SANTIAGO (CARTA DE)
VocTEO
 

El saludo puesto al comienzo de esta carta designa a su autor con el nombre de Santiago (1,1). El Nuevo Testamento recuerda al menos tres personajes con este nombre: dos pertenecientes al grupo de los Doce ( Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de Juan, martirizado por Herodes Agripa hacia el año 42: Hch 12,1; y Santiago, hijo de Alfeo: Mc 3,17) y otro Santiago llamado "hermano del Señor» (Mt 13,55. Mc 6,3; Gál 1, 19). Este último era un personaje importante que, aun sin ser apóstol, ocupó un lugar de primer plano en la Iglesia de Jerusalén (Hch 12,17. 15.13-21. 21,17. 1 Cor 15,7). Hay dificultades en identificar al autor de esta carta con este "hermano del Señor", ya que tanto el estilo como el vocabulario suponen un profundo conocimiento del griego, algo que resulta difícil de concebir en un judío de Galilea de origen popular. Las hipótesis sobre la identidad del autor oscilan entre los que piensan que Santiago de Jerusalén es el autor real de la carta y pone su fecha no después del año 70, y la gran mayoría que apelan al fenómeno de la pseudoepigrafía, desplazando la fecha de composición a finales del siglo 1 o comienzos del II. Es difícil establecer el lugar de su redacción.

La carta se sitúa en los límites de dos mentalidades culturales, la judía y la helenista. El autor conoce bien el Antiguo Testamento y escribe en un griego excelente. Además, el escrito, aunque se presenta con una dirección y un saludo (cf. 1,1), típicos del género literario epistolar, asume en realidad un tono homilético, conteniendo un material parenético de carácter general y de frases sapienciales. El texto se presenta de forma muy fluida con una sucesión de temas (gozo, oración, riqueza y pobreza, actitud frente al mundo, unción de los enfermos, etc.) y responde a diversas exigencias, expresión de esa vida cotidiana que ha de vivir el cristiano. Esta lógica forma parte de la tradición sapiencial, en cuyo surco se coloca el autor. La teología de la carta de Santiago tiene como objetivo la concreción de la vida cristiana en sus múltiples aspectos. Hay que observar que en el texto, entre 108 verbos, hay unos 54 que son imperativos; queda así palpable su finalidad ética. El criterio que determina la vida cristiana en su concreción se sitúa siempre dentro del hombre: la fe, el amor, la sabiduría. Sin una transcripción de los mismos en el plano de la actividad, estos valores carecen de sentido; y al contrario, un obrar sin motivaciones profundas sería algo totalmente vacío.

El trozo de la carta que ha suscitado mayor interés, polémicas y discusiones- es aquel en el que Santiago afirma que la fe sin obras está muerta (2,14-26), hasta el punto de que Lutero la definió como carta de paja por no hablar de Cristo y sobre todo por contradecir a las afirmaciones paulinas sobre la justificación: "el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe» (2,24). La perspectiva de Santiago es que la fe por sí sola es incapaz de dar la salvación. No se niega la importancia de la fe, va que lo que es objeto del debate no en la fe en sí misma: lo que se sostiene es que la fe sola, sin las obras, es inútil. Pablo polemiza con los judeocristianos que buscaban en las obras la seguridad de la salvación, poniendo su confianza en las obras que cumplían más bien que en la cruz de Jesucristo. Santiago no polemiza contra la justificación mediante la fe, sino contra la pretensión de una justificación sin una vida comprometida. Por lo demás, también Pablo habla de "la fe que actúa mediante la caridad" (Gál 5,6).

R. Chiarazzo

Bibl.: R, Fabris, Santiago (Carta de}, en NDTB, 1771-1779; F Dumortier, La carta de Santiago Verbo Divino, Estella 31993; O, Knoch, carta de Santiago. Comentario para la lectura espiritual, Herder Barcelona 1969; E, H, Maly Epístolas de Santiago, Judas y Pedro, Sal Terrae, Santander 1966.