MESIANISMO
VocTEO
 

Mesías, del arameo meshiha y del hebreo mashiah, significa «ungido» y fue traducido al griego por «christós», latinizado en christus. Semánticamente, nos encontramos ante una de las evoluciones más sorprendentes: el participio que habitualmente indicaba al «rey» de Israel -en alusión particular a su ceremonia de investidura- se convierte en el nombre propio de una persona histórica en la que se ve realizada la antigua promesa.

Como fenómeno religioso, el mesianismo no es específico de Israel; encontramos formas de esperanza mesiánica en el antiguo Egipto, en Mesopotamia y en Grecia. De todas formas, es una prerrogativa de todos los pueblos vivir originalmente algunos elementos que cualifican y determinan la cultura; en este sentido el mesianismo es un fenómeno peculiar de Israel, ya que se vivió y comprendió como un fenómeno político y religioso de forma particular. En Israel, el mesianismo indica una esperanza, que jamás se vino abajo, de ver una intervención salvífica de Yahveh. En su historia es posible ver una lectura mesiánica que se extiende por diversas épocas históricas asumiendo en cada una de ellas aspectos distintos, pero manteniéndose intacta e invariable la misma y única espera. Se suelen distinguir cuatro formas diversas de mesianismo:

1. Real.- La monarquía, de suyo, no encontraba en Israel las condiciones favorables para poder establecerse; el fuerte sentido teocéntrico y teocrático impedía cualquier otra expresión que pudiera de alguna forma hacer sombra al poder de Dios. Sin embargo, comenzó a adquirir tal valor que llegó a insertarse en las tradiciones sacrales del pueblo. A partir de la profecía de Natán (2 Sm 7 1-16), se le promete a David que su casa será compañera de la alianza de Yahveh. La promesa contenida en esta profecía se convierte en uno de los elementos fundamentales en la perspectiva histórico-salvífica: Dios lleva a cabo una nueva alianza con su pueblo, pero a través de la mediación de David y de su descendencia, que pasa a ser desde entonces el punto de referencia constante para ver o no realizada la promesa de Yahveh.

2. Sacerdotal.- Con la muerte violenta de Zorobabel, último rey de la dinastía davídica, concluye la esperanza de la restauración definitiva de la monarquía en Israel después de las vicisitudes del destierro. El único punto catalizador, en este momento, sigue siendo la figura del sacerdote, que asume en sí las funciones que tenía anteriormente el rey. La figura del sacerdote pasa a ocupar el primer plano en la historia del pueblo y se convierte en el nuevo mediador de la alianza. Los textos de Dt 33,8-1 1 y de Éx 40,15 confirman esta situación, que encontrará un desarrollo ulterior en la comunidad de Qumrán, donde se espera a un doble mesías: el de David (real) y el de Aarón (sacerdotal).

3. Profético.- Lo mismo que la monarquía era signo de Yahveh que posee a Israel como propiedad suya, así también el profetismo expresa la acogida que el pueblo presta a las palabras del Señor. El profeta acompaña a toda la historia del pueblo, compartiendo con él los dolores y los gozos. El texto de Dt 18,15-18 constituye el punto culminante de esta comprensión: la figura de Moisés se mantendrá siempre viva en la mente y en la historia del pueblo como la de aquel que hablaba con Dios "cara a cara" (Éx 33,1 1): será considerado siempre como el tipo y la figura de todos los profetas. El año 586 señala, para la historia de Israel, el momento de la crisis: hundimiento de la monarquía, destrucción del templo, deportación a Babilonia, crisis del sacerdocio, de las tradiciones y de los , valores perennes de Israel. En este período las figuras destacadas que dan continuidad a la esperanza mesiánica son los profetas Jeremías, Ezequiel y Déutero-Isaías. Con ellos se hablara "nuevo» éxodo, de una "nueva» alianza, de una "nueva» tierra prometida; en una palabra, brilla una nueva esperanza mesiánica bajo los rasgos del anuncio profético que encuentran en los cantos del Siervo de Yahveh su expresión culminante...

4. Escatológico.- Sobre la base de los diversos fracasos históricos a los que se asiste, va tomando fuerza una corriente que ve ya la intervención de Dios como inmediata y realizada por un mediador directo. Hay al menos tres imágenes que encuentran un lugar en esta comprensión del mesianismo: el Ángel de Yahveh, la personificación de la Sabiduría y el Hijo del hombre en la visión de Dn 7,13-14.

El cristianismo se caracteriza por la profesión de fe en el Mesías, a quien reconoce en la promesa de Jesús de Nazaret; él es el cumplimiento de las antiguas promesas y con él se hace visible la salvación. ¿Cómo es posible esta identificación? Es verdad que Jesús nunca se autodefinió como «mesías"; el contexto de sus contemporáneos, que interpretaba las esperanzas mesiánicas en clave política, le impedía asumir expresamente esta figura sin que cayera en el equívoco todo su mensaje. Algunos datos de los evangelios, caracterizados por una fuerte y sólida historicidad, indican sin embargo su conciencia de ser el Mesías. En el texto de Mt 11,2-6, Jesús, respondiendo a los mensajeros del Bautista que le preguntaban si era el Mesías, les indica explícitamente las modalidades de su mesianismo: cumple las obras de bondad y de misericordia del Padre y quien lo reconoce como tal participará de los bienes mesiánicos. En Mc 8,25-30, ante la profesión de fe mesiánica de Pedro y de los Doce, Jesús acepta este título, pero habla a continuación de un Mesías que tiene que sufrir y morir. En los relatos del proceso, Jesús atestigua que es el Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo, pero el contexto de sufrimiento en que se pronuncian sus palabras le permite no crear equívocos sobre la naturaleza de este mesianismo.

En lugar de ser un anuncio de liberación genérica, la fe cristiana en el Mesías indica la realización de la salvación prometida y anunciada en la persona de Jesucristo. Con la fuerza de esta fe, nace un pueblo mesiánico que hace suya la esperanza de una plena y definitiva liberación del pecado y de todas sus manifestaciones en el acontecimiento escatológico. Ningún otro Mesías podrá venir en el futuro a anunciar nuevas liberaciones; basándose en las palabras del Señor, la fe cristiana vive con esperanza esta certeza: "Entonces, si alguno os dice: "Mira, el Mesías está aquí o allí", no lo creáis, (Mt24,23).

R. Fisichella

Bibl.: J L. Sicre, De David al Mesías, Verbo Divino, Estella 1995: R, Fisichella - G. Rochais, Mesianismo, en DTF 884-908: R, Fabris, Mesianismo escatológico, en DTI, 111, 497-514: M, Cimosa, Mesianismo, en NDTB, 170-187" Ch. Duquoc, Mesianismo de Jesús y discreción de Dios, Cristiandad, Madrid 1985; H. Cazelles, El Mesías de la Biblia, Herder Barcelona 1981.