FINITUD - TRASCENDENCIA
VocTEO
 

Finito es aquello que no tiene en sí mismo su propio fundamento ni su fin último; trascendente es lo que, estando más allá de lo finito, pero íntimamente presente al mismo como su principio y su fin, da fundamento a su significado y a su existencia: la relación entre finitud y trascendencia designa el problema de la distinción de los dos términos, de su relación y del significado de ambos.

 

1. La experiencia de la finitud, a nivel atemático y de profundización filosófica, es original en la existencia humana. Está estrechamente relacionado con la experiencia de lo que está más allá de esta finitud: bien a partir de la experiencia que lo finito (en el hombre) tiene de sí mismo (como asediado por la nada y connotado por la multiplicidad y el devenir, y como positividad del existir, que de suyo abre a un horizonte ilimitado), o bien a partir de la experiencia del Trascendente (en su autorrevelación). En el pensamiento antiguo griego - y en su renovación profunda, a través de la fe, por parte de la patrística  y de la escolástica- se pueden señalar al menos dos figuras fundamentales en la concepción de la relación entre lo finito y el Trascendente: a) la que concibe lo finito como contingente (que no tiene en sí su razón de ser) y plantea la relación con el Trascendente (bajo diversas formas) en términos de una participación finita de su Ser (expresiones típicas de esta concepción son las filosofías de Platón y de Plotino y, en el campo cristiano, el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás): b) la concepción mas dualista, al menos en principio, pero en definitiva monista, según la cual la raíz de lo finito (como materia) se concibe en términos de negatividad y la finalidad del mismo (de su parte positiva) está en el retorno (o en la disolución) en lo infinito. Mientras que la primera figura es típica de la Edad Media cristiana, la segunda representa una derivación del modo de concebir esta relación típica en las visiones del mundo (filosóficas y religiosas) del Extremo Oriente,

 

2. El hecho fundamental que permite profundizar en el concepto positivo del ente finito y de una trascendencia real del Absoluto, relacionado íntimamente con el primero en términos de creación, es el Dios absolutamente Santo, Distinto del mundo, pero íntima y libremente ligado con él y presente al mismo tiempo a él; además, Jesucristo revela una nueva figura de relación entre lo finito y el Trascendente: Dios se encarna en lo finito (no sólo reconociendo su positividad, que viene de él, sino llamándolo además a un destino de plena participación de él, y se muestra como Trinidad, en la que el Padre, el Hijo y el Espíritu son el Uno en el Otro, unidos y distintos a la vez.

 

3. El pensamiento moderno, basado en el descubrimiento de la centralidad del sujeto finito, representa un giro radical de tendencia. En efecto, se afirma, a partir del sujeto, el principio del inmanentismo gnoseológico en primer lugar (por el que la esfera del conocimiento del hombre no puede trascenderse, e incluso el cognoscente se hace productor de lo conocido), y luego metafísico (por el que no se da ninguna realidad distinta del sujeto). Esta concepción, sobre todo en la visión radical de Hegel y del idealismo, provoca la reacción de una trascendencia real de la historia y la «infinitización"' de lo finito (que tiene que negarse como tal, en cuanto que es un «momento" del desarrollo de lo infinito). Junto a esta posición extrema y totalizante se afirman dos líneas interpretativas, que resuelven en clave «horizontal" la trascendencia: como tensión del hombre a la autotrascendencia hacia el otro, hacia el mundo, hacia el futuro (como en el neomarxismo de E. Bloch, que habla de un «trascender sin trascendencia»); o como negación de la trascendencia en cuanto que es una falsa proyección del deseo verdadero o falso del hombre (L. Feuerbach y, de manera distinta, F. Nietzsche), con la consiguiente valorización de lo finito como única realidad.

Un replanteamiento -en la línea de la tradición cristiana, sobre todo de santo Tomás- del método trascendental de Kant (dirigido a resaltar las condiciones de posibilidad del conocer y del querer del hombre) y del primer Heidegger (con su concepto del Dasein como excedencia extática respecto al mundo) permitirá subrayar cómo en todo acto de conocer o de querer del hombre, en cuando dirigido a un ente presente en el mundo, está implícita una pre-comprensión del Ser trascendente (K. Rahner), favoreciendo de este modo una conciliación entre las exigencias del pensamiento metafísico clásico y cristiano y las del pensamiento moderno de la subjetividad.

 

4. Pero han sido las crisis del inmanentismo de cuño hegeliano, así como las del nihilismo de origen nietzscheano, y las insuficiencias y ambigüedades de la crítica de Heidegger a la metafísica, las que han renovado en el pensamiento contemporáneo las exigencias de un replanteamiento necesario de la relación entre la finitud y la trascendencia.

En el terreno filosófico hay que señalar, ante todo, el descubrimiento de la estructura de alteridad como constitutiva de la existencia humana (Lévinas; Ricoeur): en esta visión la realidad misma de la alteridad horizontal (yo-tú; presente-futuro) se ve atravesada y abierta por una alteridad vertical radical (la de Dios), que constituye precisamente el horizonte de la trascendencia.

En el terreno teológico, ha sido sobre todo la reflexión sobre el misterio trinitario y sobre el cristológico la que ha constituido el horizonte hermenéutico de un replanteamiento de la trascendencia en clave cristiana. En efecto, la trascendencia de Dios tiene que conjugarse no sólo con una justa «inmanencia" creativo-salvífica, sino también con el misterio de Dios que, en Cristo, se hace el otro-de-sí, mientras que la relación de trascendencia vertical y horizontal (del hombre con Dios y con los otros hombres) encuentran en el misterio trinitario su luz última y su modelo; por eso lo finito, que sigue siendo criatura, está llamado, en la gracia, a participar de la misma interioridad mutua de las divinas Personas, sin que esto signifique ni mucho menos cancelar la ulterioridad y la libertad del Deus semper maior.

P. Coda

 

Bibl.: K. Rahner, Oyente de la palabra, Herder, Barcelona 196-i; Íd., Espíritu en el mundo, Herder, Barcelona 1963; K. Lehmann, Trascendencia, en SM, VI, 713-726; E. Lévinas. Totalidad e infinito, Sígueme, Salamanca 1977; P. Ricoeur, Finitud y culpabilidad Taurus, Madrid 1969; J M. Rovira Belloso, La humanidad de Dios, Secretariado Trinitario, Salamanca 1986.