Autor: Mons. Rafael Sandoval Sandoval M.N.M
Anunciar explícitamente a Jesucristo
Encontrarse con Cristo, cambia sus vidas
1. ALGUNAS REALIDADES
QUE ADVIERTO
Muchos católicos se están alejando hacia otras
religiones, en particular a confesiones y sectas protestantes. Tal problema no
es tan simple. Pero algunos de ellos dicen que, hasta que se cambiaron,
encontraron a Jesucristo. De hecho, los hermanos separados empiezan con la
predicación sencilla: "Acepta a Jesucristo como tu Salvador personal, y serás
salvo". Esto también lo oímos decir a quienes se adhieren a movimientos como
la renovación en el Espíritu Santo. Encontrarse con Cristo, cambia sus vidas.
Yo mismo, cuando voy a las comunidades, insisto mucho
en el Kerigma. Anuncio explícitamente a Jesucristo como único Salvador. Veo
que el pueblo tiene hambre de conocerlo y seguirlo. Me pregunto pues: ¿Por qué
no saciamos esa hambre? ¿Por qué callar su Nombre y su Persona?
¿Por qué no darle a Jesucristo el lugar que le
corresponde? ¿Por qué no poner siempre la Eucaristía como centro de toda
reunión? ¿Por qué callar el Kerigma? Es verdad que en las culturas ya están
las "Semillas del Verbo", pero ¿Por qué quedarnos sólo en ellas sin anunciar
que la plenitud de la Revelación está en Cristo?
2. ILUMINACIÓN
Ciertamente que el testimonio de vida es fundamental,
pero se requiere "el anuncio explícito, adaptado a las diversas circunstancias
y constantemente actualizado" (Ev Nuntiandi 29). Hace falta anunciar que
Cristo es el camino, la verdad, la vida; que Él es Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero...". Aunque no falte quien diga que eso de "Dios de Dios..." es
incomprensible para la gente, yo noto que los sencillos lo entienden muy bien.
¿No será esto una imposición o violencia contra la
libertad religiosa? ¿Para qué anunciar el Evangelio si lo que salva es la
rectitud de corazón? ¿No bastan las "Semillas del Verbo" esparcidas por el
mismo Señor? ¿Para qué evangelizar a los indígenas, cuando ellos viven mejor q
ue nosotros?
Son frases que se escuchan hoy por doquier. Es verdad
que toda imposición es una violencia a la conciencia de los otros. Pero
proponer la verdad evangélica y la salvación que ofrece Jesucristo, y hacerlo
con respeto y sin coacción, lejos de ser un atentado contra la libertad
religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de
camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante. Es un derecho y
un deber en todo evangelizador proponer la verdad de Cristo; y es un derecho
de todos el recibir el anuncio de la Buena Nueva de salvación que es el mismo
Cristo. Jesucristo se identifica con el Reino, y callarlo sería una vergüenza.
El Apóstol Juan dice: "Todo aquél que reconoce a
Jesucristo, Palabra de Dios, hecha hombre, es de Dios. Todo aquél que no
reconoce a Jesús, no es de Dios, sino que su espíritu es del anticristo....
¿Quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de
Dios... Dios nos ha dado la vida eterna y esa vida está en su Hijo. Quien
tiene al Hijo, tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no tiene la vida" (1 Jn
5, 5.11-12).
Los Apóstoles dicen convencidos: "Él es la piedra
angular. No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvarnos... No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto
y oído" (Hechos 4, 11-12. 20). "No cesaban de enseñar y anunciar la Buena
Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por todas las casas" (Hechos 5,
42).
Algunos de los muchos textos del apasionado Pablo nos
indican lo mismo: "Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu
corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo" (Rom 10,9).
"Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y
necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos,
un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios... No quise saber entre ustedes
sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1 Cor 1,23-24; 2,2). "¡Ay de mí, si no
predicara el Evangelio!" (Ib 9,16).
"No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo
Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por Jesús" (2 Cor 4,5).
"Somos embajadores de Cristo, como si Dios mismo los exhortara por medio de
nosotros" (Ib 5,20). "Vivo, pero no soy yo, sino que es Cristo quien vive en
mí" (Gál 2,20). "Sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado
en ustedes" (Ib 4,19). "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales, en los
cielos, en Cristo" (Ef 1,3). "A mí, el menor de todos los santos, me fue
concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza
de Cristo" (Ib 3,8)... "Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del
conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la
madurez de la plenitud en Cristo" (Ib 4,13).
"Para mí la vida es Cristo" (Filp 1,21). "Lo que era
para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún:
juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús,
mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura con tal de
ganar a Cristo" (Ib 3,7-8). "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Ib
4,13). "El es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación... El
es también la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia... Dios tuvo a bien hacer
residir en El toda la Plenitud" (Col 1,15.18-19). "Hay un solo Dios, y también
un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús" (1 Tim 2,5).
"Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo" (2 Tim 4,2).
Los papas han insistido mucho en esto. Basta por ahora
recordar lo que nos dijo Benedicto XVI, al inicio de su pontificado: "¡No
teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!...quien
deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace
la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas
de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes
potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos
lo que es bello y lo que nos libera... ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita
nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran,
abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida".
Los obispos, en Aparecida, nos dicen: "Aquí está el
reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para
promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida
y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del
encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra
dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia,
para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y
comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias.
Éste es el mejor servicio - ¡su servicio!- que la
Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones" (No. 14). "Conocer a
Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo
encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a
conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo" (No. 29). "Conocer a
Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir
este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos,
nos ha confiado" (No. 18).
3. ¿QUÉ HACER?
Primeramente estar enamorados de Cristo. Un enamorado
no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él salva. Sin Cristo no hay luz,
no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro (Aparecida 146 y 147). Lo primero
es vivir por Él, con Él y en Él, pues "No todo el que dice Señor, Señor, sino
el que hace la voluntad del Padre". Seguirlo es ir con Él, apostar por Él y
vivir como Él. Es vivir "conmigo, conten to, trabajando".
Ningún elemento puede faltar. Los peligros son: "vivir
contentos, trabajando, pero sin Él", "vivir con Él, trabajando, pero sin
alegría", o "vivir con Él, contentos, pero sin trabajar". No nos hicimos
cristianos para servir a los pobres, sino por el Señor, al que, luego,
encontraremos en los pobres. Si no existe este fundamento en el corazón, todo
se desbaratará muy pronto.
No caer en lo que algunas sectas hacen: piensan que
los símbolos, mitos y ritos indígenas están llenos de supersticiones y de
ignorancia. Decir esto es no conocer la fe de nuestros pueblos y condenarlos a
priori. Es no conocer y apreciar su espiritualidad profunda. Lo que no se
conoce se rechaza.
Hay que descubrir a Cristo en las culturas, anunciarlo
explícitamente, ayudar a madurar la fe cristiana y purificar lo que no es
conforme al Evangelio. El Evangelio es el criterio válido y definitivo de
discernimiento, fuente de vida para nuestros pueblos. Hay que partic ipar en
los ritos, mitos y símbolos indígenas, y tratar de comprender su significado
real de lo que hacen y piensan.
Hay que respetar su manera de acceder a Cristo, sus
formas de asumir y expresar su mensaje. Pero también hay que presentarles a
Jesucristo vivo, al Espíritu y a María. Ellos no lo rechazan, sino que lo
aceptan con gozo y como fuente de liberación. Cuando los indígenas descubren
la Eucaristía, le dan grande valor. Ellos le tienen mucho respeto y lo tratan
con mucha delicadeza.
Anunciar el encuentro con Cristo no es espiritualismo
alienante ni enajenación de los sufrimientos del pueblo. Todo lo contrario.
Cuando alguien descubre a Jesús, sea de la cultura que sea, no puede menos que
poner todo su empeño en que otros lo conozcan y, con la luz y la fortaleza de
su Espíritu, hace cuanto está de su parte para que la realidad se transforme,
como Él lo hizo: "Los seguidores de Jesús deben dejarse guiar constantemente
por el Espíritu, y hacer propia la p asión por el Padre y el Reino: anunciar
la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes,
liberar a los cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor"
(Aparecida, 152).
Anunciar a Cristo no empobrece a las culturas, al
contrario, las enriquece.
4. CRISTO NECESITA DE LOS JÓVENES
Hoy vivimos en una batalla de la muerte contra la
vida. La vida está amenazada por fuerzas hostiles. La familia está siendo
atacada, y los niños son los más frágiles. Cristo necesita a los jóvenes para
que anuncien la vida. Por eso digan "Sí" a la vida. La lucha es larga y
seguirá. Pongan, como dijo Juan Pablo II, su entusiasmo y sus talentos al
servicio de la vida. No teman anunciar a Cristo.
La generación de jóvenes tiene que sentir el llamado
urgente para la tarea "¡Ay de mí si no evangelizare!". La Iglesia necesita de
sus energías juveniles para hacer que el Evangelio de la vida penetre en las
estructuras de la sociedad .
No teman anunciarlo en las calles y lugares públicos.
No es momento de avergonzarse del Evangelio. Es momento de estar orgullosos de
Jesucristo, y predicarlo desde las azoteas; de salir a caminos para invitar al
Banquete que Dios ha preparado para su Pueblo.
El Evangelio, que es el mismo Cristo, no es para estar
oculto; tiene que ser colocado en una tribuna para que el pueblo alabe al
Padre. Llamen, pues, a las puertas para que compartan la libertad. La gente
ansía la libertad, la luz y la vida que Cristo nos trajo en abundancia.
Que la Virgen de Guadalupe y el Santo Juan Diego nos
ayuden para servir a nuestros pueblos.
Con mi afecto y bendición
+Rafael Sandoval Sandoval M.N.M:
Obispo de Tarahumara