CREACIÓN
VocTEO

 

 La fe bíblica en el Dios creador  constituve una respuesta a la pregunta sobre el origen, el sentido y el fin del hombre, de las criaturas y de la historia. Al profundizar en la teología de la creación, el Antiguo Testamento concede una gran importancia a la experiencia de la salvación que Dios ha llevado a cabo en favor de Israel. El que liberó a sus elegidos es el único poseedor de aquella riqueza de vida que es causa y origen de todas las cosas. Para manifestar esta verdad, el libro del Génesis recurre a dos narraciones o « historias primordiales» (C. Westermann): la yahvista (s. x a.C.) y la sacerdotal  (época del destierro o álgo posterior a ella), con que se presenta la identidad esencial del hombre, del cosmos, de las mutuas relaciones y de los respectivos vínculos con Dios. De aquí surgen algunas verdades que constituyen una parte integrante de la visión teológica y antropológica de Israel: todo procedé de la acción poderosa y benévola de Dios; todo lo que está Dicho por Dios es naturalmente bueno; el hombre es una criatura que posee una doble dimensión, corporal y espiritual; es imagen de Dios; es sujeto capaz de ejercer responsabilidades, tanto respecto a Dios como respecto a lo creado; el ser humano es, por voluntad divina, varón y mujer; por eso, la duplicidad sexual no es motivo de división, sino de encuentro, de diálogo y de fecundidad; el pecado no es un elemento necesario del proyecto creador de Dios, sino que ha entrado en la historia, con todas sus consecuencias negativas, debido a un mal uso de la libertad por parte del hombre; la reacción divina al pecado del hombre no es la venganza, sino una promesa gratuita de liberación. Estas verdades, bajo otra forma y en otros contextos, están también presentes en los otros escritos veterotestamentarios.

El Nuevo Testamento no se limita a heredar este patrimonio, sino que lo reinterpreta a la luz de la persona y de la misión de Jesucristo; los autores sagrados señalan el lugar que él ocupa respecto a la creación, presentándolo como mediador, como modelo a cuya imagen ha sido creado el hombre y - como meta de llegada de la historia y de todo lo creado. La adopción de la perspectiva cristológica provoca además la explosión de la " coraza' monoteísta en que estaba encerrada la interpretación veterotestamentaria de la creación; aun dentro de la fidelidad y continuidad substancial con la fe de Israel, la comunidad cristiana concibe la obra de la creación, así como los otros aspectos de la existencia, a la luz de la realidad trinitaria de Dios.

En los primeros siglos de su existencia, la Iglesia está llamada a realizar el trasplante de la novedad bíblica al área cultural griega, preocupándose de acoger las intuiciones positivas del pensamiento helenista y de superar los dos peligros conceptuales en que se podía incurrir al reflexionar sobre la creación: el dualismo, que considera a las criaturas mundanas como el fruto de un principio negativo, que se contrapone a un principio bueno; y el monismo, que pierde de vista la diferencia cualitativa existente entre el Creador y las criaturas. Contra estas dos perspectivas inconciliables con el dato bíblico, los santos Padres reafirman que todo proviene de la bondad y de la libertad del único Dios, que es el Omnipotente, que sin cambiar y sin disolverse en el mundo puede suscitar de la nada otros seres existentes, tanto espirituales como materiales, que llevan dentro de sí una bondad connatural y que son ontológicamente distintos de él. Debido a cierta desviación de la perspectiva bíblica (que es de tipo histórico-salvífico) y al uso de la perspectiva filosófica, la teología de la creación a partir de los Padres se movió sobre todo en un registro racional, que la hará parecer muy alejada del  pais de Canaán. La teología y el Magisterio seguirán durante siglos esta característica, recordando cuando era preciso diversos aspectos de la fe bíblica en la creación contra las diversas falsas interpretaciones del patrimonio revelado.

En nuestros días se advierte la necesidad de revalorar la perspectiva trinitaria en la reflexión creyente sobre la creación. El Dios trinitario es ante todo origen de las criaturas: todo proviene del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que en una comunión perfectísima dan la vida a todos los seres y son la única causa de todo efecto creado, Por ser una datio liberalis (santo Tomás), la creación es el acto fecundo de un amor que "marca» de manera positiva a cada ser: toda criatura, por el hecho de existir, es buena y por eso mismo amable. La llamada " comunidad de las criaturas' (A. Ganoczy) ha nacido a la luz de la existencia désde las tinieblas de la nada por obra del Padre, a través del Hijo, en el Espíritu; en esa comunidad creatural el hombre ocupa ciertamente un lugar especial, ya que posee capacidades que lo convierten en "imagen de Dios, y le permiten ejercer una función de soberanía, de guía, de conocimiento.

A la luz de la Trinidad, la existencia de las criaturas se presenta como una especie de reflejo de la vida intradivina, que se caracteriza por ser un continuo "dejar sitio, al otro, una eterna oblatividad: el Padre "deja sitio, al verbo y los Dos "dejan sitio, al Espíritu; la creación es el acto gracias al cual los Tres hacen nacer a los existentes contingentes, admitiéndolos gratuitamente a entrar en relación consigo e incluso - en el caso de las criaturas humanas - a participar de su propia vida ( gracia).

Puesto que todo tiene su origen en el poder y - en la bondad de los Tres, todo lleva dentro de sí un reflejo del amor trinitario creador; y todo existente es por sí mismo un "reenvío" o "remite" al amor del Padre, como fruto gratuito del mismo (creación de la nada); toda criatura lleva en sí misma una huella filial, es decir, de acogida y de apertura al otro y - es vox Verbi (Tomás); toda criatura es donum Dei, que lleva en sí una aptitud para la comunión y para el encuentro, caracterizándose estructuralmente como ser-en-relación.

Finalmente, para concebir correctamente la creación, no se puede prescindir de la escatología o nueva creación. El Dios trino es también el fin de la creación y esta última es una realidad "abierta», tanto en el sentido de que todo está en camino y evoluciona hacia una realización de Si mismo cada vez más plena, como en el sentido de que el hombre, la historia y el mundo están orientados hacia un cumplimiento y una patria que Dios mismo garantiza (cf. 1 Cor 15,28: Dios todo en todos) y que ha tenido ya su anticipación luminosa y consoladora en el amanecer de la Pascua. Es el espíritu el que lo guía todo y a todos en este éxodo. Él habita en el mundo y actúa para que se realice el proyecto del Padre; actúa a fin de provocar la llegada de "los cielos nuevos y la tierra nueva»; está empeñado en conseguir que la creación conozca su cumplimiento en el "sábado sin fin' prometido por el Creador, un día al que no sigue la noche, el punto de reposo de la historia, la hora de "estar en casa' después de la nostalgia y del destierro, el momento en el que todo y todos vivirán la condición pascual de un gozo sin sombras, de una paz sin tensiones, de un amor sin límites.

G. M. Salvato

 

Bibl.: A. Ganociv, Doctrina de la creación, Barcelona. Herder 1986; J L, Ruiz de la Peña, Teologia de la creación, Sal Terrae, Santander 1986; 5. Auer, El mundo, creación de Dios, Herder, Barcelona 1979; J, Moltmann, Dios en la creación, Sígueme, Salamanca 1987,