PERSONA
VocTEO
 

En griego prosopon, en latín persona: careta que se ponian los actores en el teatro para representar diversos papeles. Es un término análogo. Desde el punto de vista metafísico indica la dignidad de la naturaleza espiritual subsistente e incomunicable. Desde el punto de vista existencial y dinámico indica el ,'yo', como sujete) capaz de autodeterminación y que se realiza auténticamente en la comunidad del existir y del obrar con los demás y para los demás.

En el mundo griego, el hombre no se considera persona, en cuanto que está sometido al destino y no puede romper el círculo de la necesidad. En la Biblia no aparece el término «personan, pero toda la revelación judeocristiana pone en evidencia fuertemente la dignidad del hombre frente a Dios, que toma conciencia de sí mismo y de su propia existencia irrepetible en virtud del diálogo que Dios creador establece con él. También Dios se revela desde el principio de la creación como persona, creador libre, lleno de sabiduría y de amor (Gn 1-2). En los primeros siglos de la Iglesia se utilizó el término persona para aclarar el misterio de la Trinidad. Tertuliano fue el primero en introducir este término para explicar la fe cristiana en Dios (Adversus Praxeam 6, 1 : 7, 8). Los Padres griegos, en sus controversias trinitarias, en vez del término persona (prosopon) -interpretado por Sabelio como simple apariencia- utilizan la expresión hypóstasis, traducida por suppositum o subsistentia, en cuanto que indica una realidad objetiva, y afirman que en Dios hay realmente tres modos diversos de poseer la misma naturaleza divina. A continuación, en las controversias cristológicas se distingue entre persona y naturaleza, para expresar que las dós naturalezas plenas y perfectas, divina y humana, subsisten en la única persona del Verbo (unio hypostatica).

En el siglo VI, en un tratado de Severino Boecio sobre las dos naturalezas de Cristo, se encuentra la primera definición de persona en la que se inspira toda la Edad Media: «Persona est naturae rationalis individua susbstantia» (De duabus naturis, 3). En el período escolástico, Ricardo de San Víctor propone modificar la definición de Boecio en cuanto que el concepto de individuo no conviene propiamente a Dios; por eso define a la persona como: «intellectualis naturae incommunicabilis existentia» (De Trinitate, 1. 1V, c. XXII).

Santo Tomás, san Buenaventura y Duns Escoto son los principales representantes del personalismo medieval.

Santo Tomás destaca la dignidad propia del subsistir en una naturaleza espiritual, que se realiza de modo eminente en Dios. Por eso, «persona significat id quod est perfectissimum in tota natura» (S. Th. 1, q. 29, a. 3). Aclara además que la substancia individual de la definición de Boecio, aplicada a Dios, no significa la individuación de la materia, sino la incomunicabilidad del ser divino. Desarrolla también el carácter de relación de las personas divinas, dado que su distinción proviene de su diversa relación de origen. Este carácter relacional no es algo accidental, sino que pertenece a la misma substancia divina; por eso, Tomás afirma que « la persona divina significa la relación en cuanto subsistente» (S. Th. 1, q. 29, a. 4). En el ámbito antropológico, fundamenta la unicidad de la persona humana en cuanto que la misma alma espiritual es la forma substancial del cuerpo y el principio de toda perfección; el alma y el cuerpo son constitutivos de la persona humana. El Magisterio de la Iglesia ha tomado de forma definitiva el término «persona» para formular los dogmas de la Trinidad y de la encarnación del Verbo.

La filosofía moderna y contemporánea ha reflexionado a menudo sobre el concepto de persona en relación con el hombre. Contra la disolución idealista (Hegel) en donde la única persona es el Estado, reacciona S. Kierkegaard señalando la realidad del individuo en su relación constitutiva de ser espiritual frente a Dios en la seriedad de la decisión. La fenomenología y la filosofía de la existencia (M. Scheler, D. von Hildebrand, M. Buber, G. Marcel) han puesto de relieve la dimensión no-objetivable propia de la persona y su carácter dialógico como relación «yo-tú». Algunos autores neoescolásticos han introducido la distinción individuo y persona respecto al hombre (Maritain, Delbos). Individuo es cada uno de los hombres en sus dimensiones materiales, biológicas y sensibles, mientras que persona es el hombre en su vida espiritual en relación con Dios y con la sociedad. Esta división no responde al pensamiento de santo Tomás, en cuanto que el principio espiritual que constituye al hombre como persona es fuente de todos sus actos, incluso biológicos. Toda la vida humana como individuo y como sociedad es personal. El concilio Vaticano II concede amplio espacio a la dignidad de la persona humana. El hombre ha sido hecho a imagen de Dios y es la única criatura querida por Dios por sí misma (GS 24).

La unión del hombre y la mujer es la primera forma de comunión entre las personas y la realización de la persona humana a semejanza de la unión entre las personas divinas requiere el don sincero de sí mismo. Todas las dimensiones de la vida social deben tener en cuenta los derechos de la persona, incluso en lo que ata6e a la libertad religiosa (DH).

La teología contemporánea insiste en la dimensión relacional de la persona, tanto respecto a la Trinidad como respecto a Cristo. Algunos autores presentan la dificultad de usar en la doctrina trinitaria el concepto de persona tal como hoy se entiende, por el riesgo de que lleguen a concebirse en Dios tres subjetividades distintas (Rahner), y utilizan por el contrario la expresión «persona humana» al hablar de Jesucristo.

El Magisterio eclesiástico ha insistido en la necesidad de mantener la distinción entre naturaleza y persona en la formulación del dogma. En cuanto a la persona humana, frente a las diversas realidades que amenazan su existencia, como las manipulaciones genéticas (Instrucción Donum vitae), o los sistemas de poder (Encíclica Centesimus annus), afirma cada vez más su trascendencia y sus derechos inalienables según el designio de Dios.

E. C. Rava

 

Bibl.: J. M. Rovira Belloso, Personas divinas. Historia del término «persona'": su aplicación a la Sda. Trinidad, en DTDC, 10941109; U. Galeazzi, Persona, en DTI, 111, 787-792; M. Muller - A. Halder, Persona, en SM Y 444-456; J. M. Coll, Filosofía de la relación interpersonal, 2 vols., Barcelona 1990; F. X. Durrwell, Nuestro Padre Dios en su misterio, Sígueme, Salamanca 1990; E. Mounier, Obras completas, Sígueme, Salamanca 1988-1992.