IGLESIA,
INTÉRPRETE DE LA ESCRITURA

VocTEO
 

La sagrada Escritura ha sido confiada a toda la Iglesia, para que en torno a ella pueda crecer y desarrollarse en el curso de la historia en la fidelidad a la Palabra de Dios. La Escritura, junto con la Tradición, permite a la Iglesia permanecer directamente unida a la enseñanza de Cristo y de los apóstoles y, mediante ella, le es posible escuchar ininterrumpidamente la palabra que le dirige el Esposo.

La Iglesia ha venerado siempre la Escritura como punto de referencia normativo de su vida de fe y como regla de su propio vivir y obrar; efectivamente, en ella Dios le habla de manera definitiva e inmutable orientándola a la plenitud de la verdad.

Después de un largo desarrollo histórico y teológico, que vio a la Iglesia comprometida en la interpretación más coherente sobre su papel de intérprete de la Escritura, la afirmación más importante, que manifiesta una primera conclusión en este sentido, la tenemos en la Constitución dogmática Dei Verbum, en donde se afirma que la interpretación de la Escritura « está sometida en última instancia al juicio de la Iglesia, que cumple el mandato divino y el ministerio de conservar e interpretar la Palabra de Dios» (DV 12).

En este texto vemos cómo confluyen algunos datos significativos del problema. En primer lugar, confirma un largo desarrollo dogmático que, desde los siglos II y III, ve empeñados a los Padres en la convicción de que las diversas Iglesias, sobre todo las que debían su fundación directamente a los apóstoles, tenían una «regla de fe» que les garantizaba el discernimiento, la interpretación y la verdadera comprensión de los diversos textos bíblicos relacionados con la salvación.

Una nueva intervención fue la del concilio de Trento. El contexto de la Reforma, pero sobre todo las diversas formas de interpretación individualista y apocalíptica de la Biblia que se daban en diferentes contextos eclesiales, provocó al concilio a afirmar que no le era lícito a nadie dar una interpretación de la Escritura « contra aquel sentido que ha mantenido y que conserva la santa madre Iglesia», sentido que se había conservado en la tradición de los Padres y de todo el Magisterio (DS 1507). También el concilio Vaticano I, en la Constitución Dei Filius, vuelve sobre el tema, recogiendo esencialmente y confirmando la enseñanza del concilio de Trento; pero, a diferencia del mismo, utiliza una formulación positiva, enseñando que se debe buscar el verdadero sentido de la Escritura, que siempre se ha mantenido y conservado en la Iglesia, «a la que compete juzgar del verdadero sentido en la interpretación de la Escritura» (DS 3007).

Con la Dei Verbum del Vaticano II se recoge la enseñanza transmitida hasta entonces, pero se la inserta en un horizonte más amplio que comprende la adquisición de las diversas metodologías bíblicas y hermenéuticas. Afirma el concilio que la interpretación de la Iglesia sobre la Escritura llega después de un largo proceso hermenéutico que comprende diversos grados. En primer lugar, el reconocimiento y el respeto de los diversos géneros literarios según los cuales el autor sagrado expresó en diversas épocas la verdad revelada. En un segundo momento, hay que llegar al sentido que quiso dar el hagiógrafo a su texto, para percibir lo que él quiso afirmar de veras, a pesar de estar determinado por el contexto histórico, cultural y lingüístico.

En tercer lugar, hay que respetar la naturaleza misma del texto sagrado, es decir la inspiración que recibieron los autores mediante la cual, bajo la acción del Espíritu Santo, comunicaron elementos relativos a la salvación. Finalmente, un cuarto aspecto indica que una interpretación de la Escritura tiene que conservar su visión global; en efecto, esa interpretación es como el producto de una larga tradición teológica que ha buscado ininterrumpidamente encontrar en las Escrituras el verdadero sentido de la voluntad de Dios.

Así pues, la Iglesia interpreta la Escritura manteniendo y conservando el sentido global del texto sagrado que revela la voluntad y la acción de Dios en la salvación de la humanidad. La Iglesia, en la interpretación de la Escritura, profesa su fe en que en ese texto Dios mismo habla a los hombres, revelándoles no sólo el profundo misterio de su naturaleza de amor, sino también ofreciéndoles en esa revelación una respuesta a la pregunta de sentido que parte de la búsqueda y J del ansia de cada ser humano.

R. Fisichella

 

Bibl.: J. Wicks, Iglesia. Intérprete de la Escritura, en DTF 666-670; P Grelot, Los evangelios y la historia, Herder, Barcelona 1988, R. E. Brown - T, A. Collins, Pronunciamientos en la Iglesia, en Comentario bíblico san Jerónimo, Cristiandad, Madrid 1972; J, M. Sánchez Caro, Hermenéutica bíblica, en A, M. Artola - J M. Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios, Verbo Divino, Estella 1995, 245-435.