APOCATÁSTASIS

Del griego apokathistemi (restituir, reintegrar, devolver a su estado primitivo); este término figura en Hch 3,21, en un discurso de Pedro, en el que se afirma que al final de los tiempos quedará restaurado para todas las cosas el orden que Dios había establecido y que el pecado había perturbado. Esta afirmación hace eco a un concepto familiar en el hebraísmo: la nueva creación mesiánica.

También en otros lugares del Nuevo Testamento parece estar presente una alusión a la recuperación escatológica del orden inicial, aunque no se le da el nombre de apocatástasis (cf Mt 19,21; Rom 8,9-22; 1 Cor 15,25-28.54-57; 2 Pe 3,13; Ap 21,1). Se trata de aquella regeneración o «nueva creación”, prometida por Dios, que caracterizará a la conclusión de la historia.

Además de esta interpretación correcta de la apocatástasis, la historia de la teología registra otra que es inconciliable con la fe cristiana: la llamada origenista. El gran teólogo alejandrino Orígenes, influido por la perspectiva neoplatónica, manifiesta la esperanza de que al final de los tiempos desaparecerán tanto el pecado como sus efectos, entre ellos la condenación de los hombres y de los ángeles.

En contra de un infierno eterno, Orígenes considera posible pensar en una duración limitada del castigo del pecado: el infierno durará sólo el tiempo suficiente para la purificación. La apocatástasis, entendida a la manera de Orígenes, fue condenada por el sínodo Constantinopolitano del 543, por el II concilio de Constantinopla del 553; a lo largo del tiempo, fue recogida por algunas sectas y por algunos teólogos.

G. M. Salvati

 

Bibl.: P. Siniscalco, Apocatástasis, en DPAC. 1, 168- 169; J Loosen, Apokatastasis, en LTK. 1, 78-712; F Mussner - H. Cruzel, Apocatástasis, en SM. 1, 329-332,