ÉTICA NORMATIVA
VocTEO
 

 La persona humana no se encuentra ni puede nunca encontrarse en una situación de neutralidad moral. Siempre está moralmente autocolocada, ya que desde los primeros momentos de  la infancia resulta que ha realizado una opción, la opción con que da comienzo a su vida moral orientándose hacia el bien o hacia el mal. Esta opci6n, al ser una opción entre dos perspectivas pre-existentes o dadas anteriormente, es un acto volitivo, pero en cuanto tal presupone e implica aquel mínimo de capacidad intelectual necesaria para realizar esa distinción entre el bien y el mal. La intuición inicial determina la opción moral fundamental y presupone además, como cualquier otra acción moral sucesiva, el postulado kantiano de la libertad o la posibilidad de encarnarse por una u otra de las dos vías de que se nos habla al comienzo de la Didajé: «Son dos los caminos, el de la vida y el de la muerte, y hay una gran diferencia entre estos dos caminos».

La reflexión científica de la ética  normativa o de la teologia moral especial, una vez cumplida la tarea de valorar la actitud o al mismo tiempo de valorarla, tendrá que asumir también la responsabilidad de formular el juicio moral sobre las innumerables acciones humanas posibles, como son precisamente las que corresponden a lo que se entiende por comportamiento.

Valorar el comportamiento moral mente recto en sí mismo no es tan sencillo como la valoración de la actitud, mientras que la verificación de la rectitud moral del comportamiento propio o ajeno es un procedimiento mucho más sencillo, en ciertos aspectos, que el de la verificación moral de la actitud.

Lo mismo que la actitud moralmente buena no es conditio sufficiens para que se tenga un comportamiento moralmente recto, tampoco los criterios que se siguen para la valoración de la actitud, aunque sean necesarios, son suficientes para descifrar exactamente el comportamiento que corresponde al punto de vista de la moral.

 El primer criterio para la valoración  del comportamiento es el mismo que para la de la actitud.

La benevolencia, que tiende a transformarse en beneficencia, constituye sin embargo el presupuesto fundamental para que se pueda llegar siempre a señalar y a realizar el comportamiento moralmente recto. La imparcialidad de la actitud tiene que guiar también la búsqueda intelectual del juicio moral sobre las acciones humanas, ya que la  actitud moralmente buena no puede menos de ir en busca del verdadero juicio moral sobre las acciones que hay que realizar ni puede menos de intentar llevar a cabo todas aquellas acciones moralmente rectas que es capaz de cumplir. Y al querer tender hacia este objetivo, no puede pensar que una acción pueda resultar moralmente recta o equivocada sobre la base de sus contextualizaciones históricas o geográficas, sobre la base del sujeto que las cumple o sobre la base de su destinatario.

La disponibilidad para asumir el  punto de vista de la moral, el de la imparcialidad y el de la universalizabilidad, tendrá que ser aplicada también en el proceso de señalización de las normas morales mixtas, ya que implica este aspecto, lo mismo que implica la disponibilidad para actuar luego lo moralmente recto una vez ya señalado.

Además, la actitud no podrá tener  esa disponibilidad sólo como una norma, para una acción y no para otra, por el simple motivo de que entonces no sería ya disponibilidad para la imparcialidad, sino sólo parcialidad. Y tampoco podrá tenerla sólo frente a aquellos comportamientos cuyas consecuencias recaen sobre las personas que hoy existen y no frente a otros comportamientos que repercuten en las generaciones futuras: poner las condiciones para quitar la vida a un contemporáneo o para quitarla al que viva dentro de un siglo debe considerarse como una acción igualmente equivocada desde el punto de vista moral.

La imparcialidad no es respeto solamente de unos valores no morales y no de otros, que son aquellos con los que tiene que ver el comportamiento, ni respeto de unas exigencias determinadas por ciertos valores y no de otras. Es más bien tender a la realización de todos los valores no morales para uno mismo y para los demás que sea posible realizar dentro de las propias limitaciones.

Se trata de querer obrar de un modo moralmente recto: tal es el segundo criterio o presupuesto fundamental del obrar moral. Pero esto no significa, como ya hemos indicado, encontrarse siempre en condiciones de poder cumplir todo lo que se requiere moralmente. Tampoco el saber lo que hay que  hacer equivale siempre a tener la posibilidad material de realizar ese comportamiento.

Pues bien, la imposibilidad material  de realizar una acción determinada, el no estar en condiciones de realizarla, el no poseer los medios indispensables para su realización o el carecer de la fuerza física necesaria para ponerla en acto, todo esto significa que no hay obligación de cumplirlas, En este sentido escribe Kant: el deber presupone el poder,. mientras que la teología moral tradicional sostiene: ad impossibilia nemo tenetur. Por ejemplo, el que no sabe nadar no tiene la obligación de salvar al que se está ahogando, si la única acción que se puede realizar es echarse al agua, ya que a él le resulta sencillamente imposible realizar la acción de nadar en su materialidad. El enfermo grave no tiene obligación de guardar el precepto dominical, precisamente porque las condiciones físicas le impiden materialmente ir a la iglesia.

En el momento en que se transforma en beneficencia, la benevolencia tiene que contar siempre con las limitaciones de las posibilidades humanas: asistir a un enfermo significa no poder asistir a otro; ayudar económicamente a un amigo significa quizás no poder ayudar a otro; al desarrollar una actividad no se podrá desarrollar otra; y en la propia actividad profesional hay que hacer continuas modificaciones o recortes, para adecuarla reductivamente a las propias posibilidades psico-físicas intelectuales o de tiempo.

Por lo que se refiere al tercer criterio,  que constituye el elemento decisivo para la diversificación de los dos modos de concebir radicalmente distintos entre sí y que determina la formación de dos teorías normativas , véase deontología / teleología.

S. Privitera

 

 Bibl.: 5. Privitera, Ética normativa, en  NDTM, 706-713; AA. VV , Percepción de los valores y norma ética, en Concilium 120 (1976); J R. Flecha, Reflexión sobre las normas morales, en Salmanticensis 27 (1980) 193-210,