LITERATURA
VocTEO
 

El concilio Vaticano II especifica con claridad de qué manera tienen que referirse a la literatura la teología y la vida de fe: «En su medida proporcional, también las letras y las artes son de gran importancia para la vida de la Iglesia, ya que tratan de desentrañar la índole propia del hombre, sus problemas y sus experiencias, en un esfuerzo continuo por conocerse y perfeccionarse a sí mismo y al mundo, esforzándose por descubrir su posición exacta en la historia y en el universo, iluminar sus miserias y sus alegrías, sus carencias y sus facultades, y - proyectar un porvenir mejor del hombre, De ahí su capacidad de elevar la vida humana, expresada en múltiples formas, según los tiempos y las regiones » (GS 62).

La literatura, como el arte en general, es una actividad en la que la persona expresa su propia capacidad creativa y donde el lenguaje simbólico, imaginativo y poético prevalece sobre el científico. Esta dimensión la aproxima va y la presenta como una de las mediaciones privilegiadas para expresar el misterio de la revelación. La Iglesia ha tenido una relación discontinua con la literatura; en algunos momentos exaltó su valor, mientras que en otros la criticó, impidiendo a los cristianos que se acercasen a algunas de sus manifestaciones.

De todas formas, la literatura ha sido desde siempre una condición a través de la cual se han expresado y transmitido el mensaje evangélico y la fe de la Iglesia. Pensemos en escritos como The divine Love, de Julien of Norwich, y en la Imitación de Cristo -que se sigue imprimiendo en nuestros días- o en algunos textos de Juan de la Cruz: en las estratagemas de Luis de León, que escribe una novela, Los nombres de Cristo, para sortear el escollo de la prohibición de la versión de la Biblia en lengua vulgar y dar a conocer de este modo algunos fragmentos del texto sagrado a sus contemporáneos: o en las novelas de Dostoievski, de Bernanos o de Péguy, donde surgen en todo su dramatisrno las preguntas que desde siempre han acuciado a la existencia personal. La literatura, con su fuerza expresiva y con la capacidad narrativa propia que le compete, puede enriquecer notablemente la investigación teológica: puede presentarle las instancias típicas de una época y dar a conocer el sensus hominis que se encierra en sus páginas. Por otra parte, el movimiento tiene que ser mutuo; en efecto, también la literatura necesita tratar con la teología para ser capaz de mediar la originalidad del mensaje cristiano y el carácter paradójico de su contenido, dando de este modo la respuesta definitiva a las preguntas existenciales del hombre.

R. Fisichella

Bibl.: H, u. von Balthasar Teodramática, 3 vols,. Ed. Encuentro, Madrid 1990-1993; Ch. Moeller, El teólogo ante la evolución de la literatura y de la imagen del hombre, en R. Y Gucht y Vorgrimler (eds,), La teologia en el siglo xx 1, BAC, Madrid 1973, 87-120,