FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA MORAL
VocTEO
 

La cuestión central en las relaciones entre la teología moral y la filosofía es de tipo metodológico.

La línea de demarcación entre la reflexión filosófica y la teológica en torno al fenómeno moral está constituido por los postulados kantianos de la vida moral. El filósofo afirmará con Kant el postulado de la existencia de Dios, como Aquel que está más allá de la fuente; volviendo a las fuentes de aquel río que es el fenómeno moral descubrirá el otro postulado de la inmortalidad del alma humana, ya que resulta inconcebible un fenómeno moral que no tienda hacia la consecución del bien, mientras que durante la navegación por el río le parecerá claro el postulado de la libertad, ya que el cauce por donde navega es el que imprime la libertad humana, que podría haberle hecho navegar por otro derrotero más al norte o más al sur.

A lo que afirma el filósofo, el teólogo añadirá la descripción de los rasgos más esenciales de aquel Dios que da vida a la fuente del fenómeno y de aquel alma que vive incluso después de haberse hundido, como río de libertad que se autodetermina, en las profundidades oceánicas de la muerte física.

Esto significa que el teólogo que se refiere, a la luz de la fe, a sus fuentes específicas tiene la posibilidad de profundizar en lo que el filósofo solamente puede señalar como postulados de la vida moral. En efecto, si desde un punto de vista estrictamente filosófico sólo podemos afirmar y no demostrar la existencia de los tres postulados entendidos como condiciones para la misma posibilidad de la ley moral, en el plano teológico salimos al encuentro de la luz de la revelación divina, que ofrece una notable claridad, aunque no permita llegar nunca a clarificar unos problemas que están siempre por encima de las posibilidades de la razón humana, Pero profundizar en estos postulados en el plano teológico significa, además, tener que vérselas con una línea de demarcación muy sutil entre la perspectiva teológico-dogmática y la moral teológica. Es decir, cuando el teólogo moralista profundiza en los postulados de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma, no puede prescindir de tener en sus manos el tratado De Deo uno et trino, el de antropología teológica y el de escatología, trasladándose a un plano específicamente dogmático.

La línea de demarcación entre el discurso puramente filosófico del postulado kantiano y el específicamente bíblico-teológico se muestra tan sutil que a veces le resulta sumamente difícil al teólogo moralista no traspasar sus límites, ya que le gustaría profundizar a la vez sobre estos dos postulados, permanecer en el terreno de su competencia específica sin tener que hablar como simple filósofo o como simple teólogo dogmático. Afirmar la inmortalidad del alma significa afirmar, con la misma ascética cristiana, que el hombre no alcanza nunca la santidad, sino que sólo la consigue en su tensión hacia ella. Y el proceso de tensión hacia la perfección no se agota durante la existencia terrena, sino que se configura como proceso con unas notaciones atemporales y se realiza en la existencia inmortal del alma. La vida eterna de la revelación cristiana se convierte así en el contexto dentro del cual se desarrolla, más allá del tiempo, la interminable tensión hacia el bien del sujeto moral. Y la participación en la gloria de Dios, personificación del sumo Bien, se convierte en contemplación y en participación en su santidad, aun dentro de la infinita distancia que separa al hombre de Dios.

El postulado de la existencia de Dios, en la reflexión teológica elaborada a la luz de la fe cristiana, se convierte en el valor supremo del que habla Von Hildebrand, que da vida a todos los demás valores, el Dios infinitamente bueno y misericordioso del que nos habla la Escritura.

En la perspectiva teológica resulta cada vez más imprescindible para la vida moral, junto con el postulado de la inmortalidad del alma, el de la existencia de Dios, Sumo Bien, fin último de la existencia humana y de la misma moralidad, voluntad creadora: el eterno proyecto salvífico, que comienza antes del tiempo y que sólo se lleva a cabo más allá del tiempo, se desarrolla en el tiempo precisamente porque lo ha querido él eternamente.

También el tema de la libertad debe plantearse en una perspectiva bíblico-teológica, en donde resulta obvio referirse a la libertad de los hijos de Dios (Rom 8,21), a aquel gran don hecho por Dios al hombre (Gál 5,13) y que posee ahora el creyente en la fe como ley perfecta.

S. Privitera

 

Bibl.: S. Privitera, Il volto morale dell'uomo. Avvio allo studio dell'etica filosofica e teologica, Palermo 1992: J Maritain, Filosofía moral, Morata, Madrid 1962: M. Wamock, ética contemporánea, Labor Barcelona 1968: Th. Stein-BUchel, Los fundamentos filosóficos de la moral católica, 2 vols., Gredos, Madrid 1959-1960: A, Molinaro, Ética filosófica y ética teológica, en NDTM, 670683,