¡SALVE, ESTRELLA DE LOS MARES!

Frente a una imagen clásica, la del mar como medio ignoto, que lentamente fuimos descubriendo en un largo proceso histórico de explotación de sus recursos, surge en los últimos tiempos, a mi juicio, un desmesurado desarrollo de la biotecnología marina, sobre todo como negocio, al que habrá que poner límites para que la colonización del mar no haga estragos en un futuro próximo. Durante siglos, desde los primeros navegantes, el hombre ha ido incrementando su conocimiento y su capacidad de utilización de los mares y océanos. Un medio que de partida es poco favorable para la actividad humana, ha sido progresivamente conquistado como vía de comunicación y como fuente de alimento.  En los momentos actuales, parece haberse incrementado radicalmente la capacidad para utilizar el mar, como negocio. No importan las tecnologías que se utilicen, para explorarlo y explotarlo.

 

            Un año más, la fiesta de la Virgen del Carmen, ha de invitarnos a esa reflexión, a profundizar en los muchos problemas que suceden mar adentro, entre las gentes del mar, y que van desde el incumplimiento de acuerdos internacionales hasta el exceso de horas de trabajo. Hace unas semanas charlando con diversos pescadores andaluces y gallegos, en plena noche y a la luz de la luna, de madrugada,  les comunicaba mi deseo de escribir sobre ellos. De pronto, todos querían acercarme sus preocupaciones. Arde el mar y sus pescadores. Los hombres del mar no cuentan demasiado, a pesar de tanto sacrificio por su parte. A juzgar por sus mensajes, me da la sensación de que las gentes del mar sufren mucho y se les auxilia poco; a pesar de que seamos una potencia pesquera de primer orden, tanto por su flota como por los desembarcos.

 

La lucha en el mar y fuera del mar, donde dejan a su familia, es constante. Empieza por ser loable no sólo el trabajo que ellos hacen, también la entereza y el coraje de su gente que les espera en tierra. Entre los mensajes recibidos, destacar algunos: Mejorar la transparencia y determinar qué programas de ayudas estatales se pueden aplicar para apoyar los intereses marítimos comunitarios, ha de ser objetivo prioritario de los gobiernos. Dicho sea de paso, especialmente sensible debiera estar la Comunidad Europea, de la que formamos parte, garantizando la libertad de acceso a los mercados del transporte marítimo en todo el mundo de buques seguros y no contaminantes. Otros me apuntan –casi denominador común- que se incremente la política familiar, de ayuda real a los hombres del mar.

Mientras tanto el mar, la mar, no sólo ha unido a poetas, fusionando corazones y latidos, porque pueden haber muchas fronteras humanas pero existe un solo mar que seduce y atemoriza a un tiempo, canta y se enfurece, acaricia y destruye. Así es el mar, un poema eternamente repetido e inédito, como selló Gerardo Diego: “rítmicos siempre, pero nunca iguales/ el viento va extendiendo con su pluma...”.  Necesitamos, pues, proteger esa poética atmósfera, atajando el uso irresponsable de los recursos naturales, poniendo freno de una vez por todas, a nivel internacional, al transporte marítimo de productos nucleares y de otros materiales peligrosos, así como el vertido incontrolado de productos químicos contaminantes. Los efectos de la contaminación, evidentemente negativos para la vida marina, pueden serlo también para la vida y la salud humana: algunos contaminantes como los metales pesados, se acumulan en los organismos a través de las redes tróficas y llegan en forma concentrada al ser humano, en el que producen efectos tóxicos. Sin ir más lejos, -me apunta un pescador-, existen ya informes científicos que avalan la adopción de medidas para poner coto a los daños de la pesca industrial en los recursos marinos, para determinadas especies, y nada importa, todo se consiente. Es verdad. También a nuestros pescadores los hemos visto sufrir, hasta perder la dignidad, y pasada la noticia si ha trascendido, se siguen produciendo los ataques contra ellos. Olvidando, por ende, que ellos también somos nosotros.

Hoy el mar nos acerca un aluvión de sensaciones y vidas, que pueden volverse contaminación y muerte. Los puertos son encrucijadas de hombres de diversas naciones, con su propia identidad de lengua, costumbre y religión. ¿Por qué no aprovechar este crisol de culturas para adentrarse en otros mundos y así aprender a convivir?. A lo mejor navegando en la palabra entendemos el lenguaje del mar. Ese universo de razas, que llegan a nuestras costas –algunos en pateras- en busca de nuevos horizontes, es otro de los problemas que nos plantea el mar. Un mar que nos pide solidaridad en estos casos, mientras la población mundial se concentra cada vez más cerca de los espacios costeros, en lujosos castillos en primera línea de playa, cuestión que ha de ponernos en guardia más que con los pobres emigrantes, para establecer algún tipo de control para que la colonización humana intensiva, junto al mar, no destruya el hábitat natural. La situación llega a niveles extremos en casos como el del Mediterráneo, cuenca semicerrada con menor renovación de las aguas y sometida a una intensa presión humana, más dañina que la presión de las gentes que se han lanzado en busca de mejor vida, aunque hallen la muerte antes de llegar al mundo de los ricos.

   

Víctor Corcoba

CORCOBA@telefonica.net