El Abandono de la Propia Voluntad,
Camino de Comunión con Dios

El Santo Abandono es el acto mas perfecto de amor a Dios que un alma pueda producir... El que da a Dios su voluntad se da así mismo y da todo...  Esta es la manera más noble, más perfecta y más pura de amar... Más si el abandono perfecciona las virtudes, perfecciona también la unión del alma con Dios...”[1]

I. Naturaleza:
“Consiste en una amorosa, entera y entrañable sumisión y concordia de nuestra voluntad con la de Dios en todo cuanto disponga o permita de nosotros.  Cuando es perfecta se le conoce como Santo abandono.”
[2]

El abandono en las manos del Señor requiere de sufrimiento, pero debe ser llevado con amor y la confianza que Dios nos esta purificando, para unirnos a El.  Esta unión con El no puede darse sino nos despegamos de nosotros mismos, sino curamos nuestro orgullo y no nos sometemos a El con espíritu dócil y con decisión   firme a abandonar nuestra voluntad para que El pueda gobernar nuestra vida.

San Ambrosio dice, "el que tiene por su porción a Dios, no debe tener otro cuidado que el de aplicarse a él, y todo cuanto se emplea en otra cosa es un robo que se hace al servicio y culto que se le debe.”[3]  Este abandono tiene su fundamento en la caridad. 

II. Excelencia:
“Lo que constituye la excelencia del santo abandono es la incomparable eficacia que posee para remover todos los obstáculos que impiden la acción de la gracia, para hacer practicar con perfección las más excelsas virtudes y para establecer el reinado absoluto de Dios.”
[4] 

El Santo abandono es el que después de todo nuestro crecimiento en la vida de virtud, el que acabará de purificar y de despegar nuestra alma para dirigirla completamente a Dios. 

III. Necesidad:
La necesidad de entrar por esta vía puede demostrarse por una triple razón:
1. El derecho Divino: a) Somos siervos de Dios.  No nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Dios.   b) Somos hijos y amigos de Dios.  El hijo debe estar sometido a su Padre, por amor, y la amistad produce la concordia de voluntades.
2
. Nuestra utilidad: por la gran eficacia santificadora de esta vía. 
3. El ejemplo de Cristo: Toda la vida de Cristo en la tierra consistió en cumplir la voluntad del Padre.”[5]

“La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que El quiere que seamos”[6] Nuestro grado de perfección depende del grado de nuestra conformidad con la voluntad divina.  La Fe nos hace conocer a Dios y nos muestra la bajeza de nuestra condición humana, más la conformidad a la voluntad de Dios une aún mas directamente e íntimamente nuestra voluntad con la de El, poniendo el alma al servicio completo del Soberano Dueño.

“Esta es la vía que mas glorifica a Dios, la que más santifica al alma, la menos sujeta a ilusiones, la que proporciona mayor paz al alma, la que mejor hace practicar las virtudes, la más a propósito para adquirir el espíritu de oración, la más parecida al martirio e inmolación de si mismo y la que asegura en la hora de la muerte.”[7] 

IV. La Voluntad de Dios se manifiesta de dos maneras:
1- “La Voluntad de Signo: los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, los consejos, las inspiraciones de la gracia, y, por lo que toca a las comunidades, las Constituciones y las Reglas.”
[8]

2-“La Voluntad de Beneplácito: Consiste en someterse a todos los acontecimientos providenciales queridos o permitidos por Dios para nuestro mayor provecho y santificación.”[9]

V-  Grados de conformidad con la voluntad de Dios
“San Bernardo distingue tres grados, los correspondientes a la perfección Cristiana:
1- El incipiente: Movidos por el temor, lleva la cruz de Cristo pacientemente
2- El proficiente: movido por la esperanza, la lleva con cierta alegría.
3- El perfecto: consumado en la Caridad, se abraza con ella ardientemente.”
[10]

VI- Frutos del Santo Abandono
1- Intimidad con Dios. Es el primer fruto que produce el abandono, fundada en una confianza llena de humildad en Dios.  Al depositarnos confiadamente como un niño en las manos de su madre, El no nos abandonará, pues El mismo lo dijo en (Mt 19, 14): “Dejad que los niños vengan a  mi, y de los que se les asemejan es el reino de los cielos.”

“Cuando el hombre está muy penetrado del amor de Dios, y aspira al Señor con toda la extensión de sus deseos, no repara en las cosas visibles, y tiene continuamente delante de los ojos de su alma, de día y de noche, al acostarse y al levantarse, la imagen de aquel objeto amado que quiere y desea.”[11] S. Juan Crisóstomo­

El Santo abandono nos hace reconocer nuestra nada y esperarlo todo de El , dejando que sea El quien conduzca nuestra vida y El que nos lleve a la santidad.

2- Sencillez y libertad. El alma que se abandona a la voluntad de Dios es sencilla, ya este enferma o sana, con tiempo o este ocupada, sea alagada o humillada, lo recibe todo venido de las manos de Dios. 

"Grande fuerza alcanza el verdadero amor y el que es perfecta­mente amado, se apodera de toda la voluntad del amante: nada manda tanto como la caridad. Nosotros, si de veras amamos a Cristo, si nos acordamos de que estamos redimidos con su sangre, ya no debemos querer, ni hacer sino lo que sabemos que El quiere.”[12] S. Paulino

El alma encuentra su libertad en cumplir y aceptar lo que Dios le mande.  Ya que su libertad consiste en querer todo lo que Dios quiere, sin inclinarse voluntariamente a otro lado, sin detenerse a considerar sus propios deseos, consiente de ante mano en todo lo que le acontezca, de manera que llega un punto en que su voluntad esta tan unida a la de Dios que acepta con gran libertad todo lo que es venido de su parte. El abandono nos libera de los hombres y de nosotros mismos, deseando complacer sólo a Dios.

3- Constancia y sinceridad. "El que ama verdaderamente a Dios debe conservar inviolable­mente este amor en cualquier estado que se halle... Cierto que sería muy poco amor el que solo durase el tiempo que Dios os colma de toda especie de beneficios.”[13] S. Ambrosio

Llegando el alma a confiar tanto en Dios no se engríe si hay triunfos no se abate si hay derrota, pues teniendo todo como venido de Dios se lanza con espíritu fuerte a realizar la voluntad de Dios.

Es vivir la vida en un auténtico desprendimiento, como lo dice San Francisco de Sales No pedir nada, ni rehusar nada.

4- Paz y alegría. La paz y la alegría constituyen aquí en la tierra la verdadera felicidad, y es proporcionada al alma que se abandona completamente a Dios. El alma al estar conforme a la voluntad de Dios encuentra reposo, y aunque este pasando por  numerosas pruebas el alma es semejante a un río caudaloso, en que no se turba por muy dura que sea la prueba pues esta consciente que todo es venido de las manos de Dios.

El hecho de saber el alma que esta cumpliendo la voluntad de Dios, la llena de mucha paz y alegría que solo el alma misma puede comprender. El Santo Cura de Ars decia, “La cruz es quien ha dado la paz al mundo, es ella quien ha de traerla a nuestros corazones.  Todas nuestras miserias vienen de que no las amamos...”[14]

5- Muerte santa y valimiento cerca de Dios.El Santo abandono nos asegura una buena muerte pues como dice santa Teresita del Niño Jesús: “Yo no he dado a Dios sino mi amor.  El me devolverá amor.  El cumplirá todos mis deseos en el cielo, porque yo no he hecho jamás mi voluntad en la tierra.”[15]

El alma abandonada a la voluntad de Dios espera la muerte como el momento en que su alma reposará para siempre en los brazos de su Dueño.  Abandonada en Dios acepta este momento, sin temor de que el Señor la desamparará.

San Ignacio de Loyola se derretía en lágrimas cada vez que pensaba que la muerte le abriría las puertas del cielo.  Tenía tal deseo de unirse a Dios, que, en su última enfermedad, los médicos le prohibieron pensar en la muerte; porque este pensamiento le enardecía tanto, que le hacía palpitar violentamente su corazón, poniendo en peligro su vida.”[16]

Fundamentos del Santo Abandono, Comunión con Dios 

I- El Desasimiento
San Gregorio: “Cuando el alma con esforzado ahínco tiende a Dios, todo lo que hay de amargo en esta vida lo juzga dulce; todo lo que la aflige tiénelo por descanso, y desea morir por gozar mas plenamente de la vida.”[17]        

El desasimiento de nuestra voluntad por muy despegada que esté de nosotras conllevará dolor y desgarramiento, debido a nuestra condición humana, pero no hay otro camino para alcanzar un abandono total en Dios.  Para llegar al abandono es necesario un desasimiento previo de nuestro querer.

"Nada parece duro a los que aman; nada es difícil cuando se vence por llegar a lo que se desea. ­ Amemos a Jesucristo y procuremos con fervor unirnos con El, y las cosas más difíciles nos parecerán muy fáciles, y todo lo que ahora es largo, se nos hará muy corto. S. Jerónimo­"[18]

El abandono es unión total y conformidad a la voluntad de Dios hasta el extremo de estar dispuestos de antemano a dejar todo y recibir con amor todo lo que El mande.  Confiar y esperar tranquilamente los acontecimientos que El ha destinado para nuestra salvación y luego aceptarlos con sumisión fiel y amorosa.  Dios es Supremo Rey y como tal tiene autoridad para disponer de nosotros como El desee.  El puede probarnos tanto exteriormente, como interiormente, por eso es necesario que nuestro ser esté desapegado de todos estos bienes para que este pronto a responder conforme a su voluntad.

Para lograr este desprendimiento es necesaria la obediencia y la humildad.  Es encontrar a Jesús en el olvido total de nosotros mismos, escucharle, obedecerle y con humildad adentrarnos en el camino que El ha delineado para  nuestra perfección.  Es morir una vez y otra vez a nuestra voluntad para quedar completamente unidos a El.

El alma no puede volar con libertad a los brazos de Jesús si las voluntades están atadas a la carne, debe cortar todo aquello que le impida volar con libertad al fin que Dios le tiene deparado   y llegar a la íntima unión con El.

 II-  La Fe y Confianza en el Plan Divino
La Fe: Es una virtud sobrenatural por la que, con la inspiración y ayuda de la gracia de Dios, creemos ser verdadero lo que por El ha sido revelado; no por la intrínseca verdad de las cosas percibidas por la luz natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que revela, el cual no puede engañarse ni engañarnos”[19]

Obediencia de la Fe: Cuando Dios revela se le debe la obediencia de la Fe, por la que el hombre se entrega todo él con libertad a Dios, prestando el pleno homenaje de la inteligencia y de la voluntad a Dios revelador y dando voluntariamente su asentimiento a la revelación que El le hace.”[20]

“Creer quiere decir abandonarse en la voluntad de la Palabra misma del Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente cuan insondables son sus designios e incalculables sus caminos.(Rom. 11,33)[21]

Para tener comunión con Dios es indispensable tener Fe en lo que El nos pide y dispone para cada uno de nosotros. Los ejemplos más grandes de fe, de abandono a la voluntad de Dios y de comunión con Dios son Abraham y la Santísima Virgen María. “Por la fe de Abraham se constituye el comienzo de la Nueva Alianza...  Por su fe fue hecho padre de muchas naciones. 'El esperó contra toda esperanza.'”[22]

La fe de Abraham hacia el plan que Dios había puesto en sus manos es la que abrió paso a la preparación de la Nueva Alianza.  Abraham fue hecho padre de la Fe por su abandono a la voluntad de Dios y por su comunión íntima con Dios.

La fe es el medio por el cual Dios comunica al hombre su voluntad y por medio de la cual respondemos y debemos de perseverar. La Virgen María es el Modelo perfecto del abandono en las manos del Señor, por su docilidad y entrega es que el Señor pudo hacer Maravillas en ella. “La fe de la Santísima Virgen María en la Anunciación da comienzo a la Nueva Alianza... María después de haber manifestado su condición de virgen, creyó que por el poder del Altísimo, por obra del Espíritu Santo se convertiría en la Madre del Hijo de Dios.”[23]

            Toda la vida de la Virgen María nos muestra ese completo abandono a la voluntad del Señor, y la comunión con su plan.  Desde la Anunciación hasta el Calvario la voluntad de la Virgen estuvo en completo abandono a la voluntad del Padre. Para ser colaboradores con el plan de Dios debemos ante todo creer que El puede hacer maravillas en nosotros; tener comunión con su voluntad y perseverar en esta comunión.  Todo es imposible si anteponemos nuestro deseo y voluntad.

Así como vemos el abandono de Abraham y de la Virgen María, este mismo ejemplo lo podemos encontrar en la vida de todos los Santos.

Santa Teresa de los Andes:  “Lo único que quiero para ti es que cumplas la voluntad de Dios.  Abandónate a ella con sencillez filial y repite siempre esta máxima de Santa Teresa, aún en las circunstancias mas difíciles: “Dios sabe y el me ama.” [24]

El Señor presenta un plan que El desea se lleve a cabo con nuestra cooperación, solo pide confianza en ese plan y abandono de la voluntad para llevarlo a cabo. La Fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; por medio de la cual unimos nuestro entendimiento y voluntad a todo aquello que Dios revela. Pero, “para dar respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad.”[25]

Si no estamos en gracia con Dios nunca podremos escuchar su voluntad. El estado de gracia es semejante a una ventana donde los rayos del sol penetran sin encontrar ningún bloqueo que opaque la luz del sol, penetrando completamente e iluminando todo el lugar, dándole libertad al espíritu que  nos inunde con su Sabiduría y nos mueva con diligencia a responder con generosidad al plan de Dios.  Cuando perdemos la gracia los rayos del sol llegan a la ventana pero no penetran en el cuarto porque hemos puesto como una cortina que bloquea la luz.  Por eso para poder ver y entender la voluntad de Dios es necesario estar en gracia, y no rebelarnos a su voluntad.

No es contrario a nuestra propia dignidad presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y voluntad a Dios y entrar así en íntima comunión con El.  Sin la fe es imposible agradar a Dios. La fe en Dios puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento.  Dios prueba nuestro amor y nuestra entrega.  Y es ahí donde nos sentimos débiles donde El encuentra su mayor gloria.  Es en estos momentos de desolación y de sufrimiento que debemos encontrar en El la fortaleza y hacer todo para la mayor gloria de El.  Aceptando con paciencia y perseverancia todo lo que El nos mande, abandonándonos completamente a El. Lo podemos ver en Cristo, donde Dios manifestó su omnipotencia de la manera mas misteriosa: en la muerte y Resurrección de Cristo. 

La Pasión es obra de Dios.  Y aún más, es su obra maestra, pues en ella muestra el extremo de su amor a los hombres, dando a su único Hijo para la salvación de la humanidad;  y el extremo del amor del Hijo, hecho obediente a la voluntad del Padre y entregado hasta el extremo por amor a los hombres.

Dios utiliza los métodos mas incomprensibles a la razón humana para atraernos hacia si.  Y para hacer ver que todo es obra de El y que nada podemos sin El.  Jesús no pide grandes cosas, ni acciones extravagantes para santificarnos, El solo pide abandono, confianza en su plan y agradecimiento a todo lo que El nos da. "Porque Dios nos ama mucho, permite que seamos afligidos en este mundo, con el fin de unirnos más perfectamente consigo... por el ardiente amor que nos tiene, cuando para unirnos más estrechamente consigo, permite que estemos reducidos a la necesidad de recurrir continuamente a su gracia...”[26] S. Juan Crisóstomo.   

Solo la fe puede adherirnos a las vías misteriosas de la omnipotencia de Dios.  Esta fe se gloría de nuestras debilidades con el fin de atraer sobre nosotros el poder de Cristo. Es unir nuestros deseos y ambiciones a los deseos y ambiciones que Dios tiene para nosotros, con un espíritu dócil y deseoso de que se cumpla su plan en nosotros. Es como dice San Pablo considerar todo como basura con tal de obtener esa unión con Cristo.

Dios anhela esa íntima unión con el hombre y desde la eternidad Dios lo creó para ese fin, para tener esa íntima unión con El.  Fuimos creados para amar a Dios y para encontrar en El nuestra plenitud y nuestro fin. Para alcanzar esa íntima comunión,  Jesús pide un abandono filial en la Providencia del Padre Celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos: “no andéis, pues preocupados diciendo ¿qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? ... Buscad primero su Reino y su Justicia, y todas las cosas se os darán por añadidura.” (Mt 6,31-33)

La fe nos ayuda a desprendernos de todo aquello que nos aleja de cumplir la voluntad de Dios ya revelada a nosotros, y dirige nuestro ser a buscar todo aquello que le da mayor gloria a Dios, a confiar y esperar en El. La actitud cristiana justa, consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia divina aceptando como de sus manos todo aquello que El nos envía para purificar nuestra alma y acercarnos a El.  Dios da a cada quien conforme lo que el alma necesita y la va a llevar a la santidad. Pues su voluntad es que todos sus hijos se salven.  Como dice la Escritura, “Todo coopera para el bien de los que aman a Dios” (Rm8,28).

Santa Catalina de Siena: a los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede: Todo procede del amor, todo esta ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin. [27]

Santo Tomás Moro poco antes de su martirio, consuela a su hija diciéndole:Nada puede pasarme que Dios no quiera.Y todo lo que EL quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor. [28]

La fe es la primera disposición del alma y el cimiento de la vida sobrenatural, nos hace ver las cosas desde un punto divino; torna el abandono mas fácil, pues solo con una Fe viva y arraigada puede el alma elevarse a la vida unitiva con Dios. “Nada sucede en nuestra vida por movimientos al acaso, sabedlo bien todo cuanto acontece contra nuestra voluntad no sucede sino en conformidad con la voluntad de Dios, según su Providencia y el orden que El tenía determinado, el consentimiento que El da y las leyes que ha establecido”[29]

Dios al guiar a sus criaturas, no les manifiesta sus designios; ellas van y vienen cada cual en su camino.  El plan del Señor es diferente para cada uno, pues todos tenemos necesidades y grado de amor diferente, El utiliza el camino perfecto para nuestra santificación, y esa debe ser nuestra confianza, nada de lo que nos sucede esta fuera del plan de Dios.

Nunca debemos poner en duda el plan que Dios ha trazado para cada uno.  Creamos sin dudar en la infinita Sabiduría de Dios, en su poder.  Por numerosas y difíciles que sean las pruebas hagamos siempre lo que la Providencia de Dios desea, abandonémonos confiados en el plan que El ha trazado para nosotros, pues lo único que haría fracasar los designios por los cuales Dios desea santificarnos serían nuestra falta de confianza y nuestra falta de sumisión, pues El nunca obrará en contra de nuestra voluntad.  

III- El Amor de Dios , El Amor de Jesús y El Ejemplo de Jesús
El amor es el vínculo que une a la criatura con Dios y con las demás criaturas, solo por medio del amor, de sentirnos realmente amadas por Dios y el amarlo a El es que nuestra alma logrará llegar al Santo abandono, pues el que vive del amor, vivirá también del abandono.

El abandono es un continuo morir de nosotros mismos, por tanto requiere de un amor ardiente a su voluntad.  Sólo por el amor logra el alma darse hasta el extremo, sin división ni reservas.  Dice Santa Teresa: “Tal es la fuerza del amor cuando es perfecto; llega a olvidar toda ventaja y todo placer personal para no pensar sino en satisfacer a Aquel que nos ama.

San Francisco de Sales:Si es únicamente a mi Salvador a quien amo, ¿Por qué no he de amar tanto el Calvario como el Tabor, puesto que se halla tan realmente en uno como en el otro?”[30]

Toda la vida de Jesús es una ofrenda al Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre”[31] en virtud de esta voluntad del Padre cumplida a totalidad por Cristo, es que fuimos santificados.  Desde el primer instante de la Encarnación Jesús acepta libremente el amor redentivo del Padre llevándolo en su Corazón;  amó a los hombres hasta el extremo y nos  hizo saber lo infinito de su amor, al dar su vida por nosotros.  “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos.”[32] Tanto en su pasión como en su muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres.

Este deseo de aceptar el designio del amor redentor del Padre anima toda la vida de Jesús.  “Servir y dar su vida en rescate por muchos.”[33] "Después que el Señor dijo de sí mismo: Yo no vine a hacer mi voluntad, sino solamente la de mi Padre; es muy peligroso hacer su propia voluntad, aun en las cosas menores...”[34] S. Basilio

Para lograr abandonarnos a la voluntad de Dios y despojarnos de nuestra propia voluntad debemos aceptar con ánimo lo que el Señor pide, y bajo este ánimo por cumplir su voluntad encontrar la fuerza para serle fiel.  Es ver en la voluntad de Dios un designio mayor de lo que en realidad para nosotros conlleva el llevarlo a cabo, Dios utiliza nuestra docilidad en la aceptación de su plan para sacar bienes mayores. Con esto no quiere decir que muchas veces el abandonarnos en las manos del Señor no será doloroso, pero al mismo tiempo lleno de  gozo porque estamos cumpliendo su voluntad y es lo único que nos llevará a una mayor comunión con El.

La agonía de Jesús en el huerto nos presenta la totalidad del abandono de Jesús y su completa comunión con la voluntad del Padre. "Padre mío, si es posible, que pase de mi este cáliz...pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya.”[35]  Cristo no hubiera podido realizar el plan de salvación sino hubiera unido su voluntad a la del Padre.

Todo lo que vivió Cristo hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros.  Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y misterios de Jesús, y pedirle con frecuencia que los realice y los lleve a la plenitud en nosotros y en toda la Iglesia. Cristo es nuestro ejemplo a seguir, y la plenitud a la que el Padre nos quiere llevar, pero para esto debemos abandonar nuestra voluntad y abrazarla a la de El para que adquiramos esta comunión a la que todo ser humano esta llamado a tener con Dios.  Es pura misericordia de Dios el querer unirnos a El y el hacernos partícipes de su plan.

La docilidad de corazón y la completa apertura a su plan es lo que hace que florezca esa intimidad con Dios.  Es como si nosotros deseáramos ayudar a una persona en algo, pero cada vez que esa persona nos pide algo nosotros deseemos imponer nuestra voluntad y la manera en como debe ser realizado, sin dejar que las cosas se realicen como ya ella lo tenía estipulado.  Lógicamente que hará mas difícil el poderlo realizar, que si con una actitud sumisa nos sometemos simplemente a ayudar a la persona cumpliendo lo que ella desee, entrando en comunión con su plan.

El completo abandono de Jesús a la voluntad del Padre es lo que nos hace a nosotros partícipes de la salvación. Cristo por el mismo amor que lo movía a entregarlo todo, todo lo hizo perfectamente y sin queja alguna, sino siempre viendo lo que mayor fruto podía producir en las almas y lo que mayor gloria daba al Padre. “Cristo reservó algunas gotas de su preciosa sangre para derramarla después de haber entregado su Espíritu, y manifestar así que su amor era mas fuerte que la muerte.  Salió agua y sangre  de su costado; Sangre: precio de la redención y símbolo de la Eucaristía; Agua: símbolo de regeneración y Bautismo.”[36]

¿Que hubiera sido de nosotros si Jesús se hubiera resistido a cumplir el plan de Dios? ¿Que hubiera sido de nosotros si El en medio de su sufrimiento se hubiera reservado el dolor que iba a padecer en la Eucaristía al verse de igual manera que en su Pasión, despreciado, olvidado e incluso ultrajado? OH Jesús que prueba de amor tan grande encierra el traspaso de tu Sagrado Corazón, que abismo de misericordia, que prueba de abandono a la voluntad del Padre. Es en el traspaso de tu Corazón donde esta la fuente infinita de tu amor en donde nos demuestras que para llegar a amar hay que dar hasta la última gota, no reservarse nada para si.
 

Cristo padeció por nosotros, no solo su pasión, sino que después de muerto sigue padeciendo por toda nuestra frialdad e indiferencia. Al conocer esto es que debemos determinarnos a amarlo, Jesús anhela nuestro amor y nuestro abandono en El.  Esta sediento de nuestro amor, de que lo amemos sin medida para saciar su sed y para que nosotros logremos unirnos a El de una manera íntima. Jesús desea nuestro corazón libre de todo lo que lo separe de El. Por eso como dice San Alfonso:  “Cuando un corazón está lleno de tierra, el amor de Dios no encuentra lugar; y cuanto más permanezca pegado a la tierra, menos reinará en él el amor divino, porque Jesucristo quiere poseer todo nuestro corazón y no toleraría ningún rival.  En fin, el amor de Dios es un amable ladrón que nos despoja de todas las cosas terrenas.”[37]

Uno de los pasajes que narra explícitamente la sed que el Señor tiene de nuestro amor es el pasaje de la Samaritana donde El le pide de beber(Jn 4,7). El Corazón del Señor palpita en estos tiempos diciéndonos tengo sed de tu amor, pon tu confianza en Mi que soy la fuente de agua viva.

El abandono en las manos del Señor, nos llevará a dejarlo todo por alcanzar esta íntima participación de amor con El, y el buscar con anhelo el padecer por saciar su sed.  Todo hombre que se abre al amor, debe abrirse al sufrimiento no hay otro camino pues es el marcado por nuestro Maestro que nos llama diciéndonos: “quien quiera venir en pos de mi, niéguese a si mismo, cargue su Cruz y sígame.”

Jesús nos dice que todo aquel que quiera seguirle debe cargar su Cruz, pero esta cruz tiene una particularidad, no la elegimos nosotros, es Dios mismo quien la elige y nos la diseña según nuestra capacidad y según hayamos crecido en nuestro abandono en El, no es sólo cargar la cruz, sino también el negarnos nuestros deseos, nuestros proyectos, y anteponer ante todo esto el plan que Dios tiene para cada uno aceptándolo con amor y deseándolo igual que El.

No podemos crecer en amor a El si no aceptamos nuestras cruces, si no nos abandonamos, y no nos abrimos a amarla.  Dios nos prueba pero al mismo tiempo nos da la fuerza para sobre llevarla.  Dios no desea otro camino para nuestra santificación que el de padecer y sufrir, pero el amor dulcifica el padecimiento y hasta lo busca y lo desea.  La voluntad de Dios es que en nuestra vida seamos otro Cristo para eso vino El al mundo, para Redimirlo y para que el hombre tuviera como una guía de la perfecta entrega.  Por medio de la Divinidad de Cristo es por donde nuestra alma puede penetrar en los grandes misterios de Dios ya que El siendo Cabeza comunica la vida a nosotros que somos el cuerpo.  Debemos seguir su ejemplo en todo, aprender a vivir como el vivió y desear esa unidad de espíritu que El tuvo con el Padre durante su vida aquí en la tierra y tiene ahora en el cielo, cumpliendo la voluntad del Padre, quedándose como alimento vivo en la Eucaristía donde muchas veces no apreciamos su presencia. Es este el abandono que El nos pide el que el vivió por nuestra redención y El que aún vive a expensas del hombre en la Eucaristía.  Donde nos muestra el abandono total por amor, y el deseo de redimir y de atraer mayor cantidad de almas hacia sí.  

Podemos notar también aquí el ejemplo del silencio en el abandono, Jesús durante su pasión no dijo ni una sola palabra que pusiera en evidencia lo que El padecía, no buscó nunca su defensa, su deseo era cumplir la voluntad del Padre.  En la Eucaristía  vemos como El en medio del silencio de su dolor por la humanidad enriquece nuestras almas y nos transmite ese amor que nos tiene.

Viendo el amor que Dios nos tiene, el que nos tiene Jesús y el ejemplo que El nos da debemos abrir nuestro corazón para aceptar todo lo que El nos mande pues es la manera como nos unimos a El y que su voluntad se puede cumplir en nosotros, el amor es la llave que hace que depositemos  nuestra confianza en su plan y el único medio para alcanzar una unión íntima con El.

 “Un día Nuestro Señor muestra a Santa Gema Galgani sus cinco llagas abiertas, y le dice: Mira, hija mía, y aprende a amar. ¿Ves esta cruz, estas espinas y estos clavos, estas carnes lívidas y estas heridas y llagas?  Todo es obra del amor y de un amor infinito.  Hasta este punto te he amado.  ¿Quieres tú amarme de verdad?  Aprende ante todo a sufrir; es el sufrimiento quien enseña a amar.”[38]

Así como en Cristo la obediencia y abandono en el Padre están fundamentados en el amor, así nuestro abandono y obediencia en su plan deben estar fundamentados en el amor a Cristo.  Llegar a tal punto de amor que nos una de una manera que todo lo que El pasó lo deseemos pasar también nosotros.

El ejemplo de Cristo es el mayor libro que tenemos para aprender a despojarnos de nosotros mismos para acatar la voluntad de Dios al extremo y de hacerla a la perfección.

 Aspectos que nos ayudan a crecer en abandono y una mayor unión con Dios.

I- La Cruz y el Sufrimiento
“El sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba a la que es sometida toda la humanidad...  Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección....”
[39]

“Que extraña ilusión sufrimos: no queremos sacrificarnos porque nos parece que, si hacemos esos sacrificios perdemos nuestra felicidad; y sin embargo sucede todo lo contrario; sacrificándonos para alcanzar el amor de Dios, encontraremos la única felicidad.”[40]

El sacrificio es una de las formas como podemos consolar a Nuestro Señor participando de sus dolores internos, cosa propia del espíritu de Cruz. Una vez que el alma a crecido en este santo abandono permanece íntimamente unida a todo lo que desea, sufre y anhela el Corazón de Jesús y se hace fiel reparador de sus sufrimientos internos.

No podremos consolarlo a plenitud si nuestra voluntad no es dócil a todo lo que El nos pide, pues una vez despegados de nuestros deseos nuestras facultades estarán al servicio de Su Corazón. Por tanto la mayor prueba de nuestro perfecto abandono son los momentos de Cruz. Podemos decir con esto que:
-La Cruz purifica, es el primer nivel de los efectos que hace la cruz en el alma que la abraza con paciencia.
-La cruz ilumina, a fuerza de cruces es como nuestro espíritu llega a iluminarse.
-La cruz une solo en la Cruz es donde realmente encontramos a Cristo.  Este camino de unión es duro, sembrado de espinas, pero es por ahí donde el
alma llega al palacio del gran Rey. 
-La cruz transforma, después de la unión con Dios el alma debe poco a poco semejarse a Cristo.  El dolor transforma, y al participar de los dolores de El nos vamos asemejando más y más a El.  Pues como hemos dicho antes el dolor unido al de Cristo redime y el alma que participa ofreciéndole al Señor todos sus malestares por el bien de otros, actúa en similitud a Cristo, coopera con el misterio de la Redención.  Participando de los dolores internos de Su Corazón.

Siempre debemos tener presente durante nuestros momentos difíciles que no estamos solos que todo lo que sufrimos lo sufrimos en unión con Cristo.  El sufre junto con nosotros. Jesús lleva en su corazón todos los dolores del mundo junto con todos los pecados de los hombres. El dolor del Corazón de Jesús es infinito pero más infinito es su amor.  Al analizar esto nuestra alma debe disponerse a desear ayudarle a aliviar, mitigar el dolor que El padece y ver en El un ejemplo para sufrir y padecer por la humanidad.

El dolor une, y el ver el sufrimiento de otro conmueve el alma y la lleva a brindarse en ayuda, auxilio de los demás.  Que más cuando tomamos conciencia de lo que este Corazón, infinito en amor, pero lleno también de dolor nos pide que le ayudemos a mitigar su dolor.  El alma abandonada en la Voluntad de Dios no solo acepta lo que El mande, sino que ella misma desea y busca sufrir por amor a El. Y se hace tan perceptivo ese amor y unión que la lleva a conocer por qué sufre el Señor.  Aprende a escuchar los latidos del dolor interno de Su Corazón.

La cruz es el momento donde probamos que tan desprendida está nuestra voluntad de nuestros deseos y proyectos, y al mismo tiempo es el momento para unirnos mas y mas a su Voluntad. “Seamos hostias de alabanza a la Santísima Trinidad, ¿Cómo? Cumpliendo en cada instante la voluntad de Dios”[41]

II- La Oración
San Juan Damasceno
:“La oración es la elevación del alma a Dios”
[42] Esta elevación es una expresión de nuestra adoración a Dios, donde le reconocemos como Supremo Rey y es una condición indispensable para poder obedecer los mandamientos de Dios.  Es preciso orar sin desfallecer.
(Lucas 18,11)

La oración es una relación de alianza entre Dios y el hombre en Cristo, brota del Espíritu Santo y de nosotros.  La vida de oración se caracteriza por que el alma esta habitualmente en la presencia de Dios y en comunión con El. La oración es regalo de Dios, pues es iniciativa de El y respuesta del hombre.

Una ves decidido el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe, buscándolo en el silencio de su corazón, escuchándole y obedeciéndole.  Por medio de la oración es que el Señor nos va enriqueciendo con su Sabiduría y va uniendo el alma hacia El.

Por medio de la oración podemos descubrir cual es la voluntad de Dios y obtener constancia para cumplirla, como nos enseña Jesús durante toda su vida se mantuvo en oración, siempre se retiraba a orar lo podemos leer en muchos de los pasajes de la Escritura. Por la oración es donde escuchamos la voluntad del Padre y dispone el alma a cumplirla.

Obra de las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María

Bibliografía

[1] El Santo abandono, Lehodey, pág. 508-509.
[2] Royo Marín Teo. De la Perfección Cristiana. pág. 768
[3] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.78
[4] Teo. De la Perfección Cristiana Royo Marín pág. 771
[5] Teo. De la Perfección Cristiana Royo Marín pág. 771
[6] Santa Teresa del Niño Jesús Historia de un Alma, pág. 15 cap. I
[7] Royo Marín Teo. de la Perfección Cristiana. pág 771
[8] Compendio de la Teología Ascética y Mística Ad. Tanquerey pág. 260
  [9] Compendio de la Teología Ascética y Mística Ad. Tanquerey pág. 263
[10] Compendio de la Teología Ascética y Mística Ad. Tanquerey pág. 267
[11] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.10
[12] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.31
[13] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.30
[14] El Santo abandono, Lehodey, pág 533
[15] El Santo abandono, Lehodey, pág 544
[16] Teología de la Salvación, Royo Marín. pág. 267
[17] Ejercicio de perfección y virtudes Cristianas P. Alfonso Rodríguez pág. 503.
[18] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.30
[19] Concilio Vaticano I
[20]  Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Dei Verbum, núm. 5.
[21]  Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 14.
[22] Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 14.
[23] Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 14.
[24]  Así Pensaba Santa Teresa de los Andes pág. 61-142
[25] Catecismo de la Iglesia Católica 153
[26] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.32
[27]  Santa Catalina de Siena, Dialoghi, 4,138
[28] Santo Tomás Moro, Carta de prisión; cf. Liturgia de las Horas, III, Oficio de lectura 22 junio.
[29]  San Agustín, Enarr. In . Psalmis, 148, 12.
[30] Lehodey, El Santo Abandono, pág. 138
[31] Jn 6,38
[32] Jn15,13
[33] Mc 10,45
[34] Sentencias de los Santos Padres tomo I pág.76
[35] Mt 26,39
[36] Fulton Sheen Vida de Cristo, Pág. 441
[37] El Santo Abandono, Lehodey, pág. 506
[38] El Santo Abandono, Lehodey. Pág 149.
[39] Salvifici Doloris 23 Juan Pablo II
[40] Vida interior del Corazón de Jesús pág. 228
[41] Así pensaba Teresa de los Andes pág. 57
[42] Teo. de la perfección Cristiana pág. 627 Royo Marín.