ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA ACCION CATOLICA
 

Card. Eduardo F. Pironio

 

“CONCORDIA” – AÑO XII – N° 25 – ENERO DE 1992 forum 07-10/11/1991
 

 

INTRODUCCIÓN

 

Deseo comenzar con tres observaciones previas:

 1. Una invitación a la esperanza: “Dios prepara una nueva primavera del Evangelio” “Si se mira superficialmente a nuestro mundo, impresionan no pocos hechos negativos que pueden llevar al pesimismo. Mas éste es un sentimiento injustificado: tenemos fe en Dios Padre y Señor, en su bondad y misericordia. En la proximidad del tercer milenio de la Redención, Dios está preparando una gran primavera cristiana, de la que ya se vislumbra su comienzo” (R. M. 86). La Acción Católica debe expresar esta esperanza y ayudar a que florezca esta nueva primavera.

 2. Un llamado a un urgente compromiso eclesial: “Ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización” (Ch. L. 34). Los fieles laicos, protagonistas en esta nueva evangelización. La Acción Católica está particularmente llamada a serlo por exigencia intrínseca de su compromiso eclesial.

 3. Una propuesta de camino comunional: El Espíritu de Dios está recreando la Acción Católica en el interior de una Iglesia misterio de comunión misionera:

             a – Misterio: itinerario y escuela de santidad;         

            b – Comunión: con los Pastores, con el resto del Pueblo de Dios, con otras asociaciones... 

            c – Misión: presencia, anuncio, envío “ad gentes”; 

        • en una sincera fidelidad a Cristo, a la Iglesia, al hombre;

        • en una profunda comunión eclesial con la Jerarquía;

        • en una especial apertura a las diversas asociaciones de Acción Católica en otros países, manteniendo siempre la irrenunciable configuración con la Iglesia local en comunión con Pedro;

        • en una más honda, evangélica y eclesial presencia en el mundo, como especial forma de una Iglesia “sacramento universal de salvación”.

 

I. UN POCO DE HISTORIA

 

      Gran parte de la promoción asociativa, espiritual y apostólica de los laicos en la Iglesia, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, se concentró en la propuesta y desarrollo de la Acción Católica. La referencia a la “acción católica” emerge ya en tiempos del Pontificado de Pío IX y del Concilio Vaticano I, siendo utilizada entonces para abarcar a muy diversas iniciativas, obras e instituciones del llamado “movimiento católico” de fines del siglo pasado y comienzos del actual. Sabemos que adquirirá una  orientación y estructuras más precisas con el Pontificado de Pío XI, quien la consideraba “inspiración providencial”. Este Papa llamado “de la Acción Católica”, por los numerosos documentos publicados y las iniciativa emprendidas para su desarrollo fue también el “Papa de las misiones”, ambos apelativos se conjugan en una exigencia creciente de evangelización ante los retos planteados por la “descristianización” y por nuevas formas de inculturación y de presencia del cristianismo.

            El desarrollo de la Acción Católica puede considerarse como uno de aquellos “movimientos de reforma”, que, sin proponérselo ni pudiendo saberlo entonces, “preparaban” el Concilio Vaticano II. Hay una compenetración entre ese desarrollo de la Acción Católica y los movimientos de renovación litúrgica, eclesiológica, ecuménica, etc. Las reflexiones eclesiológicas – y sobre la “teología del laicado” – desde los años 30 al 60 presuponen y hacen explícita referencia a la Acción Católica. La Acción Católica ayudó a re-descubrir y realizar la vocación y dignidad del laico en la Iglesia, la significación más radical y plena de los sacramentos de iniciación cristiana para todos los bautizados, la condición del “sacerdocio común”, la participación del pueblo en la liturgia, la renovada autoconciencia de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios, una más viva pertenencia y común responsabilidad en las comunidades cristianas.

            Por todo esto, puede concluirse que la Acción Católica, en su diversidad de formas, ha significado una gran siembra y escuela multiplicadora en la formación, participación y promoción de los laicos en la vida y misión de la Iglesia. “!Sois Iglesia!” (Pío XII). En ella se han forjado generaciones de un laicado militante con fuerte sentido de fidelidad eclesial y de ella procedieron líderes católicos en los más diversos ámbitos de la vida eclesial y secular.

  

            El Concilio Vaticano II retomó y coronó esta tradición asociativa de la Acción Católica. En las diversas fases de su preparación y realización no faltaron dificultades y malentendidos y mucho se debatió sobre ella. Hubo variedad de concepciones y posiciones, al punto que en textos preparatorios se señalaban ya “máximas dificultades” para llegar a acuerdos claros. Eso se reflejó también en los debates en el aula conciliar. Al fin, se tomó una decisión clara, alentadora, pero flexible para abarcar realidades diversas según la diversidad de sus formas, en Iglesias de diferentes contextos y tradiciones.

            E el dinamismo de la “promoción del laicado”, a la luz de la renovada “eclesiología de comunión”, recomendando vivamente el “apostolado asociado de los fieles” y las “formas organizadas del apostolado seglar” en cuanto respuesta adecuada “a las exigencias humanas y cristianas de los fieles” y al mismo tiempo, signo de comunión y de unidad de la Iglesia en Cristo” ( cfr. AA, 18), el Concilio Vaticano II destacó la importancia de la Acción Católica y precisó sus notas características (cfr. AA, 20, 21). Destacó la necesaria simultaneidad de estas cuatro notas:

  • el fin apostólico de la Iglesia

  • responsabilidad propia de los laicos en la dirección

  • organicidad de comunión

  • bajo la dirección superior de la propia Jerarquía: directa colaboración con los pastores.

    

Hacia fines de la década del ’50 y comienzos de la del ’60, la Acción Católica daba signos de debilitamiento respecto de su ciclo de mayor vigor y pujanza en la catolicidad. Se asiste así a la paradoja del aprecio y recomendación tributados por el Concilio y del desinterés, marginalización y hasta desaparición de la Acción Católica en muchas Iglesias locales, a veces acompañadas del rechazo como residuo “preconciliar”. En muchas situaciones desaparece de la realidad y de las prioridades eclesiales. En otras, emprende un arduo camino de redefinición teológica, pastoral y estatutaria según las indicaciones del Concilio y del riquísimo magisterio “post – conciliar”sobre la Acción Católica de Pablo VI y de Juan Pablo II. Hoy día, la realidad de la Acción Católica, aunque limitada a una minoría de países, ha vivido un positivo y fecundo camino de renovación. Por consiguiente, de positiva y fecunda esperanza. Después del “tiempo de prueba” – y muchas instituciones pasaron por él en la primera fase post–concilio – se asiste al de serenas y fecundas maduraciones. Y también al de un relanzamiento a nivel universal, del que el presente Forum Internacional es un signo promisor. 

  

II. MIRANDO AL FUTURO DESDE LA RIQUEZA DEL PRESENTE          

         

             Ahora asistimos a una nueva etapa de renovación. Es exigencia de “comunión y colaboración” – como afirma la Christifideles Laici –, en un tejido pluriforme de experiencias asociativas, dentro del cual la Acción Católica ha tenido que profundizar su propio perfil, su originalidad, su peculiaridad (cfr, Ch. L. 31).

            Otro aspecto importante a tener en cuenta deriva de las profundas mutaciones acontecidas mediante una más vasta, capilar y diversificada participación de los fieles en la vida de las Iglesias locales y de sus comunidades. Han surgido “planes pastorales”, nuevas estructuras pastorales y de concentración – consejos pastorales, consejos de laicos, Sínodos locales, comunidades eclesiales de base... –, desarrollo de ministerios no ordenados variedad de iniciativa y circuitos, nuevas obras... En ese nuevo escenario la Acción Católica ha tenido también que profundizar su papel de animación, de formación, de impulsión.

            La descristianización creciente planteaba nuevos retos a la Iglesia, exigiéndole una más honda comprensión se su ser misionero y una más participada y eficaz evangelización. Ciertas realidades de la Acción Católica estaban demasiado recostadas sobre un pueblo que mayoritariamente continuaba a confesarse cristiano, sin una mayor incisividad y madurez de fe comprometida. El Concilio fue esencialmente un acontecimiento misionero. Pablo VI dejaba como testamento la extraordinaria “Evangelli Nuntiandi” y Juan Pablo II no se cansa de convocar a una “nueva evangelización”. La Acción Católica queda desafiada a demostrar su vitalidad misionera, su contribución indispensable a ese designio misionero de toda la Iglesia, su carisma evangelizador que estuvo desde sus mismos orígenes y que ahora debe expresarse en las nuevas condiciones sociales y culturales contemporáneas.

 

 

            Dentro del nuevo tejido participativo de comunión en la Iglesia y de la pluriformidad de modalidades asociativas, ¿cuál es la identidad, la originalidad, la novedad de la Acción Católica y su contribución singular para la edificación y la misión de la comunidad cristiana? Para dar respuesta a ello, hay que proceder a una re-lectura y profundización de las notas características indicadas por el Concilio. Creo, sobre todo, que las notas a y d deberían profundizarse como base d la singularidad de la Acción Católica en la Iglesia hoy, conforme a su tradición.

 

a - En efecto, “el fin inmediato” de la Acción Católica “es el fin apostólico de la Iglesia”, “es decir, el evangelizar y santificar a los hombres y formar cristianamente su conciencia, de suerte que puedan imbuir de espíritu evangélico las diversas comunidades y los diversos ambientes” (AA 20, a). La Acción Católica no está definida – como otras Asociaciones – por finalidades específicas, como objetivos o ambientes específicos de apostolado, realización de obras de misericordia o de caridad, pedagogías especiales de formación, espiritualidades propias... Funda su identidad en el mismo “fin apostólico de  la Iglesia”. Ese fin apostólico es la misión de evangelización, en cuanto edificación de la Iglesia, sacramento de salvación y de unidad del género humano. Pero ese fin general se concreta, se traduce, resulta “inculturado” mediante el camino pastoral de las comunidades cristianas guiadas por sus Pastores. Por eso, la Acción Católica se define, más concretamente, por las prioridades y objetivos pastorales de la Iglesia particular en la que está integrada, tomados en su globalidad, en su organicidad y en su cotidianidad. Se podría concluir diciendo que el fin de la Acción Católica es la cotidiana y orgánica edificación de la comunidad eclesial al servicio de los hombres. Pablo VI así lo definía el 25 de abril de 1977: “Ella está llamada a realizar una singular forma de ministerialidad laical, finalizada a la plantatio ecclesiae y al desarrollo de la comunidad cristianan, en estrecha unidad con los ministerios ordenados”. En ese mismo sentido ha sido retomado por Juan Pablo II en sus discursos a la IV Asamblea de la Acción Católica Italiana (27/X/80), a la V Asamblea (8/X/83) y a la VI (25/IV/86)...

            De todo esto se deduce que la Acción Católica se coloca esencialmente, orgánicamente, al servicio de la Iglesia local y de su proyecto pastoral. La Acción Católica no ha querido darse nunca una superestructura internacional. Desde su afectiva y efectiva comunión con el Sucesor de Pedro, sus referencias y lugares de inserción resultan, sobre todo, las diócesis y las parroquias, allí donde se expresan los más variados componentes del pueblo de Dios en la unidad. Su lugar teológico es la comunidad cristiana, centrada en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en el crecimiento de la fe de los bautizados, en la irradiación de la caridad. Si la “plantatio ecclesiae” es necesaria en todos los ambientes – y de allí la importancia de los “sectores” o “especializaciones” –, la Acción Católica no puede perder nunca su organicidad y su raigambre “popular” (en cuanto manifestaciones del Pueblo de Dios y singular ministerialidad para su camino. En esta “nueva evangelización” la Acción Católica está particularmente llamada a “la formación de comunidades eclesiales maduras, en las cuales la fe consiga liberar y realizar todo su originario significado de adhesión a la persona de Cristo y a su Evangelio, de encuentro y de comunión sacramental con Él, de existencia vivida en la caridad y en el servicio” (Ch. L. 34). “Por la evangelización la Iglesia es construida y plasmada como comunidad de fe; más precisamente, como comunidad de una fe confesada en la adhesión a la Palabra de Dios, celebrada en los sacramentos, vivida en la caridad como alma de existencia moral. En efecto, “buena nueva” tiende a suscitar en el corazón y en la vida del hombre la conversión y la adhesión a Jesucristo Salvador y Señor; dispone al Bautismo y a la Eucaristía y se consolida en el propósito y en la realización de la vida según el Espíritu” (Ch. L. 33).

 

            b-  Otra característica distintiva de la Acción Católica es su comunión estrecha, orgánica, su especial disponibilidad, con la Jerarquía. Esto se da en una doble vertiente. Por parte de la Jerarquía se reconoce, se autentica y se asocia más estrechamente a la Acción Católica como servicio de edificación y desarrollo eclesial. Los Obispos son pastores de toda la grey. Disciernen todos los carismas. A todos convocan y educan en la comunión de la verdad y de la caridad. Pero tienen el derecho y la necesidad asociar más estrechamente a algunos colaboradores, a semejanza de aquellos hombres y mujeres que colaboraban más inmediatamente, con especial cercanía, con los apóstoles  en la evangelización, fatigando mucho por el Señor. Por otra parte, la Acción Católica queda definida y comprometida en una exigencia que es mayor responsabilidad y no mera relación de “privilegio” con la Jerarquía. La Acción Católica es una asociación pública por excelencia. Esa relación caracteriza desde adentro la “superior dirección de la Jerarquía”. Esta vale para todas las asociaciones y movimientos. Pero para la Acción Católica tiene una connotación especial. Es la Jerarquía quien establece el cuadro general y los objetivos que la Acción Católica hace suyos. Tiene además todos los poderes de intervención en la vida asociativa que le otorga el Código. Pero no quiere decir que venga anulada la responsabilidad de sus dirigentes laicos ni la libre iniciativa de sus asociados.

 

            c- Otro elemento fundamental caracterizante de la Acción Católica es su tradición de formación cristiana de sus asociados y su irradiación pedagógica en el seno de todo el pueblo de Dios, a través de su inserción en parroquias y diócesis. La Acción Católica no se da un programa específico de formación, sino que colabora en la catequesis general de las comunidades cristiana. Su servicio formativa está especialmente dirigido a todos los componentes del Pueblo de Dios, a través de variados itinerarios y quiere ser integral, orgánica, teológico, evolutivo, comprendiendo la formación espiritual, teológica, apostólica, pastoral y humana. Si sus destinatarios son sobre todo los laicos, la Acción Católica promueve en modo especial todas las vocaciones que son indispensables y enriquecen al Pueblo de Dios.

 

 

          

 

            Estas son sólo algunas reflexiones y comentarios referidos a nuestras raíces comunes, a la grande y noble tradición en la que ustedes se reconocen, a una identidad asociativa – espiritual, eclesial, apostólica – que es propia del patrimonio de la Acción Católica.

            Todo ello es fruto del carisma peculiar que ustedes han recibido. Sí, ¡el carisma de la Acción Católica! ¿Acaso Pío XI no se refirió a una “inspiración providencial” en su desarrollo al servicio de la Iglesia? No se cualifican aquellas raíces y tradición simplemente por las “funciones” que la Acción Católica cumple, sino por los dones del Espíritu Santo que la animan y la guían, que suscitan una formación y una vida nueva de “fieles laicos”, que caracterizan íntimamente el estilo, el servicio, las obras que son de Acción Católica.

            Ahora bien, estas raíces, tradición e identidad de la Acción Católica han sido vividas a través de muy diversos caminos en las variadas Iglesias locales, en las parroquias, en las diócesis, en las naciones.

            Si bien la Acción Católica Italiana tuvo siempre un carácter ejemplar ya que fue la primera en surgir, la más cercana e inmediata a la presencia y orientación de los sucesivos Pontífices, no puede hablarse de un “modelo” uniforme de Acción Católica. Digamos que ella vivió un proceso de “inculturación” en las diversas realidades sociales, culturales y eclesiales en las que fue promovida y en las que creció como preciosa articulación asociativa e irradiación catequística y apostólica de presencia cristiana. Ustedes descubren aquí y ahora, muy unidos en aquella raíz, tradición e identidad, pero diversos en los caminos recorridos y en las formas organizativas propias. También para la Acción Católica puede hablarse de unidad en la pluriformidad. Quizá podría esto señalarse destacando el Magisterio Pontificio sobre la Acción Católica como la base fundamental se du unidad y la incorporación de la Acción Católica en las Iglesias locales como el despliegue de su multiformidad

 

 

III. EL FORUM

 

            En esa dialéctica indisociable entre la universalidad y localización que es propia de la Iglesia Católica, quisiera terminar refiriéndome explícitamente a este Forum. Al Forum Internacional de la Acción Católica.

            Desde la génesis misma de esta iniciativa, el Pontificio Consejo para los Laicos la ha apoyado con entusiasmo y esperanza. La hemos visto y percibido como un signo y una promesa de relanzamiento de la Acción Católica en la Iglesia universal, ya lejano aquel período de “prueba” y ahora en plena pujanza expansiva. No por azar la iniciativa comenzó a cuadrarse durante la VII Asamblea mundial del Sínodo de Obispos y se desarrolló a la luz de la Exhortación Apostólica postsinodal “Christifideles Laici” (cfr. Ch. L. 31).

            ¿Acaso no es ésta una síntesis luminosa de las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobe los laicos, un discernimiento de su actuación durante los primeros 20 años post-conciliares y el cuadro orgánico y orientador para un relanzamiento de la participación de todos los laicos en la vida y misión de la Iglesia?

 

           

            Se podría también decir que el Forum Internacional inaugura una etapa de mayor apertura y encuentro de la Acción Católica a nivel universal. Nunca faltaron la apertura ni los contactos internacionales. Pero cada  Acción Católica a nivel nacional mantenía sólo esporádicos vínculos con las otras “Acciones Católicas nacionales”. Quizá eso fue acentuado por las dificultades sufridas en aquel período de crisis, de prueba durante la primera fase del postconcilio. De tal modo, mientras otras asociaciones y movimientos eclesiales se daban una articulación y dinámica internacional, potenciando su protagonismo, la realidad de la Acción Católica se expresaba sólo a niveles nacionales. Y esto en un mundo cada vez más socializado e interdependientes , en el despliegue sorprendente de la universalidad de la Iglesia y ante acontecimientos internacionales cada vez más significativos y relevantes. Hasta el mismo Pontificio Consejo para los Laicos encontraba así dificultades para tener a la Acción Católica como interlocutora a nivel internacional. No faltaron buenas, fecundas relaciones con la Acción Católica Italiana, con la española, con la argentina... pero cuando se trataba de eventos y organizaciones internacionales, en el mismo elenco de la OIC y de los movimientos eclesiales, faltaba la realidad unitaria de la Acción Católica como bien de la Iglesia Universal.

                       

           

            ¡Bienvenido sea, pues este FORUM! Está llamado a expresar, a nivel universal, la vitalidad renovada de una tradición, que se vuelve propuesta asociativa y apostólica para todas las Iglesias... Para aquellas Iglesias que han de reconstruirse, también en su laicado, pasados los tiempos de sufridas persecuciones. Para aquellas Iglesia jóvenes, misioneras, que necesitan un laicado adulto para que la comunidad cristiana esté plenamente formada y sea más transparente testimonio de la comunión de la que es sacramento. Para aquellas Iglesias en donde muchos Pastoras continúan algo desconsolados a decir: “tenemos buenos laicos, pero no un laicado”.

            Ahora bien, es cierto que en la historia de la Acción Católica siempre fue rechazada la idea de un super organismo internacional, que tuviera funciones directivas sobre las asociaciones locales, nacionales. Eso hubiera desnaturalizado lo que es peculiar, identificante, de la común tradición de cada “Acción Católica”, o sea su fecunda obediencia a la Jerarquía local (Ordinarios diocesanos, Conferencias Episcopales) y su directa, prolongada, fiel referencia de servicio a sus orientaciones y programas pastorales. Por eso mismo, importa que el Forum sea sólo eso, “forum” es decir, lugar de encuentro, de intercambio, de colaboraciones, de promoción de la Acción Católica, sin caer en la tentación de constituir una superestructura directiva. Es éste el espíritu que ha guiado las observaciones del Pontificio Consejo para los Laicos al cuadro normativo del Forum que ustedes están ahora estudiando y que no dudo ustedes bien comprenderán y aceptarán. 

 

CONCLUSIÓN:

 

            Estamos en un momento providencial de profunda renovación en el Espíritu de la Acción Católica:

- dada por los nuevos desafíos

- por la nueva conciencia de una Iglesia comunión misionera

- por el llamado urgente del Papa a una nueva evangelización

           

Nos guíe un auténtico amor obediencial al Papa y a los Pastores.

            Nos guíe el Espíritu Santo. Nos acompañe siempre María, nuestra Madre y Madre de la Iglesia, “Estrella de la Evangelización”, primera y ejemplar discípula del Señor.-

 

 

EDUARDO CARDENAL. PIRONIO

 

Roma, 8 de noviembre de 1991

Forum Internacional Acción Católica