CULTO
VocTEO
 

Del latín colere (cultivar cuidar, honrar, venerar). El culto es ia adoración explícita de Dios. Comprende todas aquellas actividades que tienen como intención primera y auténtica reconocer la soberanía absoluta de Dios y rendirle el honor que se le debe.

Al ser un aspecto fundamental tanto de la religión como de la cultura, el culto es tan antiguo como la humanidad y nunca está ausente en las religiones bajo diversas formas y manifestaciones. Pero en el cristianismo el culto tiene un carácter específico, único e irrepetible, ya que tiene como centro al mismo Cristo, el Dios hecho hombre, revela algunos rasgos característicos, Ya en la antigua alianza el acto externo de culto tenía que ser expresión de la actitud interior de adoración, arrepentimiento, fidelidad. Israel fue constituido como pueblo de Dios para el «servicio de Dios». Es fundamental el texto de Éx 19,4-6: «Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo  a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora bien, si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es mía: seréis para mí un reino de sacerdotes, una nación santa».

Así pues, el culto no puede reducirse a un ritualismo exterior mágico-sacral, ni a una actitud de adoración, incluso interior. apartada del resto de la vida. Es más bien una respuesta, expresada en la vida moral entendida como «servicio», al proyecto de Dios que se ha revelado en la historia. Pero esta respuesta tiene también un momento cultual explícito (sacrificios, ritos, oraciones, fiestas). La motivación del culto está en lo que Dios ha hecho (éxodo, alianza). Pero con Jesús tenemos un salto cualitativo respecto al culto. Él mismo, con toda su vida, personifica y se pone como ejemplo del culto que se debe al Padre. Con él termina el culto ligado a lugares particulares y se inaugura otro culto «en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). Se trata del culto como la respuesta de los miembros del pueblo de Dios a la obra salvífica trinitaria. El mismo Jesús, como templo-sacerdote-sacrificio-siervo del Padre, hace de la Iglesia y de los creyentes templos-sacerdotes-sacrificios de Dios. El culto tiene entonces la característica de ser un servicio de fe y de caridad, manifestado y realizado en la vida moral y en el rito sagrado. Además, se estructura como anámnesis o memorial, como presencia o actualización, como preanuncio o esperanza.

La calificación del culto como respuesta intenta poner de relieve la iniciativa gratuita de Dios que llama a la salvación, y requiere por tanto el compromiso de la adhesión total. Tras el conocimiento o descubrimiento del Dios Salvador, como consecuencia de la revelación y de la fe, viene el momento de la aceptación consciente y responsable, como consecuencia del don de la gracia y de la caridad; finalmente llega el momento de las manifestación, en el acto interno y en la acción exterior, del conocimiento y - de la aceptación.

En particular, los actos de culto son los actos que se cumplen mediante la virtud de la religión, y constituyen precisamente el culto divino. Tradicionalmente se comprenden en los tres primeros mandamientos del decálogo, con el reconocimiento del señorío supremo de Dios y con la voluntad de rendirle el culto correspondiente. Para santo Tomás (5. Th. 11-11, q. 81), los actos de religión se distinguen en internos y externos. Entre los primeros se pueden recordar la devoción y la oración de petición: entre los segundos, la adoración, las ofrendas, el voto, el juramento, como actos de la devoción, y la súplica, la oración de penitencia y la oración de alabanza como actos de recurso a Dios.

R. Gerardi

 

Bibl.: D, Tettamanzi, Culto, en DETM, 158171 : E. J. Lengeling, Culto, en CFT 1. 353373: R. Schulte, Igesia y Culto, en Íd., El misterio de la Igiesia, Herder, Barcelona 1966, 303-424.