PARÁCLITO
VocTEO
 

Es uno de los títulos pneumatológicos que encontramos solamente en san Juan y en ningún otro lugar del Nuevo Testamento. Paráclito (Parakletos) designa el carácter personal de la revelación del Espíritu Santo; encontramos también la expresión más intensa «otro Paráclito", (allos Parakletos) que especifica más aún la identidad personal del Espíritu Santo respecto a la tradición bíblica vetero y neotestamentaria. El contexto es el de los capítulos 14-16 de Juan, que contienen precisamente los «dichos sobre el Paráclito". Aunque la revelación del Espíritu santo como Paráclito se coloca antes de Pascua, en los capítulos 14-16 la referencia es la del tiempo de la Iglesia; en efecto, cuando Jesús no esté va físicamente presente, el Espíritu Santo lo hará recordar y nos introducirá en la Verdad entera; será el Consolador en los momentos de la prueba. Evidentemente, los «dichos sobre el Paráclito", que presentan acentuadamente el carácter personal del Espíritu Santo, interesan tanto al tiempo de la Iglesia como a la persona misma de Jesús y a la Trinidad en sí misma; contienen, por consiguiente, una doctrina dogmática de primera categoría, El título pneumatológico Paráclito no se encuentra aislado, sino que va siempre acompañado de otros dos títulos pneumatológicos: Esptritu Santo (Jn 14,25-26) y Espíritu de verdad (Jn 14,16-17. l5,2~: 16,13. 1 Jn 4,6). Estos apelativos se encuentran a veces en un mismo texto y el uno se convierte en exégesis del otro. Así por ejemplo, Espíritu Santo (to Pneuma to aghio), con el artículo neutro duplicado para indicar el carácter personal del Espíritu), especifica quién es el Paráclito (o Parakletos, masculino). Pneuma (neutro) va unido con Paráclito (masculino) por el pronombre ekeinos (masculino), para indicar una vez más que se trata de una realidad bien identificada y personal (así en Jn 14,25-26). También la expresión Espíritu de verdad va unida al Paráclito, y como el genitivo «de verdad" es un genitivo objetivo o calificativo, es decir un genitivo que designa lo que es peculiar del Espíritu, a saber, comunicarnos la Verdad que es Jesús, resulta que el Espíritu Santo está siempre vinculado a Cristo en el sentido de que ayuda a interiorizar y a asimilar la Verdad de Jesús.

Expondremos brevemente el significado lexical de «Paráclito", para establecer luego su función y observar sus consecuencias desde el punto de vista dogmático.

En el contexto griego Paráclito significa abogado o más sencillamente defensor, a aquel que ayuda al imputado a defenderse en un proceso. Al contrario, en el contexto hebreo Paráclito indica al que intercede por los hombres ante el tribunal de Dios; en el evangelio de Juan, el Paráclito no es sin embargo abogado ante el tribunal de Dios, sino abogado y defensor entre los discípulos. En la literatura de Juan (1 Jn 2.1) encontramos una vez el término Paráclito (abogado) en un tribunal de Dios, pero en este caso no es un atributo del Espíritu Santo, sino de Jesús («si alguien ha pecado, tenemos un abogado -parakletos- ante el Padre, Jesucristo el Justo"). Así pues, en conjunto, Paráclito, tanto en el contexto griego como en el hebreo, significa siempre abogado, defensor intercesor.

Si consideramos luego la función del Paráclito, hemos de decir enseguida que va ligada al contexto redaccional del evangelio de Juan, que en este caso específico se concibe como un gran proceso entre los acusadores de Jesús y el mismo Jesús, en donde de hecho el mundo es «juzgado" por él y desenmascarado en su mentira y su pecado. En este gran proceso que «durarán hasta el final de los tiempos, el Paráclito es quien defiende la causa de Jesús frente al mundo y ayuda a los discípulos a defender esa misma causa. Los párrafos fundamentales son los de Jn 16,5-15, donde se habla del Paráclito y de la blasfemia contra el Espíritu Santo. El Paráclito es el que convence al mundo en lo que se refiere al pecado, a la justicia, al juicio, es decir aquel que lo sacará todo a luz para que se comprenda la malicia del mundo.

Los dichos sobre el Paráclito, que en los textos de Juan van unidos a otros títulos pneumatológicos, revelan las relaciones entre el Espíritu Santo y el Padre y el Hijo. Con las debidas proporciones se puede afirmar que el dato dogmático está ya en gran parte contenido en los «dichos sobre el Paráclito".

Respecto a las relaciones entre el Espíritu Santo y el Padre, destaca claramente el Espíritu como el que es enviado por el Padre, por ser don del Padre (Jn 14,26: ((el Consolador, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombren: Jn 14,16: «Yo pediré al Padre y él os dará otro Consolador").

Además, el Espíritu es enviado por el Padre en el nombre de Jesús: procede del Padre por medio de Jesús (Jn 15,16: "Cuando venga el Consolador que os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí»). Este proceder (ekporeuetai asume en el Nuevo Testamento el significado de derivar, emanar, salir fuera, proceder) tiene una gran importancia dogmática. Dejando de lado la cuestión de si en este texto «proceder" tiene un sentido intratrinitario o histórico, como parece preferir I. de la Potterie, se encuentran ya aquí algunos elementos importantes de las cuestiones doctrinales que se desarrollarán más tarde, ya que en esta acción del «proceder"' hay una presencia activa del Hijo.

Por lo que se refiere a las relaciones entre el Espíritu y el Hijo, el Espíritu da testimonio de Jesús y lo glorificará (Jn 15,16; 16,14): al mismo tiempo el Hijo realiza respecto al Paráclito una obra de mediación, ya que en los mismos versículos se dice: ("el Consolador que yo os enviaré de junto al Padre" (Jn 15.26), o bien: «él (el Espíritu) tomará de lo mío y os lo anunciarán (Jn 16,14). Así pues, el Espíritu y el Hijo son distintos entre sí; es éste otro dato dogmático importante. Además, hay otro dato dogmático ya presente a nivel bíblico: entre el Espíritu y el Hijo existe un hecho común: los dos están junto al Padre. Jesús puede enviar al Consolador de junto al Padre, porque también él está junto al Padre. La obra de acompañamiento y de guía en la verdad entera sólo es posible porque hay una continuidad entre la obra del Espíritu y la de Jesús, tal como atestigua uno de los textos más ricos en potencial pneumatológico, a saber, Jn 16,12-15: al final de su misión en la tierra, Jesús tiene todavía muchas cosas que decir pero los discípulos no están preparados todavía para comprender; sin embargo, (( cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a la verdad entera, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que haya oído y os anunciará las cosas futuras». Él glorificará al Hijo, pero el Espíritu Santo podrá hacer todo esto gracias a la comunidad de donación que existe entre él y el Hijo ("Tomará de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará,"), En conclusión, podemos resumir la concepción bíblica del Paráclito en estos datos:

- ante todo Juan acentúa fuertemente su sentido personal; el Espíritu es Otro (allos, no éteros) Paráclito: consuela, defiende, da vigor, es como el maestro interior que ilumina (no es difícil constatar hasta qué punto estas concepciones entran en la Tradición eclesial tanto a nivel teológico como experiencial);

- el papel del Paráclito se manifiesta a nivel interior, en el corazón de los creyentes, para que puedan entrar en la Verdad que es Cristo. Por tanto, si la perspectiva lucana acentúa el carácter universalizador del Espíritu Santo, Juan acentúa el interiorizador.

- el don del Espíritu Paráclito proviene de una unión intratrinitaria entre el Padre y el Hijo; esta unión es la que produce el don del Espíritu a los creyentes.

N Ciola

Bibl.: G. Braumann, Intercesor, en DTNT, 111, 353-355: F. . Scherse, El Paráclito, en MS, 1111, 155-159. y M. Congar, El Espíritu Santo, Herder, Barcelona 1983; F. Porsch, El Espíritu Santo, defensor de los creyentes, Secretariado Trinitario, Salamanca- 1983; F -X, Durrwell, El Espíritu en la Iglesia, Sígueme, Salamanca 1986.