REGULACIÓN DE NACIMIENTOS
VocTEO
 

Por regulación de nacimientos se entiende una serie de juicios de valor de criterios y de métodos dirigidos ai ejercicio de la paternidad responsable.

En el cumplimiento de la misión de transmitir la vida humana, los esposos deben tener en cuenta el propio bien y el de los hijos, tanto de los nacidos como de los futuros. Tienen que valorar además las condiciones de vida de su tiempo y de su propio estado, así como la salvaguardia necesaria del bien de la familia, de la sociedad y de la Iglesia. Hoy se afirma con insistencia que el crecimiento demográfico del mundo, o al menos de algunas naciones, tiene que frenarse de forma radical con todos los medios y con la intervención de la autoridad pública. El concilio Vaticano II exhorta, sin embargo, a abstenerse de soluciones contrarias a la ley moral, tanto si se promueven en privado como si se imponen públicamente.

En virtud del derecho inalienable del hombre al matrimonio y a la generación de la prole, la decisión sobre el número de hijos que hay que tener depende del recto juicio de los padres, sin que pueda dejarse a la discreción de la autoridad pública. Como este juicio de los padres supone una conciencia bien formada, es de gran importancia dar a todos la posibilidad de educarse en una recta responsabilidad. Todo esto exige mejorar los medios educativos y las condiciones sociales, pero sobre todo una formación religiosa o al menos una sólida formación moral. Hay que informar oportunamente a la población sobre los progresos de la ciencia en la búsqueda de aquellos métodos que puedan ayudar a los esposos en esta materia de regulación de nacimientos, una vez que esté bien asentado el valor de estos métodos y haya quedado asegurada su licitud moral (Gaudium et spes, 87).

Pero la práctica de la regulación de la natalidad requiere ante todo que los esposos adquieran sólidas convicciones sobre los verdaderos valores de la vida y de la familia, lo cual supone un perfecto dominio de si mismo. El autocontrol impone además un crecimiento humano progresivo para que « las manifestaciones afectivas de la vida conyugal se realicen según el justo orden y en particular mediante la observancia de la continencia periódica» (Humanae vitae, 21). El Estado debe favorecer el respeto a los valores del matrimonio y en particular a los de la prole, con una adecuada política salarial y de vivienda. En determinadas circunstancias, el Estado puede también comprometerse a rebajar la tasa de natalidad: éste es sobre todo el caso de aquellos pueblos en los que el exceso de nacimientos es un freno para el desarrollo. Pero esto no justifica el uso de cualquier medio para conseguir este objetivo. Son medidas ilegítimas la esterilización obligada, la situación de desventaja en que se pone públicamente a las familias numerosas, la difusión de cualquier medio contraceptivo. «La Santa Sede rechaza los programas de planificación familiar que incluyen el aborto como método de planificación familiar o que obligan a la pareja a recurrir a la esterilización o a otros métodos contraceptivos que son moralmente censurables» (En la Conferencia de Naciones Unidas, 31 de mayo de 1992).

B. Mara

Bibl.: G. Muraro, Procreación responsable, en NDTM, 1500-1517. A. Piñeiro, Control de natalidad, Ed. Católica. Madrid 1981; A. Valsecchi, Regulación de los nacimientos, Sígueme, Salamanca 1970; AA. VV., Paternidad responsable, Ciudad Nueva, Madrid 1988; A. Matthews, Unión y procreación. Evolución de la doctrina de los fines del matrimonio, PPC, Madrid 1990.