ALBIGENSES

El término albigenses se usa para designar a los herejes del Languedoc que vivían en el triángulo formado por las ciudades de Toulouse, Albi Y Carcasona. Los encontramos en los ss. Xll y Xlll sobre todo en el sur de Francia, pero también en España y en Italia. Están animados de una necesidad de austeridad y de perfección: frente al lujo de los clérigos escogen una vida de pobreza y de ascesis, aunque alejándose de la doctrina católica.

Al comienzo sostuvieron un dualismo moderado, basado en la creencia en dos principios, de los cuales uno, el Bien, es superior al otro, el Mal. Pero alrededor del 1170, bajo el influjo de Nicetas de Constantinopla, aceptaron un dualismo radical, que oponía a los dos principios creadores, igualmente poderosos, del Bien y del Mal. Sobre este fondo metafísico, los albigenses elucubraron varios mitos, negando por ejemplo la encarnación de Cristo. Se organizaron en comunidades o Iglesias distintas, con sus propios obispos y ministros, aceptando como único sacramento el consolamentum o bautismo del Espíritu, que se confería sólo a los adeptos más comprometidos, los «perfectos».

Para combatir esta herejía fueron enviados a Toulouse algunos monjes cistercienses como legados. Tras el asesinato de uno de ellos, Pedro de Castelnau, el papa Inocencio III convocó una cruzada contra los albigenses, que duró del 1208 al 1229. Al conocer la situación deplorable provocada por los albigenses, santo Domingo de Guzmán comenzó un apostolado para reconciliar a los herejes, dando comienzo entonces a la Orden de Hermanos Predicadores. Los albigenses tuvieron, en su época. una gran influencia en la Iglesia, pero en el s. XlV desaparecieron sin dejar huellas.

T Jansen

 

Bibl.: R. Manselli - Y Dossat, Albigenser, en Lexikon des Mittelalters, 1, Múnich-Zúrich 1980, 302-307. R. García Villoslada, Historia de la Iglesta, II, BAC, Madrid 1953, 578585, 803-814.