PERSONA Y VIDA MORAL
VocTEO


Se habla aquí de persona, no como unidad psicológica del hombre, sino como individuo moral y espiritual, unidad de ser, conocimiento y voluntad, como persona ontológica.

Como tal, forma parte de una comunidad jurídica y moral, dentro de la cual se convierte en sujeto de deberes y de derechos y por tanto de responsabilidad, imputabilidad, mérito y demérito. Cuando decimos «dignidad de la persona», «carácter absoluto de la persona», hemos transcrito ya la designación ontológica en términos de valores, es decir, en términos propios del lenguaje moral.

En la consideración del lenguaje moral, la persona no es sin embargo un término de valor, ni siquiera el primero de una serie: es el sujeto de los valores, de todos los valores. Sólo se la capta a través de los valores, pero es al mismo tiempo aquello en lo que se insertan los valores; las expresiones 1ingiiísticas de los valores designan efectivamente características ontológicas de la persona. En la típica expresión kantiana el carácter absoluto de la persona se basa en el hecho de que ella sólo puede ser fin y nunca medio. El fundamento de esta absoluta «finalidad», aun frente a la evidente fragilidad ontológica y de comportamiento de la persona, consiste en haber sido creada por Dios a su imagen y semejanza. Lo cual significa que ha recibido un ser capaz de conocimiento y de autogobiemo, que sin embargo conserva en sus estructura más profunda el finalismo divino, absoluto e indeleble, que lo hace responsable de su propio «retorno» a Dios.

Cuando Mt 5 43-47 enseña la máxima de Jesús sobre el amor a los enemigos, dice que el enemigo (el que me quiere mal) no es distinto del amigo (el que me quiere bien); es igual en cuanto criatura de Dios, antes y más allá de su comportamiento. Es decir, su dignidad para ser amado se basa en unas características ontológicas (previas al obrar y a la misma posibilidad de obrar), implícitas en la estructura del ser, y del ser semejante a Dios.

La persona en la vida moral es el primer sujeto y el último de referencia: actúa, es responsable, escoge, peca y sobre todo es el primer analogado del término «bueno ». Bueno sólo puede decirse de una persona: la intención es buena si el agente tiene la actitud de imparcialidad/generosidad para con la persona en la que termina la acción de la que forma parte la intención; el acto será bueno si, además de proceder de una buena intención, está dotado de aquella corrección/correspondencia en relación con la persona en la que termina; finalmente, el acto moral positivo es específicamente aquel que, además de hacer bien al destinatario, hace bueno al agente, en sentido absoluto, como hombre. El fenómeno moral se basa en la relación real entre personas reales, aunque sólo sea entre mi individualidad histórica y mi personalidad ontológica. La misma realidad de la libertad depende de la realidad de la persona como ser autónomo, absoluto, como estructura/semejanza divina que hay que realizar responsablemente. Así pues, la persona humana es el único agente capaz de realizar una bondad absoluta en la relatividad del tiempo. Lo esencial, por consiguiente, es que el hombre se realice a sí mismo y ayude a los demás a realizarse.

De la ilustración liberal hemos heredado el concepto de los derechos del hombre: pre-estatales, irrenunciables, medida de toda civilización contemporánea. Hoy la teología y los cristianos están llamados a traducir todas sus implicaciones en la vida social e individual y a defenderlos en todas las latitudes.

Los derechos del hombre constituyen actualmente la nueva universalidad de la reflexión moral, la forma concreta de considerar al hombre solamente como fin; de reconocer por tanto su origen divino, su unicidad histórica y su destino individual. Hasta hace dos siglos, a pesar de los muchos esfuerzos hechos en la antigüedad tardía y en la época de los descubrimientos, los graves límites del occidente cristiano estaban representados por la esclavitud; hoy, desgraciadamente, están representados por el «derecho al aborto". Los hombres y las mujeres cristianas se comprometieron a superar la esclavitud; ahora nos toca superar el aborto. Con la esperanza de que no vuelva a surgir tampoco socialmente el desprecio del hombre que supone el "derecho a matarlo"'

F Compagnoli

Bibl.: J Gómez Caffarena, Persona y ética teológica, en CFET 167-183; X. Zubiri, Sobre el hombre, Madrid 1986; E. Coreth, ¿Que es el hombre? Herder Barcelona, 1974; A. J Ayer El concepto de persona, Seix Barral, Barcelona 1969; A Cortina, Razón comunicativa y moral solidaria. sígueme, Salamanca 1985.