HOMBRE
VocTEO
 

A lo largo de la historia el hombre ha buscado siempre dar una respuesta de sentido sobre sí mismo. La revelación cristiana afirma que en su realidad compuesta corpóreo-espiritual , en su dualidad masculino-femenina, es imagen de Dios (Gn 1,26), llamado a la comunión con él.

La Biblia no nos presenta un tratado sistemático sobre el hombre; nos revela el misterio de su origen. de su existencia y de su destino. El Antiguo Testamento, en Gn 1,26 presenta al hombre creado a imagen de Dios en su capacidad de dominio sobre la naturaleza, en su realidad diferenciada de macho y hembra, en su fecundidad generadora. Gn 2,7 distingue en la unidad del ser humano una diversidad de principios constitutivos: su cuerpo sacado de la materia que lo hace partícipe del cosmos visible y el soplo del espíritu que tiene en Dios su origen inmediato. El Antiguo Testamento se sirve de diversas palabras para indicar a todo el hombre: basar (carne) en cuanto ser frágil y caduco; nefesh (psique) en su vida concreta con sus sentimientos, deseos y percepciones; ruah (soplo, espíritu), en sus relaciones con Dios, dócil a su acción. También es importante el término corazón (leb, lebab); es el núcleo de la existencia humana, referido a la dimensión interior, religiosa y moral. Del corazón nacen el pecado, el amor como respuesta a la iniciativa de Dios. El Antiguo Testamento considera también al hombre en su dimensión social, como perteneciente al pueblo elegido. Sin embargo, la cuestión decisiva para el conocimiento del hombre como pueblo y como individuo es su relación con Dios. La fidelidad del Dios viviente asegura a los justos no sólo los bienes temporales, sino sobre todo la salvación definitiva de la caducidad y de la muerte.

En el Nuevo Testamento encontramos la misma concepción semítica del hombre. En los trozos de los sinópticos en donde Jesús parece oponer alma y cuerpo (Mt 10,28; Mc 14,38), se trata más bien de establecer una jerarquía de valores. También Pablo subraya la unidad del hombre. Los términos sárx o soma, psiché, pneúma, que utiliza el apóstol no indican una división tripartita en sentido helenista, sino diversos modos de considerar al hombre.

Pablo utiliza además la contraposición sárx-pneúma para distinguir al hombre viejo del hombre nuevo, al hombre terreno del hombre abierto a la acción del Espíritu. El paso decisivo desde el punto de vista antropológico, dado por el Nuevo Testamento, es la encarnación del Hijo. En Cristo, Dios revela la plenitud a la cual está llamado el hombre. Pablo ve al hombre asociado en la totalidad de su existencia al misterio pascual de Cristo y formando con él un solo cuerpo (1 Cor 12.12-27).

En la elaboración doctrinal de los datos revelados merece especial atención la antropología de Agustín y de Tomás de Aquino. Agustín captó la profundidad abismal del hombre (Confesiones 10, 8, 15). Ayudado del concepto bíblico de creación, se aleja del dualismo platónico que considera al cuerpo cárcel del alma y a la materia mala y fuente de todo mal. El estado perfecto no es la separación del cuerpo, aun cuando en la condición de pecado el cuerpo obstaculice la realización del bien. El alma espiritual e inmortal necesitada del cuerpo para ser plenamente dichosa (De Genesi ad litteram 7, 28, 38); sin embargo, su relación con el cuerpo, en esta vida, permanece en un nivel funcional. A la luz de su experiencia de convertido y en polémica con los maniqueos y los pelagianos, Agustín profundizó en los temas de la libertad, del pecado y . de la gracia, pero el carácter de sus exposiciones ha suscitado muchas veces en la historia interpretaciones contrarias.

Santo Tomás fundamenta especulativamente la unidad del hombre propia del mundo bíblico mediante una síntesis personal de las categorías platónico-aristotélicas con el pensamiento cristiano. Afirma que el alma espiritual es la única forma del cuerpo, es decir como el único principio en virtud dei cual el hombre es racional, animal, viviente y cuerpo. La perfección del alma no le impide unirse a la materia y comunicarle su acto de ser, configurándola como cuerpo humano (S. Th. 1, q. 76, a. 1). Tomás trató a menudo el tema del hombre como imagen de Dios.

Como en Agustín, la imagen reside en el alma; el cuerpo es solamente vestigio. La imagen es capaz de una gradualidad en cuanto a la naturaleza. la gracia y la gloria (S. Th. 1, q. 93, a. 4).

El magisterio de la Iglesia ha defendido la realidad compleja del hombre a través de varias definiciones. El concilio de Toledo (400) afirma que el alma no proviene de la substancia divina ni es parte de Dios, sino que ha sido creada por Dios (DS 190). Anastasio 11 (498) afirma la creación inmediata del alma (DS 360). El sínodo de Constantinopla (543) condena la tesis origenista de la preexistencia de las almas (DS 403). El concilio VIII de Constantinopla (869-871) afirma la unicidad del alma (DS 657) y el concilio de Vienne ( 1313) define e1 alma intelectiva como forma del cuerpo humano per se et essentialiter (DS 902). El concilio Lateranense Y condena que el alma racional sea mortal o única en todos los hombres (DS 1440). El concilio Lateranense 1V (1215) (DS 800) y el Vaticano I (1870) (DS 3002) afirman la constitución de la criatura humana de cuerpo y espíritu. El concilio Vaticano II sostiene la dignidad y trascendencia del hombre y su altísima vocación a la comunión con Dios. En una perspectiva trinitaria afirma la índole comunitaria del hombre que no puede encontrarse a sí mismo más que a través del don sincero a los demás (GS 24). La teología contemporánea se detiene en la dimensión relacional del hombre a la luz de la relación hombre-mujer, privilegiando una perspectiva funcional del hombre imagen de Dios. La comunicación, la comunión, la alteridad, la corporeidad son algunos de los temas más actuales.

E C Rava

Bibl.: p, A. Sequeri - L, Serentha, Hombre (antropologia desde el punto de vista filosófico y teológico}, en DTI, 111. 87-122; J L. Ruiz de la Peña, Imagen de Dios, Sal Terrae. Santander 1988; J Gevaert, El problema del hombre, Introducción a la antropologia filosófica, Sígueme, Salamanca 1976; J 1. González Faus, Proyecto de hermano, Visión creyente del hombre, Sal Terrae, Santander 1987.