluda tu

Amigo

 

 

56.

Me atrevo a contarle lo que me ha pasado. Hace un año salí de compras con una chica porque quería hacerme amiga de ella. Fuimos a unos almacenes y ella me enseñó a robar de allí cuando nadie nos veía. La primera noche no pude dormir. Después hemos vuelto y hemos hecho lo mismo otras veces. Ya me impresiona menos que al principio. Pero noto en mí una sensación continua de vacío, de desagrado. No estoy contenta de mí misma. No siento alegría. No me he atrevido a confesarme ni a comulgar. ¿Para qué, si me parece que voy a seguir haciéndolo? ¿Qué me aconseja usted? ¿Puedo rehacer mí vida y encontrar la paz y la alegría que yo tenía antes? Respóndame, por favor.

Rita

Amiga Rita:

Comienzo por el final. ¿Puedes rehacer tu vida? ¡Sí! ¿Puedes encontrar la paz y la alegría de antes? ¡Sí!, y mil veces ¡sí! Pero has de proponerte ser la misma de antes. Vamos a analizar con serenidad qué es lo que te ha pasado. Creo que has sido víctima de un engaño; o mejor, de varios engaños.

Engaño primero.-Pensabas que ibas a ganarte la amistad

de esa chica si robabas como ella. ¿Por qué no pensaste que ella podía ser amiga tuya si no robaba como tú? ¿Por qué no intentaste ganarla para tu conducta? No querías perderla, y cediste. Pero eso fue una falta de personalidad. Te convertiste en instrumento y criadita de la otra. En una palabra, te rebajaste. Y cuando una persona se rebaja, lo siente. Lo siente, no en los riñones, sino ¡en el alma!: le duele la misma persona, porque algo se ha roto en ella, la dignidad. Ahí tienes la primera fuente de tu insatisfacción.

Engaño segundo.-Has cambiado algo que para ti era oro legítimo, por oro moruno. Ser honrada, sincera, noble..., era para ti como el oro. Y ahora te encuentras a ti misma espiando para que no te vean, engañando a los demás, fingiendo ante tus padres y profesores, apropiándote de lo que no es tuyo... Te has empeñado en ser lo que no eres, ¿cómo no vas a sentirte defraudada del cambio de valores que has hecho en tu persona?

Engaño tercero. Has dejado que esta situación se prolongue durante un año, y ¿qué te ha pasado? Lo que pasa cuando un zapato te roza. El primer día te hace ver las estrellas. El segundo, algo menos. El tercero, menos... Y al cabo de un año, el pie tiene un callo imponente y está deformado. También a ti la primera noche no te dejó dormir el remordimiento: algo te lastimaba. En vez de apartar lo que te lastimaba, lo has mantenido día tras días. Así se te ha formado un callo en la conciencia; y por eso ahora te impresionan menos los robos, pero tu conciencia y tu persona se han deformado.

Engaño cuarto.-No te has atrevido a confesarte y supongo que no precisamente por miedo, sino, porque como tú misma dices, por no hacer una farsa. ¿Ves el engaño? No te da reparo hacer una farsa ante los demás y ahora no te confiesas por no hacer una farsa... En el fondo lo que te pasa es que no tienes fuerza para tomar una decisión total sobre este asunto. No has querido aunar tu poca fuerza de voluntad con la fuerza de Jesucristo. Has querido quedarte sola ante tus dificultades y complejos. Has rechazado la ayuda de Jesús y, naturalmente, estás sola: es lo que has elegido. Esta sensación de soledad forma parte también de la falta de paz y alegría que notas en ti. Estás cerrada en ti misma.

Y ahora ¿qué hacer?

            1. Reconocer y admitir uno por uno todos estos engaños.

            2. Reconocer que esto te ha hecho mal a ti misma. Que esto, además, ha sido también contra el amor que debes a los demás, a los cuales has perjudicado, no sólo en sus propiedades, sino también en el derecho que tienen a la sinceridad y nobleza en ti. Y, sobre todo, que esto ha sido contra el amor inmenso que Dios te tiene. Dios no te ha dado la vida para que la estropees. Dios te ama y sólo quiere tu bien, y tú re has hecho el mal. Has sido una irresponsable ante los dones de Dios.

            3. Llénate de esperanza en Jesús, que puede salvarte y hacer de ti una persona nueva. Lo ha hecho con tantos otros... Cuando hayas asimilado todo esto (no tengas prisa), acércate a confesarte, es decir a exponer al representante de Jesús lo que te ha pasado y a manifestarle el sentimiento que sobre tu conducta tienes ahora. Dile más o menos la cantidad que has substraído y estudiad entre los dos el modo de devolvería a su dueño. Sí no es posible devolverla, coopera con tu trabajo, o con tus ahorros a obras buenas. El representante de Jesús te dirá también, en nombre de Él: « Rita, tus pecados están perdonados: ¡vete en paz!». Y espero que la paz de Jesús vuelva a tu corazón y comiences una nueva vida; no sólo para ser la de antes, sino para ser todavía mejor que antes.

Te lo desea de todo corazón tu

Amigo

 

 

57.

A veces le quito a mi madre algún dinero para comprarme golosinas o algún capricho.

Un amigo mío me ha dicho que esto no tiene importancia, pues lo hacen todos. Entonces ¿no debo confesarme de esto? Y si es pecado ¿debo restituir?

Ladronzuelo

Amigo Ladronzuelo:

Tu amigo te ha dicho tres falsedades: Primera, que quitar dinero a los padres no tiene importancia. Segunda, que eso lo hacen todos. Tercera, que cuando lo hacen todos, eso está bien.

Yo, por el contrarío, te digo tres verdades. Primera, que robar, aunque sea poco y aunque sea a los padres, te hace mal y tiene importancia. Segunda, que ningún buen hijo quita dinero a sus padres (¿te imaginas al niño Jesús robando monedas a san José y a María?). Tercera, que una cosa mala nunca se hace buena aunque la hagan muchos.

Robar, ya lo sabes, es tomar alguna cosa contra la voluntad de su dueño. Por tanto, coger dinero a los padres, siempre que los padres no lo quieran, está mal; es un robo.

Si los padres saben que sus hijos les cogen dinero y no les dicen nada, o no toman ninguna medida para evitarlo, entonces se supone que los padres quieren dar ese dinero a sus hijos, y en este caso ya no sería robo, porque el dinero no se tomaría contra la voluntad de su dueño.

Cuando uno roba, tiene la obligación de devolver lo robado. Los hijos que roban a sus padres tienen también esta obligación. ¿Cómo pueden cumplirla?

 a) No pidiendo la «paga» del domingo (toda o parte) o restituyendo de ella lo que han robado.

 b) Pidiendo perdón a los padres, los cuales suelen perdonar la obligación de restituir.

 c) Cuando son cantidades pequeñas las que se han robado puede pensarse, con razón, que los padres perdonan la obligación de restituir. Pero este amor de los padres debería estimular a los hijos, no precisamente a robarles más, sino a ser más obedientes, amables y serviciales con sus padres que les perdonan.

Por todo esto se ve que el robar a los padres tiene su importancia. Resalto algunos aspectos:

            1. Puede ir formando en los niños la costumbre de adueñarse de lo ajeno. Lo que hacen ahora en casa, pueden continuarlo cuando sean mayores en el sitio de trabajo, en el comercio, en la calle, etc... Todo comenzó por perder el respeto a lo ajeno cuando eran niños.

            2. También estropea la confianza y el diálogo de los hijos con los padres. Los padres suelen tener confianza con los hijos y dejan el dinero en sitio conocido. El hijo que se aprovecha de esto no merece la confianza de sus padres porque abusa de ella.

Si el hijo quiere o necesita algo, debe pedirlo a sus padres. Si de verdad le conviene, los padres harán lo posible por dárselo. Pero sí va a hacerle mal ¿para qué lo quiere? Los padres harán bien negándoselo.

Cuando un hijo roba, se salta todo esto y se causa a sí mismo tres males. El primero que se hace un caprichoso y tal vez un vicioso. El segundo que pierde la confianza, la sinceridad y el diálogo con sus padres. El tercero que se acostumbra a no respetar los derechos de los demás

Mira si tienen importancia los que llamamos «pequeños robos a los padres».

Mi consejo es este:

            1. No tomes nada (dinero, golosinas, objetos...) a tus padres, sin contar con ellos. Vale más la confianza con los padres que todo lo demás.

            2. Aunque veas que otros lo hacen, tú procura ser fiel a tu conciencia y a Dios que mira siempre tu corazón.

            3. Si alguna vez has cogido dinero o cosas de poco valor a tus padres, puedes suponer que ellos te perdonan la restitución. Pero tú trata de compensarles con una obediencia más fiel y con mayores servicios que puedes hacer por ellos en casa.

Estos son consejos de un

Amigo

 

 

58.

A mí me ha pasado una cosa horrible: fuimos unos amigos y yo a unos almacenes y allí cogimos cosas sin que nadie nos viera y nos las llevamos. No me siento tranquilo con lo que hice. Algunos de mis compañeros dicen que no es pecado hacerlo en los comercios que ganan mucho dinero. Yo no acabo de quedarme tranquilo.

Caco precoz

Amigo Caco precoz:

Te felicito por tu sinceridad y porque quieres arreglar las cosas como se debe, sin contentarte con lo que digan los otros, que tiran por el camino fácil de las excusas tontas. Intentaré ayudarte. Para esto te escribo cuatro puntos de reflexión.

            1. Para encontrar por ti mismo la verdad contesta con sinceridad a esta pregunta: ¿Lo que has cogido y retienes, es tuyo? Es decir, ¿lo has ganado con tu trabajo, lo has comprado con tu dinero, lo has inventado con tu talento? ¿No? Pues estás cometiendo una injusticia contra alguien. Dicho de otro modo, estás reteniendo algo contra la voluntad de su dueño. Esto es precisamente lo que nos prohíbe el séptimo mandamiento.

            2. Yo no sé si el dueño de los almacenes gana mucho o poco, pero esto no hace al caso. Gane lo que gane, es una persona con derechos. Uno de sus derechos es tener un comercio y vender objetos en él; objetos que él tiene que pagar, así como a los empleados, la luz, el teléfono, los impuestos, etc. Quitarle algo no deja de ser una injusticia.

A veces nos excusamos, como hacen tus amigos, diciendo que esos robos no perjudican al dueño porque es poca cosa y él gana mucho. Pero una cosa es el perjuicio y otra la injusticia. Golpear a un ladrón que me ataca, con el fin de librarme de él, es causarle un perjuicio, pero no es una injusticia. Robar a un rico puede ser un perjuicio despreciable, pero no deja de ser una injusticia. Robar a un pobre es al mismo tiempo perjuicio e injusticia.

Está prohibido causar perjuicio a alguien; pero también está prohibido hacer una injusticia, aunque a primera vista esta injusticia no cause perjuicio. Digo esto de «a primera vista», porque toda injusticia causa un perjuicio al orden y a las relaciones con que deben convivir las personas, que han de ser relaciones de respeto mutuo y de confianza mutua.

            3. Está bien que no te quedes tranquilo con las explicaciones de tus compañeros. Conserva siempre tu conciencia sensible al pecado y procura ser fiel a ella. Tú has de responder ante Dios, no ante tus compañeros. Así te convertirás en un hombre honrado del cual todos puedan fiarse porque todos sabrán que tú no abusas de nadie.

            4. Como consejo final dos cosas: La primera, que te arrepientas ante Dios de lo que has hecho y que le pidas perdón porque te has portado como no debe hacerlo un hijo de Dios. Cuando vayas a confesarte (y procura no tardar) declara lo que has hecho con mucha sinceridad y con mucho arrepentimiento.

La segunda, cuanto antes mira a ver cómo puedes restituir lo que has tomado, al mismo sitio. Si no te es posible, díselo al confesor y sigue lo que él te aconseje. Creo que no te pesará de hacer ninguna de estas dos cosas.

No sé si esto que te aconsejo es fácil o difícil, pero es lo que único que debes hacer; y merece la pena que lo hagas. Así esta caída, en vez de dañarte para toda la vida, te ayudará a reaccionar y curarte también para toda la vida.

Te lo desea de corazón tu

Amigo

 


 

 CARTAS DE AMIGO A AMIGO (II)
 

II: Nuestra vida en Cristo “Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor” (Jn 15,50)

 

59-28

Conozco muchos chicos y chicas de mi edad (tengo 12 años) que frecuentemente en su conversación dicen "te lo juro". Mis padres me dicen que yo no debo decir eso. ¿Por qué está mal? ¿Hacen un pecado

esos que juran así:

Teo

Amiga Teo:

Jurar en serio es cosa seria. Y supongo que tú sabes lo que es jurar en serio: es poner a Dios por testigo de alguna cosa, por ejemplo, de que dices la verdad, o de que has hecho o vas hacer alguna cosa. Traer un testigo de la categoría de Dios para cosas sin importancia es como malgastar el nombre de Dios, ¿no te parece? Por eso jurar en serio sólo debe hacerse en asuntos de importancia.

¿Y cuándo un asunto es importante? La vida de un hombre es importante, y por eso los testigos juran cuando tal vida está en litigio en el tribunal. También es importante el bien de los ciudadanos y por eso juran los que toman posesión de un cargo público. Es decir, en los casos en que están en juego valores importantes es lícito jurar, pero no debe hacerse por cualquier cosa. Tienen razón tus padres en lo que te dicen.

Lo que pasa es que muchos niños, al decir "te lo juro", no lo dicen en serio. Sólo quieren dar fuerza a sus palabras para que los crean. Pero no deja de ser una ligereza en la cual no debes caer. En vez de jurar, puedes emplear otras expresiones como "te doy mi palabra", "te lo digo con toda verdad", "créeme, que no miento", etc.

El cristiano debe ser una persona tan sincera que merezca todo crédito sólo con afirmar una cosa. Debe bastarle decir solamente "sí" o "no". Así lo aconseja Jesús como puedes ver si lees Mt 5,33-37.

Muchos acostumbran a jurar por su madre, por su vida, etc. En ese mismo pasaje Jesús reprende este modo de hablar, porque en definitiva es como jurar por Dios, dueño de todas las cosas y personas. Jesús, cuando quería ponderar alguna cosa, no juraba; se limitaba a decir: "en verdad, en verdad os digo...". Sólo se permitió jurar en una ocasión; y fue cuando la suprema autoridad, como presidente del tribunal de su nación, le pidió que declarase si era Hijo de Dios. El asunto era de importancia suma, no sólo porque estaba en litigio su vida, sino porque se trataba de su misión o envío al mundo. Y aun entonces, propiamente no juró sino que respondió sencillamente: "Tú lo has dicho".

Todo lo que he dicho se refiere sólo a cuando lo que se jura es verdad. Porque si uno pone por testigo a Dios de una cosa que es mentira le hace una gravísima ofensa, pues es como llamar mentiroso a Dios. Este pecado es grave y se llama perjurio. En cambio, jurar sin necesidad en cosas sin importancia suele ser sólo pecado leve, porque es invocar el nombre de Dios con ligereza y sin necesidad.

Que tu corazón sea siempre transparente y tu palabra sincera de tal manera que todos puedan fiarse de tu "sí" o de tu "no". Esto es lo que espera Jesús de ti. También lo espera tu Amigo

 

60-29.

Leo en la Biblia que es pecado consultar adivinos para intentar conocer el futuro. ¿Lo es también consultar los horóscopos?

Astrólogo Indeciso

Querido Astrólogo Indeciso:

Haces bien en estar indeciso. Y mejor harás si te muestras decidido a no creer en los horóscopos y en reírte de ellos. Verás.

El hombre tiene dos modos de conocer las cosas: o por medio de su propia ciencia {sentidos, experiencia, talento...), o porque Dios se lo revela. Con estos dos procedimientos conoce muchas cosas, pero no todas.

Hay cosas que permanecen en secreto, porque ni la ciencia del hombre llega a tanto, ni Dios ha querido revelar todas las cosas. Entre estas cosas que Dios no ha querido revelar está el futuro.

Naturalmente, al hablar de futuro, me estoy refiriendo al futuro que depende de la libertad humana, no al que depende de seres que funcionan automáticamente. Como el sol, la tierra y los astros funcionan automáticamente, podemos conocer ciertos futuros y hacer calendarios perpetuos, predecir los eclipses, las horas de salida y puesta del sol, las mareas, las tormentas, etc.

Pero ¿cómo saber la reacción que tendrá cada persona, las ideas que va a tener, lo que hará o dejará de hacer y por qué, si va a ser feliz o desgraciado, etc.?

Como todo esto no podemos conocerlo con nuestra propia ciencia, ni Dios nos lo revela, algunos sienten la tentación de convertirse en espías para arrancar a Dios el secreto por procedimientos mágicos. Estos procedimientos pueden ser ciertas palabras mágicas, ciertas combinaciones de astros, de cartas o de cifras; ciertas personas tan ignorantes como nosotros pero a las que atribuimos poderes y ciencia extraordinarios. Ya se ve bien claro que este intento de arrancar a Dios sus secretos es meterse donde no nos llaman y tiene que ofender a Dios.

Pero hay otra cosa más: es el peligro que corre el que quiere conocer el futuro de caer en ciertas falsas ideas de Dios y de la religión. De hecho, donde abunda la superstición, la idea de Dios está deformadísima: ya no es el Dios Padre que nos reveló Jesús, en el cual podemos vivir confiados; ni el Dios Todopoderoso que todo lo rige y lo lleva al bien de los hombres; no. Es un enjambre de espíritus y diocescillos, de fuerzas misteriosas, de duendes y de brujas, de influjos astrales, que el hombre ha de tener propicios para no ser su víctima.

De este modo, muchos que dicen que no pueden creer en el Dios verdadero, creen en algo mucho más difícil, como son esos seres, medio algo medio nada, medio dioses medio demonios, de los que no hay ninguna prueba pero que admiten sin discusión. ¿No es esto une religión deformadísima?

Al mundo de estos seres pertenecen los horóscopos. Según ellos se atribuye a ciertas condiciones o situaciones de los astros un poder mágico sobre el hombre que puede condicionar su futuro. Si esto se toma en serio, no cabe duda de que es un pecado de superstición.

Lo que suele suceder es que la mayoría de las personas no se lo toman en serio; lo toman como un juego. Para la mayoría, pienso yo, los horóscopos han venido a ser como una especie de entretenimiento o fiesta popular al estilo de las inocentadas del 28 de diciembre.

Por eso es pecado mayor o menor consultar los horóscopos en la medida en que uno se lo tome más o menos en serio.

Ten esto en cuenta: para quitarnos la fe en el Dios verdadero, el demonio se sirve de cualquier cosa, aunque sea la mayor tontería. Pero tú no seas de los que pican con facilidad en el anzuelo.

Dios es más serio y más grande que todo eso. Intenta creer de verdad en el Credo y en los Evangelios. Procura creer cuanto la Iglesia nos enseña como revelado por Dios. Y de todo lo demás, sobre todo de cosas misteriosas, raras y ocultas, desconfía.

Es un consejo sincero de tu Amigo

 

61-30.

Hemos recibido una carta en que se nos ordenaba rezar un Padrenuestro y hacer 24 fotocopias de la misma para enviarla a distintas amistades. De no hacerlo así nos sobrevendrían muchas desgracias. En la carta se nos contaban las desgracias sucedidas a los que se lo tomaron a broma...

No sabemos qué hacer: ¿le hacemos caso? ¿la tiramos? Lo cierto es que nos ha metido miedo, mucho miedo.

Tres Amigas

Queridas Tres Amigas:

Conozco cartas como la que habéis recibido. Me las han entregado otras personas. Os diré que ya están en la papelera porque, además de risa, rrfe producen indignación, fuerte indignación. ¿Por qué?

Lo primero, porque se intenta amedrentar. Este sistema sólo lo emplean los terroristas y atracadores.

Lo segundo, porque quieren explotar la ignorancia. ¿Quién puede probar que fulano y zutano fueron "castigados" por reírse de la carta, sí dichos señores están en América donde nadie puede ir a comprobarlo? Y, aunque fuese verdad que existen tales personas y que les ha sucedido una desgracia, ¿cómo sabemos que ha sido precisamente por reírse de la carta y no por cualquier otra causa?

Lo tercero, ¿qué fines se pretenden con tales cartas? ¿hacer mejor a la gente? ¿sacarles el dinero? Yo, al menos, veo un fin claro: ridiculizar la verdadera religión y la verdadera oración. Efectivamente, en esa carta la religión y la oración se presentan como una magia: pronuncias unas palabras y envías unas fotocopias (el corazón con que lo haces no importa), y ya te libraste de una desgracia. ¿En qué se diferencia esto del "sésamo, ábrete" del cuento?

Sin embargo, ni la religión ni la oración son esto. Orar no es dirigirse a un ogro airado al que hay que aplacar, sino a un Padre que —Jesús lo dice— quiere darnos cosa buenas. Si Él quiere darnos cosas buenas, lo mejor que podemos hacer es pedirle esas cosas que él quiere darnos. Dios nos las daría sí tuviéramos el corazón preparado para recibirlas. Luego orar no es decir unas palabras, estas u otras, por bonitas que sean, sino confiar el propio corazón al corazón de Dios.

Dios puede concedernos lo que le pedimos sin decir nosotros ninguna palabra y sin hacer ninguna fotocopia, porque Él ve nuestro corazón y cuando lo encuentra dispuesto se vuelca en él.

¿Lo hemos entendido? ¿Pensáis que detrás de todo ese mundo de magia y enredo puede estar Dios? ¿Qué hacer entonces?

Podéis hacer estas dos cosas:

Primera: no tener miedo. Jesús nos dice que sólo hemos de temer lo que pueda apartarnos de Él; y que en Él pongamos la confianza. No se cae una hoja de un árbol "sin permiso de vuestro Padre", afirma Jesús; pues ¡cuánto más una desgracia! ¿Necesita Dios nuestras oraciones para no castigarnos? ¿Acaso nos ama porque somos buenos nosotros, y no porque es bueno Él? Confiemos en Él, que esto le gusta; y no confiemos en fórmulas y en fotocopias, que esto, a la fuerza, tiene que ofenderlo. Segunda: romper esa carta y otras cartas similares en pedacitos y tirarlos a la papelera. Así romperéis una cadena maligna. Si hacéis caso a la carta, multiplicaréis por 24 una cosa mala, y en cada persona a donde lleguen vuestras copias volverá multiplicarse por 24. Pero si rompéis la carta, cortaréis la cadena para que el mal no se propague más.

Corno sois inteligentes, espero que procedáis como quien tiene fe en Dios y sólo en Dios. Vosotras veréis si queréis hacer más caso a un desconocido (ese que os envía la carta), que a Jesús, que ha muerto por vosotras y conoce cómo es Dios.

Un saludo de vuestro Amigo

 

62-31.

Confieso que algunos domingos no voy a misa; otros sí. Depende del humor y de las cosas que tenga que hacer ese día. No soy un santo, pero tampoco me tengo por mal cristiano. Muchos compañeros de mi colegio han dejado del todo la misa; yo todavía, no. Hablo con Dios y con Jesucristo a mi estilo y cuando siento necesidad. Pero la verdad: no me apetece nada ir algunas veces a misa. ¿Es tan malo lo que estoy haciendo?

Roberto

Amigo Roberto:

Evidentemente que lo que estás haciendo no es tan malo, porque hay cosas peores. Pero también sabes que hay cosas mucho mejores que esas que haces, ¿no? ¿Por qué te comparas solamente con los más descuidados y no te fijas en las cosas buenas que podías hacer?

Tu carta es una sarta de problemas encadenados. No puedo ahora desactivarlos uno a uno. Por eso me centraré en uno solo: el tema de la gana y la desgana.

Como sabes, la primera misa del mundo comenzó en el monte Calvario con la crucifixión de Jesús y terminó en el mismo monte con su resurrección. De esta misa podemos decir que se celebró con mucho amor, pero no precisamente con muchas ganas; ganas que tú también llamas 'humor".

Esto basta para caer en la cuenta de que hay cosas que no podemos someter al ritmo de nuestra gana. De acuerdo que comas, oigas música, juegues, etc., cuando tengas gana. Pero hay una serie de valores que no pueden andar a merced de la gana o la desgana.

El trabajo con que tu padre y tu madre te sustentan, tu propio trabajo, el favor y atenciones que debes a un familiar o a un amigo, una operación quirúrgica, el pago de una deuda y otras cosas así no son cuestión de gana.

Si hay alguna diferencia entre el hombre y el animal, es esta: que el animal sólo es capaz de actuar bajo el impulso de la gana; mientras que la persona puede sobreponerse a la desgana y actuar incluso sin ganas. Y es porque la persona debe proceder, no por ganas, sino por razones.

Ya lo sabes: no debemos esperar a tener ganas para tratar con Dios o ir a misa. ¿Qué clase de amor es este? ¿Lo hacemos por Dios o por satisfacer la gana? Ya veo que rezas, y me parece bien que lo hagas a tu estilo. Pero aún te falta madurar en una cosa: la misa no es un rezo más, no es una devoción más, no es una práctica más, recambiable por otra. Es el sacramento de nuestra fe; es el núcleo de nuestra fe; es la rúente de nuestra fe; es la cumbre de nuestra fe.

Cuando uno ha llegado a comprender lo que es la Eucaristía, entonces ya no la hace depender del humor, ni de las cosas que tiene que hacer; porque la Eucaristía se ha convertido en la cosa más importante que hay que hacer el día del Señor.

Si miramos la Eucaristía como una práctica piadosa más, entonces la hemos convertido en algo de "quita y pon". Si la miramos sólo como una obligación, entonces la colocamos al nivel de una ley de tráfico, de la declaración de la renta, de la puntualidad al trabajo; cosas todas muy importantes, pero de un nivel muy inferior a la Eucaristía.

Espero que madures un poco más y ya no seas un ser instintivo esclavo de la gana y de la desgana, sino una persona que sabe moverse por los valores.

Te lo desea tu Amigo

 

63-32.

Algunos compañeros preguntan por qué hemos de ir a misa los domingos. Dicen que si no es lo mismo ir cualquier día de la semana. Yo no sé qué contestar.

Sócrates

Amigo Sócrates:

¿Te acuerdas bien del día de tu cumpleaños? Es el día..., de... Ese día y no otro. Y lo natural es que lo celebres ese día y no un mes más tarde. Sólo celebramos el cumpleaños "en diferido" cuando no hay más remedio.

Pues la misa es como un cumpleaños. Un cumpleaños que, en vez de ser anual, es semanal.

La semana era para los judíos algo sagrado: seis días para trabajar, y el séptimo para el descanso. A nadie se le ocurría hacer fiesta el primer día de la semana. Mas lo que a nadie se le ocurría se le ocurrió a los cristianos.

Esto indica que algo muy gordo debió ocurrir el primer día de la semana para que, poco a poco, el descanso del último día, el sábado, se fuera trasladando al día siguiente; y para que el llamado por los romanos "día del sol" terminara llamándose "día del Señor".

Lo que había ocurrido era, ni más ni menos, que en ese día Jesús había resucitado y con su resurrección nos había salvado del pecado y de la muerte eterna y nos había hecho hijos de Dios. Desde entonces, la misa del domingo y la del martes tienen el mismo valor, pero no tienen el mismo sentido.

Jesús mismo abrió este nuevo sentido cuando en el mismo día de su resurrección se presentó antes sus apóstoles, les dio poder de perdonar pecados y los envió por toda la tierra (Jn 20,19-23). Aquella era la primera reunión litúrgica del primer "día del Señor". La Iglesia nació un domingo, el primero de todos, anunciando la muerte de Jesús y proclamando su resurrección.

Los apóstoles, que generalmente eran tardos de entendimiento, sin embargo entendieron muy bien lo que Jesús pretendía, y ocho días más tarde estaban reunidos otra vez, incluido Tomás, que había faltado a la reunión anterior. Era que el mismo Jesús estaba marcando el ritmo que para los cristianos debía tener la celebración de su muerte y su resurrección. Los que, como Tomás, se la pierden es que andan tan débiles en la fe como él.

Desde entonces los cristianos, presididos por los apóstoles, comienzan a reunirse el primer día de la semana para celebrar la muerte y la resurrección del Señor. Ya no veían a Jesús, pero sabían que El estaba presente en sus palabras que explicaban los apóstoles y en la Eucaristía celebrada a continuación. Si te fijas, esto es, ni más ni menos, lo mismo que hacemos ahora en la misa de cada domingo.

Hay que tener en cuenta que el primer día de la semana era entonces un día de trabajo. Esto suponía que los cristianos, después de pasarse el día trabajando de sol a sol, pues no existía entonces la jornada de ocho horas, tenían que reservar parte de su descanso nocturno para la misa. ¡Cuánto sacrificio supondría esto para los esclavos y para tanta gente humilde...!

Puede decirse que los primeros cristianos no tenían mandato de reunirse, pero sí tenían conciencia de que debían reunirse. Y nadie se lo mandaba porque no era necesario, al tener todos conciencia de que Jesús los congregaba. Lo hacían como la cosa más natural; con la misma naturalidad con que tú celebras el cumpleaños con los amigos sin que nadie te lo ordene.

Por tanto la novedad del "día del Señor" no fue la necesidad de descanso, pues la conciencia de esta necesidad ya existía, sino la necesidad de encontrarse con Cristo resucitado en su Palabra, en la Eucaristía, y en la compañía de los hermanos (LG 106).

Algunos cristianos que comenzaron a faltar, fueron avisados seriamente (Heb 10,25). Esto era como excluirse de la Iglesia, como una autoexcomunión. Existen incluso mártires que dieron su vida por ir a misa el domingo, cuando todavía no estaba mandado. Y la razón que aducen ante el juez es magnífica: "¿No sabes que misa dominical y ser cristiano son una misma cosa?" (Mártires de Abitinia, año 304).

Si uno no ha podido ir el domingo a misa, hace bien en suplirla yendo otro día de la semana, aunque no está obligado a

ello; pero la misa de un día cualquiera, aunque tenga el mismo valor, no tiene el mismo sentido que la del domingo. No olvides todo esto que te dice tu Amigo

 

64-33.

Voy todos los días a misa, pero tengo muchas distracciones. Por eso me hago estas preguntas: ¿Es que voy por rutina? ¿Puedo comulgar en la misa en que he estado distraída? Si me he portado mal en casa o he visto en la televisión cosas que pueden hacerme daño, ¿está bien comulgar?

Cuidadosa

Amiga Cuidadosa:

Si vas a misa todos los días, no es fácil que lo hagas por rutina. Creo que vas porque en el fondo estás persuadida de que la misa tiene un valor grande para ti.

Tu rutina está más bien en el modo de asistir a misa. Pero no te asustes por esto; la rutina es como el polvo que se cuela por la más pequeña rendija y hasta en las cosas más santas.

Y ¿qué hacemos con el polvo? Limpiarlo, no hay más remedio. Pues ya sabes lo que has de hacer cada día: limpiar el polvo a tu misa.

Que ¿cómo se limpia? Pasándole el pañito humedecido de la reflexión. No podemos ir a misa como quien va a ver la televisión: a lo que echen.

Cuando vayas a misa procura llegar unos minutos antes. Esos minutos son para reflexionar lo que Dios va a realizar contigo y lo que tú vas a realizar con Él. Son para unir tu vida a la de Jesús, para tener a punto las cosas que vas a ofrecer, las que vas a pedir, aquellos dones por los que quieres dar gracias.

Estos minutos son también para disponer el corazón a recibir el gran regalo que Dios quiere hacerte entregándote su Hijo.

Para hacer estas cosas puede ayudarte recordar algunos pasos de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo que él va renovar en el altar.

También te ayudará ponerte junto a María. Intenta prepararte como Ella para recibir al Hijo de Dios. Intenta asistir con Ella y como Ella asistió a la primera misa del Calvario.

En fin, son infinitas cosas las que puedes hacer en este tiempo de preparación. Quizá no consigas eliminar todas las distracciones, pero sí puedes luchar contra ellas con todos los medios a tu alcance.

Preguntas también si puedes comulgar después de haberte distraído. Como estas distracciones no son graves, puedes comulgar.

Finalmente preguntas si puedes comulgar después de haberte portado mal en casa, o después de haber visto algo inconveniente. Respondo que sólo debemos dejar la comunión cuando la conciencia nos remuerde de pecado grave. Cuando los pecados que tienes son sólo veniales, procura hacer bien el acto penitencial al comienzo de la misa: para eso está, para arrepentirte de los pecados veniales y para pedir perdón. No te olvides de renovar el propósito de luchar contra los pecados, aunque estos sean pequeños. Los pecados de que me hablas, dado tu nivel de vida espiritual, interpreto que generalmente serán veniales.

Y nada más. Que no dejes la misa por las dificultades que experimentas. En tu misa está tu tuerza cristiana, aunque todavía no sea una misa ideal. Sigue trabajando para sacar de ella todo lo que encierra, porque la misa es la fuente de toda la vida cristiana.

Te saluda tu Amigo

 

65-34.

En el pueblo donde yo vivo organizan los domingos muchas competiciones atlétí-cas y deportivas para los chicos. Con esto nos resulta muy fácil perder la misa. ¿Qué podemos hacer?

Atleta

Amigo Atleta:

Creo todo lo que cuentas. Más aún, sé que no pocas veces tales competiciones están organizadas con intención de "atrapar" a los muchachos y dificultarles la asistencia a misa. Esto puede pensarse de organizadores que no van tampoco a misa, y que no la valoran ni pueden valorarla porque sólo creen en la materia y no tienen más objetivo que disfrutar de cosas y de entretenimientos.

Me parece lógico que quien no cree que tiene alma, o esta no le importa nada; que quien no cree en la vida eterna; que quien no aprecia la vida que Dios comunica en los sacramentos para nuestra salvación. Me parece lógico, repito, que prefiera que la gente tenga buenos músculos a que tenga buen corazón.

Me parece lógico que quien no tiene fe se vaya de caza, de pesca, de excursión o de competición, y que no tenga el mínimo interés por la misa. Me parece lógico que ese tal convierta el "día del Señor" en un "día deportivo".

Pero quien tiene fe; quien cree de verdad que hay algo en él que vale más que la musculatura; quien cree de verdad que el Hijo de Dios se ha entregado y sigue entregándose para que nosotros vivamos también como hijos de Dios y no sólo como atletas en forma..., ese hará del domingo, no un día puramente deportivo, sino, además, "el día del Señor".

Por eso, más que preguntarme a mí, hazte tú mismo estas preguntas: " ¿Creo yo en el Sacramento de nuestra fe? ¿Creo en Dios que me salva entregando su vida por mí? ¿Esta vida que Dios me entrega vale mucho para mí, o no vale gran cosa?"

Si Dios no vale; si tu bautismo es un puro rito..., entonces la misa será también una bobada por la cual no merecerá la pena molestarse.

Pero si crees que tu bautismo te ha unido a Jesucristo para siempre; si quieres vivir por El, con Él, y en El; si quieres ser fiel a tu compromiso bautismal..., entonces la misa tendrá un sentido y un valor.

Puede suceder que una sociedad que monta sus diversiones sin contar para nada con la fe cristiana te haga más difícil la asistencia a misa. Pero lo "difícil" no es lo "imposible". Tienes misas desde el sábado por la tarde hasta el domingo por la noche. Es cuestión de que quieras.

Una cosa es cierta: "no se puede servir a dos señores", como dice Jesús (Mt 6,24). No se puede tener dos dioses. El que adora el fútbol, o el atletismo, o la caza, o la sierra, etc., como a un dios, forzosamente ha de tirar a la basura al Dios verdadero. Y el que cree en el Dios verdadero, tal vez tenga que hacer lo mismo alguna vez con alguno de los dioses falsos.

Pero dime, querido atleta, ¿puede ser de otro modo? ¿Conoces un futbolista que intente ganar y al mismo tiempo se afane por meter goles en la propia portería? ¿Conoces algún atleta que quiera llegara el primero a la meta y alegremente se deje pasar por otros? Pues lo que no está bien en una simple carrera de velocidad, ¿estará bien en algo tan serio como la vida cristiana?

¿Qué podemos hacer?, preguntas. Todo, te respondo: desde cambiar la misa de hora, hasta dejar el atletismo, pasando por el diálogo con los organizadores de tales competiciones. Intenta esto último lo primero. Seguramente habrá otros cristianos como tú que no se resignen a dejar la misa. Poneos de acuerdo y si sois varios podéis hacer más fuerza. No os rindáis fácilmente. Pero ten esto en cuenta: nadie puede decidir por ti ni por vosotros.

Decídete tú, amigo mío. Tu Amigo

 

 66-35.

Tengo una amiga de 14 años como yo, muy simpática. Se comporta muy bien con todos y nunca insulta a nadie... Pero nunca va a misa. Dice que es una tontería y un rol lazo y que no le sirve para nada. ¿La salvaría ser buena?

Preocupada

Amiga Preocupada:

Ni tú, ni tu amiga, ni nadie se salva por la simpatía, ni siquiera por lo bueno que sea o que se crea. Nos salvamos únicamente por el amor y la misericordia de Dios, y por los méritos de Jesucristo. Este amor, misericordia y méritos se comunican especialmente en la Eucaristía porque a eso vamos a ella, a dejarnos salvar por Dios recibiendo lo que Él ha hecho por nosotros.

Los que, sin culpa suya, desconocen la Eucaristía no pecan por faltar a ella; pero se ven privados de este medio tan importante de salvación. Dios tendrá misericordia de esta ignorancia inculpable. Lo cierto es que a cada uno dará según sus obras.

En cambio, las personas que saben o deben saber lo que es la Eucaristía, hacen un desprecio a Dios y a Jesucristo cuando faltan a ella. Dios quiere salvarlas y envía a su Hijo; este se entrega a la muerte por ellas, pero a estas personas eso no les importa nada. No se dejan salvar por Dios. ¿Puede Dios salvar a la fuerza y contra nuestra voluntad?

Esta parece ser la situación de tu amiga. Yo no sé si se salvará o no; pero sé que la actitud en que vive es de rechazo a la salvación que Cristo le trae.

Quizá sea sólo una crisis pasajera. ¡Ojalá sea sólo eso! Pero también puede ser el comienzo de un alejamiento definitivo, y esto sería más doloroso. Pero en su vida no mandas tú; manda sólo ella.

Como tu amiga, miles de muchachos y muchachas de su edad han dejado ya la Eucaristía. Son ellos los que han dejado a Cristo; no es Cristo quien los ha echado de su lado. Apartados así de Jesús, ¿qué extraño es que muchos de ellos sean luego victima de la droga, del pasotismo, de la frivolidad, del sexo, etcétera, al no tener una razón poderosa para vivir?

¿Puedes hacer algo por tu amiga? Creo que sí. Lo primero es que no te dejes arrastrar por ella. Así tu amiga tendrá siempre un hilo que la mantendrá unida a Cristo por si quiere volver. Ese hilo eres tú. Pero si ese hilo también se rompe, os perderéis las dos y será más difícil la vuelta.

Asiste a la Eucaristía por ti y por ella. Y mejor, una misa por t¡ y otra más por ella: una amiga de verdad bien se lo merece, ¿no? Cristo se entrega por ti y por todos los hombres en cada misa. Pues pide tú en cada misa por tu amiga (sobre todo en esa misa a que asistes por ella) para que se le abran los ojos y se le abra también el corazón. ¡Ojalá consigas su vuelta!

De corazón te lo desea tu Amigo

 

67-36.

Cuando me confieso digo que falto muchos domingos a Misa. Pero al domingo siguiente de confesarme vuelvo a faltar a Misa ¿Es esto confesarse mal? Voy a intentar cambiar.

Resuelta

Amiga Resuelta:

Lo mejor de todo lo que dices es lo último: que vas a intentar cambiar, porque si no intentas cambiar, entonces me temo que no estés confesándote bien.

No me atrevo a afirmar que te hayas confesado mal del todo hasta ahora, pero sí es probable que te hayas confesado un poco infantilmente. Infantilmente quiere decir que te has comportado como muchos niños que se ponen ropa limpia por la mañana sin preocuparse de mantenerla limpia hasta el día siguiente porque saben que para eso tienen en casa una lavadora y un detergente.

Por ese infantilismo, cuando te confesabas, lo hacías para salir del paso y poder comulgar en alguna Misa, pero no pensabas en conservar ni en vivir aquel estado de gracia que habías adquirido por la confesión.

Ahora que vas creciendo, vas cayendo en la cuenta de que ser cristiana no consiste sólo en tener el "alma limpia" como la "ropa limpia" para un momento o un acto, sino que se trata de una vida que hay que mantener, y que no se puede andar jugando con la vida y con la muerte ai mismo tiempo.

Ser cristiana es una decisión de vivir: vivir como hija de Dios, vivir como amiga de Cristo, vivir como seguidora de El, como entregada a El...

Si tú cuando vas a confesarte no intentas esto, sino que sólo quieres salir del paso, es evidente que estás haciendo una comedía y que no quieres de verdad vivir corno cristiana. Por eso debes intentar confesarte mejor.

En la pregunta que haces yo veo indicio de que vas dejando tus infantilismos y quieres ser cristiana en serio. Pero ser cristiana en serio va a exigirte tomarte también en serio el domingo que es el día del Señor.

Y tomarte en serio el domingo significa que no debes dejarlo a la improvisación. Quiero decir con esto que te marques una hora para cumplir tu deber religioso de la Misa. Debes persuadirte de que lo más importante que has de hacer el domingo es acudir a la cita de Cristo para participar de su vida, muerte y resurrección. Que este sea tu primer objetivo dominical y toma la decisión de perder antes cualquier otra cosa que tu encuentro con Jesús.

Decide a qué hora vas a levantarte, qué vas a hacer antes de ir a Misa, a qué hora vas a acudir a la Iglesia, si vas a ir sola o con tus amigas.

Si vas con tus amigas, es mejor que no vayáis a buscaros unas a otras, porque lo más seguro entonces es que lleguéis todas tarde. Citaos en la Iglesia; y mejor dentro que fuera.

Más cosas podría decirte sobre lo que es tomar en serio el domingo, pero por hoy se me acaba el papel. Espero poder decirlo a otros consultantes. Anímate y vive tu vida cristiana como persona mayor y no infantilmente. Te lo desea tu Amigo

 

68-37.

Algunos programas de televisión y algunas revistas que leo suscitan en mí malos pensamientos y a veces me quedo pensando en ellos. ¿Puedo hacer algo para que no me vengan?

Agitado

Amigo Agitado:

No me extraña que estés agitado por malos pensamientos. Visto lo que haces, es normal que te pase. Voy a explicártelo con un ejemplo.

Entró una criada a servir en la casa de una señora, y se afanaba por tener todo limpio. Pero un día la señora descubrió en un rincón del salón una telaraña. Inmediatamente llamó a la criada y le ordenó quitarla de allí.

La criada ejecutó la orden inmediatamente. Pero al día siguiente la señora encontró de nuevo en el mismo sitio la telaraña. Volvió a llamar a la criada y la reprendió por no haber cumplido la orden del día anterior.

— "Sí, señora —se excusó la criada— he quitado la tela que usted me ordenó".

—"Quítela bien —ordenó la señora— y que no vuelva yo a ver más esa tela".

La criada volvió a quitar la tela, y una vez quitada llamó a la señora para que comprobase que la orden estaba cumplida. Pero al día siguiente de nuevo apareció la tela en el mismo sitio.

La señora llamó a la criada y le preguntó:

—"Vamos a ver, ¿has matado la araña?" ~"Ah, no, señora; eso no me lo ordenó usted".

—"Pues mientras no mates la araña, no terminarás con la telaraña..."

La criada encontró el agujero de la araña y lo roció abundantemente con insecticida. La telaraña no volvió a aparecer más.

En la vida, amigo Agitado, los pecados son como las telarañas que afean nuestro corazón y lo vuelven indigno de un hijo de Dios. Pero esas telarañas provienen de alguna araña. ¿Sabes qué cosa es la araña? Son las ocasiones en que uno se mete.

Si andas mirando todo lo que te brinda una televisión corrompida, si lees todas las revistas malas o ligeras que encuentras, si ves películas deshonestas, si hablas esas cosas con tus compañeros, si frecuentas, ciertas discotecas, si te juntas con malos amigos y amigas, y si al mismo tiempo eres de carne y hueso como un chico normal, necesariamente estás poniendo todos los medios para llenar de telarañas tu corazón.

Los malos pensamientos nunca se van solos. Hay que matar la araña que los produce. Esa araña son las ocasiones en que te metes.

Aclárate tú mismo a ver si quieres de verdad quitar los malos pensamientos. Porque si dices que no quieres tener malos pensamientos, pero al mismo tiempo estás echando leña al niego, señal clara es de que no quieres; te estás engañando a ti mismo.

No hay más remedio: tienes que luchar valientemente matando las arañas que te producen tales telarañas en el corazón. Te lo desea tu Amigo

 

69-38.

A veces me vienen pensamientos malos de las películas que veo en la televisión, o de las cosas que hablo con los amigos. ¿Qué puedo hacer para evitarlo?

Centinela

Amigo Centinela:

Me encanta tu nombre, y con él tú mismo te lo dices todo: sólo necesitas eso, ser un centinela bien alerta para que no se cuele en tu corazón ningún enemigo.

Los malos pensamientos se comportan como las moscas: molestan a todos, y por más que los espantes, vuelven una y otra vez irritándonos y poniéndonos nerviosos.

Tú no tienes la culpa de que te moleste una mosca, pero ¿dirías lo mismo sí te untas el cutis de miel? A veces, sin culpa de nadie, por un descuido o por un cortocircuito, se provoca un incendio. Pero esto es muy distinto de echar leña al fuego ¿verdad?

Muchos que se quejan de malos pensamientos, es que han puesto la miel en su imaginación para atraerlos. Es que han echado leña al fuego para que no se apaguen tales pensamientos.

Efectivamente, muchos contemplan sin miramientos todo lo que la televisión les pone, .se detienen a leer o mirar libros, revistas o fotos excitantes, tienen conversaciones escabrosas...

Lo milagroso sería que así no vinieran malos pensamientos; y lo normal es que acudan como las moscas a la miel y que el incendio crezca por la leña que le echamos.

Conviene que estés bien convencido de esto: a nadie se le concede un corazón puro si no paga un precio por ello. Ser cristiano, no es tan fácil como beberse una coca-cola. Sólo pueden serlo aquellos que se esfuerzan y luchan por serlo.

Por tanto: no puedes quejarte del fuego y estar echándole leña. No puedes quejarse de las moscas, y provocarlas con miel. Tampoco puedes conservar el corazón puro, sí quieres verlo todo, leerlo todo, hablarlo todo y experimentarlo todo.

Debemos, ante todo, ser sinceros con nosotros mismos: ¿Deseamos de verdad conservar la pureza del corazón? ¿Sí? Entonces, ¿cuánto nos guardamos de cosas que pueden molestarnos después?

¿No nos guardamos de nada? Entonces, no nos quejemos ni echemos la culpa a nadie, porque la culpa la tenemos nosotros y sólo nosotros. Es que en el fondo no queremos de verdad la pureza; nos gustaría que nos la diesen sin esfuerzo, pero no queremos conquistarla.

Cuando uno se pone en plan de sinceridad, y es culpable de haber echado leña al fuego, debería confesarse así: "Me acuso de haber tenido malos pensamientos porque yo los he provocado con las cosas que he visto, leído o hablado".

Sí; así habría que hacer, porque mientras no quitemos la causa, no suprimiremos el efecto. Y si vamos a confesarnos de verdad, hay que ir a la raíz de los pecados, y no quedarse en lo más superficial ¿no te parece?

Pues nada más, amigo Centinela. Te lo repito: que seas un centinela al que no se le cuele ni uno. Te lo desea tu Amigo

 

70-39.

¿Es pecado sentir deseos sexuales?

Preocupado

Amigo Preocupado:

No precisas bien qué entiendes por deseos sexuales. Yo interpreto tu pregunta como si se tratara de practicar el acto sexual completo con otra persona o, al menos, practicar otros actos incompletos como tocamientos, miradas, etc...

Entendiéndolo así, respondo:

            1) No es pecado sentir deseos de hacer estos actos.

Ejemplos: Cuando paso delante de un banco puedo sentir deseos de tener dinero, pero no quiero, asaltar el banco; ni lo he pensado siquiera. Cuando paso delante de un puesto de una pastelería, puedo sentir gana de comerme una tarta, pero no pienso hacerlo porque voy a casa a comer y la tarta me quita las ganas de comer, o porque voy a comulgar y rompo así mi ayuno eucarístico, o porque el médico me lo ha prohibido.

            2) Es pecado consentir en esos deseos, es decir querer hacer esos deseos que siento, o querer tener esos deseos para realizarlos.

Y ¿cuándo se consiente? ¿cuándo uno sabe que quiere hacer esos deseos o tenerlos? Creo que en uno de estos tres momentos:

            1.° Cuando después de haber hecho una cosa mala, uno vuelve a aprobarla y a quererla.

Ejemplo: has insultado o pegado, o te has vengado de una persona y, después de haberlo hecho, te alegras de haberlo hecho y volverías a hacerlo otra vez.

En nuestro caso: uno ha hecho un acto sexual, y se alegra y se gloría de haberlo hecho y está dispuesto a repetirlo siempre que se le presente ocasión. Como ves, en vez de arrepentirse de algo malo que ha hecho, se alegra y lo aprueba. Esto no puede dejar de ser pecado.

            2.°  Cuando uno no lo ha hecho, pero desea hacerlo y si tuviera ocasión lo haría.

Ejemplos: uno que todavía no ha robado pero ya está tramando el robo; uno que todavía no ha matado, pero ya está urdiendo el plan y buscando la ocasión.

En nuestro caso: uno que todavía no ha cometido actos impuros, pero está deseando hacerlos y anda buscando la ocasión para hacerlos. No es necesario, como ves, llegar a hacer una cosa para pecar. Basta con desearla hacer, porque el pecado comienza en el corazón, ya que con el corazón se quiere el bien o el mal.

            3.° Cuando no lo ha hecho ní desea hacerlo, pero se deleita con la imaginación como si estuviera haciéndolo.

En este caso, uno no busca la ocasión como en el caso anterior y, aunque la encontrase, probablemente no lo haría; pero está aprobando en su corazón algo que está mal. Tal vez no lo hará por miedo o por vergüenza, o por otra razón, pero se monta su cine interior donde se imagina que está haciéndolo y se deleita en hacerlo.

Jesús nos dice que nuestro Padre Celestial ve nuestro corazón. Por tanto, nosotros no hemos de contentarnos sólo con lo que ven los demás. Sino con lo que ve Dios y nosotros vemos también.

El tema daría para más, pero lo dejamos para nuevas preguntas. Que luches por conservar el corazón puro de malos deseos. Te lo desea tu Amigo

 

71-40.

Tengo una amiga que continuamente está hablando del sexo. Se ríe y hace reír a mis amigos. Mi conciencia me dice que esto está mal ¿Qué puedo hacer para evitar que hable de estas cosas?

Limpia

Amiga Limpia:

Los que se acostumbran a ir sucios y rotos, no comprenden a los que se duchan todos los días y se cambian de ropa con frecuencia. Los que se acostumbran a meter en su corazón todo tipo de pensamientos y a sacar de él toda clase de palabras, no pueden comprender a los que se esfuerzan por vivir limpios de pensamientos, palabras y obras. Tú trata de conservar este deseo de pureza de corazón, que es uno de tus mayores tesoros.

Dice Jesús que cada uno habla de lo que abunda en su corazón (Mt 12,34). Según esto, tu amiga tiene un basurero en su corazón. Y no sólo eso, sino que además quiere airearlo para que todo el mundo se entere y además se manche.

Comienza por compadecer a tu amiga; no le tengas envidia. Es una obsesa, una maniática del tema. Es lo único que ha aprendido de la televisión, de las revistas, del trato con otras personas. Sólo conoce el sexo, la parte corporal, pero desconoce lo que es tener un corazón limpio que sueña con un amor puro. Tú, gracias a Dios y, gracias probablemente a tus padres que te han educado mejor, valoras y aspiras a otra cosa.

Me parece bien que te preocupes por esa amiga. Lo primero que debes hacer es orar por ella. Ora todos los días: ponte la obligación de decir todos los días una oración (aunque sólo sea el Ave María) por ella.

En segundo lugar, no le sigas las bromas. No te rías de lo que ella dice. Que ella note que no te hacen gracia esas cosas. Y si te lo pregunta, dile que, efectivamente, no te gustan tales conversaciones y que le agradecerías que ante ti no hablara de eso.

En tercer lugar, cuando estés a solas con ella, hazla reflexionar: con cariño, pero con verdad. Puedes decirle que tú esperabas más de ella, que Dios también espera de ella mucho más; que así se está degradando y ofreciendo una baja idea de lo que hay en su corazón; que es una pena que ella, pudiendo ser una chica fenomenal, lo ponga todo en lo corporal y no valore nada más que el placer sexual y quiera que los demás la valoren sólo por eso; que has oído a algunos que hacen comentarios poco favorables de ella, por hablar así.

Esto, junto con otras cosas que a ti se te ocurran, puedes decirle; pero has de hacerlo de manera que ella note que tú la quieres y buscas su bien, y no que quieres humillarla, porque entonces se revolverá contra ti y se afianzará más en lo suyo. Ten paciencia con ella y, si tú sabes llevarla y oras por ella, podrás sacarla del pozo donde ha caído.

Podría seguir, pero con esto creo que tienes bastante por ahora ¿no te parece? No es tarea fácil la que tienes delante, pero no te desanimes: Jesús está contigo!

Ojalá consigas cambiarla. Aunque no lo consiguieras, no te desanimes. Te saluda tu Amigo

 

72-41.

Tengo trece años y estudio 2º de ESO. Las chicas de mi clase están todo el día pensando y hablando de chicos, del novio, de relaciones sexuales, etc... No quisiera estar con ellas, pero tengo miedo de que, si me voy, se enfaden conmigo y me insulten.

¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudarlas?

Querida Azucena:

Azucena

Cuanto he dicho al amigo Tímido, va dicho pensando también en ti. Por eso adopto el plural para dirigirme a él 7 a ti.

¿Qué puede hacer un chico o chica cristiana que se encuentra en semejantes situaciones?, me preguntáis.

Os sirvo cuatro consejitos. Son los mejores que tengo, y te los doy con cariño y además con experiencia de que resultan.

            1.° Júntate lo menos posible con esas amigas. No las convertirás tú a ellas, y es más fácil que ellas te perviertan a ti.

Jesús nos ha dicho (lee Mt 5,29-30) que si es preciso debemos arrancarnos el ojo y cortarnos la mano, antes que poner en peligro la vida de nuestra alma. De este modo expresa Jesús la decisión con que debemos apartarnos de las ocasiones de pecado.

            2.° No tengas miedo a lo que digan o dejen de decir los demás. Es evidente que, hagas lo que hagas, pensarán o dirán algo. Si eres como ellas, pensarán o dirán que pueden contar contigo. Si intentas ser de otro modo, puede ser que te digan algo; pero eso será sólo al principio. Después, si te mantienes en tus principios, te dejarán en paz y sabrán que contigo no se puede contar para ciertas cosas o conversaciones.

Si te preguntan, tú puedes responder, sin soberbia, que no quieres hablar ni hacer esas cosas porque quiere prepararte para ser una buena madre y esposa. Puedes añadir que tú conoces el plan de Dios sobre el sexo y quieres respetarlo porque es fuente de felicidad, como te ha enseñado Jesús; y que tú no quieres quedar enganchada por la droga del sexo, sino ser libre...

            3.° Es mejor que no hables con todas juntas, porque ellas se sentirán reprendidas y se aunarán contra ti. Es mejor hablar a cada una en particular y como amiga.

Probablemente hay en el grupo dos o tres que llevan la voz cantante y hay otras que las siguen por debilidad y por no ser menos, pero en el fondo están en contra de todo eso y a favor de ti. Lo mejor es que localices a estas últimas y, cuando encuentres ocasión les expongas tus puntos de vista.

Cuando hables con alguna hazlo como amiga, es decir, que ella vea que le hablas de eso porque la quieres y te duele que esté estropeándose. No le hables con desprecio ni como si fueras superior.

A la que eliges para hablar puedes decir que es una pena que se malogre como persona y como cristiana; que tiene que madurar para poder ser el día de mañana una buena esposa y una buena madre; que Díos nos ha hecho superiores a los animales; que el abuso del sexo produce adicción, como las drogas, y una profunda amargura, insatisfacción y soledad.

            4.° Ora mucho por ti y por ellas. Tú sola no puedes vencer esta tentación y terminarán arrastrándote ellas. Ora como Jesús nos ha enseñado: "No nos dejes caer en la tentación".

Ora por ti, para que no caigas; para que el Señor te ayude a responder lo que debes cuando se metan contigo y cuando quieras hablar con alguna amiga en particular.

Ora también por ellas para que Dios les haga ver el precipicio en que están cayendo y puedan reaccionar a tiempo.

Podría decir muchas mas cosas. Las dejamos para otra ocasión sí alguno más pregunta. Recibe un saludo de tu Amigo

 

73-42.

Hay un chico en mi clase que trae frecuentemente revistas malas y fotografías pornográficas. Yo no quiero verlas, pero a veces las he mirado por encima para no quedar mal con él o con los compañeros. Esto me disgusta profundamente. Yo quisiera sacar a mis compañeros de ese vicio. ¿Puedo hacer algo? ¿Qué?

Tímido

Amigo Tímido;

Te ha tocado empezar a ser joven en una época en que la televisión, las revistas, las modas y las campañas del gobierno van orientadas a que los jóvenes miren el sexo y las relaciones sexuales exclusivamente como una fuente de placer. Un placer al cual no hay que renunciar, sino que hay que gozar cuanto se pueda.

De este modo está creándose una generación de jóvenes enganchados a la droga del placer sexual, lo mismo que otros están enganchados a la heroína. El drogadicto está obsesionado por su heroína, pero estos jóvenes están obsesionados por el sexo: no piensan ni hablan de otra cosa porque están cazados por esta droga. Tú mismo puedes comprobarlo en tus compañeros, según me cuentas.

Estos jóvenes "enganchados", son incapaces de tener altos ideales, porque su único ideal es disfrutar. Son incapaces de emplear la vida en algo grande, porque se han centrado sólo en sí mismos y no pueden pensar en nada más que en disfrutar de sí mismos, de su propio cuerpo y del de los demás.

Este el panorama que nos rodea y que nuestros Obispos y el mismo Papa han denunciado en nuestra patria.

En medio de esta corrupción es necesario que haya jóvenes con alma y corazón limpios, capaces de tener ideales grandes y de sacrificarse por ellos.

Uno de estos jóvenes tienes que ser tú, querido amigo Tímido. Jesucristo está poniendo en tu corazón estos deseos, por-

que está llamándote a purificar con tu vida este ambiente de pecado que nos rodea.

Y esta llamada que está haciéndote Jesús puedes notarla en dos cosas: en los buenos deseos que sientes de cambiar a tus compañeros, y en la amargura que sientes cuando, por debilidad, consientes en mirar lo que te ofrecen tus compañeros. Es un modo que tiene Jesús de decirte que tú no puedes ser como ellos.

¿Qué es lo que puedes hacer? Para no repetirme, te invito a leer la contestación a la carta siguiente. Nos la escribe una buena amiga que se encuentra en su colegio con problema semejante. Verás que los jóvenes de hoy tenéis que ser, unos y otras, muy valientes y de gran personalidad.

No te desanimes por tus caídas como si todo estuviera perdido. Lucha siempre por tu ideal. Es hermoso. Te lo desea tu Amigo

 

74-43.

Tengo trece años. ¿Es pecado ir a discotecas sin hacer nada malo? Yo veo que algunos hacen allí cosas inconvenientes, pero yo no pienso hacerlas.

Superdura

Amiga Superdura:

Eres un poco pillina. Al decir que "no haces nada malo", tú misma adelantas la respuesta que deseas recibir, Y bien puede ser que hasta ahora no hayas hecho nada malo, pero puedo asegurar que esta diversión terminará haciéndote algo malo.

Dicen algunos investigadores que cuando los ingleses desterraron a Napoleón a la ísla de santa Elena, le fueron administrando cada día en la comida una pequeña dosis de veneno. No lo mataron en dos o tres días, pero sí consiguieron abreviar bastante su vida y hacer creer que el ex-emperador había muerto de muerte natural. Al analizar hoy sus cabellos y huesos dicen que en ellos se detectan residuos de aquel veneno que fue matando a Napoleón poquito a poco.

Con esto quiero decir que un veneno puede suministrarse de dos modos: en dosis concentradas que matan a la primera, y en dosis diluidas que van matando poco a poco.

La dosis concentrada que mata, sería como el pecado grave. La dosis diluida, como el pecado leve: no mata, por eso es leve; pero hace mal, y por eso es pecado.

¿Y qué mal puede hacerte una discoteca? Anestesiarte: sí, poco a poco irás perdiendo la sensibilidad hacia conductas que ahora no apruebas. Tú misma confiesas que ves allí conductas inconvenientes. Hoy las clasificas de malas; dentro de poco te parecerán lo más natural. Y cuando te parezca lo más natural ¿por qué vas a dejar de hacerlas tú también?

Este cambio de tu sensibilidad espiritual, de tu apreciación del bien y del mal, no se hace en un día, sino durante muchos días, paulatina e insensiblemente. De un modo parecido a como los ingleses envenenaron a Napoleón, si es que fue verdad lo que cuentan.

Me parece oportuno repetir ahora para ti lo ya que en otra ocasión respondí en esta misma sección:

            1) Ir a una discoteca con intención de aprovecharse para hacer algo malo, ya es pecado aun antes de hacerlo. Lee lo que sobre esto dice Jesús en Mt 5,27-28.

            2) Ir sin mala intención, pero con peligro inminente de hacer o consentir en lo que uno no quisiera es también pecado, por exponerse innecesariamente.

            3) Ir sin mata intención y sin peligro inminente, pero con cierto peligro remoto, es falta venial; sobre todo si uno no tiene necesidad de asistir a esos sitios.

Y aquí salimos del campo del pecado y entramos en el campo de la generosidad cristiana. Cristiano no es el que da a Dios o justito, sino el que se esfuerza por amarlo sobre todas las cosas. ¿Por qué en vez de preguntarte si una cosa es pecado, no te preguntas también: "amo a Dios todo lo que debo y puedo"? Intenta hacerte esta pregunta con frecuencia. Te saluda tu Amigo

 

75-44.

A veces le quito a mi madre algún dinero para comprarme golosinas o algún capricho. Un amigo mío me ha dicho que esto no tiene importancia, pues lo hacen todos. Entonces ¿no debo confesarme de esto? Y sí es pecado, ¿debo restituir?

Ladronzuelo

Amigo Ladronzuelo:

Tu amigo te ha dicho tres falsedades: Primera, que quitar dinero no tiene importancia. Segunda, que eso lo hacen todos. Tercera, que cuando lo hacen todos, es que eso está bien.

Yo te digo tres verdades: Primera, que robar, aunque sea poco, te hace mal y por eso tiene su importancia. Segunda, que ningún buen hijo le quita el dinero a sus padres (¿te imaginas tú al niño Jesús robando monedas a José y a María?). Tercera, que una cosa mala nunca se hace buena aunque la hagan muchos o incluso todos.

Robar es tomar alguna cosa contra la voluntad de su dueño. Por tanto coger dinero a los padres, siempre que los padres no lo deseen, está mal.

Si los padres saben que sus hijos les cogen dinero y no les dicen nada, o no toman ninguna medida para evitarlo, entonces se supone que los padres quieren dar ese dinero a sus hijos, y en este caso ya no sería robo, porque el dinero no se tomaría contra la voluntad de su dueño.

Cuando uno roba, tiene la obligación de devolver lo robado. Los hijos que roban a sus padres tienen también esta obligación. ¿Cómo pueden cumplirla?

            a) No pidiendo la "paga" del domingo (toda o parte) o restituyendo de ella lo que han robado.

            b) Pidiendo perdón a los padres, los cuales suelen perdonar la obligación de restituir.

            c) Cuando son cantidades pequeñas las que se han robado puede pensarse, con razón, que los padres perdonan la obligación de restituir. Pero este amor de los padres debería estimular a los hijos a mostrarse mas obedientes, amables y serviciales con sus padres que les perdonan.

Por todo esto se ve que el robar a los padres tiene su importancia. Resalto algunos aspectos:

            1) Puede ir formando en los niños la costumbre de adueñarse de lo ajeno. Lo que hacen ahora en casa, pueden continuarlo cuando sean mayores en el sitio de trabajo, en el comercio, en la calle, etc... Todo comenzó por perder el respeto a lo ajeno cuando eran niños.

            2) También estropea la confianza y el diálogo de los hijos con los padres. Los padres suelen tener confianza con los hijos y dejan el dinero en sitio conocido. El hijo que se aprovecha de esto no merece la confianza de sus padres porque abusa de ella.

Si el hijo quiere o necesita algo, debe pedirlo a sus padres. Sí de verdad le conviene, los padres harán lo posible por dárselo. Pero si va a hacerle mal ¿para qué lo quiere? Los padres harán bien si se lo niegan.

Cuando un hijo roba, se salta todo esto y se causa a sí mismo tres males. El primero, que se hace un caprichoso y tal vez un vicioso. El segundo, que pierde la confianza, la sinceridad y el diálogo con sus padres. El tercero, que se acostumbra a no respetar los derechos de los demás

Mira si tienen importancia los que llamamos "pequeños robos a los padres".

Mi consejo es este:

            1) No tomes nada (dinero, golosinas, objetos...) a tus padres, sin contar con ellos. Vale más la confianza con los padres que todo lo demás.

            2) Aunque veas que otros lo hacen, tú procura ser fiel a tu conciencia y a Dios que mira siempre tu corazón.

            3) Si alguna vez has cogido dinero o cosas de poco valor a tus padres, puedes suponer que ellos te perdonan la restitución. Pero tú trata de compensarles con una obediencia más fiel y con mayores servicios que puedes hacer por ellos en casa.

Estos son mis consejos de Amigo

 

76-45.

Un compañero de mí clase se gasta mucho dinero en las máquinas de juego. Dice que a veces le toca. Yo creo que a veces también le coge dinero a sus padres para jugar. A mí me invita, pero yo sólo le veo jugar. ¿Hago bien?

Ludópata

Amigo Ludópata:

Esta palabra no es un insulto; sólo significa que uno padece la enfermedad del juego.

Pero ¿es que el juego produce alguna enfermedad? Pues sí, señor. Lo mismo que el que padece de los nervios es un neurópata, y el que padece trastornos psíquicos es un psicópata, el que padece la adicción por el juego se llama ludópata.

Porque el juego, querido amigo, engancha como la droga. Al principio se comienza viendo cómo juegan otros. Luego se atreve uno a probar suerte. SÍ no toca, uno sigue jugando para que toque; y si toca pronto, sigue uno jugando para que le toque más, pensando que siempre va a tener igual suerte: el resultado es que uno queda enganchado.

Este es más o menos el proceso de los enganchados al juego.

Los que están enganchados, no viven nada más que con esta obsesión. Si ganan algo, vuelven a invertir lo ganado en jugar más, hasta que terminan perdiéndolo. Y si no ganan, tienen que buscar dinero para seguir jugando; y si es preciso lo roban, o lo substraen del dinero que necesitan sus familias para vivir.

Tu amigo puede estar en una fase inicial de este "enganche". Pero tú no te dejes arrastrar por él ni si quiera para mirar cómo juega, porque lo más seguro es que terminarás picando y marchando por el mismo camino.

Lo mejor que puedes hacer es procurarte una hucha. Vete depositando en ella todo lo que vas ahorrando y con ello te compras después algo útil para tus estudios, para hacer deporte, para hacer un viaje, etc.

Dios nos ha dado a todos la mejor lotería, que es el trabajo.

Desconfía de los que se hacen ricos por la suerte y sin trabajar (loterías, bonolotos, quinielas, etc...) Por cada uno que gana, hay miles de personas que pierden, con cuyo dinero se hace rico el que gana. O sea que las probabilidad mayor que tiene el jugador es la de perder casi siempre para enriquecer a otro.

Alguna que otra vez puede jugarse, como en la lotería de Navidad o en rifas benéficas. Pero no hay que excederse.

La publicidad nos excita la ambición presentándonos sólo los premios para que piquemos. Es bueno conformarse con lo que Dios nos ha dado, y no envidiar a nadie. Esta es la mejor fortuna.

Es la fortuna que te desea tu Amigo

 

77-46.

¿Es pecado jugar dinero en las máquinas tragaperras? Mi padre me dice que no debo jugar en ellas, pero muchos de mis amigos se gastan así el dinero.

Cauteloso

Amigo Cauteloso:

Tu padre te quiere bien y tiene razón. En la Biblia puedes leer que Dios quiere que el hombre se gane el sustento con su propio trabajo. Es, pues, una tentación querer ganárselo habitualmente por un golpe de suerte.

Digo que es una tentación porque tú sabes que en el juego puede uno ganar; pero lo más corriente es perder. El juego quita más dinero del que da. Sólo hay una cosa que ganamos con el juego; y son más ganas de seguir jugando dinero. Quien pica en el juego, poco a poco va enviciándose y se esclaviza de tal manera que se convierte en un auténtico drogadicto del juego.

El drogadicto del juego, ya no puede dejar de jugar. De este modo se expone a perder el dinero propio y el de su familia.

La historia de los casinos, de los bingos y de los demás sistemas de juego están llenos de familias arruinadas porque alguien de la familia se jugó la fortuna familiar. Y también están llenas de suicidios causados por la desesperación de haber perdido.

Otro peligro que tiene el juego es fomentar la ambición. Muchas personas tienen más que suficiente para vivir. Vivirían felices si se contentaran con lo que tienen, pero se les despierta la ambición de tener mucho más. Y una de dos, o lo roban, o lo consiguen por medio del juego.

Estas personas sólo piensan en ganar, en tener más y más; viven sólo para eso. Quieren enriquecerse a golpe de fortuna y, lo más frecuente es que, como las anteriores, terminen arruinándose.

En los chicos de tu edad, puede darse, en pequeña escala, lo que, en gran escala se da en hombres mayores. Los mayores, por ambición y vicio, juegan su fortuna; pero los chicos tenéis el peligro de jugaros vuestros ahorros o la "paga" de los domingos. Estáis haciendo tan mal como ellos en la medida de vuestras posibilidades.

Por todo esto me parece muy acertado el consejo de tu padre. Sin duda lo que tu padre quiere es hacer de ti un hombre honrado y sin ambición, que sepa ganarse el dinero con su trabajo y que sepa conservarlo y administrarlo responsablemente para los que el día de mañana dependan de ti.

Antes te he dicho que lo malo del juego es caer en el vicio jugando habitualmente. Cuando no existe este peligro no es pecado jugar algunas cantidades pequeñas de dinero.

Así por ejemplo no es pecado jugar a la lotería alguna cantidad de dinero, con tal de que la cantidad que se juega no repercuta notablemente en la economía personal o familiar.

Cuando los beneficios que produce el juego van destinados a una causa benéfica, entonces está más justificado el jugar algo de dinero. Así, jugar en una rifa benéfica puede ser un modo de ayudar a ciertas necesidades. Aunque mejor estaría dar, sin necesidad de jugar.

Generalmente en las rifas benéficas los premios no son tan excesivos como para crear en nosotros la ambición o el vicio de jugar y, en cambio, nos estimulan a ayudar a una causa buena.

De todos modos recuerda: la mejor lotería es el trabajo constante, honrado y responsable. Esta lotería quizá no te haga millonario, pero te hace honrado y santo. Y esto vale incomparablemente más.

Ojalá que tú pertenezcas a estas personas honradas entre las cuales compruebo con alegría que se encuentra tu padre. Te lo desea tu Amigo

 

78-47.

Una amiga mía me confío un secreto. ¿Puedo revelarlo a otra persona por el bien de mi amiga?

Doña Secretos

Amiga Doña Secretos:

Al hacer esta pregunta estás demostrando que eres una chica razonable que sabe guardar secretos y además quieres conocer lo que está bien y lo que está mal. Haces bien: los secretos son secretos y no noticias del telediario.

Supongo que en tu caso se dan estas dos condiciones:

            1.  Que tú has prometido guardar secreto.

            2. Que a tu amiga se le va a seguir un mal si no interviene otra persona para ayudarla.

La respuesta que voy a darte vale sólo para los casos en que se cumplan estas dos condiciones. Para casos que reúnan otras condiciones, es mejor que consultes, porque no valen las mismas normas.

En las condiciones expresadas puedes hacer lo siguiente:

            1. Puedes revelar el secreto a quien puede librar de ese mal a tu amiga (padres, educadora, tutora...)

            2. Pero debes hacerlo imponiendo también secreto a la persona a quien se lo revelas.

La razón de lo primero, es decir, poder revelar el secreto, es que el bien de tu amiga es una obligación más fuerte que la obligación de guardar secreto. Puede suponerse razonablemente que tu amiga te ha impuesto secreto y que tú se lo has prometido con una condición tácita, a saber, que el guardarlo no perjudique a tu amiga. Puedes suponer con razón que tu amiga te daría permiso, sí tu silencio la perjudicase.

La razón de lo segundo, es decir, imponer secreto a quien se lo comunicas, es que debes cumplir tu palabra de guardar el secreto. Por eso no lo divulgas a todos, sino que solamente comunicas lo imprescindible para que el secreto no cause daño a tu amiga.

A veces no sólo puedes, sino que debes revelar el secreto a alguna persona que pueda evitar el mal, cuando ese mal es grave y amenaza a una o varias personas; pero siempre sin publicarlo a los que no han de intervenir en el asunto.

Como este es el caso más frecuente, me contento por hoy con esta respuesta. Para casos distintos es mejor que consultes.

Te saluda tu Amigo

 

79-48.

A veces me confían una cosa pidiéndome que guarde secreto. Luego otros me preguntan sobre ella y yo no quiero mentir. ¿Qué es mejor: mentir o guardar el secreto?

Secretuda

Amiga Secretuda:

Mentir y faltar al secreto, las dos cosas están muy mal. No puede hablarse de "mejor", sino, en tal caso, de "menos malo".

Es evidente que debemos proteger los secretos. Se entiende aquellos secretos que no podemos divulgar sin faltar a la candad o a la palabra que hemos dado. Cuando te preguntan sobre un secreto que debes guardar, tú puedes contestar con evasivas. Y tanto más cuanto la persona que te pregunta tiene menos derecho a saberlo.

Estas evasivas no son propiamente mentiras, porque no se hacen con intención de engañar. Sólo se pretende despistar para proteger una verdad que no podemos entregar a otro.

Las evasivas pueden ser más o menos despistantes, según la importancia del secreto que hay que guardar. De ordinario puede bastar indicar que de tal materia no se puede o no se quiere hablar, o no es momento de hacerlo. Puedes decir cosas parecidas a estas: "De esto no debo, o no puedo, o he decidido, o prefiero... no hablar".

Y ahora una advertencia para los indiscretos e indiscretas. Debemos ser prudentes en hacer preguntas a los demás. Hay asuntos muy personales, o familiares, o secretos del propio oficio, etc., que no deben airearse.

El indiscreto lo pregunta todo, como si tuviera derecho a saberlo todo. El discreto cae en la cuenta de que no todo puede decirse y, por tanto, que no todo debe preguntarse.

El indiscreto pone a cualquiera en un apuro. El discreto evita poner en compromiso a las personas ahorrándose preguntas innecesarias o inconvenientes. No cabe duda que las preguntas

que hacemos a las personas, son un termómetro que indica también hasta qué punto las respetamos.

Te deseo que, además de saber guardar los secretos, seas también discreta para no sonsacarlos. Eso será una buena prueba de que vas madurando.

Te saluda tu Amigo

 

80-49.

Al confesarme de mis pecados, me ha dicho el sacerdote que, como eran sólo pecados veniales, no necesitaba confesarme y que no volviese mientras no tuviera pecados más graves.

Minipecador

Amigo Minipecador:

Te diré, en primer lugar, que aunque hay pecados que no rompen la amistad con Dios y por tanto no son mortales, sin embargo todo pecado nos hace mucho mal y todo pecado va contra el amor de Dios que es infinitamente grande, y en este sentido no hay pecados pequeños.

Las personas no sólo evitamos la muerte, sino también intentamos evitar la enfermedad, el dolor y las molestias. Por eso vamos al médico cuando nos sentimos mal, aunque no estemos muriéndonos. ¿Vamos a dejar la confesión sólo para cuando haya muerto en nosotros la vida de Dios?

En segundo lugar añado que es preferible que tus confesiones sean sólo de pecados veniales, porque eso indica que no sueles cometer pecados graves. Tienes una salud espiritual básica y habitualmente buena y no corres peligro inmediato de perder la vida de hijo de Dios.

En tercer lugar afirmo que la confesión frecuente de sólo pecados veniales te hace mucho bien.

El Papa Pío XII escribió un párrafo alabando esta confesión frecuente de sólo pecados veniales, y afirma que este tipo de confesión "aumenta y desarrolla el conocimiento de sí mismo, combate la tibieza, desarraiga los malos hábitos y actitudes, mantiene pura la conciencia, da fuerza a la voluntad, favorece la dirección espiritual y aumenta la gracia".

De todas estas cosas que enumera Pío XII yo quiero fijarme en dos solamente.

            1) Nos ayuda a conocernos mejor y a conocer mejor lo que Dios quiere de nosotros.

No olvides que lo importante no es conocer lo que nos gusta a nosotros, sino lo que Dios quiere de cada uno. A base de examinar la conciencia a la luz de la Palabra de Dios vamos conociendo qué es lo que Dios no aprueba en nuestra conducta, y cuáles son las exigencias que debe tener nuestra respuesta a su amor.

            2) Combate la tibieza y la mediocridad. Muchas veces nos contentamos con ír tirando y con ser unos cristianos de chapuza.

Dios nos llama a todos sus hijos, cualquiera que sea nuestra edad y nuestro estado, a ser santos de verdad.

Ser santo no es contentarse con ir tirando, sino aspirar a amar del todo, a darlo todo y a hacer todo lo bueno que Dios nos pide.

Ser santo es tomarse en serio el Evangelio y tratar de vivirlo, no de camuflarlo.

La Iglesia de hoy necesita muchos santos. Y sin duda la confesión frecuente ayudará a los cristianos a conseguirlo.

Estos son algunos provechos de la confesión frecuente de sólo pecados veniales. Me gustaría que no descuidases, sino que aprovechases, este medio tan eficaz para la santidad. Tú debes desearlo y también lo desea para ti tu Amigo

 

81-50.

Me confieso con frecuencia, porque esto me mantiene unida a Jesús. Pero cuando hago el examen no me acuerdo de las faltas. Y cuando voy a decirlas, siempre se me olvida alguna.

Una vez el sacerdote me dijo que tenía que confesarme de más cosas.

Frecuentadora

Amiga Frecuentadora de la confesión:

Te felicito: frecuentas un sacramento que te hace muchísimo bien. Más de lo que piensas. Entre otros bienes están estos: conocer mejor lo que Jesús espera de ti, no acostumbrarte al pecado, aspirar con más decisión a la santidad, recibir más fuerza para tu lucha por la santidad, etc.

Por ti misma has descubierto que la confesión te mantiene unida a Jesús, y así es de verdad. Porque de Jesús no nos aparta el ser feos, o torpes, o pobres. Sólo nos aparta el pecado; es decir, el egoísmo o falta de amor, consentido y querido. Cuando uno ha amado poco a Cristo y se ha amado demasiado a sí, ya ha comenzado a romper con Cristo. Todavía no ha roto del todo, pero ya han comenzado a soltarse los primeros hilos. Llegar a la rotura final es ya sólo cuestión de tiempo.

Lo que tú haces con tus confesiones frecuentes es que, sí algo ha comenzado a descoserse, lo arreglas pronto para que el roto no siga adelante y se haga mayor.

Una persona que anda con este cuidado no encuentra fácilmente muchas faltas. Tampoco el que repasa su ropa todas las semanas encontrará grandes rotos. Lo ordinario es que encuentres pocos pecados, y estos pequeños y casi siempre los mismos.

No te apures por ello, aunque algún sacerdote te diga que tienes que confesarte de más cosas. Si tú no ves más cosas, no podrás confesarte de ellas. Confiésate de lo que ves y quédate tranquilísima.

Lo que puedes hacer es pedir a Jesús que te haga ver tu corazón tal y como él lo ve. Seguramente, con su luz, descubrirás en ti algunas deficiencias más en el amor.

Para eso, al hacer el examen, no te fijes solamente en lo que has hecho mal, Fíjate también en las cosas buenas que podías haber hecho y has omitido. Fíjate en los esfuerzos que has dejado de hacer para ser santa. Fíjate en sí has renunciado de verdad a tu amor propio o vives aún para algunos de tus caprichos. Fíjate en tus móviles al hacer las cosas, si las haces por cumplir, por pasar, porque te vean, por quedar bien, porque lo hacen otros o porque quieres hacer la voluntad de Dios. Fíjate también en si haces las cosas a más no poder, o con alegría y ofreciéndolas a Dios; si oras lo suficiente; sí tratas de realizar los buenos pensamientos y deseos que Dios te pone en el corazón; sí vives la vida en actitud de acción de gracias o con amargura y envidia de otros, etc.

Nunca hacemos las cosas tan bien que no podamos hacerlas mejor. La confesión frecuente nos afina la sensibilidad para caer en la cuenta de detalles. Es el sacramento de los que aspiran a ser santos y trabajan seriamente por serlo.

Y ahora contesto a tu última pregunta. Si al confesarte se te olvida alguna cosa, ten esto en cuenta:

SÍ lo que se te olvida es un pecado grave, te queda perdonado y puedes comulgar. Pero cuando vayas a confesarte la próxima vez, le dices al sacerdote el pecado olvidado y también que se te olvidó.

Si lo que se te olvida es un pecado venial, te queda perdonado y no tienes obligación de decirlo en la próxima confesión.

Nada más; que sigas esforzándote por vivir como santa. Tu Amigo

 

82-51.

Fui a confesarme, y el mismo día en que me confesé volví a caer en lo mismo de me había confesado. Me dio mucha pena porque veo que no soy capaz de corregirme. Me he puesto triste y he comenzado a dudar de si me salvaré o no.

Angustiado

Amigo Angustiado:

Tu angustia me parece injustificada: confundes el propósito de la enmienda con la impecabilidad.

Impecabilidad significa imposibilidad de pecar. Ahora bien, mientras estamos en este mundo, es posible pecar, y es un hecho que pecamos. Lo que hace Jesús cuando nos perdona no es hacernos Impecables, sino darnos fuerzas para seguir luchando contra el pecado y para que la victoria final no sea del pecado, sino nuestra, o mejor dicho, de Él.

¿Te has fijado en un partido de fútbol? La victoria no consiste en que metas goles hasta cansarte y a ti no te metan ninguno. La victoria consiste en que el marcador esté a tu favor aunque hayas tenido que encajar goles, y hasta empujones y alguna patada en la espinilla. Si, cuando te meten un gol, te tiras al suelo desmoralizado, entonces ten por seguro que ya has perdido el partido. Pero si sigues luchando, la victoria será tuya.

El pecado, no sólo nos hace mal, sino además nos desanima para que nos titemos a los suelos desmoralizados y no luchemos más. El ejemplo lo tienes en ti mismo: porque nada más confesarte te han metido un gol, ya has comenzado a dudar hasta de tu salvación eterna.

No, amigo. Lo que has de hacer es volver al terreno de juego y atacar la portería contraría a ver si logras apuntarte otro tanto. Pide perdón a Jesús y pide también su fuerza y ¡adelante otra vez!

A veces el desaliento que sientes no es por haber ofendido a Jesús, sino porque te has ofendido a ti mismo. Es decir has quedado mal ante ti, o ante los demás porque no has dado la talla que tú pensabas dar. Y eso te molesta, ¿no?

Será mejor que aceptes lo que eres. Quizá te venga bien para que no te tengas por mejor que los otros. Lo que debes hacer, siempre que te pase esto, es ponerte en manos de Jesús y volver a comenzar. ¿No sabías que el pecado es mucho más fuerte que tu? Por eso no podrás vencerlo tú solo, si no has orado mucho ante Jesús y si no vas con su fuerza.

La victoria sobre el pecado es cosa de dos: de Jesús que te da su fuerza, y de ti que debes poner toda tu voluntad y decisión en luchar valientemente y sin desalientos.

¡Ánimo y adelante!, sin dejarse engañar con desalientos infundados.

Te saluda tu Amigo

 

83-52.

Cuando hago una cosa mal me entra una intranquilidad muy grande de no haber respondido bien a Jesús y, aunque le pido perdón a Él, no quedo tranquila hasta que me confieso. Como todos los días hago algo mal, ¿tengo que confesarme cada día para estar tranquila?

Oscura

Amiga Oscura:

¡Qué bien te cuadra el nombrecito!, porque, de verdad, andas hecha un lío en la oscuridad. Intentaré encenderte una lucecita que te ayude a recuperar la alegría y a volverte "Clara".

¿De manera que cuando no has respondido a Jesús te sientes intranquila? Pues nada, mujer, eres una chica normal: y es que cuando dices "no" a Jesús algo se ha roto entre ti y El. Se ha roto un poquito tu amor a Jesús, y eso es lo que te produce esa intranquilidad. Lo mismo que cuando te rompes un hueso o te haces una herida te duele, también el roto que comienza a hacerse en tu amor a Jesús te produce ese dolor e intranquilidad.

Noto que vas cayendo en la cuenta de que oír la voz de Jesús produce alegría, y desoírla produce tristeza y vacío. Ya has descubierto una magnífica norma para conocer lo que Jesús quiere de ti: procurar hacer lo que te produce esa alegría y tratar de evitar aquello que te deja intranquila.

Me parece que los pecados de que me hablas rompen algo tu amor a Jesús, pero no lo rompen del todo. Sólo los pecados mortales rompen del todo el amor a Jesús. Pero esos pecados tuyos, aunque no lo rompen del todo, sí lo arrugan, lo afean, e inician la rotura.

No es necesario que confieses inmediatamente estos pecados. Puedes esperar a encontrar ocasión de hacerlo o al momento en que tengas costumbre. Mas sí es muy bueno que cuando sientas esa intranquilidad por algún pecado, al instante, sin esperar a confesarte, te arrepientas de verdad y le pidas perdón a Jesús. Con ello habrás conseguido dos cosas: primera,

que el roto no se haga mayor; segunda, que vuelvas a recuperar la paz y la alegría que necesitas para vivir tu vida cristiana.

Aunque no sean pecados mortales es bueno que con cierta frecuencia lleves estos pecados a la confesión, para que Jesús, por medio del sacramento, te dé fuerza para ir perfeccionando, purificando y robusteciendo su amor hacía Él.

Un último consejo: trata de conservar esa delicadeza de conciencia. Las básculas de pesar camiones no acusan diez kilos de más o de menos. En cambio, las balanzas de precisión se desnivelan con un miligramo. El amor se pesa en balanzas de precisión; esto quiere decir que en el amor nada es pequeño, que cualquier detalle a favor o en contra cuenta para bien o para mal. Procura esmerarte en tener detalles con Jesús, aunque sean pequeños. Esto te ayudará a progresar en su amor.

Te lo desea de corazón tu Amigo

 

84-53.

Nos han dicho en catequesis que cuando uno hace un pecado mortal pierde todos los méritos que había ganado. Entonces, uno que haya sido muy santo, si al final de la vida peca mortalmente, ¿pierde todo y tiene que comenzar de cero? Me parece una injusticia.

Justiciero

Amigo Justiciero:

Recuerdas al hijo pródigo, ¿verdad?: su padre le dio la herencia que le tocaba y él se la malgastó. Ya no tenía derecho a nada más. Él lo sabía, y además había renunciado a ser hijo; por eso, al regresar a casa, no exigía ser hijo con derecho a la herencia, sino jornalero que vive de su trabajo.

El pecado mortal es repetir la conducta del hijo pródigo. Es malgastar la vida que Dios nos ha dado y renunciar a ser hijo; es querer vivir lejos del Padre, sin su amor, sin querer recibir nada de Él.

Fíjate bien: no es Dios quien quita los méritos, sino es el hombre, como el hijo pródigo, quien renuncia a ellos. No es Dios quien echa de casa, sino es el hombre el que se marcha porque no quiere nada con Dios.

Así son las cosas. Por tanto, el que peca mortalmente pierde todo. Y, aunque después se arrepienta, no tiene derecho a recibir lo que ha malgastado ya.

Pero Dios es superbueno y, como dice la Biblia, " no nos trata como merecen nuestros pecados". Al contrario, se porta como aquel padre bueno con el hijo malo. El hijo pedía ser jornalero porque había renunciado a ser hijo; pero el padre lo admite y lo abraza como hijo otra vez. El hijo había malgastado lo suyo; pero el padre lo vistió otra vez, lo calzó, le puso el anillo de hijo y le ofreció un banquete, no un mendrugo de pan.

Lo mismo hace Dios con el pecador. Aunque el pecador ha renunciado a ser hijo y ha destruido sus méritos, Dios se los restituye. No porque esté obligado, sino porque Dios es así de bueno: es un padre antes que un juez. Sólo por eso.

Tener un Dios así, ¿no da alegría? Casi, casi es un escándalo. Pues sí, señor: de eso precisamente se escandalizaban los fariseos, de que Dios perdonase de este modo a los malos, sin castigo como merecían. No conocían el corazón de Dios. Jesús sí lo conocía; por eso recibía a los pecadores y comía con ellos. Por eso se retrató fielmente en la parábola del padre bueno y del mal hijo.

Lo has entendido, ¿verdad? Me alegro mucho, porque esto es esencial en nuestra fe cristiana.

Te saluda tu Amigo