CARIDAD
VocTEO

 

Este término procede del latín carus (querido, amado) y es de los más usados en el lenguaje cristiano. Su carácter esencial se pone de manifiesto en la relación con los demás; pero esta expresión aparece muchas veces privada de su especificidad teológica y revelada. Sin embargo, la «caridad» cristiana tiene su origen en el amor de Dios ( 1 Jn 4,7), que se nos ha dado a través de Cristo ( 1 Jn 4,9s) y del Espíritu para que el cristiano puéda a su vez amar a Dios y  al prójimo (1 Jn 4,1 1-19). Se trata por eso mismo de un don y, como tal, va ligado a la justificación, como enseña el concilio de Trento » «en la justificación el hombre, por medio de su inserción en Jesucristo, recibe con el perdón de los pecados la infusión de la fe, de la esperanza y de la caridad» (DS 1530). La declaración del concilio se basa sobre todo en Rom 5,5: "Al darnos el Espíritu Santo, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones». El don de la virtud teologal de la caridad pone al cristiano en un camino de seguimiento que tiene como fin la identificación con Cristo en una superación continua del "amor sui». La caridad cristiana es por tanto original, la que se enriquece de nuevos contenidos que la filantropía no conoce. El elemento nuevo de la caridad cristiana es el "amaos como yo os he amado". es el «mandamiento nuevo» (Jn l3,34)~ Este amor se ensancha infinitamente por que se apova igualmente en la identificación de Cristo con los que tienen hambre, con los que tienen sed, con los enfermos (cf Mt 25,35-40). El mandamiento de la caridad fraterna recibe por tanto su carácter específico de su fundamentaci6n cristológica. El discurso moral cristiano tiene entonces en su base la fe en Dios, que nos ha amado y que nos ama a través de su Hijo. Es una perspectiva nueva para hacer las mismas cosas que los otros : es un estilo particular que no cambia la fenomenología, pero que diferencia la conducta del cristiano de la del que no lo es. La caridad cristiana, en una palabra, es más rica que una actitud filantrópica en general, ya que está cargada de más motivaciones que desconoce la benevolencia humana. No nace en su origen del hombre, sino que es don y consecuencia de todo lo que uno ha visto y oído: «El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su hijo para librarnos de nuestros pecados» (1 Jn 4,10).

L. Padovese

 

Bibl.: c. Spicq, Agapé en el Nuevo Testamento, Cares, Madrid 1977; M, Rovo Marín, Teologia de la caridad, BAC, Madrid 1960: A Pigna, Caridad. en DE, 313-329