SAMUEL 1 y 2
VocTEO


La tradición manuscrita hebrea que se prolonga hasta el siglo xv documenta que los dos libros de Samuel estuvieron durante mucho tiempo formando una sola obra. La división en dos partes se debió a los traductores alejandrinos (los Setenta) que, combinando 1-2 Sm con 1-2 Re, pudieron realizar la idea de un gran fresco dedicado a la historia de la monarquía israelita: "Los cuatro libros de los Reinados".

La Vulgata adoptó la subdivisión griega, pero modificando el nombre en «Los cuatro libros de los Reyes". El nombre hebreo (Samuel 1 y 2) se deriva del hecho de que desde la antigüedad se atribuyó esta obra al mismo Samuel, sobre la base de 1 Cr 29,29. Pero esto resulta francamente inverosímil (dejando aparte las dificultades de orden literario y redaccional, baste notar que Samuel muere en 1 Sm 25...), pero demuestra la profunda veneración que se rindió a este personaje, que jugó un papel decisivo en el período de transición de la época de los «jueces" a la de los " reyes". Su figura asumió tal significado para la historia de Israel que se sitúa como símbolo de todo un movimiento histórico.

La narración de 1 -2 Samuel abarca un período de casi un siglo, entre el 1070 y el 970 a.C. El tiempo teórico de los jueces (cf. el libro de los Jueces) comienza con una triste decadencia bajo la presión filistea ( 1 Sm 1 -6). Samuel intenta aliviar la situación del pueblo oprimido y cansado ( 1 Sm 7), pero los israelitas exigen el establecimiento de un régimen monárquico, considerándolo como el más adecuado a las nuenas exigencias político-militares que tienen que arrostrar las tribus ( 1 Sm 8). Por indicación divina, Samuel confiere la unción real al joven Saúl, que comienza las guerras de liberación contra los pueblos, limítrofes (1 Sm 912). Desgraciadamente, por culpa de su desobediencia, es repudiado por Dios (1 Sm 13-15) y en su lugar es escogido el pastorcillo David ( 1 Sm 161 7). Perseguido, David huye al desierto ( 1 Sm 18-30) y permanece allí hasta que Saúl muere en una batalla ( 1 Sm 31 -2 Sm 1). Tras un período de guerra civil entre los seguidores de David y los del heredero de Saúl, David es coronado finalmente rey sobre todo Israel (2 Sm 2-5). El reino se estabiliza (2 Sm 68), pero muy pronto David tiene que enfrentarse con las primeras disputas por la sucesión al trono, que nacen dolorosamente dentro de su propia familia (2 Sm 9-20). Sobre el trasfondo de estas peripecias surge discretamente la figura de Salomón (2 Sm 1 1 - 12), que sustituirá a David en la dirección del pueblo elegido (cf. 1 Re 1 - 1 1) y será el constructor del templo de Jérusalén (cf. 2 Sm 7). Las vicisitudes de los personajes principales ofrecen un buen punto de referencia para esbozar el plan que sigue 1-2 Sm:

1. Samuel ( 1 Sm 1 -7);

11. Samuel n Saúl (1 Sm 8-15);

111. Saúl y David (1 Sm 16-2 Sm 1);

IV David (2 Sm 2-20);

V. Seis apéndices de contenido diversos (2 Sm 21-24).

El material narrativo revela una notable variedad de géneros literarios n de fuentes (documentos de archivo, discursos, tradiciones populares, listas, himnos "salmos, oráculos en prosa " y en poesía, parábolas), que hacen suponer un proceso redaccional bastante laborioso y extenso en el tiempo entre el siglo IX a.C. hasta el destierro en Babilonia (M. Noth ofrece una lista de pasajes que pueden atribuirse a un redactor deuteronomista). En el período posterior al destierro, el Cronista ( 1 Cr 10-21) volverá a leer en una perspectiva original muchos de los episodios que se describen en 1 Sm 31 -2 Sm 24.

Los libros de Samuel son una reflexión sobre la historia del pueblo elegido a la luz de la alianza pactada por el Señor con los patriarcas y con Moisés en el Sinaí. Samuel, SaúÍ y David son las grandes figuras paradigmáticas en las que se refleja (no sin cierto carácter dramático) la vocación de todo Israel a obedecer a la Palabra liberadora de Dios ( 1 Sm 7 3). Cada uno de los acontecimientos -incluso los más desconcertantes (los pecados, las traiciones, la maldad afectan a muchos de sus protagonistas- encierra una llamada a una inteligencia más profunda y a la adhesión confiada a un proyecto misterioso que supera las categorías humanas (1 Sm 16,7. Dios no mira las apariencias de las cosas; sino el "corazón»). Tanto para los individuos como para el pueblo, la malicia del pecado consiste precisamente en la negación de la dependencia radical de Dios ( 1 Sm2,27-32; 15,17-19.22-29.2 Sm 12,79), mientras que la eficacia del arrepentimiento y del perdón guarda proporción con el humilde reconocimiento de la propia creaturalidad (2 Sm 12,13; 24,10-14). Sin embargo, a pesar de la continua traición de la parte humana, Dios no rompe su alianza, llegando hasta el culmen de la profecía de 2 Sm 7 donde confirma "para siempre» su fidelidad a la casa de David. La esperanza mesiánica que hace vibrar los antiguos textos (cf., en particular 1 Sm 2,1-10; 2 Sm 7. 22,1-51; 24,1-7) es el dinamismo escondido que confiere densidad a los sucesos y mueve la historia hasta más allá de ella misma, es el "sentido» (la "dirección») del tiempo que corre hacia su plenitud (cf. Gál 4,4). Los dos libros de Samuel son libros " abiertos » : describen precisamente la manera con que la esperanza del pueblo nacido de la promesa a Abrahán (Gn 15,18) se va condensando progresivamente en una familia concreta de la tribu de Judá -la de Jesé y David (1 Sm 16,1)- a la que se concede una promesa que parece, si eso fuera posible, más vertiginosa todavía (2 Sm 7). A su vez, ésta está destinada a cumplirse perfectamente en Jesús, el "hijo de David» (Mt 1, 1 ), que se sentará "para siempre» en el "trono de David su padre» (Lc 1,32-33).

A. Lanfranchi

Bibl.: G. Ravasi, Samuel, en NDTB, 17631771; G. Auzou, La danza ante el arca, FAX, Madrid 1971; P. Gibert, Los libros de Samuel y de los Reyes, Verbo Divino, Estella 1993~ S. Hermann, Historia de Israel, Sígueme, Salamanca 1979.