EDAD MEDIA
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 Edad Media es el término con que  la historiografía designa el tiempo transcurrido desde la antigua cultura grecorromana a la moderna, entendida ésta como renacimiento o revaloración de la cultura clásica. Se trata de un largo período de la historia, restringido prácticamente a Europa y encuadrado dentro de unas fechas convencionales según diversos criterios: desde el año 313 (edicto de Milán) hasta el 1517 (protesta de Lutero): desde el 476 (caída del Imperio romano de Occidente) hasta el 1492 (descubrimiento de América): desde el 800 (coronación de Carlomagno) hasta el 1303 (atentado de Anagni y muerte de Bonifacio VIII).

La crítica histórica ha superado el  juicio peyorativo con que el Renacimiento usaba el nombre de "Edad Media», es decir, un tiempo de oscurantismo y sin ningún relieve cultural. En realidad fue un tiempo en el que Europa se vio sacudida por la invasión del Imperio romano por parte de los pueblos bárbaros del norte. Esto dio paso a un proceso de transformación cultural bajo el signo de unos ideales humano-religiosos, ofuscados luego en parte por el progreso humanístico y técnico desde el punto de vista eclesial y teológico.

 

1. Cultura de signo eclesial. Al derrumbarse el Imperio romano de Occidente, la única organización antigua que se mantuvo en pie fue prácticamente la institución eclesiástica. Era lógico que su compromiso primordial fuese la evangelización de la nueva sociedad: pero esto suponía la presencia de unos elementos culturales como presupuesto y como consecuencia. Así es como nacieron las escuelas monásticas y episcopales, donde el estudio de la sagrada Escritura y de la teología iba precedido de la ense6anza de las artes liberales. En este proceso civilizador hay tres momentos significativos: el reinado de Carlomagno (siglo lX), con el florecimiento de las escuelas palatinas y con maestros como Alcuino; el reflorecimiento del siglo Xll (escuelas de Chartres, Orleans...: y figuras como el teólogo-filósofo san Anselmo y el dialéctico Abelardo): y el siglo Xlll, época de oro de la Escolástica, con las universidades, cuando el agustinismo tradicional se encontró con la filosofía aristotélica. Los grandes escolásticos lograron presentar de modo orgánico el contenido de la revelación : con predominio agustiniano en san Buenaventura y aristotélico en santo Tomás.

 Juan Duns Escoto, con su sutil sentido  crítico, buscó un nuevo equilibrio. Por otra parte, la visión científica de la naturaleza tiene en este tiempo notables promotores, como Roberto Grossatesta, san Alberto Magno y Roger Bacon. Desde un conformismo resignado, que veía en la naturaleza el símbolo intocable de la voluntad divina, se pasó a una inquietud dirigida a descubrir nuevos horizontes a través de experimentos científicos. Era la apertura a la modernidad, que anuncia también aspectos negativos en la crítica disgregadora del siglo XIV.

 

 2. Agustinismo político.- Se llama  así la visión política que caracterizó a la Edad Media y que se basa en la concepción unitaria del hombre en su doble dimensión de ciudadano del mundo y de religioso destinado al cielo. El papa san Gelasio (+ 496), en una carta al emperador Anastasio, habla de dos autoridades distintas, la sacerdotal y la del rey, con superioridad de la primera debido a su función moral que afecta también a los soberanos. Gregorio 1 (+ 604) dio al papado una organización administrativa y económica que confirmó a la Iglesia romana como fuerza principal de cohesión europea. Esto adquiere su expresión política más compacta en Carlomagno, coronado por León III como emperador del Sacro Romano Imperio (800). Y aunque en teoría se mantuvo siempre clara la autonomía de las dos esferas, la eclesiástica y la política, las interferencias prácticas originaron conflictos especialmente ásperos entre Gregorio VII y Enrique IV, Inocencio IV y Federico II, Bonifacio VIII y Felipe IV de Francia. Fue con Urbano II, Inocencio II y sobre todo con Inocencio III (+ 121 ¿) como el papado alcanzó la cumbre como moderador político de Europa.

 

3. Feudalismo.- El sistema feudal, en el que los reyes o señores cedían a algunos de sus súbditos el dominio de territorios particulares con el compromiso de una fidelidad especial, llegó a condicionar la misma vida de la Iglesia. Los obispados, los monasterios y las Iglesias particulares aceptaron donaciones de príncipes y señores, quedando sometidos a ellos para la provisión de los cargos eclesiásticos ligados a dicho feudo. Este sistema feudal, inicialmente positivo en las circunstancias sociales de la época, se convirtió con los años en una causa grave de fragmentación política y, en el plano eclesiástico, dio lugar a la intromisión civil en la concesión de los cargos eclesiásticos (investiduras), degenerando en una corrupción y en un servilismo absolutamente negativos para la misión espiritual. Los papas reaccionaron en contra de esta situación, especialmente Gregorio VII, que defendió con coraje los derechos de la Iglesia contra el emperador Enrique IV (lucha de las investiduras), con vistas a una reforma de la vida eclesial. Gregorio VII exigió con fuerza para el papado una independencia total de las autoridades seculares en el gobierno de la Iglesia. Su tenacidad hizo que tuviera que morir en el destierro (1085): pero su sucesor Calixto II vio el triunfo de la Iglesia en el concordato de Worms (1122).

 

4. Religiosidad medieval.- La fe cristiana constituye un elemento esencial e indiscutible en la actitud del hombre medieval, que veía simbolizado en las cosas y en los acontecimientos el misterio de Dios. Se concebía la vida como un paso por el mundo hacia la eternidad: por tanto, lo único importante consistía en ser fieles a Cristo y a la Iglesia. La vida diaria seguía el ritmo de los ciclos litúrgicos, que en un mundo eminentemente agrícola se adaptaban de alguna manera a las estaciones del año. Las celebraciones comunitarias fueron cediendo sitio a una piedad más bien privada. Creció la devoción a los santos y la veneración de las reliquias. Con la reforma de Gregorio VII, se impuso la liturgia romana en Europa y a pesar de que la confesión y la comunión sacramentales no eran frecuentes, dominaba sin embargo por todas partes una devoción entusiasta por el Santísimo Sacramento y por la Virgen María, celebrada incluso caballerosamente por los trovadores. El deseo de reforma dio lugar a veces a desviaciones heréticas (albigenses, valdenses, etc.), mientras que, a comienzos del siglo XIII, san Francisco de Asís inauguró un movimiento evangélico en total sintonía con el Magisterio de la Iglesia.

Durante todo este siglo la sed de reforma espiritual se vio impulsada por algunos seguidores de Joaquín de Fiore (t 1206) hasta los extremos de la heterodoxia, en fervorosa espera de una edad del Espíritu Santo, que habría de superar el Evangelio de Jesús y las funciones de la Iglesia jerárquica.

 

5. Las cruzadas.- Una consecuencia y al mismo tiempo una prueba de la religiosidad de la Europa medieval fueron las cruzadas, emprendidas sobre todo para rescatar del dominio musulmán el sepulcro de Cristo en Jerusalén.

Dada la convicción de que lo espiritual y lo temporal se funden en el interés supremo del triunfo de Cristo en las almas y en la sociedad, no debe sorprendernos el hecho de que los promotores de las cruzadas ( 1095- 1292) fueran ante todo los papas. Por otro lado, ellos eran la única autoridad que podía inducir a los príncipes cristianos a una acción conjunta. A pesar de algunos abusos e ingenuidades, que hay que ver en la óptica de su tiempo, las cruzadas ofrecieron la prueba de la grandeza de alma de los que se atrevieron a tantas proezas al grito de «Dios lo quiere».

 

En conclusión, se puede decir que la Edad Media fue, de alguna manera, un período de dominio de lo " sobrenatural" entre dos "naturalismos». Una visión justa de la vida no admite ni el predominio del naturalismo sobre la vida espiritual y religiosa ni viceversa, sino que postula una integración equilibrada de ambos valores.

B. García

 

Bibl.: L. Genicot, El espíritu de la Edad Media, Noguer, Barcelona 1990; J, Paul, La Iglesia y la cultura en Occidente (s, XI-XX}, Labor Madrid 1988; O. Giordano, Religiosidad popular en la Edad Media, Gredos, Madrid 1983. P P Gilbert, Introducción a la teología medieval, Verbo Divino, Estella 1993.