VIOLENCIA / NO VIOLENCIA
VocTEO
 

Violencia y no violencia constituyen dos modelos opuestos a través de los cuales se responde a las situaciones de conflicto. La violencia de la que aquí hablamos no es tanto la violencia gratuita e irracional como aquella con la que se reacciona contra una violencia sufrida injustamente o que se está a punto de sufrir. El principio que se invoca en estos casos es el principio de la legítima defensa, un principio que ha alcanzado un amplio desarrollo incluso dentro de la tradición cristiana. La legitimidad de la defensa frente al injusto agresor se invocaba ante todo sobre la base de un sentido primordial de justicia, cuando estaban en juego unos bienes fundamentales de la persona que no podían protegerse de otro modo. A esta motivación subjetiva se añadió posteriormente otra motivación de carácter social, centrada en la referencia al bien común. Tanto la primera como la segunda justificación resultan, sin embargo, en el terreno ético, un tanto problemáticas, bien sea por la dificultad de definir al injusto agresor como por la imposibilidad de verificar de forma incontrovertible los efectos positivos de la violencia en el plano social. La tendencia que hoy prevalece es más bien la de justificar la legítima defensa sobre la base del deber que incumbe a todos los hombres de evitar que se haga el mal. La violencia podría ejercerse entonces sólo en el caso de que fuera el único modo razonablemente posible (en un contexto concreto) para impedir que se cumpla la agresión y se realice la injusticia. Por eso hay que excluir toda réplica vengativa y toda crueldad inútil, dado que el acto violento no va dirigido a castigar al agresor, sino sólo a hacer que desista.

Hay, sin embargo, otra manera de atestiguar que el mal no debe vencer: la de no oponerle resistencia. A este presupuesto apela la teoría de la no violencia, que se ha desarrollado en ámbitos cristianos y no cristianos -pensemos, por ejemplo, en Gandhi.- Para los cristianos esta teoría hunde sus raíces en la exhortación evangélica a no oponerse al mal, es decir, en la afirmación de que es mejor sufrir el mal que hacerlo (Mt 5,38-41). Este asunto debe referirse ante todo a la extinción necesaria del espíritu de venganza que tiene que actuar en sí mismo todo discípulo de Cristo. Pero no se puede negar que esto tiene también un valor pragmático, tanto en el ámbito de los comportamientos personales como sociales. La enseñanza evangélica es desconcertante y reviste una extraordinaria carga profética.

Contra la opinión común, que considera que la violencia puede encontrar un límite tan sólo en la violencia, este principio proclama exactamente lo contrario: «Vence al mal con el bien" (Rom 12,21). Presentar la otra mejilla no es para el cristiano un signo de cobardía: es testimonio de la primacía del bien sobre el mal. Pero, para ser auténtico, este testimonio tiene que ser mediado correctamente por las situaciones. Si el rechazo de la violencia como no resistencia al mal es el camino que normalmente debe emprender el que vive en la perspectiva de la fe, no cabe duda de que hay situaciones en las que la renuncia a la defensa, sobre todo cuando se trata de defender a los otros, puede resultar una postura inaceptable e incluso culpable.

El ejercicio de la violencia o de la no violencia debe referirse, en cada ocasión, a un análisis atento de las circunstancias concretas en que nos movemos, y por tanto a una seria verificación de los efectos que pueden producir de hecho un comportamiento u otro. La perspectiva cristiana se dirige a la superación de toda forma de violencia, y como tal debe procurarse mediante una búsqueda asidua de formas de resistencia al mal y de defensa, que sean alternativas al Uso de la violencia. Esto no quita que puedan darse situaciones excepcionales en las que la violencia resulta legítima, cuando no se concibe como fomento de la enemistad y del odio, sino que intenta más bien su extinción.

G. Piana

Bibl.: R. Strassoldo, Violencia, en DSoc, 1780-1794: F. Colombo. Alternativa a la violencia. Lumen. Barcelona 1968; G. Barbaglio, Dios ¿violento ?, Verbo Divino, Estella 1992; B, Haring, La violencia de los cristianos, Sígueme, Salamanca 1971; R. Schutz, La violencia de los pacíficos, Herder Barcelona 1978.