UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
VocTEO
 

El sacramento de la unción de los enfermos (llamado anteriormente «extrema unción») es el signo sacramental de la gracia del Señor para los enfermos y los ancianos.

El comportamiento de Jesús con los enfermos se caracterizó por una solicitud activa, que se manifestó en varias intervenciones milagrosas, signo de una salvación definitiva y trascendente, en la que también la enfermedad, lo mismo que el pecado y la muerte, encuentra su abolición completa.

Esta misma solicitud caracteriza el comportamiento de la primitiva Iglesia. Jesús envió a sus discípulos de dos en dos a predicar el Evangelio del Reino, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. «Ellos marcharon y predicaban la conversión. Expulsaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban» (Mc 6,13-14). Así pues, Jesús quiso comprometer a los apóstoles en su misma obra: la alegre nueva de la salvación, la invitación a la conversión para acoger el Reino de Dios, la curación de los enfermos y de los endemoniados como signo profético de la llegada del Mesías. Y que esto comprometía igualmente a los apóstoles para el futuro nos lo revela la conclusión del evangelio de Marcos, donde el anuncio a todo el mundo iba asociado de nuevo al cuidado y a la curación de los enfermos (Mc 16,15-18).

En el texto de Mc 6,13 hay que advertir el detalle de la unción con aceite.

El cuidado de los enfermos, por parte de los apóstoles, tenía que encerrar el mismo significado que el cuidado que tuvo de ellos Jesús: y el consuelo físico era una invitación a la salvación total traída por Jesús, un signo y una prenda de la misma. En este contexto, la unción con aceite asumía el significado de un gesto profético. El uso de la unción (signo de abundancia, de gozo, de honor) estaba muy difundido en 1srael. Servía para perfumar el cuerpo y para robustecer los miembros, dando vigor frescor y salud: se utilizaba para aliviar los dolores y para curar las heridas. El aceite era el símbolo más adecuado para expresar la salvación y la curación de los enfermos.

La carta de Santiago habla de una unción con óleo hecha por los «presbíteros de la Iglesia». Más aún, el concilio de Trento declaró que el texto de Sant 5,14- 15 promulgaba el sacramento de la «extrema unción». En el momento de la enfermedad el apóstol invita a hacer una oración particular, acompañada de acciones especiales y de promesas peculiares: «Si alguno de vosotros cae enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que oren sobre él y lo unjan con óleo en nombre del Señor» (Sant 5,14).

Los presbíteros a los que hay que llamar (lo cual parece suponer que se trata de una enfermedad grave) son los jefes de la comunidad eclesial, que intervienen en nombre del Señor. Se les llama «ancianos» por su analogía con los ancianos de las sinagogas judías. Tienen que orar sobre el enfermo, lo cual sugiere una imposición de manos junto con la oración. Pero en ello no hay nada mágico: la unción tiene un significado sacramental, y el efecto va unido a la oración en nombre del Señor. Es un remedio para el espíritu y para el cuerpo, para que la enfermedad física no agrave la debilidad humana, llevando al enfermo a la desesperación o la rebelión; en efecto, la oración hecha con fe salvará al enfermo, el Señor le aliviará y se le perdonarán los pecados que haya cometido. La salvación, el alivio y el perdón de los pecados son el meollo de esta afirmación final, en la que se manifiesta la eficacia singular de la oración pronunciada por los presbíteros sobre el enfermo.

Es verdad que, muy pronto, se difundió en la Iglesia la práctica de ungir a los enfermos, a ejemplo de los apóstoles; pero hasta el siglo VIII no se conoce ningún ritual para la administración de la unción de los enfermos. Fue entonces cuando se reservó la aplicación del óleo sagrado a un ministro consagrado, pero no todos están de acuerdo con esta praxis, ya que también estaba vigente la posibilidad de un uso privado del óleo bendecido. Entre tanto se había desarrollado en la Iglesia la praxis penitencial, que preveía una sola penitencia oficial pública sacramental, que muchos dejaban para el momento de la muerte. Esta praxis, muy difundida, afectó también a la unción de los enfermos. El papa Inocencio 1 escribió que no era posible aplicar la unción a los pecadores no reconciliados, ya que estaban privados de los sacramentos. Fue también entonces cuando la práctica de la penitencia "privada" condujo de nuevo a la reconciliación "en vida", dejándose la unción con óleo para los enfermos que estaban ya a punto de morir. Así, a partir del siglo XI, la unción es el "último sacramento", o sea, la "extrema unción", la unción de los moribundos, la unctio exertium.

El concilio Vaticano II ha llamado a este sacramento "unción de los enfermos", recogiendo una denominación antigua, para disipar cualquier duda y orientar en su justo sentido la reflexión y la praxis del mismo. En SC 73 se establece que la unción de los enfermos "no es sólo el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida; por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano va empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o por vejez" (Viático).

La unción se hace en la frente y en las manos; es un gesto ritual que evoca el significado global del efecto sacramental, o sea, la recuperación del estado vital primitivo a través de la armonía con Dios y la paz del alma, que tiene cierta repercusión en el cuerpo, como se indica en la fórmula sacramental que se renueva ahora: "Por esta santa unción y su piadosísima misericordia te ayuda el Señor con la gracia del Espíritu Santo..Amen. Y librándote de los pecados te salve en su bondad te alivie. Amen".

R. Gerardi

BibI.: G. Gozzelino, Unción de los enfermos, en DTI, 1V 592-607: G, Flórez. Penitencia , unción de los enfermos, BAC, Madrid 1991; L. de Mendigur, La unción de los enfermos, Studium, Madrid 1965; J L. Larrabe, La unción de los enfermos, Sígueme, Salamanca 1973.