PARÉNESIS
VocTEO
 

Mientras que la ética normativa atiende a la fundamentación del juicio moral en orden a definir la actitud y el comportamiento humano, la parénesis no busca objetivos cognoscitivos o intelectuales, sino que se dirige a la voluntad, al corazón, para exhortar y amonestar al individuo.

Al experimentar la propia debilidad volitiva, la persona humana advierte continuamente la necesidad de verse estimulada, exhortada, animada, ayudada, dirigiéndose a los demás o recurriendo a todas las fuerzas que están a su alcance.

Lo que motiva esta exigencia es la distancia a menudo presente en el interior de la persona humana entre sus dimensiones intelectivas y volitivas. En efecto, no siempre la voluntad está dispuesta a hacer lo que tiene que hacer o a adecuarse a la perspectiva moral, mientras que por otra parte no siempre la esfera intelectual es capaz de secundar las exigencias de la voluntad.

Si con el don de la gracia uno es ya bueno, la verdad es que necesita hacerse bueno, cada vez mejor, o colaborar con la gracia para serlo; esto significa conseguir mediante la gracia divina aquella actitud moral buena que en el lenguaje teológico se define como santidad de vida y que remite al comportamiento moralmente recto.

Para poder conseguir mediante la parénesis resultados positivos, se requiere que el que hace la parénesis tenga respecto al que la recibe aquella autoridad parenética que se adquiere con la ejemplaridad de vida y con el testimonio cotidiano de fidelidad al mensaje que se propone.

Otro presupuesto indispensable para el éxito de la parénesis es la convergencia intelectiva en los juicios morales, en lo que es moralmente bueno o recto, entre el que hace y el que recibe la parénesis. Éste debe saber ya en qué consiste el bien que hay que querer y que hay que hacer; y el bien al que se le exhorta tiene que ser percibido por él del mismo modo como lo percibe el que hace la parénesis. Si falla este presupuesto intelectivo, exhortar a hacer el bien puede significar también exhortar a hacer lo contrario de lo que se considera moralmente bueno y recto.

De tipo fundamentalmente exhortativo, el discurso parenético ha de hacerse con un lenguaje apropiado: quien habla al corazón intentará llegar a lo más profundo del alma de la persona a quien se dirige e incidir de forma decisiva en la intimidad de la persona, recurriendo a todos los medios lingüísticos disponibles y usando todas aquellas expresiones pleonásticas y tautológicas que puedan ayudarle a conseguir este objetivo.

La estructura lógica del discurso moral exhortativo es de tipo tautológico, en cuanto que se identifica con la relación existente entre el ser y el deber ser, entre el indicativo y el imperativo.

Mientras que la parénesis no bíblica o no teológica puede referirse sólo al indicativo, que se coloca en el plano de una visión antropológica puramente filosófico-racional, la parénesis bíblico-teológica podrá referirse a la concepción que tiene la Escritura y la teología sobre el hombre y, para ser realmente lo que ha de ser, tendrá que apelar necesariamente a ella. Como ocurre en la ética de los demás seres humanos, también el deber ser del creyente tendrá que ser siempre una consecuencia de su ser cristiano. En esto consiste fundamentalmente la especificidad cristiana de la moral del cristianismo: es posible dirigirse a la actitud del creyente apelando a toda la importancia específicamente teológica que encierra el mensaje bíblico.

Es en la actitud del creyente, y no sólo en la materialidad de su comportamiento exterior como se deduce claramente de las palabras de Cristo sobre la ofrenda de la viuda en el templo (Lc 21,1 ss), sobre el perdón solicitado y recibido por el publicano y no por el fariseo (Lc 18,9ss) o sobre el árbol bueno que da frutos buenos (Mt 3,8; 7 17, 12,33; Lc 6,43), donde se sedimenta la bondad moral de la actitud y consiguientemente la dimensión específicamente cristiana de su vida moral, entendida como respuesta amorosa al Padre que lo ha creado, salvado y llamado a la gloria por amor.

La especificidad de la parénesis bíblico-teológica dirigida al corazón del creyente se basa en el indicativo del nuevo ser que posee, que remite siempre al va y al todavía no de la realización histórica del plan salvífico de Dios.

S. Privitera

Bibl.: T. Filthaut, Predicación, en CFT, 111, 507-518; P. Jacquemont, La animación en la vida eclesial, en IPT 5; L. Maldonado, El mensaje de los cristianos. Introducción a la pastoral de la predicación, Barcelona 1957; F. Cultrera, Hacia una religiosidad de la experiencia, Atenas, Madrid 1994.