JOB
VocTEO
 

Job es el nombre del protagonista del libro bíblico homónimo, colocado por la tradición judía y cristiana entre los textos poéticos y sapienciales.

Algunos elementos narrativos que recuerdan el estilo de los relatos patriarcales Y que caracterizan a Job como un hombre íntegro (1,1; cf. Gn 6,9; 17 1; 25,27) y temeroso de Dios (cf. Gn 22,12), que dispone de enormes riquezas (1,3; cf. Gn 12,16; 26,14. 30,43; 46,32), van unidos a un desarrollo inesperado de los acontecimientos.

En efecto, por iniciativa de Satanás y con el consentimiento de Dios, Job es probado duramente con la pérdida de sus riquezas, la destrucción de su familia y la amenaza de su propia vida. Sin embargo, se mantiene íntegro ante Dios, sin pecar. Por eso mismo, no sólo se le devolvieron sus bienes, sino que prosperó más todavía.

Este relato popular antiguo se difundió en el ambiente semita, tal como se deduce de los testimonios literarios extrabíblicos. Lo que es peculiar de la elaboración hebrea es la densidad de la reflexión teológica que consiguió fusionar la tradición antigua con otras cuestiones que se debatían en el período posterior al destierro, en el que hay que colocar las diversas redacciones de este libro entre el siglo IV y el II a.C.

El prólogo (cc. 1-2) y el epílogo (42, 7- 17), que contienen los elementos antiguos del relato, describen con sobriedad los acontecimientos externos de la vida de Job: las adversidades que caen sobre él y la prosperidad multiplicada después de la superación de la prueba.

El cuerpo del libro está constituido por tres series de discursos (3-27) entre Job y sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar. Estos urgen a Job para que reconozca su culpa delante de Dios, dado que ningún mortal es justo. Sigue un himno espléndido sobre la sabiduría inaccesible de Dios (c. 28). Finalmente, después de una acongojada apelación de Job a Dios (cc. 29-31) y de la larga intervención de un nuevo personaje, Elihú (cc. 32-37), tiene lugar la teofanía (38,1-40,2.6-41,26), que determina un giro decisivo en el relato: Job (42,16) accede entonces a una nueva dimensión de fe, personal, abierta, capaz de reconocer a Yahveh y de adherirse a él, vencido por su presencia.

En el libro de Job aparecen diversos modelos literarios que, ampliados en su uso, se funden hábilmente a nivel redaccional. Podemos percibir en él (cc. 3-27) el género de la «disputa de los sabios», que se basa en la búsqueda de argumentos convincentes, capaces de probar un punto de vista establecido y que va progresando con insistencia hasta que una de las partes no tiene ya nada que decir.

La controversia entre Job y Dios puede comprenderse dentro del esquema de los «salmos de lamentación» (cf. Sal 69), pero puede ser también un modo singular de expresar el rfb y el miSpat (9-10; 13-14; 31), donde realmente la acusación y la apelación de Job a un juicio invocan la intervención decisiva de Dios en el asunto, de aquel Dios que todo lo penetra y que ha creado al hombre para la vida.

La interpretación teológica predominante ha captado en el problema del mal y en el sentido del sufrimiento en relación con la justicia de Dios, la cuestión fundamental del libro de Job. Mirando bien las cosas, no cabe duda de que se tocan estos argumentos, pero en el horizonte de los problemas últimos de la existencia humana. El sufrimiento de Job se presenta así como la acentuación del problema de la existencia humana, de las tinieblas que envuelven el sendero de la vida del hombre ante Dios (3,23; 19,8). El problema es ante todo de tipo gnoseológico. La sabiduría humana se ve evidentemente comprometida; le es inaccesible la organización y el sentido del universo. Además, el conocimiento que el hombre tiene de Dios, si se basa en la concepción de la acción retributiva divina (Ex 20,5-6; Dt 5,9-10), por la que el justo y el impío son retribuidos cada uno por lo que merece, se siente desconcertado ante la tragedia de Job que sufre sin culpa alguna (27,1 -6). Así pues, el problema pasa a ser de orden teológico.

Ante el límite del conocimiento humano se celebra en el libro la absoluta e inescrutable sabiduría de Dios que lo dispone todo más allá de las esperanzas del hombre. No se trata de verdades nuevas para Israel; la novedad está en la reafirmación de Yahveh como Señor del universo después del destierro, período en el que Israel había tenido que enfrentarse con otras culturas y cuando, por otra parte, dentro de Israel había ido madurando con firmeza la conciencia de la responsabilidad individual del creyente (Jr 31,29-30: Ez 18).

De esta manera la cuestión de Job insiste en la incongruencia y en la necesidad de superar la aplicación rígida del principio de retribución. La manifestación de Dios en la historia concreta del hombre no puede someterse a la lógica humana, y una religión basada en esos criterios se resquebraja ante los acontecimientos. Efectivamente Job, hombre íntegro, sufre no por verse castigado, sino por sentirse probado en la fe.

M. P. Scanu

 

Bibl.: L, Alonso Schokel - J. L, Sicre, Job. Comentario teológico y literario, Cristiandad, Madrid 1983; G, Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, Una reflexión sobre el libro de Job, Sígueme, Salamanca 19S8; J, Levéque, Job, El libro y el mensaje, Verbo Divino, Estella 1986:VV , Job y el silencio de Dios, en Concilium 189 (1983): J. M, Cabodevilla, La impaciencia de Job, BAC, Madrid 1967, Y Morla, Libros sapienciales y otros escritos, Verbo Divino, Estella 1994,