FILOSOFÍA CRISTIANA
VocTEO
 

Si Pablo advierte que no hay que dejarse seducir por la filosofía (Col 2,8), pensando en la alternativa gnóstica a la cruz de Cristo, muy pronto Justino (Apologia 1, 2) señala como «filosofía cristiana" o «nuestra filosofía" a la doctrina cristiana, a la que se acercaron inconscientemente todos los que han vivido «según la razón" (un tema que tendrá mucho éxito, con diversos sentidos, hasta el deísmo, la Ilustración y el romanticismo idealista). Tertuliano, a pesar de ser muy crítico frente a la filosofía, permanece en la misma línea con su «anima naturaliter christiana". Más significativos son en este sentido los «semina Verbi" de los alejandrinos y la continuidad substancial que reconocen los tres grandes capadocios entre el pensamiento clásico y el pensamiento cristiano. La verdadera religión y la verdadera filosofía podemos decir que constituyen una única sabiduría según el pensamiento de Agustín (De vera religione), con el que concluye este período de pensamiento.

Con Anselmo de Aosta comienza la gran etapa escolástica bajo el lema de la armonía fe-razón: Monologion. Exemplum meditandi de ratione fidei, 1706; Proslogion. Fides quaerens intellectum, 1077. El praeambulum fundamental de Tomás de Aquino es que en el conocimiento de Dios a través de la razón es donde se inscribe el conocimiento de la fe. Dios es el objeto material de toda la búsqueda (así como de la aspiración del hombre) : conocido con la luz natural de la razón humana (Summa contra gentiles) o con la luz sobrenatural de la revelación divina (Summa theologica). La perfecta armonía fe-razón permite, en el primer caso, la exposición de «la verdad profesada por la fe católica (...), eliminando los errores contrarios" (1, 2). Los argumentos utilizados para con los no cristianos son racionales, pero la obra es teológica, ya que de todas formas el sabio tiene que referirse a la Verdad de donde brotan todas las demás verdades. Manuducta fide, la razón se hace más segura; por eso, una vez definida la naturaleza y el objeto de la Sagrada Doctrina, la Summa theologica, a través de la reformulación de la argumentación aristotélica, emprende de nuevo el discurso de la existencia y de los atributos de Dios. La filosofía clásica, convirtiéndose en el vehículo del dogma cristiano, alcanza así su función más elevada: «ancilla theologiae».

Este equilibrio, puesto en crisis al terminar la Escolástica (Occam y el nominalismo) y discutido por el pensamiento del renacimiento (Pomponazzi y la « doble verdad"; Bruno y el pensamiento hermético) encuentra todavía a un aguerrido defensor en Erasmo de Rotterdam; pero la Reforma, con su franca negación de la analogía y de la teología natural, echa por tierra todas las posibilidades de una filosofía cristiana. Los resultados más palpables de esta actitud se perciben en la Ilustración y en el idealismo romántico, donde llegan a invertirse las posiciones: la fe y la teología tienen que ser «especulativas», dejándose absorber por la razón y por la filosofía. De ahí la reacción de Kierkegaard: «La idea de la filosofía es la mediación, la del cristianismo es la paradoja» (Papirer 1841, 111 A 108), con el rechazo de los praeambula y del principio de analogía (pensemos en la teología dialéctica de Barth).

En Italia, resultaron problemáticas, por sus implicaciones inmanentistas, la Filosoffa de la revelación (Padua 1989) y la Teorica del sobrannaturale, del l838 (Padua, 1970-1972, 3 vols.) de Gioberti, mientras que en torno a Rosmini surgía la «cuesión rosminiana".

Sin negar el pensamiento de santo Tomás, Rosmini piensa que los argumentos a posteriori tienen que apoyarse en un principio a priori: el ser ideal es el fundamento del ser real y el conocimiento filosófico tiene que desarrollarse Y perfeccionarse como sabiduría (cf. Dell'idea della sapienza, en introduzione alla filosofia, Roma 1979, 109-194). Una mal entendida forma de filosofía  cristiana: el tradicionalismo y el fideísmo fueron condenados por el Vaticano I (DS 3008-3009).

En la encíclica programática de la  reforma de la sociedad Y de la cultura, escrita por León XIII en 1879, la Aeterni Patris, aparece este término en el subtítulo: «De philosophia christiana ad mentem sancti Thomae Aquinatis, doctoris angelici, in scholis catholicis instauranda». La propuesta decidida y convencida del tomismo no llevó a una recuperación de la « filosofía cristiana», que en el período entre las dos guerras mundiales dio lugar a una viva discusión y a una feliz representación a través de la reconstrucción histórica de Gilson (L'esprit de la philosophie médiévale, 1932) y de la inspiración de Maritain (De la philosophie chrétienne, 1933), pero también de Blondel y de Marcel. La frase hiriente de M, Heidegger. «Una "filosofía cristiana" equivale a "hierro de madera" y es un equívoco» (Introducción a la metafísica, Ed. Nova, Buenos Aires 1969, 46) obliga al pensador cristiano a no sustraerse del esfuerzo del pensamiento, del peso del concepto, a pesar de contar con la luz de la revelación y con el don de la gracia.

 S. Spera

 

 Bibl.: M, Nédoncelle, ,¿Existe una filosofia  cristiana? Andorra 1958: M. Blondel, Exigencias filosóficas del cristianismo, Barcelona 1966: J de Finance, Filosofía cristiana, en DTF, 486-490,