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Mayo florido y hermoso camina poéticamente. Los pétalos de libros salen a la calle en busca de ojos que penetren en su universalidad de estilos y sensaciones. La feria del papel que late, y otras ferias enraizadas en los pueblos, salen al encuentro de vecinos y visitantes. Mientras tanto, un congreso social, bajo el título: "América Latina y Unión Europea: juntos para el bien común Universal. Contribución de la Iglesia", ha espigado como un corpus doctrinal renovado. Nos gustan estas saludables noticias. Para un español, Europa e Hispanoamérica forman una cultura y una civilización sustancialmente común. Ciertamente, lo son en el orden político, en el jurídico, en el de los valores, y desde luego también, en el orden de las creencias. De gallegos y andaluces, medio mundo está lleno. No digamos los países de América. Por ello, con más razón si cabe, hemos de unirnos. En las deliberaciones de los congresistas, han hecho saber: “Que tanto en el Norte como en el Sur, estamos afectados por la creciente miseria, la violencia, el terrorismo, el tráfico de estupefacientes, la corrupción, la inestabilidad política y la debilidad de algunas democracias. Estamos preocupados por el fenómeno de la secularización y la crisis de valores en nuestra sociedad, pero nos alienta la búsqueda de espiritualidad, de sentido, de humanización y de nuevas respuestas, en los diversos campos, para esta nueva época de la humanidad”. La
Iglesia insiste en que la humanidad no podrá dar respuesta a los más
apremiantes desafíos si olvida la visión antropológica que afirma la
trascendencia, si rechaza la imagen del hombre manifestado en el rostro
de la persona de Jesucristo; puesto que, los
derechos humanos encuentran su fundamento en la afirmación de la
dignidad humana, en su sacralidad, pues “la mayor obra divina, el
hombre, es imagen y semejanza de Dios”; y así,
cada hombre es querido y creado directa e inmediatamente por Dios
Creador, al que le asigna su propio nombre. Es imagen de Dios y le es
donada la capacidad de dialogar con Él, de comunicarse con la familia
humana; es criatura amorosa y como tal destinada a dominar el mundo
, y por este dominio orientar la creación a Dios. Mientras
tanto el pueblo camina en sentido contrario. No presta atención y
prefiere gozar y consumir placer. Sabemos que no es tarea de la Iglesia
ofrecer soluciones técnicas a los problemas temporales, sino iluminar
la búsqueda de esas soluciones a la luz de la fe. Hoy, cuando tenemos a
los Estados tan cerca de nosotros, resulta saludable para el mundo estos
encuentros con el diálogo y la reflexión. Estado de Derecho sí, pero
también Estado Social. Los
medios de comunicación, nos ponen en guardia, ante los graves problemas
de orden social que, con características diversas, existen en toda América
y en buena parte Europa. Y también, en las distintas regiones y
pueblos, de nuestro entorno europeísta, donde a diario se producen
tremendas injusticias, poniendo en duda las garantías jurídicas. Es
cierto, que desde la doctrina social de la Iglesia podemos descubrir los
pecados sociales que claman al cielo, el amor preferencial por los
pobres y marginados
y la superación de la cultura de la muerte;
doctrina social que se cimienta y apoya en la antropología cristiana. El
encuentro entre estos dos mundos no ha concluido. En estos días-se
ha dicho- que se quiere dar un paso más reflexionando sobre los desafíos
políticos, económicos y sociales más urgentes, tal y como se detalla
en estos objetivos: -
“Dar prioridad a la dimensión social del desarrollo económico, sobre
todo en la lucha contra la pobreza y en la creación de puestos de
trabajo digno y de salarios justos”. En España, los sindicatos
insisten en que todas y cada una de las medidas del Ejecutivo son
recortes para los trabajadores, empleo en precario y aumento del
desempleo. Puede que alguien me diga, que los sindicatos ya no son
representativos, y hasta puede que tengan razón, pero, a poco que
paseemos por la calle, veremos crecer la miseria en las zonas
marginales, mientras en otros barrios todo es lujo y poderío. - “Combatir
la corrupción pública y privada, incluyendo el lavado de dinero del
narcotráfico, a través de la promoción de una ética de
responsabilidad en los negocios”. También, en España, debiéramos
actuar enérgicamente, sea quien sea, y
tenga el poder que tenga. Raro es el día que no desayunamos con
un nuevo caso de corrupción. -“Velar
por la protección del medioambiente, cuyo deterioro afecta
potencialmente a toda la humanidad, a través de instrumentos políticos
y legales efectivos”. Nadie me negará que las ciudades se han
vuelto ruidosas y sucias; y los pueblos, ya muy pocos conservan ríos
cristalinos. Debiera fomentarse la conciencia ecológica en las
escuelas; disciplina obligatoria, propongo. - “Adecuar las estructuras de gobierno para asumir los desafíos de la globalización incluyendo la modernización del Estado, estructuras más eficientes de integración regional y de cooperación mundial, así como el fortalecimiento de la estabilidad democrática basado en la participación ciudadana que se expresa en una sociedad civil cada vez más activa y responsable”. Para esa modernización, la única salida es el cultivo de la universalidad desde la universidad del culto a la cultura nívea. Por desgracia, a muy pocos le interesa ese progreso, sin etiquetas, el que nos potencia el saber estar en la vida, siendo más personas y menos marionetas.
Víctor Corcoba CORCOBA@telefonica.net
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