ESCATOLOGÍA
VocTEO
 

La escatología es la reflexión teológica que, basándose en el misterio pascual de Cristo, ve en él el prototipo de la condición final de la humanidad como coronación del plan divino de creación y de salvación del hombre. La resurrección de Cristo, su entrada en la gloria y su entronización a la derecha del Padre son las condiciones cristológicas de comunión perfecta del hombre con Dios, que realizan todas las promesas de Dios y que están en disposición de responder con eficacia a todas las preguntas fundamentales y dramáticas del hombre sobre el origen y la finalidad de todo, incluida la historia humana. Así pues, la escatología está ya realizada en Cristo; no es algo que tenga que acontecer todavía; es históricamente el cumplimiento del misterio de Cristo en los hombres. Los creyentes empiezan a experimentar en la vida eclesial de fe vivida y celebrada en los sacramentos estas realidades, en la ansiosa espera de vivirlas en plenitud. Ya presente en la Biblia, como dimensión esencial, la escatología sufre durante la época patrística una serie de elaboraciones, dirigidas a la integración en la teología cristiana de elementos aparentemente antitéticos, como la inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos, la antropología filosófica y la antropología bíblica, etc. Este esfuerzo de elaboración llevó, alrededor del siglo VIII, a la codificación de una visión de la escatología en dos fases: la escatología intermedia y la final. Esta forma de la escatología sería asumida por las síntesis teológicas medievales, que ofrecen una riquísima escatología, aunque inclinada ya a aquella atomización de los temas que llevará al nacimiento del tratado sobre los Novisimos, que permaneció substancialmente sin cambios hasta los años 50 de nuestro siglo. Paralela al desarrollo teológico va la contribución del Magisterio eclesial. Una referencia a la escatología está ya presente desde los símbolos de fe más antiguos, como característica de la doctrina cristiana (DS 10; 150), y vuelve a proponerse constantemente a lo largo de los siglos, siempre que se trate, en los sínodos o en las asambleas conciliares, de rechazar herejías de diverso tipo o de formular síntesis dogmáticas, con la esperanza de anular las divisiones eclesiales que tuvieron lugar a lo largo de los años por motivos escatológicos (DS 41 1; 800s; 838s; 1000; 1034ss; 1820; etc.). El Vaticano II subrayó fuertemente la dimensión escatológica esencial del cristianismo, confirmando la validez de la escatología bipolar católica y dedicando un capítulo entero (el VII) de la Constitución Lumen gentium a la índole escatológica de la Iglesia (cf. LG 5). Lo mismo hay que decir de otras referencias conciliares a la escatología y del último documento sobre cuestiones escatológicas de 1979. En nuestro siglo se ha llevado a cabo una renovación de la escatología, que ha entrado con nuevos bríos en la teología católica sustituyendo -incluso con cierta dureza- al De Novissimis, ese inocente tratadillo final de la teología (Von Balthasar), que resultaba ya ser una insuficiente exposición detallista de los temas de la escatología, tratados de manera demasiado material y desconectados del misterio de Cristo y de la dimensión eclesiológica, prescindiendo de su distancia de la perspectiva de diálogo con la cultura laica. La renovación se produjo centrando la escatología en la cristología, verdadera base de la dimensión teológica de todos los tratados teológicos; esto fue la consecuencia de la vuelta de la teología católica a sus fuentes originales: la Escritura, alma de la teología; la teología patrística, primera elaboración teológica intensa; la liturgia, lugar vivo de la fe esencialmente escatológica de la Iglesia. En estas fuentes se descubrió una dimensión escatológica esencial: la tensión hacia el cumplimiento eclesial de lo que ya se ha realizado en Cristo.

La escatología, por consiguiente, tiene como interés primordial, no ya la determinación de los lugares del más allá, ni la ilustración objetivista o una especie de reportaje (Rahner) sobre las últimas realidades del hombre, capaz de satisfacer a la curiosidad humana con la consecuencia de una grave pérdida del sentido del misterio, sino la dialéctica de continuidad y discontinuidad entre la historia y la metahisloria, entre los acontecimientos terrenos y su definitividad. La escatología, llevando a cabo una descodificación de fondo, asumió las dimensiones de un tratado teológico autónomo, pero ligado estrictamente por un lado a la cristología, vista como la verdadera antropología cristiana, y por otro lado a la eclesiología. Hay temas nuevos que han entrado de derecho en la escatología: una escatología bíblica fundamental, basada en el Antiguo Testamento, donde se contienen muchos datos en estado preparatorio: la esperanza mesiánica, la creencia problemática en el sheol (morada de los muertos), la resurrección, el paso de la única escatología colectiva a una mayor atención a la suerte del individuo, la retribución divina; pero sobre todo una renovada escatología del Nuevo Testamento, donde no sólo encuentran en Cristo su cumplimiento las esperanzas del Antiguo Testamento, sino que la predicación y las obras personales del mesías anuncian y realizan en el presente la verdadera escatología: el Reino de Dios está ya en medio de los hombres.

Este dato culminará en la reflexión de Pablo sobre el vínculo tan estrecho que existe entre Cristo resucitado y la resurrección de los creyentes y sobre las modalidades mismas de sus cuerpos resucitados, mientras que en Juan la escatología se configura en dos líneas de fondo: una escatología va realizada en el presente, por lo que la posesión de la vida eterna o la perdición son datos de la historia; y una escatología final, que ve en la metahistoria la ratificación de la situación terrena. Otros temas nuevos de la escatología son la dimensión de futuro, la cosmológica, el diálogo ecuménico sobre los temas de la escatología. También es nuevo el modo con que se tratan los temas tradicionales de la escatología: la muerte; la suerte definitiva del sujeto humano después de la muerte; la supervivencia del núcleo espiritual del hombre, dato antropológico irrenunciable, pero provisional, con vistas a la resurrección; el juicio de Dios; el estado de purificación ultraterrena, último acto liberador de Dios para con el hombre, pero también realidad eclesial de notable importancia (tema muy debatido durante siglos con las confesiones cristianas no católicas); la problemática relativa al infierno o condenación del hombre, tan difícil de presentar al hombre contemporáneo; la resurrección; la parusía de Cristo; la visión beatífica de Dios, etc.

T. Stancati

 

Bibl.: J. L. Ruiz de la Peña, La. otra dimensión. Escatología cristiana, Sal Terrae, Santander 1986: c. Pozo, Teología del más allá, BAC, Madrid 1980; J Ratzinger, Escatología, Herder, Barcelona 1980; A. Tornos. Escatología, 2 vols., Madrid 1989-1991,