EVANGELIOS:
HISTORIA DE LAS FORMAS
VocTEO
 

La exégesis bíblica del siglo xx puede caracterizarse en gran parte por el nacimiento y el desarrollo de dos metodologías fundamentales: la historia de las formas, o Fomgeschichte, y la historia de la redacción, o Redaktionsgeschichte.

En la historia de la exégesis los evangelios constituyen uno de los ámbitos privilegiados para el análisis basado en la Formgeschichte, aunque este estudio fue aplicado inicialmente por H. Gunkel ( 1862- 1947) al Antiguo Testamento, y en particular al Génesis y a los Salmos. La verdad es que la relación entre la historia de las formas y los evangelios encuentra ya sus antecedentes en los estudios críticos de H. S, Reimarus y D. F Strauss. Sin embargo, antes del siglo xx resulta difícil hablar de una codificación de esta metodología. Por eso, sobre todo con los estudios de K. L. Schmidt (Der Raher en der Geschichte Jesu, Berlín 1919), de M. Dibelius (Die Formgeschichte des Evangeliums, Tubinga 1919) y de R. Bultmann (Die Geschichte der Sinoptischen Tradition, Gotinga 1921) es como la historia de las formas toma una fisonomía propia.

La historia de las formas parte del presupuesto de que los evangelios constituyen la cristalización de un proceso de tradiciones orales precedentes. Este proceso valdría para todo el material evangélico, excepto para la «historia de la pasión» de Jesús, que debió asumir muy pronto una fisonomía escrita. Así pues, es necesario recuperar, a través de un itinerario inverso, el nivel histórico primordial de este proceso. Por eso mismo, la historia de las formas se describe también como una metodología «diacrónica» de los evangelios.

De este presupuesto se deriva otro: los evangelios no representan una biografía, sino un testimonio de fe. Por eso mismo, la historia de las formas concede un lugar primordial, no al redactor final del escrito, sino a la comunidad respectiva. Poniendo en conexión estos dos principios, se deduce que los evangelios son ante todo obras de las primeras comunidades cristianas; y el estudioso tiene la tarea de recuperar el nivel del acontecimiento que provocó una fe semejante.

Por tanto, trazando sintéticamente el proceso metodológico de la historia de las formas, es necesario ante todo aislar, mediante una confrontación sinóptica de los evangelios, cada una de las unidades literarias preexistentes.

La comparación de las diversas unidades evangélicas determina la clasificación de los llamados « géneros literarios» o Gattungen. Las principales formas literarias del material evangélico que clasificaron Dibelius y Bultmann se dividen a su vez en géneros de «discurso" (como los "dichos sapienciales", «proféticos», "escatológicos») y géneros «narrativos», como los «paradigmas» (Dibelius), llamados también «apotegmas» (Bultmann), las novelas, las leyendas, los mitos.

A su vez, todo género literario hace referencia a un «ambiente vital» o Sitz im Leben (con lo que se pasa de la Gattung al Sitz im Leben) y se hace al mismo tiempo revelador de ese ambiente, Podemos tener entonces un ambiente litúrgico, catequético, polémico, pedagógico, o -para utilizar la terminología preferida por Bultmann- un ambiente judío o un ambiente helenista. Debido a esta finalidad, la historia de las formas se considera muchas veces como un estudio sociológico y no simplemente literario. No es una casualidad que algunos incluyan en la historia de las formas los modelos sociológicos contemporáneos, aplicados a la Escritura.

Finalmente, la convergencia de los diversos « ambientes" sociológicos subyacentes deberían permitir un mosaico de la primitiva Iglesia.

La divergencia de los resultados que en un balance final se muestran muchas veces opuestos, a pesar de partir de los mismos presupuestos y de utilizar la misma metodología, ha inducido a muchos exegetas a replantearse el tema de la historia de las formas. Por otra parte, sorprende el contraste entre el escepticismo de Bultmann ante la recuperación del nivel histórico primordial de Jesús y el optimismo de Dibelius, según el cual la historia de las formas debería ofrecer al menos los indicadores fundamentales para una reconstrucción histórica de los sucesos.

Pero quizás la limitación mayor de la historia de las formas se deba al destronamiento de los evangelistas que postula. En definitiva, la historia de las formas, para exaltar a la comunidad, ignora casi por completo el papel de los autores, definiéndolos tan sólo como simples «redactores" finales. Además, aun reconociendo el proceso de codificación de los evangelios desde el nivel oral al escrito, sigue siendo problemática la separación entre la etapa prepascual Y la pospascual de los evangelios. En -definitiva, aun cuando la Iglesia pospascual toma una fisonomía propia, ¿podrá decirse que es totalmente distinta de la prepascua12 ¿No será necesario recuperar entonces el nivel «jesuano" de la comunidad primitiva, que con frecuencia se ignora en la historia de las formas2 Estas deficiencias metodológicas de la historia de las formas han dejado sitio a la "historia de la redacción", que atribuye precisamente una mayor consistencia a cada uno de los evangelistas. En efecto, si para la historia de las formas el evangelista representaba un recopilador pasivo del material preexistente, para la historia de la redacción es preciso ante todo colocar cada una de las unidades literarias dentro de la teología propia de cada autor. Naturalmente, esta metodología no se pone simplemente en oposición a la anterior; al contrario, siguen siendo válidos algunos axiomas centrales de la historia de las formas, como la anterioridad marcana en el material sinóptico y el proceso de formación oral-escrita de los evangelios. Sin embargo, la historia de la redacción se caracteriza sobre todo como estudio «sincrónio", más que diacrónico. En otras palabras, la preocupación histórica deja sitio a la preocupación teológica del texto evangélico.

Así pues, el itinerario metodológico de la historia de la redacción sigue un recorrido contrario al de la historia de las formas: del Jesús histórico a la comunidad primitiva y luego a la teología de cada evangelio. De esta manera, la misma importancia que la historia de las formas atribuía a Marcos, debe orientarse ahora a Mateo y a Lucas.

Por eso, con el comentario de H. Conzelmann a la obra de Lucas (Die Mitte der Zeit, 1954; trad. esp. El centro del tiempo, FAX, Madrid 1974), el de W. Marxsen al evangelio de Marcos (Del Evangelist Markus, 1956; trad. esp. El evangelista Marcos Sígueme, Salamanca 1981) y el 'de W Trilling al evangelio de Mateo (Das Wahre Israel 1959. trad. esp. El verdadero Israel FAX, Madrid 1974), la historia de la redacción ha llegado a resultados teológicos importantes. Las cuestiones que subyacen a este estudio están representadas por la modalidad con que el autor ha utilizado el material que le ha llegado y por la identificación de su perspectiva teológica.

Sin embargo, también es necesario señalar algunos límites metodológicos para la historia de la redacción: de hecho, este estudio corre el riesgo de caer en el exceso opuesto al de la historia de las formas, enfatizando demasiado la psicología y la teología del autor. Además, aunque muchas veces en términos de oposición respecto a la historia de las formas, también la historia de la redacción se basa con frecuencia en la «teoría de las dos fuentes" (Mc-O). Difícilmente se emprende el análisis de otras hipótesis sobre el material sinóptico. Finalmente, la historia de la redacción, aunque ha llenado el vacío de la historia de las formas al conferir un carácter central a la teología del autor, de hecho no resalta debidamente el mensaje del propio texto, prescindiendo del proceso de formación que va de la tradición a la redacción. Pero éste será el terreno de investigación de las sucesivas metodologías bíblicas, como el estructuralismo, la semiótica, la retórica literaria, la narratología.

De todas formas, queda en pie el hecho de que del impulso de la historia de la redacción, que confiere una prioridad a la teología de cada autor, se derivan las diversas aproximaciones metodológicas sucesivas, que extiende la importancia del texto evangélico a su dimensión sincrónica. En definitiva, no hay que desmontar cada uno de los evangelios en busca de unos sucesos o de unos «dichos" más o menos históricos, olvidando que, en su unitariedad narrativa, y no sólo a partir de los discursos, es como el evangelio resulta comunicativo para el lector de todos los tiempos.

A. Pitta

 

Bibl.: M. Dibelius, La historia de las formas evangélicas, Inst. San Jerónimo, Valencia 1984; R, Latourelle. A Jesús el Cristo por los evangelios, Sígueme, Salamanca 1982; J, B.de Solages, Cómo se escribieron los evangelios, Mensajero, Bilbao 1975; P Benoit, Reflexiones sobre el método de la historia de las formas, en íd., Exégesis . y teología, 1, Studium, Madrid 1974,