DOCTRINA (SOBRE DIOS)
VocTEO
 

El concepto teológico de «doctrina sobre Dios» define el problema del significado, del valor epistemológico y de su articulación (en su interioridad y en relación con los otros tratados de la teología), del tratado teológico sobre Dios. Este problema puede tratarse desde dos ángulos: uno más «subjetivo», reflexionando sobre el sujeto que desarrolla una doctrina sobre Dios, y el otro más «objetivo», pensando en el contenido y en la sistemática de este tratado.

 

1. Desde el punto de vista del sujeto cognoscente, la doctrina sobre Dios debe tener en cuenta por lo menos tres modalidades fundamentales de aproximación al misterio de Dios, típicas de la experiencia humana. Se trata, ante todo, del llamado conocimiento "natural» de Dios, aquel conocimiento al que llega por sí misma la razón humana; en segundo lugar, de aquel conocimiento que es intrínseco y que procede del acto de fe de la persona que se abre a la autorrevelación de Dios mismo en Jesucristo; y finalmente de aquel tipo de experiencia mística de Dios que es un preludio de la «visión beatífica». En esta perspectiva, la doctrina sobre Dios -como parte principal y determinante de la teología- tiene qúe estructurarse como reflexión sobre aquel "hablar de Dios sobre sí» que conoce estos tres grados: la palabra de la creación, la Palabra de la revelación que culmina en la encarnación, y aquella Palabra en la que el conocer a- Dios se convierte en el conocerse a sí mismo de Dios en nosotros.

 

2. Desde el punto de vista del contenido y de la articulación sistemática de la doctrina sobre Dios, podemos recorrer históricamente cómo de hecho se ha afrontado y resuelto este problema para llegar a las cuestiones y a las perspectivas actuales. En primer lugar, hay que subrayar que en la teología cristiana, centrada toda ella en la autocomunicación de Dios en Cristo, la doctrina sobre Dios ha representado siempre - aunque bajo diversas formas- el punto de partida y la coronación de la dogmática.

En la tradición patrística, el tratado sobre Dios conoce dos niveles, estrechamente unidos entre sí: la oikonomia, como descripción de los gestos de salvación de Dios en la historia, y la theologhia propia y verdadera como discurso sobre la naturaleza de Dios, que se va profundizando progresivamente y se articula en torno a los dogmas de los concilios ecuménicos, tratando especialmente dos puntos: la relación entre la Unidad y la Trinidad en Dios y la relación entré la vida íntima de Dios, por un lado, y la creación-encarnación-divinización del hombre, por otro.

Con la Escolástica prevalece sin más el segundo nivel, que se formaliza en una dirección muy concreta. En primer lugar, se subraya que el objeto formal de toda la teología es Dios, en cuanto que «en la sagrada doctrina todas las cosas se tratan sub ratione Dei, bien en cuanto que son Dios mismo, bien en cuanto que están ordenadas a Dios, como principio y como fin» (5. Th. 1, q. 1, a. 7). En segundo lugar, se tiende a distinguir el tratado de la Unidad de Dios (hecho principalmente sobre la base de una profundización especulativa) del tratado de la Trinidad (conocida por la revelación); de manera que se ve la Unidad de Dios en clave eminentemente metafísico-cosmológica, mientras que la Trinidad resulta un tanto alejada del conjunto de la economía cristiana. Esta tendencia cristaliza luego en la teología postridentina, en la que se distinguen claramente el tratado De Deo Uno (donde se intenta poner de manifiesto la convergencia entre las afirmaciones de la fe y las de la razón) y el tratado De Deo Trino (discurso específico de la fe), En nuestro siglo la crítica católica al manual de teología subraya la debilidad de este planteamiento, favoreciendo la unificación de los dos tratados (M. Schmaus), mientras que la fuerte afirmación cristocéntrica de la teología evangélica (desde Lutero hasta K. Barth) y el descubrimiento de la historia de la salvación junto con el replanteamiento del tema de la categoría de la revelación (K. Rahner) suponen un impulso hacia una profunda renovación. Expresión última de este replanteamiento de la doctrina sobre Dios a partir de Cristo y de la Cruz (pero en un horizonte hermenéutico inmanentista) son las posiciones asumidas por la teología de la muerte de Dios, que no sólo excluyen (en línea con la tradición 1uterana, tendencialmente fideísta, recogida por Barth) un conocimiento natural de Dios, sino también la noción de una trascendencia de Dios distinta de la de Cristo.

De forma más equilibrada, actualmente, en el terreno católico, la articulación de la doctrina sobre Dios contempla estas diversas dimensiones: a} la revaloración del conocimiento pre vio de Dios respecto al acontecimiento Cristo; b} la profundización de la originalidad de la revelación de Dios en Jesucristo; c} la recomprensión de la Unidad y del Ser de Dios precisamente a partir de la imagen trinitaria que Cristo nos revela. En el centro de esta renovada articulación destacan entonces dos grandes temas: el de la relación entre la Trinidad inmanente y la Trinidad económica (en la fórmula creada por Rahner y profundizada posteriormente), y la de la relación entre la Unidad y la Trinidad de Dios en un horizonte cristológico. Se exige finalmente una consideración sintética y unitaria del misterio de Dios (en la perspectiva de lo que -en los tratados clásicos- se definía como «esencia») que, a la luz de la revelación neotestamentaria y como profundización de la noción metafísica de Dios como Acto puro del Ser, tiene que establecerse de nuevo en la noción clave de Agapé (cf. 1 Jn 4,8.16).

P. Coda

 

Bibl.: K. Rahner, El Dios trino como principio y fundamento trascendente de la historia de la salvación, en MS, 1111, 360-449; L. Serentha, La historia del tratado teológico de Dios, en DTI, 11, 267-271; AA. VV , La Trinidad, ¿mito o misterio? Secretariado Trinitario, Salamanca 1973' W Pannenberg, La pregunta sobre Dios, en Cuestiones fundamentales de teología sistemática, Sígueme, Salamanca 1972, 167-196; R. Latourelle, Teología, ciencia de la salvación, Sígueme, Salamanca 1968.