Jesús nos recibe con su infinita misericordia.LAS INDULGENCIAS
 

¿Qué es eso de indulgencia? ¿se venden, se regalan, se encuentran en algún lugar? ¿para qué sirven? ¿necesito ir a Roma o a Tierra Santa para ganarlas? ¿me libro con ellas de los pecados, del infierno, o de qué?… hay muchas preguntas a este respecto, por lo pronto te diremos que:
 

 

Definición
El pecado
El purgatorio
Cuerpo místico de Cristo
La comunión de los santos
Dimensión espiritual
Disposiciones y normas para ganar indulgencias
Generales
Condiciones
Requisitos para ganar indulgencias plenarias
Obras prescritas
Indulgencias parciales
Conclusión

 

Hay mucho más que decir a cerca de las indulgencias, por lo que te invitamos a que conozcas lo que la Iglesia enseña: en qué se basa para otorgarlas, quién y como se pueden ganar, etc.

El tratado sobre las indulgencias se puede considerar como un complemento del referente al sacramento de la Reconciliación, por su estrecha y directa relación con el tema del pecado personal y sus consecuencias. La Confesión perdona el pecado; las indulgencias liberan de una consecuencia del pecado: la pena temporal. La Confesión es lo principal; las indulgencias, lo secundario. La doctrina de las indulgencias también tiene que ver con la realidad del misterio de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo y con la consecuente Comunión de los Santos, así como con lo que sabemos acerca del Purgatorio.

DEFINICIÓN:   Por lo general, llamamos indulgente a la persona que tiene clemencia de otra y concede fácilmente el perdón; en vez de pedir el castigo por una culpa, o exigir el pago de un adeudo, otorga la libertad y la espera o la remisión del pago. Es en el fondo el mismo concepto al referirnos en la Iglesia a Indulgencias:

 

 

"Indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en lo referente a la culpa, que gana el fiel, convenientemente preparado, en ciertas y determinadas condiciones, con la ayuda de la Iglesia, que, como administradora de la redención dispensa y aplica con plena autoridad el tesoro de los méritos de Cristo y de los Santos"
(Indulgentiarum doctrina N 1)

Existen dos tipos o clases de indulgencias: las plenarias, que liberan al hombre plenamente de la pena temporal; y las parciales, que saldan sólo una parte de esa pena. Esto es en virtud de la disposición e intención del penitente y según lo dispuesto por la Iglesia.

EL PECADO:     Sea grave o leve, el pecado entraña siempre una desobediencia a Dios que hace al hombre culpable de la transgresión voluntaria a su Ley. En cuanto culpable, el hombre es merecedor de una pena o castigo, que será tanto mayor cuanto más grave sea la culpa en que incurrió. Así el hombre, al pecar, contrae culpas y merece penas. Si el pecado es mortal, la culpa es grave y la pena o castigo es eterna, de duración infinita; si el pecado es venial, la culpa es leve y la pena es temporal, de duración limitada.

 

Es importante distinguir entre culpa y pena: la primera se perdona con el arrepentimiento del hombre y el Sacramento de la Reconciliación; mientras que la segunda es la consecuencia de haber ofendido a Dios, consecuencia que hay que remediar de algún modo.

La pena eterna debida por los pecados mortales, se perdona junto con la culpa en el sacramento de la Reconciliación, que hace desaparecer el estado de enemistad que había entre el pecador y su Creador; más no así la pena temporal.

La Iglesia enseña que por medio de la penitencia impuesta y cumplida en el sacramento de la Reconciliación, el pecador obtiene el perdón de una parte de esa pena temporal, pero queda debiendo la otra parte y para borrarla hay que seguir otros caminos. Uno de ellos es la recepción -con las debidas disposiciones- del sacramento de la Unción de Enfermos; otro sería la realización de obras que la Iglesia señala como la limosna, el ayuno y la oración; la aceptación voluntaria y humilde de los males o sufrimientos que Dios nos permite vivir aquí en la tierra y, el tercero es con las indulgencias, medio que el amor sin medida de Dios ofrece al hombre y que la Iglesia ofrece a sus hijos como última oportunidad de evitar las penas del purgatorio y acelerar la entrada en la vida eterna al dejar este mundo.

La Iglesia enseña lo siguiente:

  1. Las indulgencias no liberan al hombre de ninguna culpa, ni grave ni leve ni perdonan la pena eterna. Para liberarse de la culpa y de la pena eterna, son necesarios el arrepentimiento y el Sacramento de la Reconciliación.

  2. Las indulgencias liberan al hombre, en cambio, de la pena temporal.

  3. Para que se produzca este efecto, se requiere siempre que antes haya sido perdonada la culpa.

EL PURGATORIO:    Por purgatorio se entiende el lugar al que van las almas de los justos que en instante de la muerte están "manchadas" por pecados veniales o por penas temporales debidas por el pecado mortal ya perdonado, que aún no han sido expiadas.

 

El Papa Pablo VI, en su Constitución Apostólica, "Doctrina sobre las Indulgencias" enseña que las penas debidas por los pecados pueden cumplirse por medio de los sufrimientos propios de la vida terrena, vividos con paciencia y esperanza; o bien después de morir, en el purgatorio.

La finalidad del purgatorio es expiatoria: pretende principalmente preparar el alma para la posesión de Dios. Ahí hay dolor y gozo al mismo tiempo. Las almas que entran en el purgatorio alcanzan la certeza absoluta de que llegarán un día al Cielo, y eso es fuente de felicidad; pero, a la vez, experimentan un dolor intensísimo, consecuencia, por una parte del anhelo ardiente de ver a Dios y de la imposibilidad de lograrlo todavía, y por otra, del fuego, conocido con el nombre de "pena de sentido" que, según San Agustín, produce un sufrimiento más violento que cualquier cosa que pueda padecer el hombre en esta vida. Las indulgencias tienen por objeto, precisamente, brindar al hombre la oportunidad de liberarse, en vida, de esos terribles padecimientos.

CUERPO MÍSTICO DE CRISTO:  La Iglesia es el Cuerpo Místico cuya cabeza es Cristo, es "un solo cuerpo con un solo Espíritu" (Cf. 1Co 12,12-31). Hay entre Cristo y los cristianos un vínculo permanente de Amor, es el Espíritu Santo quien fluye a través de ese Cuerpo Místico. Este misterio es uno de los fundamentos sobre los que descansa la doctrina sobre las indulgencias.

 

La redención efectuada por Cristo y la compensación sobreabundante que Él dio por el pecado puede ser participada por los miembros de su Cuerpo Místico. El amor que llevó a Jesús a derramar su Sangre por los hombres, es un verdadero "tesoro" que el Salvador adquirió para su Cuerpo Místico, la Iglesia, a quien constituyó depositaria y administradora del mismo. A ese "tesoro", se le suman los méritos de la bienaventurada Madre de Dios y los de todos los santos, desde el primero hasta el último. Los bienes realizados por todos ellos, benefician al resto del Cuerpo Místico, contienen una riqueza "compensadora" que se revierte sobre el mundo. La Iglesia, a través de las indulgencias, aplica a los fieles parte de los méritos infinitos del Salvador para redimirles de toda o parte de la pena temporal que debían por sus pecados. Esta doctrina se funda en la Escritura, es parte de la Tradición desde las primeras comunidades y es claramente enseñada por el Magisterio desde hace más de cinco siglos.

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS:  El dogma de la Comunión de los Santos constituye el otro pilar fundamental en que descansa la doctrina de las indulgencias.

 

El vínculo de la caridad (amor) es al mismo tiempo el vínculo de unidad de todos los discípulos de Cristo. Entre ellos "unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; otros finalmente, gozan de la gloria…..; mas todos, en forma y grado diverso, vivimos unidos en una misma caridad para con Dios y para con el prójimo y cantamos idéntico himno de gloria a nuestro Dios" (LG 49).

Todos los cristianos formamos un solo Cuerpo para siempre, ya se encuentren en el Cielo, ya en el purgatorio o en la tierra; podemos y debemos ayudarnos mutuamente participándonos unos a otros de los bienes espirituales, para remisión de las penas. Este dogma se puso de manifiesto desde los orígenes de la Iglesia, que teniendo conciencia de la comunión que reina en todo el Cuerpo Místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos guardó con piedad la memoria de los difuntos y ofreció sufragios por ellos.

La unión de los vivos con los hermanos que habían muerto en la paz no se rompía, sino que quedaba fortalecida por la comunicación de bienes espirituales, así se estableció y desarrolló la piadosa costumbre de orar por las almas del purgatorio. Y, a partir del siglo XIII grandes teólogos defendieron la posibilidad de aplicar las indulgencias para liberar a los difuntos de sus penas temporales en el purgatorio. La eficacia de estas indulgencias por los difuntos sólo la conoce el Padre de las misericordias. Él las aplicará de la manera que juzgue oportuna, aunque podemos estar seguros de que lo hará con una generosidad que sobrepasa nuestras expectativas.

DIMENSIÓN ESPIRITUAL:  Con las indulgencias no se persigue únicamente la remisión de la pena temporal; se pretende también que los fieles apartados de Dios vuelvan a Él por la contrición sincera y por los Sacramentos; que los tibios se enciendan en un nuevo fervor de caridad y que todos crezcan en el amor a Dios y al prójimo. Por lo tanto, las indulgencias tienen un gran valor en la vida espiritual de los cristianos, persiguen un progreso espiritual, que se traduzca en las obras de la vida diaria.

 

Lo primero que se necesita para ganar una indulgencia es estar en estado de gracia, las indulgencias, por tanto, pueden contemplarse como una forma de avivar eficazmente en el pecador el deseo de      reconciliación con Dios, paso previo y necesario para obtenerlas. Son una motivación de indiscutible valor para el retorno a Dios del pecador, que es lo que la Iglesia desea ardientemente.

Además del estado de gracia, se requiere también, tratándose de indulgencias parciales, que haya en el corazón un rechazo sincero y un arrepentimiento del pecado. Si se trata de indulgencias plenarias, se busca un rechazo de todo lo que pueda ofender a Dios, y el propósito firme de lucharcon decisión para ir disminuyendo los agravios a la ley divina, por leves que sean, como expresión del deseo de progresar en la vida espiritual. Alentar esta contrición verdadera es otro de los beneficios espirituales que se pueden alcanzar con las indulgencias.

El deseo de ganar indulgencias debe ir siempre unido, tanto al ejercicio de una fe viva, como al cultivo de otras virtudes que son indispensables para la plena comunión con Dios: la humildad para reconocerse pecador; la penitencia, para proponerse a evitar el pecado; la esperanza, que lleva a la plena confianza en la bondad de Dios y su perdón; la caridad, que conduce a las obras buenas requeridas para ganarlas.

Esta práctica favorece también la renovación de la vida cristiana y su desarrollo gradual por la constante rectificación de la conducta. Las indulgencias no son un recurso cómodo para librarse de la pena temporal, supone y exige un planteamiento serio personal, en cuanto a la propia existencia y apunta a un cambio interior y a una lucha decidida contra el egoísmo. Carecer de la debida rectitud de corazón y de un propósito de conversión, dejaría al hombre sin ganar las indulgencias, aunque realizara todas las prácticas externas que se le piden. Lo principal e indispensable es la disposición personal interna, además de las obras que indica la Iglesia, que tampoco deben omitirse para ganar las indulgencias. Quien desea verse liberado de la pena temporal merecida, debe tener presente lo que en realidad se espera de él: "…que ame a Dios, deteste los pecados, tenga confianza en los méritos de Cristo y crea firmemente que la Comunión de los Santos es de gran utilidad" (Pablo VI)

El uso de las indulgencias contribuye a fortalecer la unidad del Pueblo de Dios, con su ayuda los miembros de la Iglesia Purgante se suman más rápidamente a la Iglesia Celestial, a la vez que por las mismas indulgencias el reino de Cristo se instaura más y con mayor rapidez. El anhelo más profundo de la Iglesia al recomendar esta práctica es despertar en los corazones la llama de la caridad, sin la que "no soy nada" dice el Apóstol (1Cor 13,2), aunque lo haya hecho todo y lo haya dado todo.

 

 

DISPOSICIONES Y NORMAS PARA GANAR INDULGENCIAS:  A lo largo de la historia de la Iglesia, la verdad sobre las indulgencias y las disposiciones para ganarlas han ido evolucionando, en cuanto se han comprendido más claramente sus fundamentos y razones. Durante los primeros siglos se hablaba de súplicas, absoluciones, libelos de paz, conmutaciones y redenciones. Fue hasta el Siglo XI que se dio a esta práctica el nombre de Indulgencias, otorgadas primero para los fieles vivos. A partir del siglo XV, se comenzaron a ganar indulgencias para los fieles difuntos que estarían en el purgatorio, expiando sus penas temporales.

 

En el Concilio de Trento (Siglo XVI), se decretó oficialmente todo lo relativo a las indulgencias, cuya doctrina permanece hasta nuestros días. El Papa Pablo VI, en el año 1967, ratificó formalmente esa doctrina en la Constitución Apostólica "Indulgentiarum Doctrina" y, en 1968, la Sagrada Penitenciaría Apostólica, publicó el manual de las indulgencias actuales, llamado "Enchiridion Indulgentiarum".

El 25 de enero de 1983, el Papa Juan Pablo II, promulgó el nuevo Código de Derecho Canónico, es la ley suprema de la Iglesia Católica, que establece en sus cánones del 992 a 997, la disciplina que rige hoy en día en materia de indulgencias. Estos documentos contienen la doctrina y normas para ganar indulgencias, que en su esencia no han cambiado, solo en lo que respecta a un progreso y mejor explicación, conservando en su integridad la doctrina revelada y vivida por la Tradición de la Iglesia.

 

GENERALES:  

 

CONDICIONES:   Se considera sujeto capaz de ganar indulgencias, a la persona:

 

 

REQUISITOS PARA GANAR INDULGENCIAS PLENARIAS: 

 

OBRAS PRESCRITAS PARA LA CONCESIÓN DE INDULGENCIAS PLENARIAS SON:

 

Todos los días:

 

En días y ocasiones determinados:

 

INDULGENCIAS PARCIALES

Para ganar indulgencias parciales, se requiere:

Algunas obras prescritas para la concesión de indulgencias parciales son:

Hacer oración mental.

CONCLUSIÓN:    Conceder y ganar indulgencias, es una práctica que la Iglesia realiza por la autoridad que recibió de Jesús: "todo lo que aten en la tierra, el cielo lo considerará atado, y todo lo que desaten en la tierra, será tenido en el cielo como desatado" (Mt 18, 18).

 

La finalidad de las indulgencias es liberar al hombre del purgatorio, donde paga la pena temporal debida por el pecado y permitirle, al morir, su pronto encuentro con el Padre. Pero esto se logra a través de la reconciliación y un auténtico cambio de vida –conversión- hacia Jesús y los valores del Reino.

Cuando el cristiano trabaja para ganar indulgencias para sí, lo que logrará principalmente es vivir de acuerdo con el Evangelio, y extender ese anuncio a su alrededor. Rezar por obtener la indulgencia significa entrar en la comunión espiritual con todo el Cuerpo de Cristo y, por tanto, abrirse totalmente a los demás. Nadie vive para sí mismo, la preocupación por la salvación de la propia alma se libera del temor y del egoísmo sólo cuando se preocupa también por la salvación del otro. Meditemos y consideremos el gran valor del uso de las indulgencias para la vida cristiana.