DUALISMO

I. Concepto

Por d., en contraposición al -> monismo, se entiende generalmente la concepción que explica la realidad por dos principios opuestos e igualmente originarios. Según el modo de ser de estos principios y la manera de la oposición entre ellos, se distinguen diversas formas de d. Puesto que la realidad no está simplemente unida ni dividida plenamente en dos sectores desconectados entre sí, el intento de entender las formas históricas del d. tiene que llevar a la pregunta fundamental por el origen de toda realidad y por las relaciones y diferencias entre las dimensiones contrapuestas de lo real. Por esto, la tendencia a condenar las formas históricas del d. deja de lado el problema auténtico tanto como la postura del que ya no pregunta por la unidad de la realidad. A una superación del d. no se llega quedándose con uno de los miembros de la alternativa, con la unidad, sino esclareciendo la relación entre unidad y dualidad. Pero como, más allá de toda especulación meramente teorética sobre este problema, la verdadera unidad y dualidad de la existencia sólo puede realizarse y resolverse en aquella unidad dialogística de dos seres que se da en el amor entre un yo y un tú, y como, por otra parte, el hombre se ha negado a este amor por el -> pecado original, falsificando así la relación con Dios; la experiencia existencial del individuo y de la sociedad tiene que ser forzosamente dualista. Este d. existencial, porque afecta al hombre en lo más profundo, bien sea por la escisión en la relación personal o bien por la escisión en la voluntad, constituye la forma más radical de d. En efecto, el hombre puede prescindir de todo d. teórico o del que existe en las cosas, pero no de aquel que se da en la contradicción de la voluntad pecadora consigo misma. Esta contradicción de la voluntad, que el hombre no puede suprimir, ha de experimentarse tanto más radicalmente por el hecho de que él está proyectado hacia Dios, con lo cual ese d. adquiere rasgos cuasi metafísicos, presentándose como una contradicción en el reino de lo óntico. Frente a esta angustia existencial que domina toda la historia de la humanidad, una precipitada mediación especulativa resulta increíble. Así, p. ej., los dualismos de la historia de las religiones que usan un lenguaje más o menos mítico, no son entendidos en su intención deliberada de ofrecer al hombre imágenes que le curen ayudándole a comprender su destino. La interpretación inmediata de la vida en tales religiones tiende con razón a imágenes opuestas y deja en silencio su relación interna. Pero también la experiencia existencial de la fe cristiana se siente desgarrada por imperativos que se contradicen mutuamente. Esta contradicción no queda resuelta por el hecho de que desde la fe no puede ser entendida como antagonismo de Dios y deba concebirse como una escisión dentro de la experiencia del mundo; precisamente en la vivencia inicial de la -->salvación puede agudizarse y aparecer en toda su tragedia. Esa dualista situación existencial, o sea, esa trágica situación de salvación y perdición no puede eliminarse teoréticamente: sólo puede soportarse con --> esperanza gracias a la inicial experiencia salvífica, hasta que llegue de hecho y en verdad la salvación definitiva, que no podemos anticipar en su auténtica figura. Con todo, es la religión judeocristiana la que una y otra vez se opone a la explicación de la escisión existencial mediante un necesario d. metafísico de cualquier clase, explicación que aceptaría de buen grado la contradicción de la voluntad.

II. Morfología y teoría del dualismo

1. Historia de la filosofía

La filosofía occidental comienza con la pregunta por la única «materia» que, permaneciendo en todo cambio, es el fundamento de todas las cosas. Esta pregunta por los elementos o por un elemento fundamental - &pX~ - del cosmos, el problema de la unidad en la realidad multiforme que nos presenta la experiencia, y así introduce en la conciencia una postura que en el futuro impulsará al pensador hacia la búsqueda de los últimos fundamentos. Como a este respecto nunca se busca un último fundamento aislado, sino que se trata de explicar la unión de ese fundamento con la realidad sustentada por él; la historia de la búsqueda del origen de toda realidad es a la vez la historia de monismos y dualismos que se impugnan o complementan mutuamente.

Aunque en la primera filosofía griega de la naturaleza los filósofos intentaron explicar el cosmos por una materia originaria, p. ej., Tales por el agua, Anaxímenes por el aire y Anaximandro por lo «ilimitado» (&7rsipov); sin embargo, todavía no se hizo allí explícita la pregunta acerca de la relación de toda realidad en una &pX~. Pero con Heraclito y Parménides se plantea ya más claramente el problema de las oposiciones supremas y de su unión (la inmutabilidad y el movimiento, lo imperecedero y lo finito, la verdad y la apariencia).

A base de la tradicional concepción (eleática) del ser, y también bajo el impulso de Sócrates, en la filosofía de Platón cristaliza un fundamental d. metafísico entre las «ideas» o «formas», que significan el auténtico ser eterno, y las apariciones de este ser, que constituyen naturaleza que deviene y perece. Ciertamente, esta dualidad entre el auténtico ser de las ideas y el no ser (l,~ gv) de la aparición caduca no puede tener en Platón un sentido absolutamente dualista, pues, en último término, la idea de todas las ideas, la del -a «bien», es origen de todo ente. Pero Platón no habla de cómo esto sea posible. Para Aristóteles la idea por esencia es solamente forma de una substancia concreta y, junto con la «materia» informada por ella, constituye la cosa sensible y concreta. Pero, prescindiendo de si Aristóteles con este ->hilemorfismo va fundamentalmente más allá de Platón, los principios básicos de su filosofía apenas pueden relacionarse entre sí de manera unitaria, forma y materia, acto y potencia, inmortal vo5q noinTixóQ y mortal voGS aa0nTmóS, motor inmóvil y mundo movido, cosmos translunar y cosmos sublunar (-> aristotelismo).

Una vez asumida la filosofía griega por el cristianismo, en la patrística y en la escolástica se impugna en principio todo d. a la luz de la fe monoteísta en la creación. Así, p. ej., Agustín combate la oposición entre el ser sensible y el suprasensible, la cual se remonta a Platón y se agudiza con Plotino; y Tomás de Aquino impugna el d. interpretando el vovs aristotélico como --> trascendencia hacia el Dios que está más allá del mundo, hacia el Dios que es el origen absoluto de toda realidad. En conjunto la filosofía griega, a pesar de su pregunta inicial por una arjé, muestra cierta tendencia a la concepción dualista; en cambio, la posterior filosofía patrística y escolástica, a causa de la fe en un solo Dios - y también de la idea medieval de un orden jerárquico -intenta superar el d. metafísico. Con todo, los «primeros principios» no son investigados todavía en su interrelación sistemática; esa reflexión sistemática aparece por primera vez en la edad moderna.

El pensamiento de Nicolás de Cusa gira sobre todo en torno al problema de la unión de los opuestos. Esta coincidencia oppositorum, que no sólo mueve el interés especulativo sino también la vida entera de Nicolás de Cusa, expresa aquella temática que luego abordará el -> idealismo alemán bajo el título de «identidad» y «diferencia». La filosofía moderna antes de Kant se caracteriza por el hecho de que ella elabora en forma más aguda el problema de las últimas oposiciones dualistas sobre todo mediante el d. cartesiano de res cogitans y res extensa y mediante la «armonía preestablecida» de Leibniz. Esta situación del problema despierta toda la fuerza especulativa de Kant; él intenta asumir y reducir a unidad en una filosofía crítica, o bien rechazar, el d. que le plantean el empirismo y el racionalismo. Sin embargo, también en él se puede hablar de un d. entre las dos raíces del conocimiento, sensibilidad y razón, e igualmente entre cosa en sí y fenómeno, entre deber moral y tendencia, y, finalmente, entre razón práctica y razón teórica. Con una entrega y un impulso sistemático sin igual recoge Fichte la problemática kantiana y deduce toda la realidad de tres principios inteligibles por separado, los cuales son formas de aparición de un único origen, que por su parte ya no es ningún principio, sino que sólo puede interpretarse en un conocimiento límite o en un acto límite. La pregunta por la última diferencia o por la unidad y dualidad entre el absoluto (Dios) y la aparición absoluta (creación) movió su pensamiento durante toda su vida. También el tema fundamental de Schelling y de Hegel es la «identidad y la diferencia». Mientras que Fichte deja abiertas las contradicciones de la historia como insolubles para la especulación teórica; Hegel, en cambio, si bien las toma totalmente en serio, sin embargo quiere superarlas en la idea absoluta - o Dios- «como identidad de toda identidad y no-identidad». Siguiendo el idealismo alemán (especialmente el de cuño kantiano), Schopenhauer ve radicada la escisión de la naturaleza en la voluntad ciega; y, puesto que para él el mundo no es otra cosa que voluntad y representación, quiere liberarse de la voluntad misma como fundamento de todas las contradicciones, liberación que pretende conseguir por el arte, la ascética y por una muerte interna (entendida en forma budista).

En la filosofía positivista y materialista posterior a Hegel, la teoría sistemática pierde su importancia, y se estudian temas dualistas en forma más simple, tales como materia y conciencia, cuerpo y alma, espíritu y tendencia, e igualmente la oposición entre ciencias naturales y ciencias del espíritu. La lucha de Nietzsche contra la moral cristiana, y en general contra el pensamiento cristiano e idealista, se debe a la idea de que precisamente estas doctrinas que prometen la salvación favorecen la escisión; él se guía por la voluntad apasionada de una vida no dividida, la cual en la creación de su propia trascendencia se convierte a sí misma en su propio Dios, para dejar así tras ella toda enajenación dualista. El pensamiento de Heidegger ha mostrado luego que la situación caída del hombre radica esencialmente en que se concede un carácter absoluto al d. de sujeto y objeto, el cual por su parte tiene su raíz en el predominio del pensamiento representativo. Pero la forma como él toma en serio el intento de superar este d. a través del pensamiento esencial, el cual atiende a la relación entre sujeto y objeto como tales y al de dónde de esta relación, a saber, el «ser» (entendido en forma transcendental 'y como medio); en último término consiste en que quiere dejar tras él el pensamiento sistemático y decir sencillamente cómo acontece la existencia en cuanto «presencia ahí» del ser.

2. Historia de la religión

El d. cosmológico de China ve en Yin y Yang la oposición de lo masculino y lo femenino que despierta y conserva toda la vida del cosmos. En la religión de Zaratustra o en el mazdeísmo iranio la historia del mundo es entendida como lucha entre los principios opuestos e igualmente poderosos del bien y del mal. Según el d. soteriológico de la filosofía india del «Sankhya» la redención se produce por la separación entre el cuerpo y el alma. También según el d. antropológico de Platón el cuerpo es prisión del alma (Gorgias 493a). La ->gnosis busca asimismo la separación del cuerpo para que el hombre pueda subir al mundo celeste de la luz. En la -> apocalíptica del judaísmo tardío surge poco a poco un d. escatológico, que considera el curso del mundo como un -->eón de miseria, de muerte y de pecado, dominado por demonios malignos, hasta que venga el giro de los tiempos e irrumpa el otro eón, bueno y salvador: «El Altísimo no ha creado un eón, sino dos» (lv Esd 7, 50). La oposición entre divinidades terrestres y celestes, p. ej. en Grecia la lucha entre Zeus y los titanes y en el ámbito germánico entre los vanes terrestres y los ases celestiales, es un d. en que se resalta el carácter misterioso de lo divino. Este d. llega incluso a atribuir dos caras a las divinidades, como en algunos dioses indios (p. ej., Varuna e Indra). Esos d. religiosos, que muchas veces no se conciben a sí mismos como un auténtico d., sin entrar en una reflexión consciente sobre el tema de los primeros principios expresan inmediatamente la experiencia del destino y, a base de sus imágenes, buscan una intelección y configuración eficaz de la existencia.

3. La Biblia

La fe del AT en el único Señor de la creación y de la historia excluye en principio un d. absoluto. Pero la fuerza de Israel se muestra precisamente en el hecho de que él no ofrece una fácil armonía de los incomprensibles contrastes entre pecado y perdón, sufrimiento y redención, sino que los deja subsistir en toda su crudeza. También el NT, especialmente Pablo y el evangelio de Juan, expresa la nueva experiencia de la salvación en forma antitética. El pensamiento dialéctico de Pablo, que se ve ante la gigantesca tarea de unir y a la vez distinguir entre sí el judaísmo y el cristianismo, se ve obligado a adoptar una forma antitética de expresión (ley y promesa, obras y fe, carne y espíritu, hombre nuevo y hombre viejo, hombre interior y hombre exterior). Y el Evangelio de Juan está caracterizado esencialmente por la experiencia de la oposición entre luz y tinieblas, gracia y ley, vida y muerte, verdad y mentira, espíritu y carne.

4. La teología dogmática

En el curso de la historia fueron rechazados el d. de Marción, que apoyándose en Pablo veía en el AT al Dios del poder y en el NT al Dios de la misericordia, estableciendo así un d. entre ambos testamentos, y las tendencias gnósticas y maniqueas, que buscaban apoyo en el evangelio de Juan. En la elaboración de los grandes temas dogmáticos, tales como relación entre -->Dios y mundo, gracia y libertad, fe y ciencia, se defiende un d. limitado, el cual conserva los contrastes y evita así el monismo, lo cual aparece en la oposición al -> panteísmo, a la doctrina de la -> predestinación absoluta, al -> pelagianismo, al -> fideísmo y al --> racionalismo. El principal problema soteriológico a este respecto, a saber, la superación del d. existencial del mysterium iniquitatis en el mysterium salutis, queda abierto bajo la perspectiva escatológica (-->apocatástasis). Sin embargo, sigue siendo una tarea de la actual reflexión dogmática el buscar una mediación entre los d. de --> Iglesia y mundo, ->palabra y sacramento, ->oficio y carisma, etcétera. En conjunto la -> dogmática debe progresar en la reflexión sobre sí misma y su historia, preguntándose por su propia naturaleza, fundamentación y legitimación, pues sólo una «dogmática de la dogmática» podrá realizar en el futuro la difícil tarea de presentar unitariamente el todo de la teología, evitando así la amenaza de un d. entre dogmática y exégesis.

Eberhard Simons