TEOLOGÍA Y FILOSOFÍA
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«La idea de la filosofía es la mediación, la del cristianismo es la paradoja» : tras esta expresión lapidaria de S. Kierkegaard se esconde la historia bimilenaria de las relaciones entre la teología y la filosofía.

La historia de las relaciones entre las dos puede ser un índice de las dificultades y de las diversas soluciones que se han propuesto a lo largo de los siglos. Al comienzo de su autocomprensión, el cristianismo no fue una filosofía; la perspectiva de un saber crítico era extraña a los primeros cristianos. El anuncio del Evangelio para la conversión y la salvación era lo que constituía para ellos el « saber» verdadero y definitivo que tantas veces habían buscado en vano. Lo que les interesaba directamente era la nueva praxis de vida que se ponía de manifiesto en su conversión radical a Cristo.

A ello hay que añadir el hecho de que los primeros cristianos eran extraños a las «escuelas», esto nos hace comprender la acusación que con frecuencia se les dirigía de ser gente sin nomos y sin logos, ignorante, privada de toda cultura y capaz de hacer prosélitos sólo entre los indigentes. Sin embargo, a lo largo de los primeros siglos se puede observar una doble relación que se establece entre la teología (la fe) y la filosofía (el saber).

Para algunos se trataba de rechazar claramente toda filosofía, por ser incapaz de expresar la riqueza del misterio revelado; hay que recordar como representantes de esta tendencia a Taciano y Tertuliano. Para otros, la relación fue de gran apertura y de un diálogo constructivo: Justino y Minucio Félix son los más representativos. De todas formas, no se puede negar que la relación entre la teología y la filosofía no estaba privada entre estos últimos de una cierta instrumentalización: les servía para hacer comprender a los paganos el contenido del kerigma; en este horizonte, Orígenes fue un precursor de Anselmo: «Hay que reforzar la fe con el razonamiento, partiendo de las nociones comunes elaboradas por la filosofía griega».

Merece una palabra privilegiada el obispo de Hipona; efectivamente, en Agustín llegan a confluir las tendencias orientales y las occidentales hasta tal punto que convierte a su pensamiento en la primera auténtica síntesis propedéutica para la Edad Media. La filosofía para Agustín es el diálogo permanente entre la criatura y el Creador y se desarrolla a la sombra del amor; filosofar equivale para él a profundizar, estimular y buscar la verdad que ya se posee en la fe, para llegar a su plenitud: «La razón no crea la verdad; se limita a descubrirla". Por tanto, se da un equilibrio entre las dos, ya que tanto la verdad revelada en la fe como la verdad alcanzada por la razón convergen la una en la otra y están presentes en el acto concreto de pensar del creyente.

El equilibrio logrado por el pensamiento medieval con Tomás de Aquino y sobre todo en la síntesis de Anselmo de Aosta que piensa en una circularidad de las relaciones: quaero intelligere ut credam, sed credo ut intelligam- se vio comprometido por la aparición de una lectura parcial y prospectiva de la ratio philosophica que, con la Ilustración, se convierte en el único criterio del saber y en fuente ella misma de certeza, rechazando a la fe como "conocimiento".

Una de las formas más recientes de la recuperación de las relaciones ha sido la teología neoescolástica; la presencia de una filosofía cristiana servía, dentro de este horizonte, como mediación entre el lado filosófico y el teológico.

El problema de las relaciones entre la teología y la filosofía plantea hoy diversos problemas. El primero de todos es la dificultad objetiva de una definición de filosofía; en efecto, en el mismo momento en que se la define, estamos ya en un sector histórico y particular de la filosofía.

Además, la pluralidad de los referentes filosóficos a los que se refiere hoy la teología impide centrar plenamente la especificidad teológica. Por parte de la teología, nos encontramos a veces con una forma de instrumentalización de la filosofía que hace reaccionar negativamente a los filósofos. En muchos filósofos está presente todavía la pretensión de seguir sólo en filosofía el recto saber, sin comprender que la fe como tal es también un saber.

Una posible solución que se propone es la que se expresa en el oportet philosophari in theologia. Se quiere especificar esta relación dentro del saber teológico que, como tal, se basa en la Revelación y no en la filosofía; luego, a partir de aquí, la teología elabora sus conceptos y lenguajes a la luz del saber filosófico, entendido como la capacidad de universalizar los contenidos conceptuales.

R. Fisichella

Bibl.: R, Fisichella, Teología y filosofía, en DTF 1430-1437; A. Margaritti Teología y filosofía, en DTI, 111, 487 -506; K. Rahner, Filosofía y teología, en Escritos de teología, VI, Taurus Madrid 1969, 89- 100; W Pannenberg, Cuestiones fundamentales de teología sistemática, Salamanca. Sígueme 1976; E. Gilson, El filósofo y la teología, Guadarrama, Madrid 1962.