ESCUELA
VocTEO
 

La escuela es una estructura destinada a desempeñar en nuestra sociedad importantes funciones, como la iniciación en la profesión y el trabajo, la socialización y la educación. Las sociedades industriales avanzadas exigen de hecho, para el mantenimiento de sus niveles de tecnología y de productividad económica, un - incremento cuantitativo y una cualificación precisa de la formación, incluso con vistas a la ampliación del espectro de profesiones. Al mismo tiempo, los procesos de complejidad social hacen cada vez más necesaria la activación de formas de socialización ampliada que permitan a los individuos insertarse constructivamente en el entramado de la vida colectiva.

La función de la escuela es la de dar respuesta a estas demandas, pero sin eludir la función eminentemente educativa que le pertenece por su propia constitución. Los objetivos de la educación se centran ante todo en la persona y en su autorrealización, que se lleva a cabo mediante el desarrollo de su racionalidad. Así lo hace posible el ofrecimiento de un modelo de vida, sostenido por un testimonio personal coherente, que suscite en el sujeto actitudes de fondo frente a la existencia.

La escuela es uno de los agentes que favorecen este proceso a través de la utilización del instrumento cultural. En efecto, se trata de transmitir unas habilidades técnicas y unos conocimientos instrumentales que permitan una aproximación correcta a la realidad: se trata además de proporcionar una reflexión crítica sobre las ideologías sociales y de estimular la elaboración de unos proyectos alternativos: se trata finalmente de ofrecer -y es éste el nivel más alto y más significativo- una interpretación reflexiva de toda la existencia humana que permita al hombre hacerse una imagen de conjunto de sí mismo y del mundo y orientar positivamente su propio obrar según las exigencias de su propia vocación.

Sin embargo, la escuela no ejerce esta función educativa sólo mediante la transmisión de la cultura. La escuela es sobre todo una forma particular de convivencia organizada y dirigida que reproduce, a escala reducida, algunos aspectos de la sociedad global como comunidad que educa. En la escuela el alumno aprende a convivir con personas extrañas a su círculo familiar, aceptando un papel subordinado al de los demás. Es el lugar normal de formación del grupo de personas de la misma edad: una agrupación que -como reconocen J Piaget y L. Kohlberg- encierra una importancia decisiva en la formación de la conciencia moral.

La participación de todos en la determinación de las reglas de convivencia social es realmente un hecho decisivo para la educación de la persona en las primeras formas de democracia y de participación social. Evidentemente, para que esto suceda, es necesario superar tanto un planteamiento cerrado e individualista de la formación como un planteamiento rígidamente ideológico, propio de una visión colectivista de la realidad. El modelo que hay - que preferir es el que deja sitio, por un lado, a las exigencias de maduración del individuo y , por otro, a su inserción social con una apertura real al contexto en que vive.

En este sentido resulta fundamental la atención a los valores éticos. Por eso carece de significado la pretensión de una absoluta neutralidad, que por otra parte resulta imposible de realizar. Pero la mayor dificultad en nuestros días, en una sociedad caracterizada por un elevado pluralismo cultural, es la de llegar a definir una plataforma mínima de concepciones morales que goce del consentimiento de las diversas tradiciones presentes dentro de una nación. Es superfluo subrayar la necesidad de un esfuerzo en está dirección. Por otra parte, existen también en nuestra sociedad interesantes parámetros a los que referirse, como los que han encontrado su expresión en las diversas Declaraciones de los derechos humanos y en las Cartas constitucionales de los diversos Estados democráticos.

La importancia de la escuela y la exigencia de una extensión cada vez mayor de la misma está fuera de toda discusión. Sigue en pie el problema de su cualificación, para convertirla en palestra viva de crecimiento del hombre en sus dimensiones personales y sociales. El desarrollo de personalidades abiertas en una sociedad caracterizada por sus múltiples intercambios como la nuestra exige una formación adecuada y rigurosa.

G. Piana

 

Bibl.: Conferencia episcopal española, Documentos colectivos del episcopado español sobre formación religiosa y educación 1969-1980. Edicep, Madrid 1981; J. García Carrasco, La política docente, BAC, Madrid 1969; J Gimeno Sacristán, Una escuela para nuestro tiempo Valencia 1976; J. Piaget, ¿Adónde va la educación?, Teide, Barcelona 1979.