ANALOGÍA

En su significado etimológico indica una "correspondencia» o, mejor dicho, una "proporción». Está presente en el lenguaje filosófico, a partir sobre todo de Platón y de Aristóteles. que solía distinguir entre conceptos "unívocos», "equívocos» y análogos, esto es, conceptos que se basan en la semejanza de una relación.

Con la palabra "analogía» se indica, hoy especialmente, un uso particular de los términos que, sin perder nada de su significado original, saben indicar proporcionalmente la realidad a la que se refieren. La analogía resulta necesaria sobre todo cuando el sujeto quiere expresar su apertura a lo trascendente, partiendo de su propia condición de ser histórico y finito. Se debe sobre todo a E. Prevara el haber demostrado que la analogía no es una mediación secundaria en el conocimiento y en la expresividad de lo trascendente, sino la condición necesaria y primigenia para poder expresarlo en lenguaje humano. Teológicamente, la analogía encontró en el concilio Lateranense IV su codificación definitiva. El concilio, en 1215, se encontraba en la necesidad de corregir dos posiciones extremas, presididas respectivamente por Joaquín de Fiore -que defendía una identidad mística entre Dios y la criatura- y por Pedro Lombardo -que sólo veía una pura distinción racional entre los dos-. Tomando como punto de partida la analogía, el concilio afirma que: “inter Creatorem et creaturam non potest similitudo notari, quin inter eos major sit dissimilitudo notanda» (DS 806).

Es preciso distinguir entre una analogia entis y una analogia fidei. Con analogia entis nos referimos al papel esencial que representa el lenguaje humano respecto al ser, que constituye al mismo tiempo el término más significativo y más genérico de nuestro lenguaje. La analogía, en este horizonte, indica que todas las realidades existentes participan del ser, pero en cada ocasión de manera diferente, hasta el punto de que nuestro conocimiento, en el momento en que expresa el objeto, afirma su existencia, pero siempre de manera distinta. En el pensamiento filosófico, la analogia entis no ha tenido un camino fácil. Kant y Hegel, por motivos totalmente diversos, niegan su existencia; Heidegger, por el contrario, la ve como un elemento esencial en el momento en que es preciso superar el olvido del ser. También la ha criticado fuertemente K. Barth. que la definía como "invención del Anticristo», diciendo que era éste el motivo último que le impedía hacerse católico.

De todas formas, el concepto de analogia  se basa y se apoya en el de creación. Si Dios crea, entonces puede ser también conocido y "pronunciado» por la criatura; de lo contrario, quedaría eliminada la razón misma de la creación. Sin embargo, lo que es considerado sobre todo a través de la analogía es que, entre los dos sujetos, a pesar de que se da una gran semejanza, la desemejanza es siempre mayor a la hora de definirlos.

La analogía de la fe encuentra su fundamento en la misma Escritura, donde Pablo dice que todo el que tenga "el don de la profecía debe ejercerlo según la analogía de la fe» (Rom 12,6).

El apóstol quiere decir que el que tenga un don, especialmente los que tengan el don de profetizar, no tienen que actuar ufanándose de él ante los demás creyentes; lo que han de hacer es vivir "de acuerdo» con la fe, según su "medida». Así pues, el apóstol ve en la fe el principio en torno al cual debe girar toda la existencia del creyente, A partir de esta perspectiva, en la historia de la teología el concepto de analogia fidei fue tomando significados más amplios. En el período patrístico indicaba la coherencia o la relación que se creaba entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; Agustín hablará de “regula» como sinonimo de analogía. Anselmo, en el Proslogion, cuando quiere señalar la circularidad del credo ut intelligam, entiende por analogia fidei sobre todo la correspondencia que existe entre el conocimiento divino y el conocimiento humano dentro de la fe. El Vaticano I, al hablar en la Dei Filius de la relación entre la fe y la razón, afirma que mediante la analogía es posible tener una inteligencia cada vez mayor del misterio revelado, ya que con ella se indica el camino que permite ver el acuerdo de los misterios entre sí y el fin último de la criatura (DS 3Ol~).

Finalmente, el concilio Vaticano II parece recuperar el sentido patrístico de esta expresión cuando, en DV 12, pone a la analogia fidei como uno de los criterios fundamentales por los que hav que proceder en la interpretación de la Escritura: "Para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener en cuenta con no menor cuidado el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe". Así pues, la analogia fidei sirve a la teología no sólo como su principio constitutivo en el momento en que se pone a «decir” a su Dios, sino también como principio que permite tener una inteligencia cada vez mayor del misterio de la fe, a lo largo de la historia.

R. Fisichella

 

Bibl.: J Splett - L. B. Puntel, Analogía del ser, en SM, 1, 145-152; P. A. Sequeri, Analogía. en DTI, 1, 400-412; E. Praara, Analogia entis, Einsiedeln 1962; J G. Caffarena, Analogía del ser y dialéctica en la afirmación humana de Dios, Pensamiento 16 (1960) 143-174.