HOMILÉTICA
VocTEO
 

La homilía forma parte de la liturgia y es necesaria para alimentar la vida cristiana. Con la homilía el ministro competente anuncia, explica y ensalza el misterio cristiano que se celebra, para que los fieles lo acojan íntimamente en su vida y a su vez se dispongan a dar testimonio de él en el mundo.

La homilía deriva sus temas y sus motivos sobre todo de la sagrada Escritura y de los textos litúrgicos. A lo largo del año ilustra los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana, refiriéndolos siempre a la Pascua de Cristo; tiene en cuenta, como es debido, la acción litúrgica que se está desarrollando, y asume una acentuada tonalidad kerigmática, doctrinal, moral o apologética, según las necesidades particulares del que escucha.

Precisamente por la importancia de la homilía, predicar es un arte; y la ciencia que se ocupa de ella es la homilética. En la medida en que la homilía es mediación específica entre la Palabra de Dios y la asamblea litúrgica, para introducirla en el misterio, el homileta no podrá olvidar que debe cumplir siempre cuatro funciones: apostólica, catequética, profética y mistagógica.

Apostólica, porque es anuncio que despierta e incrementa la fe. Catequética, porque es profundización de la opción de fe, a la luz de la historia salvífica. Profética, porque en ella la Palabra de Dios llega al hombre de hoy para provocar su respuesta personal. Y mistagógica, porque es un puente entre la palabra y el sacramento e introduce a los que componen la asamblea litúrgica en la celebración del misterio. La unidad de estas funciones queda asegurada por la unidad de la vida, para la que se necesita la comunión con la palabra, que es fruto de estudio y de oración, y la comunión con el pueblo, que es fruto de la caridad. Por estas características la homilía tiene que ser pronunciada por un ministro competente: el obispo, el presbítero o el diácono; y ordinariamente por el mismo presidente de la asamblea litúrgica, signo de una presencia especial del Señor (SC 7). La homilía no debe ser ni demasiado breve ni demasiado larga, preparada siempre con esmero, substanciosa y apropiada. La homilía no es una comunicación de convicciones personales o de ideas propias, sino un anuncio eclesial; tiene que surgir de una espiritualidad eclesial y contribuir a construirla ulteriormente.

R. Gerardi

Bibl.: L, Maldonado, El menester de la predicación, Sígueme, Salamanca 1972; J Aldazábal, Predicación, en CFP 817 -830; L, della Torre, Homilía, en NDL, iO14-1038; G, Fesenmaver, La homilía en la celebración eucaristica, en G. Baraúna (ed.), La sagrada liturgia renovada por el concilio, Studium, Madrid 1965.