ENSEÑANZA

I. Esencia, concepto, extensión

1. Por e. se entiende la totalidad de las formas escolares e instituciones, organizaciones, bases legales, ordenaciones y planes encaminados a la formación. También se relacionan con este tema la base espiritual y las tendencias que influyen en la e.

2. La institución fundamental de la e. es la escuela. Aunque sea imposible dar una definición exacta de la misma, debido a la multiplicidad de sus formas históricas, étnicas, políticas y sociales de aparición, sin embargo se pueden indicar los distintivos siguientes de lo que hoy se entiende por escuela: a) intención de formación y de enseñanza; b) enfoque de todo el proceso docente a una meta de la formación; c) planificación de la actividad escolar (planes de formación, ordenaciones de la e., planes de materias, de tiempos, de horarios); d) procedimiento metódico; e) normalmente, una multiplicidad de alumnos. De donde se deduce que la escuela es una institución en la que una multiplicidad de alumnos son conducidos a base de un plan y un método al fin de una determinada -> formación.

3. La especialización de la e. depende del desarrollo social. En la sociedad altamente industrializada del mundo occidental se distinguen, con una distinción hoy muy combatida, los centros «de formación general» y las instituciones de «formación profesional». Por centros de formación general se entienden todas aquellas modalidades escolares - desde el jardín de infancia hasta la universidad inclusive- que no tienden a una determinada formación profesional. Comprenden las guarderías infantiles, el jardín de infancia, la e. primaria y la e. media. A este respecto, según los países se presentan diversos matices particulares. La cuestión de si la universidad pertenece todavía a la formación general, podría recibir una respuesta afirmativa en cuanto allí se cultivan la -> ciencia y la doctrina, pero la afirmación no reviste un carácter muy categórico por el hecho de que las universidades tienden cada vez más a una formación profesional. Las «instituciones de formación profesional» son aquellas que, o bien tienden por completo a preparar para una profesión determinada (escuelas técnicas profesionales, escuelas especializadas, universidades o institutos laborales, etc.), o bien sirven para profundizar y perfeccionar una profesión ya elegida. También las escuelas de formación profesional revisten gran variedad de formas en las diversas naciones, e incluso a veces en un mismo país apenas reina un sistema unitario.

Hay que distinguir también entre e. « pública» y «privada». Muchas veces la diferencia más que en el curso y fin de la formación está en su espíritu. La primera se halla organizada y sufragada por el Estado o por organismos de índole estatal; la segunda es promovida por individuos o por asociaciones no estatales.

II. Historia

Esencialmente nos limitamos aquí a la historia de la e. occidental, pero antes debemos decir algo sobre el nacimiento de la e. en general. Después nos referiremos a las fuentes comunes de nuestra e. actual y a su desarrollo. La mirada histórica debe estar orientada a la comprensión de la situación actual de la enseñanza.

1. Orígenes. En relación con los orígenes de la e. sólo podemos basarnos en ciertas suposiciones. Arroja cierta luz sobre esta cuestión el paralelismo, no plenamente justificado, con el sistema escolar de las sociedades que aún viven en un estado primitivo. La vida escolar de los pueblos primitivos muestra todavía hoy la doble acentuación de lo espiritual y de lo práctico. En la escuela de un maestro aprende la generación joven, por un lado, las habilidades prácticas imprescindibles (fabricación y manejo de armas, el método de caza, la artesanía, etc.) y, por otro lado, el sagrado saber tradicional (mitos, magia, encantamientos, etc.). La iniciación, la mayoría de las veces en la época de la pubertad, comprende generalmente un largo período escolar en la «escuela de la selva».

2. La enseñanza antigua. Nuestro creciente conocimiento de las culturas preclásicas confirma cada vez más la sospecha de que en el Nilo y en Mesopotamia, y también en las altas culturas limítrofes, hubo una e. bien desarrollada, especializada y que llegó incluso a un auténtico cultivo de la conciencia. Sus portadores fueron ante todo los sacerdotes. La formación escolar fue privilegio de la juventud masculina de las clases dominantes. Sólo excepcionalmente (por ejemplo en el antiguo Egipto) aprendieron las mujeres también a leer y escribir. La postergación escolar de la mujer es una característica de todas las culturas que se hallan bajo el predominio de los hombres. Y esta situación ha perdurado hasta nuestros días. La e. estaba dividida en habilidades manuales para esclavos y en la formación adecuada a los libres o señores («artes de los libres», llamadas más tarde «artes liberales»). Por primera vez el cristianismo introdujo aquí un cambio, si bien su valoración del trabajo manual se debe al judaísmo. La estima desigual de ambos tipos de ocupación y de los grupos sociales y profesiones ordenados a ellos repercute hasta hoy en la división entre ciencias del espíritu y ciencias naturales, entre formación general y formación profesional.

La antigüedad grecorromana ha sido de importancia decisiva para nuestra e. actual. No sólo se encuentran ya en ella los distintivos mencionados de la escuela misma, sino que también se hallan esbozados allí todos los grados que van desde la e. elemental hasta la e. superior de la filosofía. Incluso los contenidos de la formación y los métodos de e., con ciertas modificaciones, se han conservado hasta hoy.

3. La aportación del cristianismo primitivo. La joven Iglesia no conoció durante largo tiempo ningún problema escolar. Los primeros cristianos habían recibido su formación en los centros normales, unos en las escuelas judías, otros en las del mundo antiguo, y gran parte no había disfrutado de una auténtica formación escolar. Al desvanecerse las esperanzas escatológicas de los primeros tiempos, los miembros de la comunidad se vieron forzados a una confrontación con el mundo. Después de vacilaciones iniciales, sobre todo bajo el influjo de las personas formadas que se iban convirtiendo, la Iglesia se abrió al antiguo mundo escolar y científico. A1 principio no tenía escuelas propias, pero luego, con las escuelas teológicas (p. ej., de ->Alejandría y -> Antioquía) y sobre todo con el monacato, se formó una institución escolar cristiana de cara a la Iglesia y al mundo. El cristianismo poseía, a partir de su tradición judía, una actitud muy positiva frente al trabajo manual, y el monacato, especialmente al principio, lo recogió en su canon de formación. Las escuelas monacales se convirtieron en cuna del trabajo libre, cuya valoración positiva se mantuvo durante toda la edad media cristiana.

4. La edad media. La e. medieval tiene un carácter marcadamente culto. Su coronación es la «universidad», cuya jerarquía del saber culmina en la teología. Todo lo demás es preparación para los supremos grados del saber. La «universidad» y la «escuela de acceso» a ella no se distinguen claramente ni en el espacio, ni en la organización, ni en «plan de formación». La lengua de este mundo de formación es un latín usual, que difiere mucho de la latinidad clásica. Lo hablan con diversa perfección desde el adepto hasta el doctor. Todo lo digno de saberse se transmitía en latín. El griego era poco conocido, y otras lenguas antiguas sólo eran conocidas por los especialistas. La lengua vernácula no entraba en el caudal de la formación. En las escasas escuelas primarias se aprendía a leer, escribir y contar para el uso cotidiano. El material de formación se ordenó según el esquema de las «siete artes liberales». Toda valoración positiva o negativa se enjuiciaba desde la teología, que era la «ciencia suprema». La formación ostentaba el sello de la erudición clerical. Esta reducción de la formación medieval al predominio de especulaciones filosóficas y teológicas (unidas a un desprecio de lo empírico), a lo tradicional, al latín (más tarde se incluyeron las lenguas «antiguas») y a la preparación de teólogos, en cierto modo se ha mantenido hasta hoy en el ámbito católico. Las ciencias modernas surgieron en su mayor parte fuera de la Iglesia, e incluso en clara oposición a ella. Y todavía no se ha logrado plenamente la reconciliación entre la Iglesia y la ciencia. Durante la edad media los centros escolares estaban en los monasterios (con su escuela «interna», para las vocaciones religiosas, y la «externa», para los extraños), en las grandes iglesias (escuelas catedralicias) y en las ciudades. Los maestros eran casi exclusivamente clérigos. Pero también las ciencias modernas recibieron valiosos impulsos en la edad media.

5. Edad moderna. Los teólogos y la teología pierden su posición de predominio. La tradición ya no tiene fuerza demostrativa. En su lugar surge el juicio propio, fundamentado en el conocimiento de la realidad; esa actitud se impone primero en las ciencias de la naturaleza, en la filología y en la historia. A comienzos de la edad moderna los creyentes reformados (ordenación de las escuelas protestantes) y los creyentes antiguos (Ratio studiorum de los jesuitas, el trabajo escolar de los benedictinos, escolapios y hermanos de la doctrina cristiana, de las ursulinas, etc.), sobre la base de lo antiguo y de lo nuevo, modifican el sistema escolar, que se había derrumbado con la crisis espiritual. La aspiración de Lutero a una formación general del pueblo (debida en parte al propósito de extender su doctrina) dio un fuerte impulso a la e. primaria, que había de generalizarse dos siglos y medio más tarde. Durante la época moderna, en los países no católicos, sobre todo, la e. científica se emancipa rápidamente de la Iglesia. El Estado se encarga de organizarla y considera las «escuelas y las universidades como instituciones suyas». Particularmente las universidades y la e. primaria caen fuera de la jurisdicción de la Iglesia. Aunque su influencia indirecta sigue siendo muy importante hasta la primera guerra mundial, sin embargo decrece constantemente. Pero en las escuelas superiores de toda clase se mantiene todavía presente la Iglesia con numerosos centros de gran prestigio, acompañados generalmente de internados.

6. La actualidad. La tendencia global del desarrollo escolar desde el comienzo de la edad moderna puede caracterizarse así: difusión general de la e. primaria, desarrollo de las escuelas profesionales, desplazamiento del centro de gravedad en las «escuelas superiores» hacia las ciencias «modernas», ordenación legal de toda la e., coartación de la iniciativa privada y de la influencia eclesiástica, paridad de derechos, por principio, en la formación de la mujer, valoración de la formación profesional, promoción de los capacitados, elevación del nivel de las escuelas primarias. Está íntimamente ligada con ello la constante reforma interna de la e., que afecta principalmente al aspecto didáctico y metódico, pero también a la organización escolar.

III. Problemas y tendencias de la evolución actual

1. Sociedad moderna y enseñanza

La moderna sociedad de masas, altamente industrializada y especializada en el trabajo, es designada también con mucho acierto como «sociedad de formación». Con lo cual se quiere significar que la formación (y concretamente la escolar, con las prerrogativas que ella implica) juega el papel decisivo de ser una «plataforma giratoria de los estratos sociales». A diferencia de tiempos anteriores, la pertenencia a un determinado estrato social depende cada vez menos del nacimiento y de la hacienda, y cada vez más del grado de formación escolar que se ha alcanzado. Una posición social más alta (y junto con ello un mayor prestigio, mayores ingresos, más influencia y poder) se debe normalmente a una mejor formación escolar, gracias a la cual los hombres dotados se elevan desde los estratos socialmente bajos y los que pertenecen a las altas esferas pueden mantenerse en su posición. Aquel que ha nacido en los estratos privilegiados de la sociedad, pero no posee suficiente formación escolar, a la larga sólo en casos excepcionales podrá mantenerse en ellos. Pero, junto a este aspecto individual de la e., está el aspecto social, que no siempre es ponderado suficientemente. Para conservar su nivel cultural y económico en el juego de fuerzas de los Estados modernos, ante todo en la oposición entre el Este y el Oeste, la sociedad necesita urgentemente de un estrato, lo más amplio posible, de personas muy formadas para cubrir los puestos directivos a nivel medio y superior. Por este motivo los Estados imponen cada vez más a la generación joven un período completo de formación escolar (en los países occidentales más avanzados de ocho a diez años) y cierto tiempo de aprendizaje profesional (generalmente tres años más). El derecho del Estado a extender ambos tipos de formación según las exigencias no puede ponerse en duda, del mismo modo que no cabe dudar de su derecho a promover, por principio, a los niños capacitados, incluso contra la voluntad de los padres. La promoción de los dotados se ha convertido en una de las tareas más urgentes de la sociedad actual. El derecho natural del niño a una formación y educación correspondientes a su capacidad, sólo en los últimos tiempos se ha visto con claridad, pasando a ser objeto de la legislación positiva. Con todo, la extensión de la obligación escolar implica el peligro de «escolarismo» en nuestra juventud, de lo cual pueden surgir notables perjuicios en el ámbito de la educación. Y la promoción rigurosa de los capacitados puede llevar a un insoportable «direccionismo» estatal. Los Estados modernos, junto al derecho de fijar la instrucción obligatoria, acostumbran a reservarse también una influencia decisiva sobre los contenidos de la formación, sobre el reconocimiento de títulos y sobre la formación del personal docente. Frecuentemente tienden también a excluir influencias extraestatales (p. ej., de tipo ideológico).

2. Educación y transmisión de saber

La escuela se ve ante dos cometidos, los cuales, por su íntima conexión y condicionamiento recíproco, no pueden separarse totalmente, el de proporcionar saber y el de la -> educación. La comunicación de saber (y poder) pertenece necesariamente a cualquier tipo de escuela. No puede eliminarse sin que la escuela pierda su esencia y se convierta en una organización educativa. Pero también allí donde la escuela se dedica casi exclusivamente a la enseñanza (p. ej., escuela de idiomas o de música), el factor educativo continúa teniendo gran influjo. La buena enseñanza presupone una buena educación y a su vez se traduce en un factor educativo. La acentuación del saber o de la educación está determinada en primer lugar por el tipo de escuela (las escuelas especializadas dan preponderancia al saber, en las escuelas de formación general prevalece la intención educativa), pero también por las exigencias de los hechos sociales (en las sociedades con poco nivel de educación las escuelas tienen mayor función educativa que en las sociedades con alto nivel de educación). La acentuación excesiva de la transmisión de saber (intelectualismo, materialismo didáctico, enciclopedismo, positivismo de la formación) mutila fácilmente el estrato vital, sensible, músico, ético y religioso de la personalidad del joven. Por eso, una parte esencial de las aspiraciones a la reforma de la e. tiende a la formación de toda la persona. Pero no se puede dejar de lado el predominio de un sólido poder y saber ante las exigencias de la sociedad moderna.

3. Escuela y concepción de la vida

Las escuelas de la mayoría de los Estados occidentales estuvieron y todavía están ligadas en parte a una de las confesiones cristianas, es decir, son escuelas confesionales, en el sentido de que el caudal de la enseñanza y el espíritu de la escuela se basan en la confesión de los alumnos, los padres y los maestros. La justificación de las escuelas orientadas ideológicamente radica a la postre en el carácter integral de la educación misma. Cuanto más fuertemente se acentúa la educación en comparación con la enseñanza, tanto más necesaria es, por un lado, la fundamentación ética y religiosa de toda la educación, y, por otro, la coincidencia de todos los educadores de un joven en las cuestiones esenciales de tipo ideológico. Esta total coherencia educativa se exige tanto más cuanto más pequeño es el niño, o sea, se exige sobre todo mientras él se encuentra todavía en aquellas fases de desarrollo en las que decide sin conocimiento reflejo de los valores, guiándose por el modelo de las personas adultas que ante sus ojos están investidas de autoridad. Pero, lo mismo que para la educación en general, también para la escuela tiene validez la «ley de la creciente apertura». Esta ley pide que el joven, al crecer en edad, se abra a comportamientos posibles o fácticos, fundados o no fundados y a formas de vida que no siempre coinciden con las normas válidas en su ambiente. Este encuentro con hombres de diversa postura ha de hacerse posible por la escuela y la educación en general a causa de los cuatro motivos que siguen: a) es útil para la comprensión más profunda y también para la corrección del propio mundo de valores; b) educa para admitir otras formas justificadas (o en parte también injustificadas) de vida; c) facilita la -a tolerancia frente a otros; d) capacita para la colaboración y la convivencia en la sociedad pluralista, que abarca grupos con diversa orientación ideológica. La medida y la forma de la apertura frente al todo de la sociedad pluralista pueden solamente indicarse en el principio que hemos llamado de «apertura creciente», pero no pueden fijarse temporalmente u organizarse sin contradicciones. Frente a cualquier objeción, no cabe negar que toda educación - y por tanto también la escolar - está determinada ideológicamente, pues incluso el intento hecho en las escuelas «laicas» y «neutrales» de prescindir de toda ideología en la e., examinado con detención, muestra claros matices ideológicos. Para atender a los dos cometidos ineludibles de la actual e. escolar (por un lado la formación integral del carácter a base de valores éticos y religiosos, y, por otro el encuentro con un mundo de distinta mentalidad), se ofrecen dos formas fundamentales de organización escolar, con posibles variantes que no cambian el principio: la «escuela confesional» y la «escuela aconfesional» (común). En la «escuela confesional» (que en su forma más pura es la «escuela católica», exigida para los niños católicos en la encíclica de Pío xi sobre la educación Divini Illius Magistri) los padres, los alumnos y los maestros pertenecen a la misma confesión, y además el caudal y el espíritu de la e. se basan en la confesión respectiva. Ya por principios los niños o los maestros de otra confesión no pueden pertenecer a esta escuela. La «escuela aconfesional» (o común) se propone, por el contrario, unir en todos los grados a niños de todas las confesiones en la e. y en toda la vida escolar, a excepción de la e. religiosa. El interés primario de la escuela confesional es la educación integral de tipo ético y religioso; el interés primordial de la escuela común es el encuentro con los demás hombres. Pero éste no tiene por qué descuidarse en la escuela confesional, ya que, prescindiendo de las preguntas religiosas en sentido estricto, también en ese tipo de escuela puede atenderse a dicho encuentro en todas las preguntas teóricas e incluso en lo práctico. Además, la vida cotidiana fuera de la escuela hace posible de diversos modos el encuentro entre niños y jóvenes en un clima de camaradería por encima de todas las barreras. Pero no se opone en modo alguno al principio de una escuela católica en su realización concreta el que en ella se eduquen niños acatólicos, presuponiendo que los padres no católicos, sin perjuicio de su propia convicción, no rechacen el espíritu de la escuela católica. Escuelas de este tipo se encuentran, con evidente tolerancia por parte de la Iglesia, principalmente en las misiones y en la diáspora, pero también en regiones donde la mayor parte de la población es católica.

4. Los responsables de la enseñanza

Según la doctrina católica (cf. la encíclica Divini Illius Magistri) hay tres responsables primarios de la educación en general y, por tanto, también de la educación escolar: la ->familia, la -->Iglesia y el -->Estado, sin negar la existencia de otras personas o instituciones a las que secundariamente compete la función educativa. El Estado y la familia (--> padres) poseen un derecho natural a la educación; y la Iglesia tiene un derecho sobrenatural a ella, el cual le da un título legítimo para erigir y conservar sus propias escuelas independientes. E1 derecho natural de los padres a la educación y el deber, unido a él, de cuidar de los niños se deben al hecho de que éstos llegan a ser hombres por los padres. El derecho paterno se extiende en primer lugar a todo aquello que los padres pueden hacer por sí mismos en orden a la educación, pero también a la ayuda necesaria del Estado (protección y promoción de aquello que supera las fuerzas de los padres, p. ej., formación escolar especializada) y, finalmente, al control de aquello que el Estado considera necesario para la educación. E1 derecho del Estado a la educación se legitima en parte por su función protectora frente al niño (asegurar un mínimo de formación escolar adecuado al estado general de la sociedad) y en parte por su función subsidiaria frente a la insuficiencia de las restantes estructuras sociales (p. ej., la familia). Pero es además un derecho autónomo que tiene el Estado por su deber de asegurar el -> bien común. Se funda, pues, en el bien del niño, por una parte, y en el bien común, por otra. La extensión y los limites de la competencia debe regularlos la legislación. Si bien en la sociedad industrial de masas, que es una sociedad de formación, no se puede negar que en el ámbito de la e. corresponden al Estado más funciones que antes, sin embargo, en este campo más que en ningún otro la sociedad ha de oponerse decididamente a las tendencias totalitarias del Estado (p. ej., a su exigencia de monopolio sobre determinadas escuelas, o sobre la formación del personal docente), procurando que la e. libre obtenga por lo menos paridad de derechos respecto de la organizada estatalmente (también en el aspecto económico); lo cual no excluye el control y la ordenación del Estado como garante del bien común, incluso en lo relativo a la e. privada.

5. Reformas y planes de reforma

a) La e., como parte del todo que es la sociedad, está incluida en el proceso de su desarrollo, y por tanto requiere una constante transformación y acomodación; y esto tanto más por el hecho de que la educación, según su esencia, está orientada hacia adelante, de cara a los hombres adultos y a la sociedad futura. Por tanto, en este campo son constantemente necesarias las reformas. Éstas no pueden ser tan radicales que pongan en peligro lo atemporal en la formación, o que rompan la continuidad en la tradición educativa; pero, no obstante, han de ser tan valientes que no retrocedan ante las dificultades. La opinión pública ha de hacerse sobre todo a la idea de que debe dedicarse a la e. una cantidad mucho mayor de medios económicos. Esta inversión del dinero es la que tiene un sentido más noble y la más rentable. Pues, cuanto más alto es el nivel medio de formación del pueblo, tanto mayor es su capacidad de rendimiento. Las sugerencias y los planes de reforma que se proponen muchas veces están expuestos a un enjuiciamiento poco objetivo, porque los propugnan grupos políticos con una determinada ideología, y con frecuencia se abusa de ellos para fines no pedagógicos (en interés de un grupo y del poder político). No siempre se puede aislar lo pedagógico, lo cual dificulta mucho la discusión objetiva.

b) Son puntos graves de discusión: 1 °, la confesionalidad en una sociedad con diversas ideologías; 2 °, en relación con este problema, pero sin identificarse con él, la cuestión de quién debe impartir la enseñanza (privada o pública; estatal o libre; financiación estatal de escuelas no estatales); 3 °, la diversa acentuación de los contenidos de la formación y de la función escolar (educación y formación; formación profesional y formación general; ciencias del espíritu y ciencias de la naturaleza; educación y enseñanza); 4.°, la formación de las muchachas, la cual, si bien en el terreno objetivo coincide en gran parte con la de los jóvenes, sin embargo presenta muchos problemas específicos (también la cuestión de la «coeducación» y de la «coinstrucción» debe ser enjuiciada desde aquí); 5 °, la promoción de los capacitados (se ha demostrado que es una cuestión urgente de la actual sociedad, que debe atender a este problema en interés propio y del niño. Para la parte católica del pueblo hay aquí una tarea urgentísima, ya que la participación relativa de los católicos en las escuelas superiores es en muchos países notoriamente inferior a la de los acatólicos); 6 °, el «segundo camino de formación» (que tiene la misión de dar una nueva formación cuando la anterior ha desembocado en un callejón sin salida, y debe abrir caminos de formación profesional que se desconocen en la clásica e. escolar); 7 °, la equiparación internacional de la e. (que es urgente a causa de la integración creciente de las comunidades estatales y a causa de la fluctuación de la población; atañe primariamente al reconocimiento de títulos, pero también a los contenidos de formación y a la organización escolar); 8 0, la formación de personal docente, la cual no puede separarse de la evolución escolar.

Karl Erlinghagen