CARÁCTER
VocTEO

 

El carácter es un efecto particular impreso en el alma por el bautismo, la confirmación y el orden sagrado. Aunque es tambien una gracia, tiene que distinguirse del efecto propio y verdadero de la gracia sacramental (res). Es indeleble: por eso los tres sacramentos que lo imprimen no pueden repetirse (DS 1609). Este término es empleado por el concilio de Trento en el sentido que tiene en griego la palabra: se deriva del verbo chara550 (sajar), y significa por tanto la huella que deja un grabador al fijar una imagen o una inscripción en el metal o en la piedra. En Ap 7 3; 9,4 se habla del signo de la tau (cruz) impreso en la frente de los elegidos. En 2 Cor 1,21-22; Ef 1,13; 4,30 se habla del sello impreso por el Espíritu. La idea es la de una consagración irrevocable y que no puede perderse, pero que implica además una semejanza con Jesús, el Ungido por excelencia. El término charakter fue introducido en la terminología teológica por san Agustín. Antes de él los Padres latinos hablaban de signaculum, y - los griegos de sphraghis .

Pero Agustín contribuyó también a la primera clarificación de la esencia del carácter en la polémica con los donatistas. Éstos, siguiendo la tradición constante de la Iglesia, reconocían que el bautismo, la confirmación y la ordenación, una vez recibidos válidamente, no podían ni debían repetirse; pero negaban que se pudieran administrar o recibir válidamente dentro del cisma o de la herejía. Según ellos, el bautismo era nulo si el bautizado no recibía la gracia del Espíritu Santo (y los que están separados de la Iglesia están separados del Espíritu Santo). Agustín se vio obligado entonces a explicar por qué el bautismo (lo mismo que los otros dos sacramentos), una vez conferido según el rito eclesial, no puede reiterarse nunca, y es válido aunque no produzca la gracia. Hay un efecto bautismal que se produce indistintamente en todos e independientemente de la gracia (que sólo es recibida por los «buenos»). Este efecto es permanente e indeleble. Por eso, los que han recibido válidamente el bautismo conservan el carácter, y no se les puede admimistrar de nuevo el sacramento. El bautismo, la confirmación y el orden sagrado dejan en el alma la huella del carácter sacramental.    

Agustín lo compara con el cuño de las monedas o con el tatuaje con que se marca a los soldados y a los animales.

En la teología posterior se acentuó el proceso de interiorización del carácter, insistiendo en el hecho de que es más bien res que sacramentum; pero sin olvidar que es signo, se subrayó  más su espiritualidad. Santo Tomas afirmó que el carácter pertenece a la categoría de la cualidad, y ~ en particular a la especie del poder; en efecto, el fin esencial del carácter no es disponer al alma para la gracia, sino hacer al hombre capaz de cumplir los actos del culto. Los sacramentos han sido instituidos no sólo para curar al hombre del pecado, sino también para consagrarlo al culto de la religión cristiana; y esta consagración se lleva a cabo por medio del carácter. Por consiguiente, éste tiene la finalidad de hacer al hombre capaz de administrar y de recibir los sacramentos: es una participación efectiva en el sacerdocio de Jesucristo.

Por medio del carácter los fieles quedan revestidos de un sacerdocio, que se deriva del de Cristo y participa de él.

El carácter « modifican intrínsecamente al alma (santo Tomás dice que modifica las potencias y facultades del alma, y en particular la facultad intelectiva) que de alguna manera queda modificada por él, a semejanza de Jesús Sumo Sacerdote, lo mismo que la moneda queda marcada por el curso legal, Así pues, el carácter es una fisonomía del alma; es el reflejo en el alma del sacerdocio de Cristo.

Muchos teólogos modernos, recogiendo y desarrollando las reflexiones de santo Tomás, consideran el carácter, en su esencia, como una relación real con la Iglesia, determinada de varias maneras por el bautismo, por la confirmación y por el orden sagrado.

Esta relación consiste en la pertenencia a la Iglesia; pero así como la Iglesia es comunidad visible y jerárquica de salvación y de culto, el carácter es una delegación particular para una actividad visible de santificación y de culto; es lo que hace perennemente visible el acto salvífico sacramental, mediante el cual el sujeto se hace miembro del pueblo de Dios. En cierto sentido constituye y estructura jerárquicamente al mismo pueblo.

En su actividad sacramental la Iglesia se describe, se construye y se estructura: los sacramentos son la actividad con que la Iglesia engendra a sus hijos y es a su vez engendrada por ellos. Pero si no se quiere reducir a la Iglesia a una dimensión puramente espiritual y si se quiere salvar su visibilidad, en la economía de la encarnación hay que señalar, entre los efectos sacramentales, algo que, constituyendo y estructurando una Iglesia visible, sea sin embargo visible. Esto no se le puede atribuir a la gracia (visible), o a las virtudes (subjetivas). Es más bien el carácter, que constituye a la Iglesia como sociedad visible, cultual y jerárquica. El acto salvífico con el que Dios reúne y constituye a la Iglesia es definitivo e lrrevocable, y no depende de la voluntad de los hombres. Si el carácter es la prolongación visible del gesto salvífico sacramental con que es engendrada la Iglesia, si es lo que pone al hombre en una relación determinada con la Iglesia, estructurándola como comunidad visible de culto, el carácter es entonces algo definitivo e irrevocable, Aunque el individuo pueda renegar de su compromiso cristiano, permanecerá para siempre la relación fundamental que tiene con la Iglesia, en la que fue puesto por el bautismo, la confirmación y el orden sagrado.

Finalmente, hay que decir que algunos teólogos hablan, no sin cierto fundamento, de un " cuasi-carácter» impreso por el sacramento del matrimonio.

R. Gerardi

 

Bibl.: Carácter, en ERC, 11, 435-438: E, Ruffini, El carácter como visibilidad concreta del sacramento en relación con la Iglesia, en Concilium 31 (1968) 111-124; J Galot, Le nature du caractere sacramental, París 1965,